martes, 31 de agosto de 2021

Summer of Soul (Questlove, 2021)

 

Título original: Summer of Soul (...Or, When the Revolution Could Not Be Televised). Dirección: Questlove. País: USA. Año: 2021. Duración: 117 min. Género: Documental.  

Fotografía: Shawn Peters. Montaje: Joshua L. Pearson. Producción: David Dinerstein, Robert Fyvolent, Joseph Patel (Concordia Studio, Mass Distraction Media, Radical Media, Vulcan Productions).

Mejor documental y Premio del Público (documental) en el Festival de Sundance 2021.

Fecha del estreno: 16 Julio 2021 (España).

 

Reparto: Stevie Wonder, B.B. King, Nina Simone, Abbey Lincoln, Mahalia Jackson, Moms Mabley, Jesse Jackson, Mavis Staples, David Ruffin, Cal Tjader, The 5th Dimension, Sly and The Family Stone, Hugh Masekela, Max Roach, Herbie Mann, The Chambers Brothers, Babatunde Olatunji, Gladys Knight, The Pips, John V. Lindsay, Ray Barretto, The Edwin Hawkins Singers, Mongo Santamaria.

 

Sinopsis:

Explora el legendario Harlem Cultural Festival celebrado en los Estados Unidos en 1969. En él se rindió homenaje a la cultura y música afroamericana, además de promover el 'black pride' y la unidad entre personas de una misma raza.

 

Comentarios:

Antes de saber que Summer of Soul había sido uno de los hitos indiscutibles del último festival de Sundance salí del cine sacudiendo la cabeza y diciendo “¿por qué nadie había contado esto antes?”. Estamos ante uno de los documentales musicales mejor facturados de los últimos tiempos. Las imágenes, todas de 1969, y filmadas al estilo de la época, son, ¿paradójicamente?, mucho más interesantes y frescas que las sobrecargadas realizaciones actuales de eventos musicales. El resto del trabajo está a la altura de la herencia recibida.

El evento en cuestión del que habla ‘Summer of Soul’ es el Harlem Cultural Festival de 1969, que reunió en el barrio negro de Nueva York por excelencia a las grandes estrellas del soul y de los diversos géneros de la tradicionalmente denominada música negra: del gospel al blues, viajando a Sudáfrica o a Puerto Rico. De Stevie Wonder a Nina Simone, pasando por Sly & The Family Stone o The 5th Dimension y por B.B King. Parece impensable que se congregaran tantas megaestrellas en un momento tan importante para entender el mundo occidental tal y cómo es hoy en día. Pero no solo hubo música, el Harlem Cultural Festival fue el nacimiento de una forma nueva de entender el mundo que, como tantas otras veces, se vehiculó a través de la música.

‘Summer of Soul’ es una joya. Estamos ante un documento con un valor incalculable. La energía que todos los artistas generaron en el escenario, así como sus melodías y letras, que ya venían sonando en todos los pisos de Harlem durante un periodo en el que la comunidad había perdido a referentes cívicos y políticos como Malcom X, Martin Luther King o los Kennedy, y en el que las calles ardían con el despertar de una población que había sido marginada y discriminada, generaron uno de esos momentums en los que todo encaja y cuya estela seguimos viendo hoy.

Son especialmente impactantes las comparaciones con dos de los grandes eventos que sucedieron a la vez, el mismo verano: la llegada a la luna y el Festival de Woodstock. ‘Summer of Soul’ refleja la distancia social para una comunidad de afroamericanos que vivía pensando en mejorar su calidad de vida frente al despilfarro de un gobierno en una carrera espacial absurda. También respecto a lo que sucedía en Woodstock, un evento que ha quedado encumbrado (recordad a Hunter S. Thompson) como la cresta de la ola de un movimiento, el hippie, que en su momento parecía rompedor pero que ya empezaba a mostrar su verdadera cara: la de unos blancos, ricos, con tiempo y posibilidades de sobra para indagar en su mundo interior atiborrándose de alucinógenos. Mientras tanto, la comunidad negra pedía trabajos y seguridad.

 

 

Hay algo estremecedor, por lo pequeños que nos hace ser a los seres humanos como individuos en relación a lo que somos como sociedades, en ‘Summer of Soul’. Uno no puede dejar de verlo, ahora, en 2021, y de pensar en nosotros mismos. La sensación de que hay una parte de la sociedad atiborrada de retórica y metas de ricos mientras que la otra se centra en sobrevivir de la mejor manera. “¿La Luna? Eso le interesará a los que hayan ido hasta allí, a los científicos y a sus familiares”, venía a decir uno de los asistentes al festival. Lo que importaba allí, en Harlem, era celebrar, por fin, y la música.

En este sentido todo lo que se puede decir en palabras queda corto. La efervescencia artística se plasma en cada actuación, el público vibra con cada canción, la vida surge con cada minuto que se pasó en Harlem. También hay una mirada desde el hoy: por favor, que nos dejen volver a vivir como vivíamos. ‘Summer of Soul’ resulta un aliciente incomparable para volver a tener ganas de salir a la calle y bailar y cantar todos muy juntos.

 

 

Hacia el final, ‘Summer of Soul’ le recuerda al espectador el porqué de su subtitulo: “(…Or, When the Revolution Could Not Be Televised)” y se centra en todo el aspecto social y político del evento. A través de la actuación de Nina Simone y su ‘Backlash Blues’ surge la cara menos festiva de una comunidad que venía de décadas siendo marginada. En cualquier otro momento hubiera discrepado de la inclusión de un componente político tan marcado en un documental sobre música. Cosas mías. Sin embargo, en la propia sala del cine, justo al empezar el documental, una mujer de mediana edad se cambió de su sitio con malos modos cuando un grupo de jóvenes negros se sentó en la fila de delante diciendo “con tu peinado no puedo ver nada”. Todavía queda mucho por hacer, por supuesto. De la hipocresía de la señora yendo a ver un documental como ‘Summer of Soul’ mientras hacía ese inclasificable comentario mejor no hablamos demasiado. Los protagonistas del Harlem Cultural Festival, que han visto cómo sus vivencias quedaban en el olvido durante cincuenta años, no se merecen que ahora que por fin se ven reconocidos, hablemos de alguien como esa indeseable.

 

 

En cambio sí que merece la pena cerrar con la que para mí fue la actuación más estremecedora del documental; la de The 5th Dimension. El espíritu de concordia que tendían a nivel musical (entre el pop y el soul) y a nivel personal es el ejemplo más claro de que la música es tan maravillosa que sirve para tirar todos nuestros prejuicios a la basura, que es posible avanzar sin caer en la confrontación y que el Harlem Cultural Festival hizo del verano de 1969 algo especial. Quizá se alinearon la luna y los planetas. Quizá podamos ir, ahora, después de medio siglo, mejor preparados a la era de Acuario. (Luis M. Maínez)

Recomendada.




lunes, 30 de agosto de 2021

El olvido que seremos (Fernando Trueba, 2020)

 

Título original: El olvido que seremos. Dirección: Fernando Trueba. País: Colombia. Año: 2020. Duración: 136 min. Género: Drama.

Guión: David Trueba (basado en una novela de Héctor Abad Faciolince). Fotografía: Sergio Iván Castaño. Música: Zbigniew Preisner. Producción: Caracol Televisión, Dago García Producciones.

Premios Goya 2020 a la Mejor Película Iberoamericana. Presentada en la sección oficial (fuera de concurso - clausura) del Festival de San Sebastián 2020.

Fecha del estreno: 7 Mayo 2021 (España).

 

Reparto: Javier Cámara, Aída Morales, Patricia Tamayo, Juan Pablo Urrego, Sebastián Giraldo, Whit Stillman, Nicolás Reyes Cano, María Tereza Barreto, Laura Londoño, Elizabeth Minotta, Kami Zea, Luciana Echeverry, Camila Zarate, Laura Rodríguez, Luz Myriam Guarin, Gustavo Angarita, Kepa Amuchastegui, Gianina Arana, Adriana Ospina, John Camilo Pinzón, Juan Manuel Aristizabal, Jesús Orlando Cadavid, Maria de las Marcedes Hernandez.

 

Sinopsis:

Narra de manera íntima la vida de un hombre bueno, el médico Héctor Abad Gómez, carismático líder social y hombre de familia, un destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. La historia relata la vida del doctor, padre de familia preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas. En su casa se respiraba la vitalidad y la creatividad características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor, pero la tragedia asomaba.

 

Comentarios:

La memoria es tan caprichosa como cada uno de los olvidos. Machado, por ejemplo, sólo recordaba la emoción de las cosas. "Y se me olvida todo lo demás", añadía en un sincero y muy consciente reconocimiento de cada una de las lagunas de su memoria. Sabía perfectamente lo que quería olvidar. Y eso ya era una manera de hacer presente el recuerdo. O al revés. El olvido que seremos, la última y esperada película de Fernando Trueba que sigue en la distancia pero por dentro la novela de Héctor Abad Faciolince es, básicamente, un tratado sobre el recuerdo construido desde la fe machadiana. El filme discurre en Colombia, pero bien podría hacerlo en Soria. Se ocupa de un pasado violento, pero cada uno de sus gestos remite al presente igual (o casi) de furioso. Es tan perfectamente Trueba (Fernando) que se diría dirigida por, otra vez, Machado. Y así.

La cinta, que después de recibir el sello de Cannes sirvió para clausurar el último Festival de San Sebastián, narra la historia de un padre, Héctor Abad Gómez. Es un cuento que relata su hijo, Héctor Abad Faciolince, que a la vez es memoria y, sobre todo, emoción. Y es ahí, en el secreto de admiración, pero también de necesaria renuncia, que siempre ata y desata la más vieja de las alianzas (la paternofilial), donde se resuelve toda la película. La idea no es tanto narrar lo que ocurrió como detenerse en todo aquello que las historias oficiales acostumbran a dejar de lado. No es memoria archivada sino memoria compartida y vivida. Y vívida. Importa tanto la contundencia firme de lo que se recuerda como el hueco frío y con eco de lo que se olvida. De nuevo, donde sólo la emoción habita.

Trueba plantea la película partida en dos. Una de las partes navega por una paleta de colores tierra o quizá encendidos donde la familia sencillamente vive. Recuerda al bullicio 'renoiriano' de su Belle époque con la misma claridad que a la ingenuidad triste de El año de las luces o, por qué no, Ópera prima. Todo vuelve al principio. Es Trueba que habla de Trueba a través de una historia que bien podría ser de Machado, pero que es de la familia Abad. Todo es recuerdo que se recuerda a sí mismo y todo es olvido de todo lo demás. La otra parte, la más actual, aparece en blanco y negro quizá porque sólo los tonos grises son capaces de capturar con la nitidez debida asuntos como la muerte, la decepción u, otra vez, el olvido.

Guiada por una interpretación cerca del milagro de un Javier Cámara convertido de repente en doctor colombiano y padre, pese a todo, perfecto, El olvido que seremos se las arregla para construir antes que nada un universo donde el espectador es invitado no tanto a ver u observar como vivir. Los personajes y situaciones que discurren por la pantalla observados por el niño primero y por el joven universitario que después será ese niño luego son, antes que el retrato de una época y un tiempo pasado, la descripción meticulosa de un estado moral, que no de ánimo. Trueba se empeña en convertir la evidencia de la bondad en acontecimiento; la certeza de la dignidad, en espectáculo; la belleza, en un modo de estar en el mundo. Y, lo que son las cosas, lo consigue. El olvido que seremos es cine para la exaltación y, apurando, la evidencia. Es cine para sencillamente la vida.

La historia de Héctor Abad Gómez es la de un hombre que empeñó su vida en ayudar a los demás. Logros suyos fueron las vacunas generalizadas para críos, el agua potable para todos y la sanidad pública. Pero lo relevante, más allá de la estrategia política o la hagiografía consentida, es el impulso hacia lo que no admite duda. El olvido que seremos es una película tan intencionadamente ingenua que acaba por autoconvencerse de que el mayor de los cinismos es el que no existe. Aquello de "Dadme cretinos optimistas, que ya estoy hasta los pelos del pesimismo de nuestros sabios", también de Machado, adquiere ahora la relevancia que debe. Pero, no nos engañemos, Héctor Abad Gómez fue asesinado. Tan triste. Tan inolvidable.

Para el final queda más que la memoria de lo que fue, la emoción de lo irrenunciable. Trueba ha hecho una película que no se olvida. Por emocionante. Por 'machadiana'. (Luis Martínez)

Recomendada.