domingo, 31 de mayo de 2020

Series de TV: La casa de las flores (2018)


Título original: La casa de las flores. Temporada: 1. Episodios: 13. Año: 2018. País: México. Género: Comedia. Estreno: 10 Agosto 2018 (Netflix).
Premio Platino 2019 a la Mejor actriz de miniserie o teleserie (Cecilia Suárez).
Creator: Manolo Caro. Dirección: Manolo Caro, Yibrán Asuad, Alberto Belli, Gabriel Nuncio, Santiago Limón. Guión: Manolo Caro, Monika Revilla, Mara Vargas, Gabriel Nuncio, Alexandro Aldrete, Hipatia Argüero, Dariela Pérez Hernández. Música: Maximiliano Borghetti, Camilo Froideval, Dan Zlotnik. Fotografía: Pedro Gómez Millán. Producción: Rafael Ley, María José Córdova, Mariana Arredondo.

Reparto: Verónica Castro (Virginia Aguirre de la Mora), Cecilia Suárez (Paulina), Aislinn Derbez (Elena), Darío Yazbek Bernal (Julián), Arturo Ríos (Ernesto), Paco León (María José), Juan Pablo Medina (Diego), Verónica Langer (Carmelita), Norma Angélica (Delia),  David Ostrosky (Salomon), Sheryl Rubio (Lucía), Luis de La Rosa (Bruno), Lucas Velázquez (Claudio), Claudette Maillé (Roberta, Narradora).



Sinopsis:
La aparente perfección de una floristería gestionada por una familia esconde un lado oscuro plagado de secretos en esta serie de humor negro.
Episodio 1. Narciso (símbolo de Mentira)
Episodio 2. Crisantemo (símbolo de Dolor)
Episodio 3. Lirio (símbolo de Libertad)
Episodio 4. Petunia (símbolo de Resentimiento)
Episodio 5. Dalia (símbolo de Gratitud)
Episodio 6. Magnolia (símbolo de Dignidad)
Episodio 7. Peonia (símbolo de Vergüenza)
Episodio 8. Bromelia (símbolo de Resistencia)
Episodio 9. Tulipán (símbolo de Esperanza)
Episodio 10. Tusilago (símbolo de Precaución)
Episodio 11. Orquídea (símbolo de Lujuria)
Episodio 12. Erísimo (símbolo de Adversidad)
Episodio 13. Amapola (símbolo de Resurrección)

Comentarios:
El culebrón es uno de los géneros más despreciados, como si no tuviera un mérito enorme ser capaces de inventar tramas y subtramas una detrás de otra que mantengan el enganche de los espectadores. Melodramas con familias con relaciones complejísimas en los que los giros de guion se suceden estratégicamente situados para que la acción no decaiga y la historia siga adelante. Pero también es un género al que es fácil encontrarle las costuras.
Por eso renovarlo no es cosa sencilla. Eso es lo que pretende La casa de las flores (Netflix). La serie mexicana, dirigida por Manolo Caro, no oculta su condición de culebrón. No obstante, tiene a la reina de las telenovelas Verónica Castro (Los ricos también lloran) interpretando a uno de los personajes centrales. Pero también se reivindica como algo diferente a lo que se puede esperar. Viendo los primeros capítulos te puedes encontrar desde referencias a Mujeres desesperadas a una salida del armario que arranca al menos una sonrisa al ritmo de A quién le importa o mariachis en un funeral.
La historia tiene todos los elementos que se podrían esperar de un culebrón. La acomodada vida de una familia mexicana de clase alta se desmorona cuando, en plena celebración familiar, un trágico evento saca a la luz amantes, hijos secretos, negocios paralelos y situaciones económicas desconocidas. Los descubrimientos no quedarán ahí y a cada paso la cosa se complica más con secretos compartidos y ocultos. Pero aquí lo único que importa son las apariencias, y mientras el resto del mundo no sospeche nada, todo maravilloso.
Los capítulos de alrededor de 30 minutos se pasan volando combinando nuevas tramas, golpes de humor negro y situaciones disparatadas. Como esa matriarca aficionada a la marihuana que cuenta sus problemas al muñeco-calcetín de su psicólogo. O la peculiar forma de hablar de Paulina, entre desquiciante e hilarante.
Las aventuras de la familia De la Mora se puede combinar, sin salir de Netflix, con las vicisitudes del cantante Luis Miguel en otra vuelta de tuerca a la telenovela para el tiempo presente. Y, cuando te quieres dar cuenta, ya te has enganchado a un culebrón mexicano. O a dos. ¡Híjole!. (Natalia Marcos)
Recomendada.


sábado, 30 de mayo de 2020

Todos a casa (Luigi Comencini, 1960)


Título original: Tutti a casa. Dirección: Luigi Comencini. País: Italia. Año: 1960. Duración: 105 min. Género: Comedia dramática.
Agenore Incrocci, Furio Scarpelli, Luigi Comencini, Marcello Fondato (Guión), Carlo Carlini (Fotografía), Angelo Francesco Lavagnino (Música), Nino Baragli (Montaje), Ugo Pericoli (Vestuario), Dino de Laurentis (Producción).
Premio David di Donatello 1960 al Mejor Actor (Alberto Sordi) y la Mejor Producción.
Estreno en España: 16 Septiembre 1963.

Reparto:
Alberto Sordi (Alberto Innocenzi), Serge Reggiani (Ingeniero Ceccarelli), Martin Balsam (Sargento Fornaciari), Carla Gravina (Silvia Modena),  Eduardo De Filippo (Señor Innocenzi), Claudio Gora, Didi Perego, Mario Feliciani, Jole Mauro, Nino Castelnuovo (Codegato), Alex Nicol.

Sinopsis:
El 8 de septiembre de 1943, Italia se rinde y firma un armisticio con los Aliados. En medio del desconcierto y la confusión general, una parte del ejército italiano se dispersa y los soldados empiezan a volver a casa. Alberto Innocenzi, Subteniente de Complemento, meticuloso en el cumplimiento de su deber, intenta mantener unidos a sus soldados y encontrar algún mando al que presentarse. Pero la situación es tan caótica que acaba rindiéndose y decide emprender la fuga con el Sargento Fornaciari y el ingeniero Ceccarelli.

Comentarios:
Una de las mejores películas hechas en Italia que mezclan comedia y drama, sin duda. Además, tiene la singularidad de enmarcar la historia en un momento concreto de la Italia contemporánea muy especial, el período extraño de levantar las manos y rendirse a los aliados en la Segunda Guerra Mundial mientras estás ocupado a la práctica por los alemanes. No es de extrañar que de un momento histórico tan peculiar, caótico y difícil de explicar surja una película que muestra tan claramente el estupor de la población ante la situación dada. Podría ser una tragedia dolorosa y también podría ser una comedia surrealista, porque la realidad daba para ambos extremos: el éxito incuestionable de "Todos a casa" consiste en repartir de forma brillante ambas opciones. Y para hacerlo bien, hay que saber de cine, lo digo por Comencini.
Hay momentos para todo, con un Alberto Sordi en una nueva exhibición de talento, mostrando por momentos su conocida faceta cómica pero encajando a la maravilla en las situaciones dramáticas. No debió ser fácil decidir lo que hacer en la realidad, y es por ello que Comencini opta por las carcajadas en el inicio de esa 'road movie' que cuando toca ofrece lo peor de la guerra. La guerra es muy perra, que nadie lo dude, un conflicto armado supone la culminación de la desgracia del ser humano, sea cual sea la motivación de los líderes que empujan a la masa a matar y morir.
Así que de vuelta para casa hay tiempo para todo, estamos en Italia y es posible echar unas risas en cualquier momento. Pero el drama asoma también tras cualquier esquina, en cualquier cruce de caminos, sea por culpa de los soldados alemanes o por la misma realidad que pisotea y condena a los supervivientes. Saber mezclarlo de forma sana está sólo al alcance de unos pocos. Comencini, rotundamente, consigue firmar una obra excepcional.


El guión pertenece a un gran binomio italiano que han trabajado mano a mano en decenas de films, Agenore Incrocci y Furio Scarpelli (“Rufufu”, “La Armada Brancaleone” o “El Bueno, el feo y el malo” son prueba de ello), crean una historia fluida, humanista, que mezcla con mordacidad el humor, el drama, el género bélico, ello con diálogos inteligentes, punzantes y divertidos, creando momentos que se mueven entre el humor, la tensión y, la amargura y la mezquindad, una road-movie que refleja espléndidamente lo que ocurrió en Italia en este tiempo, como padecieron las penurias del conflicto, con el hambre, la xenofobia, la violencia, la muerte, la compasión, la amistad, el sentido del deber, el nihilismo, el comprometerse con una causa, los valores familiares, el racismo, el estraperlo, el hambre, la belleza de la música, en definitiva, una notable tragicomedia encuadrada en un entorno cruento.
Nos habla sobre todo de cómo el protagonista, reflejo de persona que no quiere tomar partido en un viaje por una devastada Italia comienza a sentir el deber de no ser neutral, toma conciencia de quienes son los malos y hay que luchar contra ellos. 


La puesta en escena resulta muy naturalista, rezuma realismo, veracidad, aires cuasi-documentales, se supone en el Véneto, el gran trabajo en diseño de producción de Carlo Egidi, pero rodada en Livorno y la campiña de los alrededores, y en zonas aún derruidas por la S.G.M., como curiosidad el ministro Giulio Andreotti se negó a prestar dos tanques y los hicieron de madera contrachapada, todo esto alcanzando en grado sumo autenticidad, a lo que ayuda la cruda fotografía de Carlo Carlini, el calor se palpa, se siente el sudoroso sol, el seco polvo del camino, con bellas tomas generales, sirviendo para emitir el territorio colapsado que era la Italia profunda.
Alberto Sordi demuestra una vez más lo gran actor que es, un Titán exhibiendo humanidad, aristas, debilidades, se percibe su evolución de la indiferencia al combatismo, magnífico, rol que en principio debía hacer Vittorio Gassman. El galo Serge Reggiani (cantante de éxito en Francia) realiza una interpretación estupenda, emitiendo candidez, dignidad, compañerismo, con un aire a perrito desvalido siempre con el paquete, este rol estaba destinado a Nino Manfredi pero Sordi se opuso, no quería competencia. El estadounidense Martin Balsam compone con sencillez y contención a un tipo pragmático. Eduardo De Filippo (dramaturgo italiano) da vida al padre de Innocenzi, muy buena su creación del fascista convencido, rol destinado a Totó. Carla Gravina en su corta aparición como la judía Silvia Modena deja un halo conmovedor a su alrededor.


El film posee momentos recordables: la pelea fuera de campo en el túnel donde la inmensa mayoría de la compañía deserta, ingeniosa; el desgarrador momento cuando, en un pueblo devastado por la guerra, los lugareños descubren harina en una camioneta, el caos y la locura por conseguir un saco denota el hambre del pueblo, en fin. Hagánse un favor y no se la pierdan. (Filmaffinity)
Recomendada.


viernes, 29 de mayo de 2020

Hogar (Álex Pastor y David Pastor, 2020)


Título original: Hogar. Dirección: Àlex Pastor y David Pastor. País: España. Año: 2020. Duración: 103 min. Género: Thriller.
Álex Pastor y David Pastor (Guión), Pau Castejón (Fotografía), Lucas Vidal (Música), Martí Roca (Montaje), Marc Bech (Sonido), Irantzu Campos (Vestuario), Adrián Guerra, Núria Valls y Marta Sánchez (Producción).
Estreno en Sevilla: 25 Marzo 2020 (Netflix)

Reparto:
Javier Gutiérrez (Javier Muñoz), Mario Casas (Tomás), Bruna Cusí (Lara), Ruth Díaz (Marga), Iris Vallés (Mónica), Cristian Muñoz (Dani), David Ramírez (Damián), David Selvas (Darío), David Verdaguer (Raúl), Vicky Luengo (Natalia), Raül Ferre (Lucas), Ernesto Collado (el profesor), Yaneys Cabrera (Araceli), Eli Iranzo (Amparo), Julia Molins (la chica joven).

Sinopsis:
Javier Muñoz era un ejecutivo publicitario de éxito pero, tras un año en el paro, él y su familia se ven obligados a dejar el piso que ya no se pueden permitir. Un día, Javier descubre que aún conserva un juego de llaves de su antigua casa, y empieza a espiar a la joven pareja que ahora vive allí. Poco a poco, Javier empezará a infiltrarse en la vida de los nuevos propietarios, decidido a intentar recuperar la vida que ha perdido… a costa de quien sea.

Comentarios:
Como en el famoso juego de las serpientes y escaleras, que hunde sus raíces en la filosofía hindú, la sociedad podría ser ese tablero por el que se asciende lentamente gracias a las virtudes, representadas por las escaleras, pero por el que también se puede sucumbir y caer en un hoyo, descenso mucho más profundo simbolizado por las serpientes. El protagonista de Hogar, thriller de intriga social de los hermanos Pastor, ha subido siempre en la vida por las escaleras pero va a derrumbarse como una serpiente. Un publicitario de éxito que, tras la crisis económica y la eclosión de la nueva juventud profesional, ha caído en desgracia.
La extraordinaria Parásitos nos ha demostrado en los últimos meses que una película coreana de infinita raigambre social podía ser universal. Chuparle la sangre al de arriba para intentar conseguir su lugar en el mundo. Cualquiera lo entiende. La obra de Bong Joon-ho, que entroncaba de un modo insólito con clásicos del cine de autor como El sirviente y con pequeñas joyas del cine oriental contemporáneo como Hierro 3, siempre con la lucha de clases de por medio, ha demostrado que la envidia admite infinitos matices. En Hogar, estrenada el día 25 de marzo en Netflix, es el rencor de clase el que domina las acciones de otro vampiro al que el capitalismo salvaje y su propia idiosincrasia han convertido en un psicópata. El reciclaje económico y social parece imposible cuando se ha habitado un piso de lujo que ahora poseen otros a los que envidiar. Es la hora del paro, de las impertinentes entrevistas de trabajo, de las condiciones laborales leoninas, de un nuevo piso con grifos, azulejos y persianas que antes eran de los de abajo y ahora son las tuyas. Tú eres ellos.
Los Pastor, que siempre han mostrado una factura técnica impecable y una potente capacidad visual desde La ruta natural, aquel histórico cortometraje de 2004 dirigido por Àlex, despliegan su relato con interesantes apuntes sociales y a través de un tono de thriller de intriga. Sin embargo, llegado el tramo central de la película, la crítica colectiva va dejando paso al suspense y al golpe de efecto, enlazando así con aquellos thrillers de los noventa asentados en la tirria por la vida del otro: La mano que mece la cuna; De repente, un extraño; Mujer blanca soltera busca… El cruel retrato del arribismo y de la manipulación siguen ahí, pero quizá se priorice la sacudida del cine de género por encima del análisis de la cotidianidad.
Con un excelente grupo de intérpretes comandado por Javier Gutiérrez, los Pastor han vuelto con convicción al largometraje después de siete años de series televisivas. Sus últimos trabajos en cine, casi como un sarcasmo de nuestra realidad de hoy, habían sido las distopías Infectados (2009) y Los últimos días (2013). ¿Alguien dijo distopías? (Javier Ocaña).
Recomendada.


jueves, 28 de mayo de 2020

La semana del asesino (Eloy de la iglesia, 1972)


Título original: La semana del asesino. Dirección: Eloy de la Iglesia. País: España. Año: 1972. Duración: 102 min. Género: Thriller.
Eloy de la Iglesia, Antonio Fos (Guión), Raúl Artigot (Fotografía), Fernando García Morcillo (Música), José Luis Matesanz (Montaje), Santiago Ontañón (Escenografía), Paquita Pons (Vestuario), Manuel Baquero (Efectos especiales), Vicente Parra, José Truchado (Producción).
Película conocida internacionalmente cómo “The cannibal man”.
Medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos 1972 al Mejor Actor (Vicente Parra).
Estreno en España: 22 abril 1974.

Reparto: Vicente Parra (Marcos), Emma Cohen (Paula), Eusebio Poncela (Néstor), Charly Bravo (Esteban), Fernando Sánchez Polack (Señor Ambrosio), Goyo Lebrero (Taxista), Vicky Lagos (Rosa), Ismael Merlo (Jefe de personal), Rafael Hernández (Agustín), Lola Herrera (Carmen).

Sinopsis:
Un joven que trabaja como carnicero en un matadero, mata accidentalmente a un taxista tras una discusión. Cuando su novia le intenta convencer de avisar a la policía, se ve obligado a matarla, y lo mismo hace con todos aquellos que suponen para él una amenaza.

Comentarios:
La Semana del Asesino se trata de un filme perteneciente al género de terror (como veremos esto es motivo de discusión), que realizó aún durante los últimos coletazos de la dictadura franquista, el cineasta de origen vasco Eloy de la Iglesia. La película sigue durante una semana, como indica el título, la vida del obrero que interpreta Vicente Parra, quien cometerá una ola de crímenes durante ese lapso de tiempo. Es cierto que la película se ha adscrito comúnmente al género de terror, pero como bien advierten algunos, en realidad De la Iglesia no la ubica en un tiempo fantástico ni imaginario, sino que La Semana del Asesino transcurre en Madrid. Para más señas, en emplazamientos frecuentados por la clase media-baja y trabajadora (desde la fábrica hasta la chabola donde nuestro protagonista mira a los lumpenes jugar a fútbol), y además su protagonista es un obrero que trabaja en una industria carnicera. Estaba claro que a pesar del género el cineasta no iba a renunciar a su sello de autoría.


Hay sin duda una lírica macabra en la película, que quizá incluso nos pueda recordar documentales como La Sang Des Bêtes (La sangre de las bestias, 1949) de Georges Franju, por su afinidad temática. Detalles irónicos que ayudan a potenciar el mensaje de desesperación que recubre el filme. Unas secuencias monstruosas, realizadas mediantes algunos planos secuencias y travellings nos muestran la carnicería en la que trabaja nuestro protagonista. El desmembramiento y la sangre se convierten en absolutos protagonistas. Sin embargo, la película no nos muestra estas escenas como algo extraño, sino que forman parte de la cotidianeidad de nuestro protagonista. Para más ironía, se nos muestra a nuestro personaje comer un bocadillo mientras somos testigos de esta barbarie. Detalles como este ayudan al cineasta a mostrar su faceta más negra, como la bolsa de deporte que tiene el eslogan del ministerio del movimiento, y que nuestro protagonista utiliza como herramienta para transportar los trozos desmembrados de las víctimas.


La estética de la película consigue adaptarse perfectamente entre el territorio de lo escabroso y lo macabro (las ya comentadas secuencias del matadero) y un ambiente industrial decadente. La película emplea un magnífico raccord que nos adentra en la vida de nuestro protagonista. Por ejemplo, la decoración del piso es un genial ejemplo de cómo se construye un raccord en torno a una idea (en este caso, la de construir un personaje como al que da vida Vicente Parra).
Eloy de la Iglesia nunca pretendió cerrar la película con el final que conocemos, fue la censura la que obligó al cineasta a cambiar el final que tenía pensado el autor. De manera que el final resultante nos puede parecer absurdo porque una de las cosas que nos enseña la película es que nuestro protagonista cae en una vorágine de sangre de la que no puede escapar (remarquemos la característica del no retorno). Primero se trata del asesinato casi involuntario del taxista, pero los crímenes posteriores vienen de una manera casi inevitable y como a consecuencia del primer asesinato, pues el personaje que interpreta Parra intenta tapar las evidencias del crimen, así que resulta impensable que de repente nuestro personaje reflexione y vire hacia el final que marcó la censura.
A pesar de que la película está realizada antes de la caída definitiva del régimen franquista y por tanto antes de que la censura se anulara, ya encontramos señas muy interesantes que anuncian el cine de Eloy de la Iglesia.


En este sentido, es conveniente remarcar que La semana del asesino representa también la primera aproximación del director al mundo de la homosexualidad. Un acercamiento que no se limitará a mostrar al típico mariquita gracioso tolerado en el cine español (en esta ocasión el dependiente de la droguería), sino de una forma más real y cercana, que a pesar de las múltiples mutilaciones de censura, quedó bastante palpable. Algunas de las frases promocionales del filme sorprendentemente incidían en ello: “¿Qué clase de amistad une a Marcos y Néstor?”, “¿Por qué no denunció Néstor a Marcos siendo el único testigo de sus crímenes?” Y la más absurda: “¿Es Vicente Parra un paranoico o comprendió perfectamente al personaje de Marcos?” Pero si Néstor es para Marcos el descubrimiento de su propia sexualidad, este para Néstor representará la atracción por el abismo. Sabe que es un asesino, pues desde la ventana de su bloque le ha espiado con unos prismáticos y deja patente en varias ocasiones que ha sido testigo de los asesinatos que Marcos ha cometido. Pero desde su posición acomodada tiene una atracción homosexual por el lumpen, por el elemento suburbial, que compartía el propio De la Iglesia y que llevó al director al abismo de la droga. Como a Pasolini a la tumba. También la casa (y concretamente el dormitorio) de Marcos, puede ser visto como un armario repleto de esqueletos. Un lugar cada vez más claustrofóbico y que cada vez apesta más. Con esas moscas y ese olor que parece atravesar la pantalla. Peste fétida, fluidos y carne: la sangre salpica el piso de Marcos; la de las reses sacrificadas riega los suelos del matadero. El sudor impregna el cuerpo de Marcos. Y la carne. Carne femenina en el lecho de Marcos y en los pósters de sus paredes, con los que en una escena parece masturbarse, siendo observado desde arriba. Y carne también en el plato de comida que le sirve Rosa (Vicky Lagos), carne que, en un tétrico ciclo, proviene de la trituradora con la que Marcos trabaja en la fábrica.


Inicialmente Eloy de la Iglesia quería que el personaje de Marcos fuera interpretado por un joven de 18 años. Esa inexperiencia explicaría su torpeza, su huida hacia delante al no saber cómo salir del lío en el que se había metido. Tenía más sentido con un actor más joven. Y el personaje de Néstor se aproximaría también más al pervertidor que Simón Andreu interpretó en la posterior Los placeres ocultos (1977). Pero Vicente Parra estaba seriamente interesado en el papel, no dudando incluso en entrar en la producción del filme. En todo caso, el Marcos que interpreta Vicente Parra resulta igualmente efectivo. Un obrero sin salida en un Madrid desarrollista y condenado a una vida que le resulta inaceptable. Proletario hasta en la forma de matar, perpetrando sus asesinatos con lo que tiene más a mano: piedras, herramientas y cuchillos de cocina, cuando no con sus propias manos. Pero a pesar de sus crímenes, Marcos no puede ser visto con odio por el espectador. Ni siquiera cae mal. Es un pobre diablo condenado por la fatalidad y la mala suerte, una víctima más. Un asesino cañí que desmenuza cuerpos a ritmo de pasodoble, transportando esos trozos a su puesto de trabajo con una bolsa cada vez más fétida en la que reza el deportivo lema ‘Contamos contigo’.

Secuencia censurada de la película

Marcos tan solo vive momentos de paz cuando está con Néstor paseando, en su casa o en la piscina, instantes tras los cuales retorna a su apestosa realidad, una realidad con fondo de guitarra española y el lema ‘Dios guarde esta casa’ en la puerta. Una casa que es un prodigio de realidad fabricada, ya que se construyó ex profeso en un descampado de pesadilla que, al igual que toda la ambientación del filme, es obra de Santiago Ontañón. Una pieza fundamental en la arquitectura de la cinta junto a la acertada música de Fernando García Morcillo.


Como analizaba el teórico Jamake Highwater en su obra, estas imágenes de transgresión sexual servían para cuestionar un poder establecido que no dejaba que ninguna película ocultara el mínimo atisbo sobre la homosexualidad. Eloy de la Iglesia fue uno de los pioneros en este sentido, y seguiría con esta vía a lo largo de casi toda su carrera. 
La semana del asesino se estrenó antes en Estados Unidos y Alemania que en España, a cuyas pantallas llegó en 1974. Allí tuvo el equívoco título de Cannibal Man, aunque en Italia recibió el no menos absurdo de  L’appartamento del 13º piano.
Vicente Parra recibió el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por su trabajo, y la película fue presentada fuera de concurso en el Festival de Berlín, donde según su director “daban unas bolsitas para vomitar, como las de los aviones”. La cinta fue incluida, junto a otras 72, en la lista de Video Nasties  (películas prohibidas) que se promulgó durante la etapa Thatcher en Inglaterra.
Cannibal Man es una cinta de culto en todo el mundo, que ha sido editada y reeditada lujosamente en todos los formatos domésticos.
Recomendada.