lunes, 30 de agosto de 2021

El olvido que seremos (Fernando Trueba, 2020)

 

Título original: El olvido que seremos. Dirección: Fernando Trueba. País: Colombia. Año: 2020. Duración: 136 min. Género: Drama.

Guión: David Trueba (basado en una novela de Héctor Abad Faciolince). Fotografía: Sergio Iván Castaño. Música: Zbigniew Preisner. Producción: Caracol Televisión, Dago García Producciones.

Premios Goya 2020 a la Mejor Película Iberoamericana. Presentada en la sección oficial (fuera de concurso - clausura) del Festival de San Sebastián 2020.

Fecha del estreno: 7 Mayo 2021 (España).

 

Reparto: Javier Cámara, Aída Morales, Patricia Tamayo, Juan Pablo Urrego, Sebastián Giraldo, Whit Stillman, Nicolás Reyes Cano, María Tereza Barreto, Laura Londoño, Elizabeth Minotta, Kami Zea, Luciana Echeverry, Camila Zarate, Laura Rodríguez, Luz Myriam Guarin, Gustavo Angarita, Kepa Amuchastegui, Gianina Arana, Adriana Ospina, John Camilo Pinzón, Juan Manuel Aristizabal, Jesús Orlando Cadavid, Maria de las Marcedes Hernandez.

 

Sinopsis:

Narra de manera íntima la vida de un hombre bueno, el médico Héctor Abad Gómez, carismático líder social y hombre de familia, un destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. La historia relata la vida del doctor, padre de familia preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas. En su casa se respiraba la vitalidad y la creatividad características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor, pero la tragedia asomaba.

 

Comentarios:

La memoria es tan caprichosa como cada uno de los olvidos. Machado, por ejemplo, sólo recordaba la emoción de las cosas. "Y se me olvida todo lo demás", añadía en un sincero y muy consciente reconocimiento de cada una de las lagunas de su memoria. Sabía perfectamente lo que quería olvidar. Y eso ya era una manera de hacer presente el recuerdo. O al revés. El olvido que seremos, la última y esperada película de Fernando Trueba que sigue en la distancia pero por dentro la novela de Héctor Abad Faciolince es, básicamente, un tratado sobre el recuerdo construido desde la fe machadiana. El filme discurre en Colombia, pero bien podría hacerlo en Soria. Se ocupa de un pasado violento, pero cada uno de sus gestos remite al presente igual (o casi) de furioso. Es tan perfectamente Trueba (Fernando) que se diría dirigida por, otra vez, Machado. Y así.

La cinta, que después de recibir el sello de Cannes sirvió para clausurar el último Festival de San Sebastián, narra la historia de un padre, Héctor Abad Gómez. Es un cuento que relata su hijo, Héctor Abad Faciolince, que a la vez es memoria y, sobre todo, emoción. Y es ahí, en el secreto de admiración, pero también de necesaria renuncia, que siempre ata y desata la más vieja de las alianzas (la paternofilial), donde se resuelve toda la película. La idea no es tanto narrar lo que ocurrió como detenerse en todo aquello que las historias oficiales acostumbran a dejar de lado. No es memoria archivada sino memoria compartida y vivida. Y vívida. Importa tanto la contundencia firme de lo que se recuerda como el hueco frío y con eco de lo que se olvida. De nuevo, donde sólo la emoción habita.

Trueba plantea la película partida en dos. Una de las partes navega por una paleta de colores tierra o quizá encendidos donde la familia sencillamente vive. Recuerda al bullicio 'renoiriano' de su Belle époque con la misma claridad que a la ingenuidad triste de El año de las luces o, por qué no, Ópera prima. Todo vuelve al principio. Es Trueba que habla de Trueba a través de una historia que bien podría ser de Machado, pero que es de la familia Abad. Todo es recuerdo que se recuerda a sí mismo y todo es olvido de todo lo demás. La otra parte, la más actual, aparece en blanco y negro quizá porque sólo los tonos grises son capaces de capturar con la nitidez debida asuntos como la muerte, la decepción u, otra vez, el olvido.

Guiada por una interpretación cerca del milagro de un Javier Cámara convertido de repente en doctor colombiano y padre, pese a todo, perfecto, El olvido que seremos se las arregla para construir antes que nada un universo donde el espectador es invitado no tanto a ver u observar como vivir. Los personajes y situaciones que discurren por la pantalla observados por el niño primero y por el joven universitario que después será ese niño luego son, antes que el retrato de una época y un tiempo pasado, la descripción meticulosa de un estado moral, que no de ánimo. Trueba se empeña en convertir la evidencia de la bondad en acontecimiento; la certeza de la dignidad, en espectáculo; la belleza, en un modo de estar en el mundo. Y, lo que son las cosas, lo consigue. El olvido que seremos es cine para la exaltación y, apurando, la evidencia. Es cine para sencillamente la vida.

La historia de Héctor Abad Gómez es la de un hombre que empeñó su vida en ayudar a los demás. Logros suyos fueron las vacunas generalizadas para críos, el agua potable para todos y la sanidad pública. Pero lo relevante, más allá de la estrategia política o la hagiografía consentida, es el impulso hacia lo que no admite duda. El olvido que seremos es una película tan intencionadamente ingenua que acaba por autoconvencerse de que el mayor de los cinismos es el que no existe. Aquello de "Dadme cretinos optimistas, que ya estoy hasta los pelos del pesimismo de nuestros sabios", también de Machado, adquiere ahora la relevancia que debe. Pero, no nos engañemos, Héctor Abad Gómez fue asesinado. Tan triste. Tan inolvidable.

Para el final queda más que la memoria de lo que fue, la emoción de lo irrenunciable. Trueba ha hecho una película que no se olvida. Por emocionante. Por 'machadiana'. (Luis Martínez)

Recomendada.



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