viernes, 28 de septiembre de 2018

Los estrenos en Sevilla de 28-09-2018


9 películas se estrenan el 28 de septiembre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Cinco son producciones estadounidenses, dos españolas, una belga y una suiza. Vayamos a nuestro repaso semanal de los estrenos de la semana.  


El reino. (España, 2018). Dir. Rodrigo Sorogoyen.
Sección Oficial del Festival de San Sebastián 28.
Thriller político interpretado por Antonio de la Torre, Josep Maria Pou, Nacho Fresneda, Ana Wagener, Mónica López, Bárbara Lennie, Luis Zahera, Francisco Reyes y María de Nati.
Si hay una palabra que los españoles han oído una y otra vez a lo largo de los últimos meses es corrupción. Ha habido, y hay todavía, tanta corrupción que por momentos se puede tener la impresión de que no hay escapatoria a la pestilencia y el hedor del fraude, el robo y el abuso de poder. Es lógico y es sensato que el cine español refleje lo que está pasando, que nos permita traspasar los titulares de los periódicos y la lógica indignación para meternos de lleno en la intrahistoria de esa delincuencia que va en coche oficial y que, mientras no los pillan, copan telediarios y se mueven como si fueran los amos del universo. Todo esto lo cuenta, con trazas de muy buen cine, el director Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) en “El reino”, una película en la que vuelve a demostrar su talento para el tumulto y el exceso.
Ambientada en una localidad costera de provincias, que podría ser la marcada Valencia pero también Murcia o incluso Santander, la película arranca con una secuencia alrededor de una mesa en la que se reúnen los políticos locales en la que Sorogoyen y su coguionista Isabel Peña demuestran su buen oído para el habla coloquial y las escenas corales. El protagonista es uno de estos políticos (al que interpreta Antonio de la Torre) que ve cómo su brillante carrera se desploma cuando es señalado como responsable de una trama de corrupción mientras sus compañeros de fechorías, algunos mucho peores que él, se libran del escarnio público y la persecución judicial.
Después de una película como “Que Dios nos perdone” (2016), en la que veíamos un Madrid alocado y enloquecido, Sorogoyen vuelve a dar a su filme un aire de turbulencia nerviosa porque es un director que se mueve mejor en los límites. El filme está lleno de momentos memorables como esa secuencia en la que su esposa escucha en un juzgado la cantidad de dinero que su marido se gastó en un prostíbulo a costa del contribuyente o ese momento brutal en el que aparece en casa de uno de sus antiguos compinches y se monta una escena con la hija adolescente y sus amigos drogadictos. Al final uno acaba un tanto saturado después del carrusel y aunque Sorogoyen no acaba de hilar la salsa porque le falta atención al arco dramático del personaje, uno tiene la impresión de que “El reino” captura con rabia, talento y lo que los catalanes llaman “rauxa” el momento político en el que seguimos inmersos. Recomendada.


Girl. (Bélgica, 2018). Dir. Lukas Dhont.
Cámara de Oro a la Mejor Ópera Prima en la Sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes 2018. Premio del Público a la Mejor Película Europea en el Festival de San Sebastián 2018.
Drama sobre transexualidad interpretado por Victor Polster, Arieh Worthalter, Valentijn Dhaenens, Oliver Bodart y Tijmen Govaerts.
Una película sobre la identidad transgénero no puede ser sino física. Y esa fisicidad debe ser inoculada mediante el puro lenguaje cinematográfico. No tanto desde la palabra y las acciones, el texto y el relato, sino desde la cámara en sí misma, desde el montaje, el sonido y la luz; desde la cinemática, la velocidad, la aceleración y la armonía. Y, en este sentido, la formidable “Girl”, ópera prima del belga Lukas Dhont, es pura fisicidad. Una obra sobre el cuerpo, desde el cuerpo.
Una chica de 16 años, en la cárcel de un cuerpo de chico, que aspira a ser bailarina de élite. Y mujer. Dhont y su coguionista, Angelo Tijssens, despliegan su odisea física y mental a través de dos certezas: primera, la monumental seguridad de la protagonista, y la de un círculo familiar apenas reducido a su padre; y segunda, la inseguridad de una sociedad presuntamente avanzada que siempre cojea por alguna esquina recóndita, donde los brotes de maldad se escapan por el lado más insospechado. El amor y el dolor se unen así en una historia que tiene mucho de social, pero que es fundamentalmente visual, y que además tiene otra extraordinaria virtud: el tratamiento de lo omitido, en un magnífico juego elíptico que elude el pasado, la niñez de la chica, sus primeros pensamientos, hallazgos y certidumbres, seguramente aún más terribles.
Dhont utiliza la danza como elemento, al mismo tiempo, estabilizador y desestabilizador. Equilibra y perturba: con sus movimientos, con el tono de la música, con el modo de rodaje y de sonorización, con la distancia a la que se coloca su cámara de la criatura, con su cadencia en el movimiento. Así, dependiendo de cada momento de la historia y del estado interior de los personajes, las secuencias de ballet son el sosiego o la angustia. Y resulta muy llamativo como algo tan bello, y que invita de forma natural a la calma, puede ser filmado como un thriller de acción que lleva hasta el desconcierto, como un baile de la desesperación.
Es posible que algunos valoren como excesivo y gratuito su desenlace. Sin embargo, no es más que una mera consecuencia de todo lo narrado: lógico con sus personajes y con lo experimentado. Tan congruente como los dos finales de sendas películas que llegaban a semejante frontera, y que nos guardaremos en explicitar para no dar pistas, sobre todo a los más cinéfilos. Y capítulo aparte merece el actor Victor Polster, también bailarín, sonrojo itinerante, una fuerza de la naturaleza, sonrisa verdaderamente falsa (o falsamente verdadera, que en este caso es lo mismo), que sobrecoge con una actuación inolvidable. Recomendada.


El reverendo. (USA, 2017). Dir. Paul Schrader.
Sección Oficial del Festival de Venecia 2017.
Drama sobre religión, interpretado por Ethan Hawke, Amanda Seyfried, Michael Gaston, Cedric the Entertainer, Victoria Hill, Philip Ettinger, Bill Hoag, Michael Metta y Frank Rodriguez.
“Yo no sabía que los personajes que habíamos creado eran héroes existenciales. Nunca estudié filosofía”, escribió Martin Scorsese, haciéndose aún más grande confesándose pequeño, en referencia a sus películas con Paul Schrader, que, dicho sea de paso, tampoco estudió filosofía.
Y, sin embargo, el corpus narrativo de Schrader, en solitario o con el director de “Taxi driver”, “La última tentación de Cristo” y “Al límite”, está copado por la angustia existencial, por la culpa y por la necesidad de redención, seguramente como su propia vida. Y tras, entre otras, “Hardcore: un mundo oculto”, “Mishima” y “Aflicción”, llega “El reverendo”, en un regreso a sus orígenes tras una etapa entre desenfrenada y esquizofrénica pero siempre interesante, con el que el guionista y director entronca, tanto en el tratamiento temático como en la puesta en escena, con dos de sus autores favoritos: el Ingmar Bergman de “Los comulgantes”, y el Robert Bresson de “Diario de un cura rural”.
Película felizmente a contracorriente, “El reverendo” es un tratado sobre el remordimiento, expuesto a través de planos fijos, con constantes reencuadres gracias a puertas y sombras, en los que predomina la frontalidad. Una sistemática de una gran coherencia interna, pero que a algún despistado le puede parecer casi feísta por la utilización del gran angular y del antiguo formato en 1.37:1.
Protagonizada por dos figuras en contraste que están mucho más cerca de lo que creen, un activista social y un pastor calvinista (la fe en la que fue educado Schrader), más un tercer vértice del triángulo representado por una mujer embarazada que viene a configurarse como La Piedad cristiana que los abraza en su seno. La película es de una altura dramática desacostumbrada, acercándose a temas contemporáneos como el terrorismo y los intereses económicos de las religiones desde una óptica de continua encrucijada sobre la fe y la incertidumbre.
Y Schrader, que sabe tanto por viejo como por diablo, acaba llegando a una certidumbre que no es sino constatada incertidumbre: que la sabiduría proviene de la clara percepción de que la esperanza y la desesperación están ahí para golpearnos y acariciarnos, y que habitualmente llegan juntas, de la mano, como una tortura que solo puede ser calmada con la conciencia de nuestra propia fragilidad y de nuestro tormento. Recomendada.


Searching. (USA, 2018). Dir. Aneesh Chaganty. 
Thriller sobre secuestros y desapariciones interpretado por John Cho, Debra Messing, Joseph Lee, Michelle La y Sara Sohn.
El mundo contemporáneo y la institución familiar viven en una continua paradoja: ahora que la mayoría de nuestros hijos cuenta cada segundo de su existencia a través de la sociedad 2.0, abre la ventana de su existencia a móviles, tabletas y portátiles para quien quiera saber, ver y escuchar, tanto sus deseos como sus miedos, los padres siguen sin enterarse de nada. Seguramente como debe ser, no vayamos a convertirnos en detectives virtuales de una libertad que se necesita ir conquistando, sin intromisiones en la privacidad, y con el derecho a equivocarse, como quizá fue la nuestra.
Así piensa el padre protagonista de la fabulosa “Searching”. Y de este modo nos lo cuenta su magnífico debutante en la dirección, Aneesh Chaganty: a través del punto de vista único de la pantalla de un portátil, que reproduce vídeos privados y públicos, chats, llamadas por Skype, mails, cuentas de banco, páginas web, publicidades, registros, imágenes de cámaras de seguridad y programas de televisión en directo; reproduciendo así la historia de algo desgraciadamente a la orden del día, la vida y la desaparición de una adolescente.
Una compleja sistemática ya utilizada por Levan Gabriadze en la estupenda “Eliminado” (2014), aún antes por su pionero en el largometraje, Nacho Vigalondo, en “Open Windows” (2014), y, desde luego, por los fundadores del procedimiento narrativo, Patrick Cederberg y Walter Woodman, en el corto “Noah” (2013).
Efervescente entretenimiento de ritmo salvaje, al tiempo que drama social, en el que se van volcando temas tan trascendentes como, entre otros, la soledad adolescente, el matonismo colegial, los abusos sexuales, la sobreprotección de los padres, la excesiva exposición pública, la soledad, y el peligro de las relaciones cibernéticas. “Searching” mantiene (casi) en todo momento una estructura de clásico thriller de investigación. Y ello a pesar de que el primer cuarto de hora de relato es un melodrama en sí mismo, de fabuloso trabajo elíptico, con el que, casi a la manera de los minutos iniciales de “Up”, de Pixar, se viene a contar la historia de una familia, en su felicidad y en su drama, por medio de fotos, mensajes, vídeos y recordatorios digitales de un tiempo que abre uno de los grandes subtextos de la película: la memoria de las imágenes.
Aunque quizá lo más prodigioso sea que Chaganty es capaz de conformar una puesta en escena clásica en el limitado espacio de las cuatro esquinas de la pantalla de un ordenador: abriendo y cerrando ventanas, conformando con sus encuadres diferentes planos y profundidades, remarcando con primeros planos de imágenes, de textos y hasta de palabras, en un hitchcockiano ejercicio de interoperabilidad y de dirección cinematográfica virtual.
Entretenidísima y emocionante hasta su desenlace, con sorpresa incluida, y con absoluta coherencia con sus subtextos, Searching es parte de lo mejor que le ha pasado al cine comercial americano en los últimos años. Recomendada (con reservas).


Un pequeño favor. (USA, 2018). Dir. Paul Feig.
Película de intriga sobre desapariciones y secuestros, interpretada por Blake Lively, Anna Kendrick, Henry Golding, Glenda Braganza y Dyanne Ramsay.
De nacer en los años 30, Paul Feig habría sido un entregado director de screwball comedies, variedad genérica donde el ingenio femenino funcionaba como sofisticado –e hiper-acelerado- motor del relato. De modo parecido, no cuesta demasiado imaginar a Darcey Bell, la novelista debutante en cuya obra homónima se basa “Un pequeño favor”, escribiendo con un ejemplar abierto de la “Perdida” de Gillian Flynn colocado en un atril sobre su escritorio, empeñada en subir la apuesta de ese llamativo trabajo que cristalizó en película sobresaliente. Y, bueno, quizá ni la novela de Bell, ni la adaptación de Feig puedan mirar a sus referentes a la altura de los ojos, pero “Un pequeño favor” es un perfecto ejemplo de un tipo de propuesta cada vez más inusual en el contexto del cine de consumo norteamericano: la película comercial con personalidad, recorrida de principio a fin por una chispeante energía, dotada de una vivacidad y un tono que conspiran para suministrar un placer constante al espectador, sin subestimarlo.
Desde esos títulos de crédito que remiten a la tradición de la comedia sofisticada con inflexión criminal de los 60, Feig parece estar celebrando la oportunidad de este cambio de género que no sólo no compromete sus señas de identidad, sino que le permite depurarlas. Y amplificarlas. La improbable amistad entre dos madres antitéticas que son, al mismo tiempo, las encarnaciones de dos polos opuestos de la sexualidad femenina –la reprimida y la desbordada- activa una trama cuyos giros podrán ser anticipados por el espectador resabiado, pero que acoraza su eficacia y su poder de seducción mediante la entrega de sus actrices: esa Anna Kendrick que se mueve con la gestualidad nerviosa de un gorrión –sensacional su diálogo con el policía enfundada en vestido ajeno- y una Blake Lively que hace malabares con el embrujo y la caída.
Con algo de comedia posultralounge donde canciones de Gainsbourg, Dutronc y Brigitte Bardot delimitan el territorio del deseo y la voz de la Mala Rodríguez marca un punto de ruptura, “Un pequeño favor” explota las posibilidades de una apropiación hetero de la mirada camp sobre lo femenino. Recomendada (con reservas).


Milla 22. (USA, 2018). Dir. Peter Berg.
Película de acción con elementos del thriller, interpretada por Mark Wahlberg, John Malkovich, Ronda Rousey, Iko Uwais y Lauren Cohan.
Cada tanto llega una película que se compromete a afrontar la labor didáctica de ilustrar al espectador de multisalas que las guerras ya no se libran como se libraban antes para acabar demostrando que, en realidad, se siguen librando como siempre. O, por lo menos, se siguen contando igual (si bien con variable destreza estilística). “Milla 22”, nueva entrega del catálogo de hipérboles marciales de la marca Berg & Whalberg, quiere ser una película a la medida de los tiempos de las tramas de espionaje ruso y de las operaciones especiales teledirigidas, pero, en el fondo, no deja de ser un western encubierto en el que los cowboys de guardia deben custodiar a un valioso forajido recorriendo un hostil –y urbano- Salvaje Este. El esquema narrativo no está lejos, pues, de ese “16 calles” (2006) de Richard Donner que sí supo aprovechar sus evidentes vínculos con la tradición del género del que bebía.
El movimiento a cualquier precio, aunque tenga que llevarse por delante toda idea de estilo o el más leve intento de construcción de personajes, es el único imperativo de este trabajo en el que Berg parece haber olvidado que, en su día, hubo quien le consideró un cineasta prometedor. Una escena de coreográfico combate cuerpo a cuerpo en un quirófano —momento en el que el indonesio Iko Uwais puede desplegar su excelencia en las artes marciales— brilla como un pequeño islote en una película, cuyos planos se manejan, en casi todo momento, como simples trozos de metralla. No Recomendada.


Hell Fest. (USA, 2018). Dir. Gregory Plotkin. 
Película de terror, de asesinos en serie, interpretada por Amy Forsyth, Reign Edwards, Bex Taylor-Klaus, Christian James, Roby Attal, Matt Mercurio y Tony Todd.
Fue a la altura de su poderosa “La casa de los horrores” (1981) cuando a Tobe Hooper se le ocurrió que el tren de la bruja de una feria itinerante podía ser el mejor equivalente de una pista de baile para los más raros del instituto. Con su posterior “Poltergeist” (1982) desarrolló la idea convirtiendo el hogar de los Freeling en una verdadera arquitectura para la sensación abracadabrante y el sobresalto sobre parqué, una casa donde sonaban más subsónicos y brillaban más focos que en una noche de gala en Studio 54. Hooper, que había fundado un nuevo imaginario para el gótico americano con la pionera “La matanza de Texas” (1974), pasó a convertirse en el padre de lo que bien podría llamarse el Terror de Discoteca, especialidad que alcanzaría su paroxismo en su etapa en el seno de esa fábrica de excesos que fue la Cannon Films.
Dando alas al tópico de que todo nuevo director de cine de terror es, en el fondo, un nostálgico irredento obsesionado en reconstruir esa supuesta edad de oro del género más mitificada que vivida, Gregory Plotkin, montador de “Déjame salir” y “Feliz día de tu muerte” (ambas de 2017), rescata el espíritu de “La casa de los horrores” de Hooper con este “Hell Fest” que propone la última palabra en sustos de barracón: la fusión espectacular del parque temático, el mega concierto de rock, un circuito inabarcable de pasajes del terror y la feria macabra decorada al cartón-piedra.
El director de fotografía José David Montero, que fue mano derecha de Gonzalo López-Gallego, desarrolla, como Hooper, una suerte de expresionismo pop de colores agresivos, pero Plotkin no sabe corresponder a ese regalo estilístico con una película que podría haber jugado mucho más imaginativamente con el contraste entre artificio acartonado y verdadero terror. No Recomendada.


Oreina (Ciervo). (España, 2018). Dir. Koldo Almandoz. 
Premio del Cine Vasco en el Festival de San Sebastián 2018.
Drama interpretado por Laulad Ahmed Saleh, Patxi Bisquert, Ramón Agirre, Iraia Elias y Erika Olaizola.
Hay algo mágico en mirar a la naturaleza desnuda, sin artificios, a través de la cámara de Koldo Almandoz. Esa que se recrea en las gotas de lluvia que dibujan formas circulares sobre el agua de las marismas de la costa vasca. El director nos adentra en su primer largometraje de ficción en ese lugar cotidiano y a la vez desconocido que es la periferia urbana, entre montañas, caseríos y polígonos industriales. A través de una fotografía naturalista, casi como ensuciando la belleza del lugar, contemplamos paisajes y personajes: desde ese joven de origen saharaui al que acompañamos en moto por carreteras periféricas, hasta los hermanos enemistados en cuyo hogar nos colamos a deshoras. “Oreina” muestra realidades, no formula preguntas ni se recrea en dar respuestas. Opta por plasmar la necesidad de huir de una joven que trabaja en una gasolinera, el arraigo y desarraigo de los vecinos de un pueblo, la homofobia, los prejuicios o las conductas racistas como un simple voyeur.
He ahí el principal acierto de la película: en devenir en una suerte de docuficción magnético que te arrastra por lugares cotidianos, con la sensación de que los ves por primera vez al pararte a apreciar los matices. El mayor escollo al que el filme debe hacer frente, y con el que se da de bruces por momentos, es el de mantener el ritmo para evitar que salgamos de esa nube de ensoñación que es el buen cine. No Recomendada.


El Papa Francisco, un hombre de palabra. (Suiza, 2018). Dir. Wim Wenders. 
Documental biográfico sobre el papa Jorge Mario Bergoglio
La línea que separa la doctrina del discurso siempre es muy fina. Y más en el cine, donde las homilías, ya sean en sentido religioso o en cualquier vertiente relacionada con la moral, suelen poner en posición de defensa al espectador menos abúlico y más crítico. Porque de ahí al discurso puro y duro hay un solo paso.
En “El papa Francisco, un hombre de palabra”, Wim Wenders se ha acercado a la figura del actual pontífice a través del discurso. Apostolado, dirán algunos, y será verdad. Pero en el término apostolado, en su concepción, ya viene integrada la labor de propaganda y, de nuevo, la propaganda en el cine puede producir cierto rechazo. Por mucho que sea el discurso, la homilía, la propaganda, el apostolado, la teoría y el consejo de alguien tan fascinante en su modo de hablar y pensar como Jorge Mario Bergoglio, opiniones sabias y repletas de bondad y de sentido común, incluso de sentido del humor, pero desde un puesto institucional en el que los matices en torno al poder no permiten un juicio completamente uniforme.
Wenders, en una última fase de su carrera más relacionada con los bandazos que con la coherencia, se aplica en la palabra de Francisco ya desde el título, y estructura su documental en base a dos largas entrevistas con su protagonista. Pero, a pesar de lo infinito del verbo del Papa, en demasiados pasajes lo dicho suena a retórico, algo acuciado por la muy discutible decisión del director de filmar la voz del pontífice con este mirando directamente a cámara. Una presunta cercanía con la audiencia que quizá no sea tal, y que acaba subrayando el carácter discursivo de un relato que termina contradiciendo la propia esencia del Papa: “Habla poco, escucha mucho”.
Como también le ocurría a “Francisco, el padre Jorge” (Beda Docampo Feijóo, 2015), discreta ficción argentino-española sobre los tiempos de Bergoglio anteriores al papado, protagonizada por Darío Grandinetti, la película de Wenders presenta a un hombre de infinita tolerancia, que explica lo más profundo desde territorios de sencillez. Y, en lo mejor del documental, dibuja en los momentos sin texto, de meras relaciones gestuales y de miradas con sus fieles, a una persona de una sinceridad y espontaneidad admirables.
Sin embargo, a pesar del orden de Wenders en el tratamiento de los temas, apenas ninguno de ellos admite matices. Ni siquiera el muy polémico de la pederastia en la institución católica, con el que puede que ya sobren las palabras de denuncia y haya que ir cumpliendo con hechos. Las presiones sobre Francisco y su meritoria labor de reforma por parte de los círculos más conservadores del Vaticano son evidentes, pero Wenders sobrevuela los aspectos más contradictorios de la institución católica sin (querer) hincar el diente. Algo imposible en una película que cuenta con el visto bueno y con la colaboración de la propia Santa Sede. No Recomendada.

jueves, 27 de septiembre de 2018

La música en el Cine: Bernardo Bertolucci

Programa nº 015 de "La música en el Cine".
28 de septiembre de 2018.  Radio Tomares (92.0 FM)


"La música en el Cine" es un programa de Linterna Mágica en Radio Tomares

viernes, 21 de septiembre de 2018

Los estrenos en Sevilla de 21-09-2018



11 películas se estrenan el 21 de septiembre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Aluvión de estrenos a la llegada del otoño, entre los que nos encontramos con tres producciones francesas, dos estadounidenses, dos alemanas, dos españolas, una británica y una mexicana. Esta semana se queda sin editar en Sevilla la película española “Diana” (Alejo Moreno, 2018), un drama sobre la prostitución; sin embargo, se estrena una película que la semana pasada se quedó sin editar, “Marisa en los bosques” (Antonio Morales, 2017). Vayamos a nuestro repaso semanal de los estrenos de la semana.  


The Rider. (USA, 2017). Dir. Chloé Zhao.
Ganadora de la Sección “Quincena de Realizadores” del Festival de Cannes 2017.  Espiga de Plata en la Seminci de Valladolid 2017.
Drama enclavado en la vida rural norteamericana, interpretado por Brady Jandreau, Tim Jandreau, Lilly Jandreau, Cat Clifford y Terri Dawn Pourier.
La película arranca en una herida, la que tiene el joven Brady en la cabeza, y no se tardan ni cinco minutos en saber que lo que uno ve y verá en la pantalla atesora la temperatura, la luz y el pálpito de lo vivo, de lo que no se ha recreado para la ocasión. El lugar y los personajes poseen su piel y su herida natural, y lo que nos cuentan realmente lo están sintiendo para ellos, no para nosotros, aunque nos permitan mirarlo y sentirlo. El protagonista es un joven jinete de rodeo y vive en esa América rural que contiene el polvillo del western en cada uno de sus planos. Tradicionalmente en el cine, el jinete de rodeo es un personaje mecido por el azar, por la fatalidad, como lo es el boxeador, un perdedor siempre de “algo”.
El “algo” que pierde el joven Brady es su capacidad para seguir montando en el rodeo (un accidente) y la directora, Chloé Zhao, lo que nos transmite de su historia con enorme armonía visual y poesía interior es la frustración que tal pérdida ocasiona en el centro de equilibrio de ese hombre, incapaz de conformarse con su destino, con entrenar y mantener las riendas de su inevitable relación con los caballos (Zhao expone los términos de esa relación de un modo amigable y fraternal, y en momentos de emoción realmente exquisitos). La película tiene tanto de retrato individual como de esbozo familiar y de dibujo ambiental, con una maravillosa fotografía que rezuma alma e interior de los personajes, casi todos interpretados por actores no profesionales pero inmensos, empezando por Brady Jandreau, que hace su primera película aquí.
Es asombrosa la facilidad con la que penetra «lo alternativo» en el entrelineado de la historia, su amigo jinete, su hermana autista, su compañero de rodeo desguazado en una mala caída… «The rider» es una pequeña joya sobre los lazos, las riendas, el aguantar arriba sin caerse, el mirar la vida entre brincos y caídas…, y que no mira solo al mundo del rodeo y los caballos, sino también a cualquier mundo que no vea la manera de compaginar el antes y el después sin morirse un poco. Recomendada.


El capitán. (Alemania, 2017). Dir. Robert Schwentke. 
Mejor Fotografía en el Festival de San Sebastián 2017.
Coproducida entre Alemania, Francia y Polonia.
Basada en hechos reales y ambientada en la Segunda Guerra Mundial, toca el tema del nazismo.
Protagonizada por Max Hubacher, Milan Peschel, Frederick Lau, Bernd Hölscher, Waldemar Kobus, Alexander Fehling y Samuel Finzi.
Dos prisioneros en un campo de trabajo se ven obligados a representar una sesión de comedia antisemita ante los militares que controlan el lugar. La acción transcurre en abril de 1945, cuando la derrota alemana parece ya un destino inevitable, pero las dinámicas de la crueldad siguen perviviendo, declinadas casi a modo de farsa sanguinaria. La secuencia podría aportar luz a cualquiera de los abundantes debates contemporáneos sobre los límites del humor y los claroscuros de la incorrección política –aquí, el cómico es la víctima, aplazando, mediante la moneda de cambio de la autohumillación, un final escrito de antemano-, pero la película utiliza la situación para otro fin: ahondar en el gran tema que articula su relato, la supervivencia como camino de envilecimiento. En cierto sentido, esos cómicos judíos a la fuerza son un espejo del sendero moral que transita el protagonista de “El capitán”, un desertor que acabará asumiendo la condición de verdugo y ángel oscuro en un panorama caótico donde su pragmatismo amoral y su plus de sadismo al servicio de una precaria máscara, serán recibidos, por algunos, como un regalo caído del cielo.
Inspirada por la figura real del soldado alemán Willy Paul Herold, ejecutado por crímenes de guerra en 1946 después de haber asumido la falsa identidad de capitán de la Luftwaffe y orquestar la masacre de los prisioneros del campo de Aschendorfermoor, El capitán se revela un inesperado alto en el camino dentro de la carrera de Robert Schwentke: un proyecto sumamente personal –el cineasta es, asimismo, único responsable del guion- tras un recorrido no demasiado estimulante por los cauces del blockbuster más o menos disfuncional –RED (2010), R.I.P.D. Departamento de Policía Mortal (2013)- y las sagas a la medida millennial –La serie Divergente: Insurgente (2015), La serie Divergente: Leal (2016)-. Al contrario que su protagonista, Schwentke no parece un impostor camuflado bajo un barniz (blanquinegro) de superficial prestigio: “El capitán” es un relato picaresco degradado en pesadilla que sostiene en todo momento su poder perturbador y se apoya en una palpable autoridad estilística.
El duelo burocrático ventana frente a ventana que proporciona un brillante momento a la película podría sintetizar el concienzudo sentido del espacio de este relato que se desarrolla, en todo momento, sobre la cuerda floja de la suspicacia cruzada. En el fondo, Willi Herold sabe que no engaña a nadie: es tan solo un monstruo útil mientras se derrumba el infierno. Recomendada.


Johnny English: De nuevo en acción. (Reino Unido, 2018). Dir. David Kerr.
Tercera entrega de la saga.  “Johnny English” (2003) y “Johnny English Returns” (2011)
Comedia en clave de parodia de las películas de espías, interpretada por  Rowan Atkinson, Olga Kurylenko, Emma Thompson, Jake Lacy y Ben Miller.
Unos chiquillos aprenden con Johnny English sus trucos de espionaje alternando diversos gags visuales naif. Esta escena colegial abre el regreso del espía tonto de Rowan Atkinson pero no solo eso: marca todo el carácter de la película. Decididamente infantiloide, el guión no tiene demasiadas vueltas: alguien ha hackeado la web del MI6 y ha dejado al descubierto a todos los agentes. Solo quedan los retirados y el idiota de Johnny English para resolver el problema.
La historia de “Johnny English: De nuevo en acción” es de descartes: en una escena prometedora ya elimina la posibilidad (alucinantemente cómica) de un grupo de ancianos peleando con Rowan Atkinson contra el mal. A partir de ahí, aunque se espolee con la presencia de Emma Thompson en el papel de una primera ministra alcohólica, el agotamiento de la serie se hace evidente. Sin el encanto setentero de “I Spy”, sin la psicodelia de “Superagente 86” o sin la remezcla de todo lo anterior que Mike Myers hacía en la saga de Austin Powers, ni siquiera los momentos más Bean de Johnny English van más allá de un reflejo lejano de aquellos capítulos en los que el torpe inglés destrozaba todo lo que se encontraba delante. Tan solo en una escena (un restaurante que acaba de la peor de las maneras) se refleja algo del brillo cómico que tuvo Rowan Atkinson. No Recomendada.


Enamorado de mi mujer. (Francia, 2018). Dir. Daniel Auteuil.
Comedia romántica francesa interpretada por Sandrine Kiberlain, Adriana Ugarte, Gérard Depardieu, Daniel Auteuil y Brigitte Aubry.
En principio, el interruptor de la expectación está encendido: cuatro directores de teatro tan reputados como Josep Maria Flotats, José Carlos Plaza, Claudio Tolcachir y Andrés Lima han montado en España durante la presente década piezas del dramaturgo francés Florian Zeller; “Enamorado de mi mujer” viene con su firma en el guion, inspirado en “L’envers du décor”, otra de sus obras, y el director y protagonista de la película es un veterano del cine y de las tablas como Daniel Auteuil, poco dado a ponerse detrás de la cámara.
Y, sin embargo, qué trabajo tan extraño es “Enamorado de mi mujer”. Un relato de ambientación casi única —el piso de una pareja de intelectuales burgueses, durante una cena con un amigo del marido y su joven nueva novia—, con un dispositivo narrativo que en modo alguno es nuevo, pero que está utilizado con una atractiva ambigüedad: el transcurso de la cita está alimentado por numerosos flashes de montaje con los pensamientos del editor protagonista, cada vez más obnubilado por la belleza de la chica de su amigo. Algunos, insertos de apenas un par de segundos, y otros, mucho más largos, secuencias enteras. Y lo más llamativo es que esos pasajes comienzan siendo claramente oníricos, imaginativos, simples delirios mentales, pero luego acaban pudiendo ejercer también como flashforwards cinematográficos, adelantamientos temporales del relato y, por tanto, reales.
Un juego narrativo que, desde luego, puede despistar y fascinar, y que sirve a Zeller y a Auteuil tanto para sacar la acción de la casa y de la cena como para decir muchas cosas al mismo tiempo sobre los subtextos de la historia: el aburrimiento burgués; la penosa fantasía sexual de los que ya deben ir pensando en la jubilación por chicas notoriamente inalcanzables; y una interesante reflexión acerca de si el tedio de la madurez es por falta de estímulos vitales o por simple vagancia a la hora de darse cuenta de quién se es y de dónde se está en el ciclo natural de la vida y el cuerpo.
Eso sí, a la hora de filmar esas pulsiones de la imaginación (o de la realidad), en determinados momentos el director Auteuil parece dejarse llevar por ese espíritu cabestro de viejo verde de su personaje, y la fina línea que separa la mirada de su rol en la ficción de la mirada de sí mismo como autor se rebasa con cierta forma de filmar al personaje de la joven, interpretado por la española Adriana Ugarte, en su primer papel en Francia, cercana a una impudorosa lascivia.
Una equívoca mirada con la que el espectador no sabe a qué atenerse, lo que no deja de ser una virtud, pero que, en su defecto, finalmente también provoca que las dudas sobre el desenlace en la historia, que nos guardaremos en desvelar, se resuelvan en el peor de los sentidos: más por razones de miedo o de cobardía que por verdadero convencimiento. No Recomendada.


El escándalo de Ted Kennedy. (USA, 2017). Dir. John Curran.
Película basada en hechos reales donde se mezcla el drama y el thriller. Interpretada por Jason Clarke, Kate Mara, Bruce Dern, Ed Helms, Jim Gaffigan y Taylor Nichols.
El cine americano siempre se ha movido bien en la sátira política. Conscientes de que los entresijos del poder tienen tanto de dramático como de ridículo, no pocos directores se han adentrado en la labor de gobernantes y aspirantes para sacar de su interior y de su exterior, de sus ideales y de sus acciones, incluso de sus accidentes, lo más risible de la condición humana. Normalmente ficciones, desde “El gran McGinty” (Preston Sturges, 1940) hasta “Silver city” (John Sayles, 2004) pasando por “El candidato” (Michael Ritchie, 1972), pero siempre con los suficientes paralelismos con profesionales de cada época, como para que el espectador avezado pudiera ejercer de adivino respecto de las cuitas de cada uno de ellos y sus posibles espejos en la realidad.
Cuando se estrenó “Silver city”, lo obvio era fijarse en las concomitancias de su más bien ignorante protagonista con George W. Bush, pero apenas se habló de las semejanzas en variados aspectos con alguien que, por entonces, también estaba en plena carrera, el senador Ted Kennedy: la aparición de un cadáver en las aguas de un lago; la figura castradora del padre, y el comité asesor dirigido por alguien casi de la familia. Entonces era difícil, con el (pen)último de los Kennedy aún vivo y ejerciendo, pero tras su fallecimiento en 2009, y sobre todo tras el decaimiento del poder familiar, quedaba vía libre para la traslación a la pantalla del famoso suceso de Chappaquiddick, precisamente el título original de la aquí rebautizada como “El escándalo Ted Kennedy”.
El problema es que John Curran, director del evento, y de obras excelentes como “Ya no somos dos” (2004) y “El velo pintado” (2006), no se ha atrevido a jugar del todo con la sátira y la comicidad, y las variaciones de tono de su película, demasiado esquinadas, rebajan las posibilidades de una historia real que tiene tanto de trágico como de patético. Así, el papel estelar de villano se adjudica al patriarca de los Kennedy, el durísimo Joseph Patrick, padre de Joseph P., muerto en acción militar durante la II Guerra Mundial, John Fitzgerald, asesinado siendo presidente, Robert, asesinado cuando aspiraba a la candidatura a la presidencia, y Edward Ted, el “gordito y acomplejado hermano pequeño”, que la cagó una noche cuando tras un accidente de coche junto a una mujer que no era su esposa, ella murió ahogada en un río, él salió ileso y además intentó tapar el asunto de la peor manera.
No cabe duda de que la película siempre es interesante, y además se mantiene muy bien el punto de vista en un suceso sin respuestas concretas, pero la mezcla de la trágica maldición de los Kennedy con las extravagantes horas posteriores, directamente cómicas en las secuencias con los fontaneros del poder, comandados por Robert McNamara, no acaba de cuajar. Un desvarío tonal que se acrecienta por la remilgada dirección de Curran, sumando pompa a lo que, en la base, quizá era únicamente farsa. No Recomendada.


Matar a Dios. (España, 2018). Dir. Caye Casas y Albert Pintó.
Gran Premio del Público en el Festival de Sitges 2017.
Comedia española interpretada por Itziar Castro, Eduardo Antuña, Boris Ruiz, David Pareja y Emilio Gavira.
El primer largometraje que dirigen Caye Casas y Albert Pintó es algo contradictorio en su propuesta: en el resultado hay voluntad de esperpento pero carencia de una de las cualidades esenciales de este género, tanto más espléndido cuando más miserable, con obras maestras en la cultura española, esa cualidad es el realismo, el reflejo de un sector de la sociedad. Un hombre viudo de unos 70 años, sus dos hijos, uno de ellos divorciado, y su nuera se reúnen en una mansión aislada en la montaña y decorada con trofeos cinegéticos (de papel indiscernible en la trama) para celebrar la Nochevieja. Tal festejo, íntimo, modesto y condicionado por el conflicto matrimonial entre un hijo y su mujer pero finalmente caracterizado por el profundo afecto se ve alterado dramáticamente por la intromisión en la cena de un vagabundo enano, viejo, colérico y desastrado que reclama para sí atenciones de sus forzados y renuentes anfitriones reivindicando su propia naturaleza de Ser Supremo y, más que profeta, Hacedor del Apocalipsis.
El argumento, precedido de un prólogo impactante y desconcertante, constituye por lo demás un ejemplo de teatralidad (respetuosa con las unidades de lugar, tiempo y acción) y de pretenciosidad, con debates que van desde las relaciones familiares hasta del destino de la Humanidad. El prólogo es el primero de un suma y sigue de disparates que mezclan humor negro y comedia doméstica, reducida ésta al ámbito familiar. No Recomendada.


La aparición. (Francia, 2018). Dir. Xavier Giannoli. 
Drama francés interpretado por Vincent Lindon, Galatéa Bellugi, Patrick D'Assumçao, Anatole Taubman y Christopher Jenkins.
En los tiempos que corren, buscar la verdad no es una empresa sencilla, como no lo es el misterio que debe intentar aclarar el prestigioso periodista, traumatizado corresponsal de guerra, que encarna el siempre sobrio y convincente Vincent Lindon. Nada menos que la autenticidad o no de la aparición de la Virgen María a una joven en el sur de Francia, por encargo directo de El Vaticano.
Durante el primer tramo, con mucho el más interesante, el relato de Xavier Giannoli, autor de “Madame Marguerite”, se explaya con el rigor de un documental sobre las investigaciones canónicas de la Iglesia Católica sobre este tipo de fenómenos hasta que, en determinado momento, una vez presentados los personajes principales y descrita la naturaleza tumultuosa de las peregrinaciones, con la consiguiente parafernalia comercial y mediática imaginable, el argumento se complica como una intriga de múltiples ramificaciones y se cierra sobre sí mismo, en torno al misticismo atormentado de la vidente que encarna la hipnótica Galatéa Bellugi. No Recomendada.


Madame Hyde. (Francia, 2017). Dir. Serge Bozon. 
Presentada en el Festival de Locarno 2017 y en el Festival de Cine de Sevilla (SEFF 2017).
Drama francés interpretado por Isabelle Huppert, José García, Romain Duris, Pierre Léon y Guillaume Verdier.
Durante el primer tramo de la película, Mme. Gèquil, la profesora que encarna Isabelle Huppert, se gana todas las simpatías de los que son profes como ella: los alumnos de su clase de física parecen más allá de toda redención posible. Luego, le cae encima un rayo y adquiere «poderes» (no pregunten; para más referencias, consulten la tesis de R.L. Stevenson). Son de carácter más bien eléctrico, lo que se aviene bien con su competencia en el campo de la física. Pero no los utiliza, como quizá podría uno esperar, contra sus irrespetuosos alumnos. Ni tampoco su lado Hyde le hace desarrollar sus peores instintos.
De hecho, la referencia al mito de Stevenson acaba disolviéndose como un azucarillo, sin mayores consecuencias: no se sabe bien a santo de qué se le convoca. Ni película de terror ni crítica del sistema escolar francés ni reflexión sobre la dualidad del alma humana, la falta de definición o de dirección de la película podría parecer un mérito pero se convierte en un lastre insalvable. La cada vez más frágil y etérea Huppert justifica, como siempre, el desplazamiento. Pero el placer de verla, incluso el de verla un poco en la vena de «X-Men», no impide que según nos aburrimos pensemos en la profe que hacía en «El porvenir» o la mujer empoderada que bordaba en «Elle», de Paul Verhoeven, por citar sólo dos de sus últimas maravillas interpretativas. No Recomendada.


Marisa en los bosques. (España, 2017). Dir. Antonio Morales. 
Premio del Público en el Festival de Cine Español de Alicante 2018.
Película a caballo entre el drama y la comedia interpretada por Patricia Jordá, Aida de la Cruz, Mauricio Bautista, Yohana Cobo, Carmen Mayordomo, Resu Morales, Xabier Murúa, Ibán Malo y Carmen del Conte.
Con la mirada puesta en el cine independiente estadounidense y con una protagonista femenina omnipresente que parece inspirada en algún personaje interpretado por Greta Gerwig, la ópera prima de Antonio Morales, financiada por crowfunding es una especie de cuento de hadas en clave de comedia urbana que sigue el devenir de una treintañera que pierde el rumbo, tanto literal como metafóricamente, después de recibir una trágica noticia.
Como una ingenua Alicia en un país sin maravillas, vaga en busca de sí misma y de respuestas a preguntas sin respuestas que, por supuesto, no le serán facilitadas por los peculiares y estrambóticos personajes con los que se irá cruzando. La puesta en escena de Morales está marcada por la maximización de los escasos recursos de que dispone y su principal baza son unos diálogos frescos y naturales y, en algunos casos, hasta rayanos en el surrealismo. Patricia Jordá logra una notable composición de la neurótica y verborreica Marisa del título. No Recomendada.


Los cinco y el valle de los dinosaurios. (Alemania, 2017). Dir. Mike Marzuk. 
Nueva entrega de la saga literaria de “Los cinco”.
Cine familia, aventuras y dinosaurios, interpretado por Marinus Hohmann, Ron Antony Renzenbrink, Amelie Lammers, Allegra Tinnefeld, Jacob Matschenz, Peter Prager, Melika Foroutan, Dirk Borchardt y Jürgen Tarrach.
Quinta película de 'Las aventuras de los Cinco', basada en la saga literaria de Enid Blyton. Julian, Dick, Anne y George pasan sus vacaciones divirtiéndose junto con Timmy. Un día, los Cinco conocen a Marty Bach, un joven algo estrafalario que les dice que su padre, tristemente fallecido, había descubierto un esqueleto de dinosaurio entero e intacto. Sin embargo, Marty no puede encontrarlo porque le han robado el código que revelada las coordenadas de donde estaba, Marty cree que el esqueleto están en el mítico Valle de los Dinosaurios, en el que se conservan varios fósiles de dinosaurios. Los Cinco decidirán ayudar a Marty a encontrar el esqueleto del dinosaurio, ya que, corren peligro de caer en manos de gente irresponsable, pero no solo el esqueleto, sino también el Valle de los Dinosaurios. Una nueva aventura de los Cinco, en la que se unirán para proteger el pasado. Ya sabe, cine para babys. No Recomendada.


Ana y Bruno. (México, 2017). Dir. Carlos Carrera. 
Película de animación mexicana. 
'Ana y Bruno' es una cinta de animación que adapta la novela 'Ana', de Daniel Emil, a la gran pantalla. La historia está protagonizada por una pequeña que, con la ayuda de unos seres imaginarios de lo más variopintos, busca escaparse de un hospital psiquiátrico para ir a buscar a su padre. La cinta pudo verse en 2017 en el Festival de Annecy, el festival de animación más grande del mundo. Mezclando una trama dirigida en su mayoría al público infantil con una cierta oscuridad, el ganador de la Palma de Oro por 'El héroe' y nominado al Oscar por 'El crimen del padre Amaro', Carlos Carrera, se pone al frente de la dirección de esta cinta que cuenta con la voz, entre otros, del actor Damián Alcázar ('Narcos'). Aunque la película no tiene una factura impecable resulta una bocanada de esperanza para el cine de animación en México y una de las películas animadas más humanas de los últimos años. La pelota en sus tejados… No Recomendada.

jueves, 20 de septiembre de 2018

La música en el Cine: Historia de Nuestras Bandas Sonoras (1)

Programa nº 014 de "La música en el Cine".
21 de septiembre de 2018.  Radio Tomares (92.0 FM)

"La música en el Cine" es un programa de Linterna Mágica en Radio Tomares

viernes, 14 de septiembre de 2018

Los estrenos en Sevilla de 14-09-2018


7 películas se estrenan el 14 de septiembre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres son producciones estadounidenses, dos españolas, una argentina y una italiana. Esta semana se queda sin editar en Sevilla tres películas españolas “Penélope” (Eva Vila, 2017), que tuvimos ocasión de ver en el SEFF´2017 (Festival de Cine Europeo de Sevilla 2017), “Marisa en los bosques” (Antonio Morales, 2017), presente en el Festival de Cine de Alicante 2018; y la comedia “Contigo no, bicho” (Álvaro Alonso y Miguel A. Jiménez, 2018). Además de estas tres películas españolas, se queda sin estrenar en nuestra ciudad la película danesa “Iqbal y el superchip” (Oliver Zahle, 2016). Lamentamos las ausencias en nuestra cartelera y pasamos al repaso semanal de costumbre.


Todos lo saben. (España, 2018). Dir. Asghar Farhadi.
Sección Oficial del Festival de Cannes 2018.
Thriller psicológico interpretado por Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez, Ramón Barea e Inma Cuesta.
La música corre a cargo de Alberto Iglesias.
Nueva película del director iraní Asghar Farhadi, ganador de dos Oscars de Hollywood por “El viajante” y “Nader y Simin, una separación”.
Laura viaja con su familia desde Buenos Aires a su pueblo natal, en España, para asistir a la boda de su hermana. Lo que iba a ser una breve visita familiar se verá trastocada por unos acontecimientos imprevistos, que sacudirán las vidas de los implicados.
En “Todos lo saben”, Fashadi desdeña utilizar estudios sofisticados para plasmar las emociones. Su cámara se mueve con convicción, destreza e intensidad en los interiores y los exteriores de un pueblo que inicialmente rebosa alegría ante la celebración de una boda. Tiempo de reencuentros, de dicha compartida, de familiares, amigos y vecinos celebrando una plenitud amorosa y deseándole que tenga futuro. Noche festiva, etílica, cantarina y danzarina. Todo se desmorona y hace explotar una tormenta anímica de consecuencias devastadoras cuando desaparece la hija de una mujer que emigró a Argentina, formó una familia y ha regresado a su pueblo natal para asistir a la boda de su hermana. A partir de algo tan enigmático y desasosegante, Farhadi despliega su poderío sentimental para hablar del pasado y de la huella imborrable que puede causar en los que lo padecieron o lo disfrutaron (o ambas cosas), de las simas de dolor y de pérdida que pueden ocultarse detrás de la aparente normalidad, de la incertidumbre y del miedo, de la necesidad de encontrar culpables, de complicidades sórdidas, de que la apariencia y la realidad pueden mantener una guerra ancestral, de secretos difícilmente confesables.
Farhadi saca nota en su salto al cine español gracias a unos actores, encabezados por Bardem y Cruz, en perfecta sintonía. Recomendada.


Los amores cobardes. (España, 2018). Dir. Carmen Blanco. 
Mejor Dirección y Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Alicante 2018.
Drama romántico interpretado por Blanca Parés, Ignacio Montes, Anna Coll Miller, Tusti de las Heras, Agustín Otón y David Mora.
El estreno hace apenas una semana de “Las distancias”, de Elena Trapé, y hoy mismo de “Los amores cobardes”, ópera prima de la gaditana Carmen Blanco, demuestra una vez más la preocupación de los jóvenes directores españoles por el reflejo de las relaciones interpersonales en la treintena de edad, las amorosas y las amistosas, las familiares y las meramente sociales. Un universo capaz de hacerte salir a flote y hundirte en el barro, despertarte o estrellarte con la vida, con lo que te une y te separa de los que se supone que son los tuyos. Los que te conmueven, aman y bien te partirán el alma.
Pequeñísima producción de bajo presupuesto y aliento intimista, de cámara, la película de Blanco presenta a sus personajes de un modo, en principio, muy atractivo: es la sutileza de los gestos en soledad la que dibuja caracteres, y no la mera información. Sin embargo, con la llegada de las secuencias de grupo, discretas en las interpretaciones y mucho más enfatizadas por el diálogo, comienzan a abrirse las costuras. Se van introduciendo demasiados interludios musicales que, si no son para rellenar, al menos lo parece, y las conversaciones sobre cultura suenan impostadas (no por lo que dicen, sino por cómo lo dicen, por cómo se encajan), culturetas en el peor sentido de la palabra.
En lo formal, tiene mérito la textura lograda en la fotografía de exteriores nocturnos, pero la imagen de los interiores, acogotada además por el abuso del primer plano y el vacío de los espacios, ofrece una impresión menos austera que ordinaria, de cortometraje con el que se está empezando a adquirir profesionalidad mientras se filma.
Blanco ofrece sensibilidad, pero, aunque no haya nada especialmente frustrante en la película, tampoco hay nada con lo que sacar la cabeza de la medianía, de un digno pero discreto esfuerzo en todos los ámbitos de la creación, que, al menos esta vez, no ofrece frutos. Recomendada (con reservas).


Predator. (USA, 2018). Dir. Shane Black.
Secuela de “Predators” (2010)
Ciencia-ficción con extraterrestres de pro medio, interpretada por Olivia Munn, Boyd Holbrook, Trevante Rhodes, Sterling K. Brown y Jacob Tremblay.
El score compuesto por Henry Jackman.
Desde los confines del espacio hasta los suburbios de las pequeñas ciudades, la búsqueda llega a la casa de la reinvención por Shane Black de la saga "Predator". Ahora, los cazadores más letales del universo son más fuertes, más inteligentes y más mortales que nunca, y se han mejorado genéticamente con ADN de otras especies. Cuando un niño accidentalmente desencadena su regreso a la Tierra, solo un grupo de ex soldados y una profesora de ciencias podrán evitar, quizá el fin de la raza humana...
Explicar en estas líneas el argumento de “Predator” sería dar a la película demasiadas vueltas. Baste decir que incluye referencias al calentamiento global, a la ingeniería genética, a las corruptelas gubernamentales y a las normas de la comunidad depredadora, y un niño con asperger. Black no parece tener tiempo de pensar en la lógica narrativa; está demasiado ocupado aumentando el número de muertos y encadenando un gag tras otro, buena parte de los cuales funcionan.
“Predator” avanza a ritmo frenético, y en ningún momento provoca un ápice de amenaza o de tensión dramática. E incluye tantos personajes y esbozos de ideas prometedoras que en última instancia da la sensación de ser más una serie de divertidas escenas que un todo cohesivo. Sea como sea, al final de la película queda abierta la puerta a una secuela. Sin duda será tan innecesaria como esta, pero eso no tiene por qué suponer un problema grave siempre y cuando se tome a sí misma tan poco en serio. No Recomendada.


Book Club. (USA, 2018). Dir. Bill Holderman.
Comedia interpretada por Diane Keaton, Jane Fonda, Candice Bergen, Mary Steenburgen, Andy García, Craig T. Nelson, Alicia Silverstone, Don Johnson y Richard Dreyfuss.
Unas fotos de los cuatro personajes principales en su juventud, cuando debían rondar los veintitantos años de edad, abren los primeros minutos de “Book Club”, como detalle narrativo que informa al espectador sobre su larga relación de amistad. Sin embargo, esas imágenes conjuntas tienen también una brutal contrapartida, al llevar de forma irremisible a un pensamiento que es una losa para la propia película: el atroz contraste entre las historias que interpretaban en la década de los setenta Diane Keaton, Jane Fonda, Candice Bergen y Mary Steenburgen, y la que protagonizan ahora. Algo que nada tiene que ver con la edad y seguramente sí con el estado del cine. Del atrevimiento, la singularidad, la modernidad, la trascendencia y la frescura, tanto social como cinematográfica, de obras como “Annie Hall”, “Buscando al señor Goodbar”, “Julia”, “California Suite”, “Conocimiento carnal” y “Camino del Sur”, al adocenamiento, la espesura, la gracia meliflua y el romance lánguido de “Book Club”.
A través del círculo de lectura formado por cuatro mujeres alrededor de la edad de jubilación, la película, con aires de picante comedia otoñal de amor y lujo, indaga en el estado emocional de una peña felizmente heterogénea en lo personal y en lo profesional: una casada que ha ido olvidando lo que es el sexo; una divorciada liberada y sin complejos; una viuda reciente, y una triunfadora en el trabajo que solo parece vivir para lo laboral. Pero las tres novelas elegidas, a libro por mes para el arco de tiempo en que se desarrolla el relato, no pueden ser mejores exponentes de la vía que han elegido Bill Holderman, director y escritor, y su coguionista, Erin Simms. Sí, lo han adivinado, la trilogía de “50 sombras de Grey”.
Así, la comedia está asentada en los dobles sentidos de los diálogos, con términos como “desatascar” (que sale al menos dos veces), y ambigüedades como “la puesta a punto” (de la moto) y la necesidad de “lubricante”, todo ello mientras uno de los personajes masculinos, en el colmo de la sutileza, se come un plátano. Una decisión tonal que acaba de reforzarse cuando otro de los gags se establece a partir de la mentira de lo que están leyendo ese mes en el club: Moby Dick, en lugar de la trilogía de E. L. James (cualquiera con ciertos conocimientos de inglés lo pillará sin problema).
Por suerte, del desastre de la comedia se pasa a un puñado de conversaciones mayores, y bastante más interesantes, sobre la inevitable decadencia del cuerpo, la fuerza de la costumbre en el matrimonio, y la peligrosa necesidad de vender “tu sentido de la vida” en las redes sociales, casi como una pegatina en la frente. Pero son apenas unas migajas en un conjunto que nunca merece la presencia de un cuarteto interpretativo tan formidable. No Recomendada.


Una casa, la familia y un milagro. (Italia, 2017). Dir. Augusto Fornari.
Comedia familiar italiana protagonizada por Valentina Chico, Marco Conidi, Libero De Rienzo, Luigi Diberti y Antonio Fornari.
Ser fan del cine italiano es un sufrir, y, de la commedia all’italiana, más todavía. Así pues, calcúlense las perspectivas al saber que la crítica transalpina le había arreado la del pulpo al debut de Augusto Fornari. ¿Merecía la cinta el vapuleo? Pues en parte sí, tratándose de una comedia cuya gracia se extingue casi del todo tras los primeros tres cuartos de hora. Por otra parte, sin embargo, “Una casa…” presenta rasgos redentores en sus detalles de chispa visual (los muebles que componen mensajes, el coro griego de enfermos a semejanza de las monjas de El Decamerón) y en unos protagonistas que se hacen querer incluso siendo clichés. Especialmente el personaje de Lino Guanciale, ese profesor de tenis cuya jeta de cemento armado habría merecido la aprobación de Alberto Sordi. No Recomendada.


Testigo de otro mundo. (Argentina, 2018). Dir. Alan Stivelman.
Documental sobre ovnis.
El propio director, Alan Stivelman, ejerce de hilo conductor en este documental que investiga sobre el caso de un gaucho que, de niño, a finales de los años 70, dijo haberse encontrado con un OVNI, una experiencia traumática que marcó su vida y le convirtió en un ser solitario, atormentado y ultrasensible.
El cineasta localiza al personaje 40 años después y juntos intentan encontrar explicaciones mediante una búsqueda que les lleva a encontrarse con diversos líderes espirituales guaraníes y algunos terapeutas y científicos, como el doctor Jacques Vallée, asesor de Spielberg en “Encuentros en la tercera fase”, en un relato formalmente impecable, que hace alarde de una verdadera puesta en escena y llega a escenificar con ademanes de desacomplejada ficción unas cuantas experiencias paranormales, de manera que el tono va fluctuando de la curiosidad etnográfica a un puñado de especulaciones sobre la espiritualidad o el sentido de la vida, hasta parecerse por momentos a algún sofisticado tratado de autoayuda. No Recomendada.


Al aire, patos. (USA, 2018). Dir. Christopher Jenkins. 
Película de animación coproducida entre USA y China.
Banda sonora compuesta por Mark Isham.
Christopher Jenkins, experto en los efectos visuales de películas de animación de Disney, debuta en la dirección de largometrajes con esta película asiática dirigida fundamentalmente al público infantil menor de 10 años, y que tiene todos los elementos para que guste a los más pequeños, entre ellos unos personajes entrañables con los que se encariñarán y algunas situaciones de acción sencillas sin necesidad de estar rodadas a un ritmo muy rápido.
El protagonista es Max, un ganso torpe y que al principio se ganará la enemistad de los que le rodean, siendo el hazmerreír de los de su misma especie. Pero con el paso de los minutos ese animal irá cogiendo experiencia y terminará por ser el salvador y se llevará bien con los polluelos, a los que acompaña y ayuda en situaciones de peligro.
Una película que tiene un diseño de animación bastante clásico que encaja muy bien con la historia y que tiene como uno de los puntos fuertes, como casi siempre en este tipo de películas infantiles, al " malo " que en esta ocasión es un felino hambriento y que quiere comerse al grupo de gansos que iban al Valle feliz. Todo demasiado infantil. No Recomendada.