Nació
en Viena (Austria), el 10 de mayo de 1888, y murió en Los Ángeles (EE UU), el
28 de diciembre de 1971. Fue un compositor perteneciente al Hollywood dorado,
uno de los más importantes de aquellas primeras décadas y uno de los primeros
grandes nombres en la historia de las bandas sonoras. Trabajó en numerosísimas
películas, con los cineastas más prestigiosos y poniendo música a clásicos
imperecederos del séptimo arte. Y desde luego fue una gran influencia en las
generaciones posteriores de compositores que tendrían en Steiner a una figura
de referencia e inspiración.
Nació
en una familia de clase alta dedicada al teatro. Su abuelo, de idéntico nombre
y de profesión actor y manager teatral, fue amigo de Johann Strauss hijo, y
Richard Strauss fue su propio padrino. Su madre era bailarina en las
producciones de su abuelo, de modo que la música estuvo presente desde la niñez
de Maximilian. El joven Steiner, tras un infructuoso paso por la universidad,
se enroló en la Academia Imperial de Música en 1904, donde mostró una
precocidad y un talento que le llevarían a completar el ciclo de cuatro años en
uno solo, y con la tutela personal de Gustav Mahler y Robert Fuchs. Estudió
varios instrumentos, como el piano, el órgano, el violín y la trompeta. También
cursó estudios de armonía, contrapunto y composición, lo que le valió varios
premios y reconocimientos de su academia.
A
la temprana edad de 15 años empezó a trabajar como compositor, empezando con
una opereta que le valió para dirigir esa y otras obras en varias ciudades
europeas como Hamburgo o Moscú. En Londres permaneció ocho años dirigiendo
varios espectáculos musicales, que le valieron para ganar experiencia y
prestigio, además de permitirle comenzar a escribir también obras de teatro y
sinfonías. El estallido de la Primera Guerra Mundial le convirtió en sospechoso
ante los ingleses, por pertenecer a un país en el bando enemigo, y solo gracias
a la intermediación de un aristócrata amigo suyo pudo librarse de la cárcel y
conseguir pasaje para emigrar a los Estados Unidos, aunque todo su dinero fue
confiscado. Llegó a Nueva York en 1914 y solo con 32 dólares en su bolsillo.
En
América pudo encontrar trabajo rápidamente, gracias a que su prestigio había
cruzado el océano, y encontró en los espectáculos de Broadway su lugar natural
donde poder dirigir, componer y arreglar toda clase de producciones teatrales,
musicales y óperas, algunos de ellos escritos por nombres legendarios como
Victor Herbert o George Gershwin. En 1927 dirigió y orquestó un musical llamado
Rio Rita. Su creador, Harry Tierney,
recomendó a la productora cinematográfica RKO Pictures que contrataran a
Steiner para su departamento musical. El mandamás del estudio por aquel
entonces, William LeBaron, viajó hasta Nueva York para ver a Steiner dirigir a
su orquesta y quedó muy impresionado por el talento del compositor austriaco.
Le hizo una oferta para trasladarse a Hollywood y probar suerte en el medio
cinematográfico, y el músico aceptó. En 1929 empezó su carrera en el medio, y
lo hizo adaptando varios musicales de Broadway a películas, algunos incluso en
los que él mismo había participado. Solo unos años después, fue nombrado
director del departamento musical de la RKO, y compuso su primera partitura
original para el cine, en Cimarron.
Un
año después, David O. Selznick desembarcaba en RKO como nuevo productor, y le
pidió personalmente que compusiera la banda sonora de Symphony of Six Million. El compositor escribió una extensa
partitura que se solapaba a la narración de la propia película y tenía una gran
importancia con las imágenes. Selznick quedó muy satisfecho con los logros
musicales de Steiner, que logró su primer gran éxito en la industria gracias a
esta película. Pero al año siguiente, en 1933, tuvo la oportunidad de
participar en una película de aventuras llamada King Kong, en parte gracias al apoyo de uno de los directores y
productores, Merian C. Cooper, que le dio carta blanca a Steiner para que
compusiera la música que considerara más adecuada para la película. El músico
no desaprovechó la ocasión y disfrutó creando una amplia paleta de colores
musicales, desde coros y música de suspense hasta melodías bellas y afligidas.
La película y la banda sonora fueron un éxito colosal, y Steiner por fin logró
el estatus respetado de maestro y compositor de talento.
Durante
los siguientes años trabajando para la RKO, Steiner no dejaba de acumular
película tras película cada año, incluyendo la mayoría de musicales
protagonizados por Fred Astaire y Ginger Rogers. Frecuentemente era requerido
para aconsejar o ayudar en muchas películas que necesitaban de más música o de
música distinta a la ya compuesta. Así, por ejemplo, en 1934 trabajó en una de
las primeras películas de John Ford, La
patrulla perdida, quien quedó impresionado con lo que el músico era capaz
de ofrecer. Volvió a reclutarle para su siguiente película, El delator, donde incluso Ford le animó
a que trabajar con el guionista de la misma para conseguir que la música fuera
tan importante como el propio guión, y Steiner consiguió así su primer Oscar
gracias a este filme.
En
aquellos años, David O. Selznick decidió fundar su propia productora y
abandonar la RKO. Tuvo muy claro que quería a Steiner trabajando con él, y le
ofreció contratos generosos para sus primeras películas como productor
independiente. Steiner también se decidió a cambiar de aires, y en 1937 dejó la
productora para aterrizar en la Warner Bros, que le recibió con los brazos
abiertos y le firmó un contrato de larguísima duración, que duraría
prácticamente el resto de su carrera. La primera película de la Warner para la
que compuso música fue La carga de la
Brigada Ligera, western con Errol Flynn y Olivia de Havilland (pareja que
protagonizaría varias películas del género para las que Steiner compondría la
música, como Dodge City y Murieron con las botas puestas), y fue
el pistoletazo de salida para una larguísima trayectoria que duraría 30 años
más. Unos años después, Selznick solicitó a la Warner que le
"prestara" a Steiner para una monumental película que estaba
levantando, y para la que no tenía ninguna duda sobre a quién ofrecer la
batuta. Lo que el viento se llevó es
probablemente, aparte de una de las bandas sonoras más míticas y conocidas de
la Historia del Cine, la obra maestra y la cima de Max Steiner. El músico solo
tuvo tres meses para componer la ingente cantidad de música, y eso que aquel
año de 1939 trabajó en nada menos que doce películas. Casi tres horas de
música, 16 temas principales y casi 300 segmentos musicales dan idea de la
titánica tarea a la que tuvo que hacer frente trabajando a veces hasta 20 horas
al día. Todo ello para crear un impresionante fresco musical para la larguísima
y legendaria película, un retablo repleto de momentos de lirismo, emoción,
suspense y romance. Steiner perdió el Oscar de ese año, que fue para Herbert
Stothart y el musical El mago de Oz,
pero obtuvo el reconocimiento mundial y el aplauso unánime ante su trabajo más
memorable.
En
los años y décadas posteriores, siguió con su labor en la Warner, mostrando una
polivalencia completa al saltar de un género a otro sin esfuerzo y consiguiendo
maravillosas partituras para películas de cualquier clase. En la década de los
40 destacan sus nominaciones al Oscar en La
carta, Sargento York y,
especialmente, Casablanca, cuya
partitura también ha alcanzado resonancias míticas en el imaginario cinéfilo de
todas las generaciones. Los años 40 fueron los más fructíferos para Steiner
tanto en trabajos realizados como en reconocimientos, recibió su segundo Oscar
por Now, Voyager (La extraña pasajera), una de las partituras por las que siempre se
mostró más orgulloso ganaría el tercero por Since
You Went Away (Desde que te fuiste).
Curiosamente,
con Humphrey Bogart inauguró una etapa en su carrera de la misma forma que
componiendo la música para los westerns de Errol Flynn le había permitido
entrar en ese género (algo que fue una curiosa constante en su carrera, la de
estar "vinculado" a una estrella y a las películas que protagonizaba,
ya que aparte de Flynn y Bogart, llegó a componer la música para 18 películas
de Bette Davis, nada menos). El cine negro fue otro campo en el que destacó,
por ejemplo le llevó a componer la banda sonora de todo un clásico
protagonizado por el mítico actor, como The
Big Sleep (El sueño eterno), cuyo director, Howard Hawks, preferiría de
todas formas a Dimitri Tiomkin en los numerosos westerns que dirigiría
posteriormente, en detrimento de Steiner. Con Bogart también participó en un
clásico del cine de aventuras y perdedores como fue The Treasure of the Sierra Madre (El tesoro de Sierra Madre), otra
partitura excelsa de su carrera, y en la que colaboró con John Huston. Huston
volvería a contar con Steiner en Key
Largo (Cayo Largo), otra de las grandes películas en las que el músico
participaría durante la segunda mitad de la década, entre las que destacarían The Fountainhead (El manantial) y White Heat (Al rojo vivo), poniendo
punto y final a diez años en los que fue sin duda el compositor más destacado
de todo Hollywood.
Con
la llegada de los 50, la actividad de Steiner empezó poco a poco a ir
decayendo, ante la pujanza de nuevos músicos y una ralentización en su habitual
ritmo de trabajo. Durante los primeros años realizó partituras esplendorosas,
como The Flame and the Arrow (El halcón y
la flecha), pero el nivel de las películas en las que participaba y sus
directores empezó a ser indigno de su talento y su fama. Siguió cosechando
nominaciones a los Oscars, como las obtenidas por The Miracle of Our Lady of Fatima (El mensaje de Fátima), la
segunda versión de The Jazz Singer (El
cantor de jazz), The Caine Mutiny (El
motín del Caine) y Battle Cry (Más
allá de las lágrimas) pero Steiner empezaba a ver que su etapa dorada había
concluido, aunque siguió componiendo para la Warner hasta que terminó su
contrato en 1953 (volvería cinco años después a la major) e incluso dando el salto a la televisión. Su canto de cisne
fue con uno de los directores con los que había trabajado al comienzo de su
carrera, John Ford, y con toda una obra maestra como The Searchers (Centauros del desierto). También tuvo cierto éxito
su partitura para A Summer Place (En una isla
tranquila al sur), pero el músico sabía que su carrera encaraba ya su recta
final, también debido a que empezaba a sufrir los achaques de la edad.
En
los 60 continuó trabajando en diversas películas, y A Distant Trumpet (Una trompeta lejana) fue su última participación
en el cine antes de retirarse (curiosamente, también fue la última película de
su director, Raoul Walsh, otro de los cineastas que confiaron repetidas veces
en Steiner para la parte musical). Sus últimas partituras las había compuesto
enfermo y casi ciego, pero con su profesionalidad y talento intactos. Tras
varios años jubilado, y preparando unas memorias que nunca vieron la luz,
Steiner fallecería en 1971 a los 83 años de edad.
Fue
un innovador en muchos aspectos y su influencia se dejaría sentir tanto en los
compositores que le precedieron como en la manera de entender y componer la
música para cine. Fue pionero en el uso de los leitmotivs, de crear temas concretos para personajes y que esos
temas "hablaran" por sí solos interpretando y revelando estados de
ánimo de los personajes a los que pertenecían. Algo que hoy está asumido y
extendido, y de lo que Steiner, que vivió en primera fila el paso del cine mudo
al sonoro, fue el autor y el precursor. Su larguísima y fecunda trayectoria en
la Warner creó un sello musical propio que se deja oír en casi todas las
películas en las que trabajó para la major:
un prólogo musical, durante los créditos de la película y a veces incluso
después de ellos, en el que quedaban resumidos todos los temas de la película y
avanzaba los diferentes leitmotivs
que acompañarían a las imágenes. Las varias décadas en las que trabajó
cimentaron una carrera legendaria en la que de entre los casi 150 títulos en
los que participó hay abundancia de títulos medulares para la Historia del
Cine, trabajos maestros realizados para directores como Capra, Curtiz, Ford,
Hawks, Huston, Tourneur o Walsh. Steiner forma parte ya no solo de la historia
de la música de cine, sino del cine mismo, cuyas décadas de los 30 y 40 serían
muy distintas de no haber existido alguien como él. Incluso la posterior forma
de crear y entender la parte musical de las películas no podría entenderse y no
habría podido evolucionar igual, por lo que Max Steiner es sin duda uno de los
compositores más grandes que han existido.
En
1981, la Universidad Brigham Young de las Artes recibió de manos de su viuda,
Lee Steiner, el legado musical del compositor: partituras, programas de radio,
ficheros personales, cartas, premios, entrevistas, una autobiografía inacabada
y todas sus obras musicales que hasta entonces estaban en posesión de la Max
Steiner Music Society Library.
Una docena de Bandas Sonoras imprescindibles:
·
1956:
The Searchers (Centauros del desierto)
·
1949:
The Fountainhead (El manantial)
·
1948:
The Treasure of Sierra Madre (El tesoro de Sierra Madre)
·
1942:
Now, Voyager (La extraña pasajera)
·
1942:
Casablanca
·
1939:
Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó)
·
1938:
Jezabel
·
1937:
The Charge of the Light Brigade (La carga de la brigada ligera)
·
1935:
The Informer (El delator)
·
1933: King
Kong
|
Estudio de la B.S.O. “El manantial”.
Miguel Ángel Ordóñez.
El
individualismo frente al anonimato de las masas. Asociar el triunfo de la
civilización a la libertad del genio creador, del individuo, por encima de
cualquier otra consideración. La novela, "El Manantial", de Ayn Rand
ha vertido ríos de tinta entre los sociólogos a partir de mediados de este
siglo, adoptándose como idea conceptual de derechas y curiosamente siendo
objeto de apropiación por determinados socialismos proclives al nacimiento ruso
de la autora.
Cuando
Rand vende los derechos de su obra a la Warner en 1943 por 50.000 dólares se
reserva el derecho total de su adaptación al cine. Sin embargo, el rodaje se
pospone a 1948 debido a dilaciones del período de guerra y a la escasez de
materiales de construcción, vitales en una obra que tiene a la Arquitectura
como base inspiradora. El gran King Vidor se hace con la dirección, decisión
que sorprende a la propia Rand que ve en el mítico director una sombra de lo
que fue en el mudo, olvidando así obras capitales del sonoro como “El pan
nuestro de cada día”, “Duelo al sol” o “Aleluya”. Es obvio que la relación
entre ambos va a ser difícil. Ciertos recortes introducidos por Vidor en los
diálogos, en especial el speech final en los Juzgados, hacen saltar la chispa
definitiva. La influencia de Rand en la película llega al punto de sugerir el
nombre de Steiner. Curiosamente vuelve a cometer un error de cálculo. Rand
admiraba a Rachmaninoff y el nombre de Steiner le pareció apropiado para reflejar
los conceptos individualistas de la obra. En el fondo, Rachmaninoff no era un
romanticista, como sí lo era Steiner que sentía adoración por Wagner
(compositor que despreciaba la novelista), sino más bien un compositor
conservador que componía desde el corazón.
Aun
así las cosas, Steiner se encarga del proyecto, inmerso en la vorágine del
sistema de los estudios en los 40. Como esclavos, los compositores veían que en
un plazo máximo de tres semanas debían afrontar proyectos con un bajo
presupuesto (economía de guerra) y sin tiempo para un análisis correcto de
propuestas creativas arriesgadas que algunos films demandaban rondando la mitad
de siglo. Sin embargo y a pesar de los esfuerzos de Steiner por un cambio en
los planteamientos de su estudio (la Warner por entonces), nos regala a finales
de los 40 inmortales obras musicales como “Pursued”, “Life With Father”, “The
Treasure of the Sierra Madre” y “Adventures of Don Juan”.
Estos
acontecimientos son claves para entender la posición de esta partitura en la
carrera del compositor. A caballo entre esa convulsa inmediatez creadora y las
nuevas perspectivas musicales que ofrecen historias alejadas de la
estereotipada visión americana de la familia y del sentido patriótico
propulsado durante el período de guerra, este nuevo cine más liberal pero
sujeto aún a los lastres sociales preestablecidos impulsa una serie de trabajos
en Steiner (donde “Pursued” es uno de sus más claros ejemplos) cercanos a un
concepto musical menos rígido, más arriesgado que vislumbra un avance hacia
posiciones más impresionistas en las que Waxman y Friedhofer se hayan
instalados hace tiempo. “El Manantial” bebe de esos dos conceptos, el pasado y
el futuro, convirtiéndose en un híbrido en ocasiones absorbente y vanguardista,
en otras convencional y monótono.
El
maestro austriaco introduce, en esta sucesión de egoísmos, traiciones y
revoluciones creativas, cuatro ideas básicas en cuyo soporte cimienta la
completa construcción de la partitura. Dos son los temas centrales de la obra,
uno asociado a Howard Roark (Gary Cooper), fuerte y poderoso, corolario de la
personalidad individualista, terca y en el fondo objeto de exaltación en la
obra de Rand, frente al otro, romántico pero algo sórdido entregado a su
partenaire Dominique Francon (Patricia Neal), muestra de su actitud
insatisfecha y despechada. Temas que acaban entrelazándose a medida que su
historia de amor se intensifica (curiosamente Cooper y Neal iniciaron un idilio
a raíz del film). El “Roark´s Theme” inicia la edición en exposición noble y poderosa
(“Main Title”), salpicando el score de sucesivas variaciones que obtienen su
mejor conclusión en el dramático “Roark Dynamites Cortland” y en el intensísimo
“Roark Ascendant / Roark Interviewed”. El grueso del trabajo lo ocupa el tema
para Dominique, más conservador en su planteamiento (“Dominique´s Fear of the
World”, “Dominique´s Theme for Piano”), pero que en la medida en que vamos
conociendo la difícil e intrincada personalidad de la protagonista deriva hacia
posiciones más psicológicas (“A Woman Incapable of Feeling”), oníricas
(impresionante la expresividad de los violines en “The Quarry”) y apasionadas
(“Roark Plots with Dominique”). Ambos temas acaban entrelazados como típico
ejemplo del triunfo del amor sobre las adversidades (“The Wynand Building”).
Frente
a ellos, la partitura tiene sus peores momentos en la presentación del tema
asociado al malvado Ellsworth Toohey (Robert Douglas), convencional en su
atonalidad entregada al metal, con recursos disonantes en la cuerda (“Ellswoth
Toohey”). Lo interesante estriba en el concepto que le aplica Steiner, pues
rápidamente deja de asociarlo a dicho personaje para utilizarlo en conexión con
el resto de caracteres que pretenden impedir el desarrollo creativo de Roark y
la posterior felicidad de la pareja (“Wynand and Toohey”, “Keating´s
Confession”).
Más
interesante es la cuarta idea y última sobre la que gira el score. Asociada a
la redención, acaba siendo la parte más manipuladora de la obra de Rand, la más
arquetípica y aleccionadora expresión del triunfo del individuo sobre los que
se oponen al progreso. Pero musicalmente, Steiner aporta un seductor tono
elegíaco que convierte su mirada en compasiva hacia unos personajes que en el
fondo sufren en su mediocridad. Introducido en “The Ambulance”, adquiere su
sentido más completo al final del corte “Roark Interviewed”.
Estamos
ante un trabajo muy estimulante en cuanto análisis de situaciones, en cuanto
metáforas ocultas que Steiner maneja con diplomacia y encanto, reflejo de un
avance hacia nuevos tratamientos musicales (“Piano for Secondhanders”) que
vislumbran el final de un camino que no muchos años más tarde representará la
irrupción musical abanderada por North, Rosenman o Bernstein.
Y, para finalizar, os dejamos con una suite maravillosa de una de sus
bandas sonoras más antológicas: “Casablanca”. Para ello contamos con la FOS
(Film Symphony Orchestra), dirigida por el maestro Constantino Martínez-Orts.
Disfrutadlo.
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