martes, 28 de febrero de 2023

Ellas hablan (Sarah Polley, 2022)

 

Título original: Women Talking. Dirección: Sarah Polley. País: USA. Año: 2022. Duración: 86 min. Género: Drama.

Guión: Sarah Polley, Miriam Toews (basada en una novela de Miriam Toews). Música: Hildur Guðnadóttir. Fotografía: Luc Montpellier. Producción: Hear/Say Productions, Plan B Entertainment. Distribuidora: Orion Pictures, United Artists Releasing.

Nominada al Oscar 2022 a Mejor Película y Mejor Guión Adaptado.

Fecha del estreno: 17 Febrero 2023 (España).

 

Reparto: Rooney Mara, Claire Foy, Ben Whishaw, Jessie Buckley, Frances McDormand, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Liv McNeil, Kate Hallett, Nathaniel McParland, Abigail Winter, Will Bowes, Eli Ham, Kira Guloien, Emily Mitchell, Shayla Brown, Vivien Endicott Douglas, Lochlan Ray Miller.

 

Sinopsis:

Un grupo de mujeres, en una colonia religiosa aislada en medio de Bolivia, luchan por reconciliarse con su fe tras una serie de agresiones sexuales cometidas por los hombres de la colonia.

 

Comentarios: 

Ellas hablan es una alegoría política situada en un lugar abstracto y ajeno al tiempo real, una arcaica comunidad agrícola y religiosa, pero que se inscribe en un contexto histórico muy concreto, el del movimiento Me Too, un tsunami de sororidad feminista que ha marcado un antes y un después en la impunidad de los depredadores sexuales. Por supuesto, ni todos los hombres son violadores o babosos ni todas las mujeres somos víctimas. Pero más allá de este cliché, por desgracia, muy pocas han crecido ajenas a las tremebundas historias de violencia y abusos que desde niñas hemos leído, escuchado y visto, y mucho, en el cine.

Las atrocidades cometidas con nuestros cuerpos han dado infinito juego en la pantalla. Y eso incluye sobrecogedoras elipsis, como la de la violación de la niña de Paisaje en la niebla, obra maestra de Theo Angelopoulos, al explícito regusto por los detalles más escabrosos y repugnantes de la tristemente célebre violación de Irreversible, de Gaspar Noé.

Ellas hablan es una película abiertamente militante que juega con el poder del fuera de campo (la cultura de la violación está en la conciencia colectiva y con acierto Sarah Polley descarta filmarla) para centrarse en el simbolismo político de su propuesta, una alegoría que nace en el mismo arranque del filme, cuando en la pantalla se puede leer la frase “Lo que sigue es un acto de imaginación femenina”. Esa emocionante proclama pone el listón muy alto, quizá demasiado alto, a una película llena de divagaciones sobre la justicia y la venganza, la resistencia, el mal, el amor e incluso el pacifismo que entroncan con la tradición más combativa del teatro político-documento.

El argumento se basa en la novela homónima de 2018 de la canadiense Miriam Toews, quien se inspiró en una historia real ocurrida entre 2005 y 2009 en la colonia menonita de Manitoba, situada en Bolivia. Allí, más de 150 mujeres y niñas, algunas de hasta tres años, sufrieron los continuos abusos de una serie de hombres de su comunidad que las drogaban con anestesia para animales mientras dormían. Las mujeres se despertaban mareadas, llenas de moratones, semen y sangre, mientras el resto de los hombres señalaban al más allá, a un castigo divino, a Satanás e incluso a las mentes fantasiosas de las víctimas. Hasta que la verdad cayó por su propio peso. Toews, que también había vivido en una comunidad menonita —muchos la recordarán como el personaje de Esther en la fascinante Luz silenciosa, del mexicano Carlos Reygadas—, convirtió el trauma por aquellos indigeribles sucesos en una imaginaria conversación entre las mujeres de diferentes generaciones de Manitoba.

De la mano de un atractivo coro de grandes actrices, algunas tan conocidas como Frances McDormand, Rooney Mara, Claire Foy y Jessie Buckley, Polley evita los hechos concretos para reproducir entre las vigas de madera de un granero la discusión clandestina que surge entre las víctimas y que obedece a tres impulsos: no hacer nada y pasar página, quedarse y luchar para que se haga justicia o marcharse, ser excomulgadas y errar sin rumbo en busca de una nueva vida. Los pros y contras, los puntos de vista de las ancianas frente a las más jóvenes, centran un filme que subraya el poder de la sororidad, pero sin cavar demasiado hondo en otras ideas subyacentes.

Polley, la actriz de, entre otras, Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet, debutó como directora en 2006 con Lejos de ella, adaptación de una historia de su compatriota canadiense Alice Munro que ya demostraba el rigor en la mirada de una directora con un estilo muy vinculado a la tradición del cine independiente americano. En Ellas hablan —candidata al Oscar a la mejor película y al mejor guion adaptado—, Polley guía al espectador a través de la voz narrativa de una de las más jóvenes del grupo de mujeres. La batalla dialéctica intergeneracional que propone el filme oscila entre la puesta en escena teatral del granero y una serie de postales sensoriales en las que los espacios domésticos, las trenzas de niñas y los campos labrados conforman el espacio de la supervivencia. La presencia masculina se reduce a una sombría abstracción, los hombres son una nube amenazante que tiene su contrapunto en el único hombre adulto que aparece en pantalla, el maestro de los hijos varones, sin que la centralidad de su figura (en el libro de Toews él es el narrador) cuaje del todo. La película se atasca a veces en sus subrayados y aunque el rabioso silencio del personaje de Frances McDormand sobrecoge, se echa en falta más recorrido para su reprimida voz. Con todo, Sarah Polley es valiente y se atreve a tomar partido, convirtiendo su decisión final en una fuerza utópica capaz de sanar el trauma colectivo. (Elsa Fernández-Santos)

Recomendada.




lunes, 27 de febrero de 2023

Series de TV: Patria (2020)

 

Título original: Patria. Temporada: 1. Episodios: 8. Año: 2020. País: España. Género: Drama. Estreno: 27 Septiembre 2020 (HBO).

Creación: Aitor Gabilondo. Dirección: Félix Viscarret, Óscar Pedraza. Guión: Aitor Gabilondo (basado en la novela de Fernando Aramburu). Fotografía: Álvaro Gutiérrez, Diego Dussuel. Música: Fernando Velázquez. Producción: HBO España, Alea Media. Distribuidora: HBO España.

 

Reparto: Elena Irureta (Bittori), Ane Gabaraín (Miren Uzkudun), Loreto Mauleón (Arantxa Garmendia), Susana Abaitua (Nerea Lertxundi), Mikel Laskurain (Joxian Garmendia), José Ramón Soroiz (Jesús María “Txato”), Jon Olivares (Jose Mari Garmendia), Eneko Sagardoy (Gorka), Iñigo Aranbarri (Xabier Lertxundi), Javier Beltrán, Alvar Gordejuela, Nagore Aranburu, Manuel Morón, Alba Brunet, Jesús Gallo, Begoña Maestre, Bruno Martín, María Isabel Díaz, Marcel Borrás, Lander Otaola, Fernando Guallar, Mario Mayo, Patxi Santamaria, Johanna Wallmeier, Adolfo Fernández, Txema Blasco, Carlos Serrano, Mikele Urroz, Belén Cruz, Chechu Salgado, Simón Ramos, Naiara Carmona, Loli Astoreka, Iñigo de la Iglesia, Leire Zuazua.

 

Sinopsis:

Basada en la novela de Fernando Aramburu, que abarca 30 años del conflicto vasco y estudia el impacto del mismo sobre la gente común, como la viuda de un hombre asesinado a tiros por la banda terrorista ETA, que vuelve a su pueblo natal tras el alto el fuego de 2011, o la madre de un etarra encarcelado.

 

Comentarios:

Nunca tuve demasiada paciencia, ni obligación cultural, ni esfuerzo, ni espíritu de sacrificio para encontrar el paraíso al final del túnel ante los libros que me aburrían, me resultaban incomprensibles y herméticos, no me arañaban ninguna fibra emocional. Y algunos de ellos habían recibido todo tipo de bendiciones académicas y certificado de arte mayor. Me ocurría lo mismo con el cine. O con determinados seres humanos. Suponían una pérdida de tiempo, cuando aún creías que este servía para otorgarte cosas gozosas. Pero era maravilloso cuando no podías ni querías dejar de leer una novela, disfrutar con cada una de sus páginas, sentirte transportado a un universo magnético, temer la llegada del final. Son libros a los que sigo retornando, sin que aparezca jamás la decepción, que me siguen provocando las inolvidables sensaciones de la primera vez que los visité.

Me ocurrió hace unos años con el descubrimiento temprano de la novela de Fernando Aramburu Patria. Lo hice antes de que aparecieran críticas, reseñas y análisis que la avalaran. La devoré de un tirón (solo interrumpido por la necesidad de dormir), fascinado por los personajes, las situaciones y la atmósfera, intrigado por su desarrollo con temblor hacia la sanguinaria sordidez de lo que narraba, admirando su compleja descripción de todos y de todo, contagiado por su tristeza y su desolación, expectante ante su imprevisible desenlace. Al parecer, esas sensaciones fueron compartidas por infinitos lectores. Es lo que ocurre algunas veces con algo que recibe la definición de clasicismo.

Y, por supuesto, tuve dudas cuando me enteré de que iban a realizar una serie de televisión adaptando un libro tan poderoso. A su favor jugaba el hecho de que la iba a producir la marca HBO, creadora de las mejores series que se han hecho en el siglo XXI, capaz de lograr auténtico arte en un formato que casi siempre había optado por lo convencional, la mediocridad, lo previsible. Inevitablemente, ese sello podía implicar garantía de cierta calidad, la apuesta de los más dotados por una novela imprescindible que había supuesto un fructífero terremoto en las librerías de este país.

El encargado de tarea tan arriesgada, el guionista y creador de la serie, ha sido Aitor Gabilondo, alguien que había dado con la fórmula del éxito comercial en varias producciones exhibidas por Telecinco. Series como El Príncipe y Vivir sin permiso, productos hábiles, a la medida de las apetencias del consumidor y que personalmente me provocaron más frío que calor, tan triunfantes como olvidables. Y después de tanto anhelo por constatar cómo se habían portado las imágenes cinematográficas con las palabras escritas de Aramburu, me citan en una sala para ver Patria. Se compone de ocho capítulos. La veo en dos sesiones. Podría haberlo hecho en una sola. Sin que apareciera ni un momento de fatiga. Han logrado un resultado magnífico, una adaptación tan creíble como apasionante de ese relato denso, terrorífico, lleno de sombras y de algunas luces, de seres humanos en circunstancias permanentemente violentas y trágicas, de gente quebrada y ya para siempre a la deriva por el zarpazo de un monstruo llamado ETA que duró cinco décadas. Todo es verosímil en ella. El ambiente, el lenguaje, lo que se muestra y lo que se sugiere, la acción y la reflexión, la ausencia de maniqueísmo, la descripción de una pesadilla que parecía inacabable, los afectos traicionados, el silencio cómplice o temeroso del entorno hacia las víctimas, el fanatismo y sus brutales consecuencias, la ejecución física y moral que ejercen los asesinos y las torturas que les aplica el Estado al detenerlos, la amenaza, el odio y el consecuente pavor como protagonistas de una sociedad alarmantemente enferma.

Félix Viscarret dirige los cuatro primeros episodios y Óscar Pedraza los restantes. Con mucho mérito. Y detrás de todo ello hay un trabajo inteligente, cuidadoso y homérico del inventor, Aitor Gabilondo.

No veo el nombre de Fernando Aramburu en los guiones, pero quiero imaginar que reconocería como suyo el mundo que retratan las imágenes. La elección de todos los elementos que componen Patria ha sido tan meditada como audaz. Y aciertan. La credibilidad que aportan los excelentes y para mí desconocidos intérpretes, casi todos ellos vascos, es absoluta. Igualmente la trama, los diálogos, los escenarios interiores y exteriores, el ritmo, la excepcional fotografía, el clima, el lenguaje externo e interno.

No hay nada que deje de interesarme en Patria. Me provoca muchos y agradables sentimientos. Es la serie que más me ha gustado (y no me olvido de la primera y brillante temporada de La peste) de todas las que se han realizado en este país. HBO ha estado a la altura de su prestigio. Desconozco cómo funcionará Patria en las audiencias. Pero su calidad es transparente, ahí está. Aitor Gabilondo y su equipo pueden dormir tranquilos. (Carlos Boyero)

Recomendada.




domingo, 26 de febrero de 2023

Rabiye Kurnaz contra George W. Bush (Andreas Dresen, 2022)

 

Título original: Rabiye Kurnaz gegen George W. Bush. Dirección: Andreas Dresen. País: Alemania. Año: 2022. Duración: 125 min. Género: Drama.

Guión: Laila Stieler. Música: Johannes Repka, Cenk Erdogan. Fotografía: Andreas Höfer. Montaje: Jöng Hauschild. Sonido: Peter Schmidt. Producción: Claudia Steffen, Christoph Friedel.

Premio al Mejor Guión y Mejor Interpretación Principal (Meltem Kaptan) en el Festival de Cine de Berlín 2022.

Fecha del estreno: 3 Febrero 2023 (España).

 

Reparto: Meltem Kaptan, Alexander Scheer, Charly Hübner, Nazmî Kirik, Abak Safaei-Rad, Alexander Hörbe, Sevda Polat, Abdullah Emre Öztürk, Cornell Adams.

 

Sinopsis:

Rabiye Kurnaz es una mujer aparentemente corriente, excepto porque es un terremoto. Cuidando de sus hijos y mucho más, es la que lleva la batuta en su casa de Bremen. Poco después de los ataques del 11-S, en 2001, su hijo Murat es acusado de terrorismo y es uno de los primeros enviados a la cárcel de Guantánamo. Esto marca el inicio de un viaje hacia el corazón de la política mundial para esta decidida mujer alemana-turca. Acompañada del abogado de derechos humanos Bernhard Docke, luchará por la liberación de su hijo.

 

Comentarios: 

El lugar donde instala su mirada el director alemán Andreas Dresen es lo que le da una consistencia especial a esta historia, basada en hechos reales y que contiene un gigantesco drama en su interior, pero es el punto de vista del director el que permite reconstruirla con un tono cercano a la comedia. El punto de vista del director y la personalidad de su actriz principal, Meltem Kaptan.

Un joven turco que vive en Bremen entra en la lista de sospechosos, justo después de los atentados terroristas del 11-S, y es capturado y llevado a la cárcel de Guantánamo, donde pierde sus derechos civiles y permanece sin posible contacto con su familia o posibilidades de defensa legal. También pierde contacto con la película, pues Andreas Dresen concentra su punto de vista en la madre de ese joven y el viaje kafkiano que emprende, junto a un abogado entusiasta, por el laberinto funcionarial, diplomático y legal para devolverlo a casa, o que al menos sea acusado y juzgado por algo.

Ni es nuevo en el cine ‘el asunto Guantánamo’ y mucho menos ‘el asunto madre coraje’, pero el director encuentra novedad en esa mujer pasada de kilos y de vehemencia, que endulza su drama con el mismo arte que su pastel de manzana y que va de aquí para allá como la ganadora de un concurso de Master chef; y desde luego, el hallazgo de esa actriz, Meltem Kaptan, merece la compañía y disfrute de ese viaje. El trabajo de Dresen es muy permeable al frescor y naturalismo de esa familia turcoalemana, y también al ambiente social y político que se maneja en el bufete de abogados, con lo que construye una película simpática y entrañable sobre un turbio estercolero. (Oti Rodríguez Marchante)

Recomendada.



sábado, 25 de febrero de 2023

El triángulo de la tristeza (Ruben Östlund, 2022)

 

Título original: Triangle of Sadness. Dirección: Ruben Östlund. País: Suecia. Año: 2022. Duración: 147 min. Género: Comedia dramática.

Guión: Ruben Östlund. Fotografía: Fredrik Wenzel. Música: Mikkel Maltha, Leslie Ming. Montaje: Ruben Östlund, Mikel Cee Karlsson. Sonido: Jonas Rudels, Jacob Ilgner. Dirección de Arte: Gabriel de Knoop, Daphne Koutra. Producción: Erik Hemmendorff, Philippe Bober.

Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes 2022. 3 nominaciones a los Premios Oscar 2022 (incluida Mejor Película).

Fecha del estreno: 17 Febrero 2023 (España).

 

Reparto: Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly De Leon, Woody Harrelson, Vicki Berlin, Henrik Dorsin, Sunnyi Melles, Jean-Christophe Folly, Iris Berben, Arvin Kananian, Amanda Walker, Alicia Eriksson, Malte Gårdinger, Nana Manu, Hanna Oldenburg, Oliver Ford Davies, Linda Anborg, Carolina Gynning, Camilla Läckberg, Mira Uszkureit, Thobias Thorwid, Jiannis Moustos, Timoleon Gketsos, Ralph Schicha.

 

Sinopsis:

Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.

 

Comentarios:

El título Triangle of sadness (Triángulo de tristeza) hace referencia al ceño fruncido que los modelos e influencers siempre deben evitar. Ese gesto que, según los adictos al bótox, tanto afea la cara. Con ese título tan paródico como poético, el cineasta sueco Ruben Östlund, ganador en 2017 de la Palma de Oro por su caricatura del mundo del arte contemporáneo en The Square, presentó en Cannes 2002 su película y se alzó con la Palma de Oro. Una mordaz sátira sobre el culto al dinero y el naufragio del insostenible sistema de clases del mundo actual. Con sobrada inteligencia y gracia, Östlund se atreve a chapotear en todo tipo de charcos, incluidos los de las guerras culturales y de género.

Triangle of sadness arranca en un casting de modelos masculinos donde conoceremos a uno de los personajes principales del filme, Carl. Por un momento parece que nos adentramos en una versión nórdica de Zoolander, pero no. Estructurada en tres episodios, en el primero asistiremos a una pelea de Carl con su novia, Yaya, una guapa influencer. Una bronca tan prosaica como reveladora alrededor de quien paga la cuenta de una cena en un restaurante de lujo. La discusión es el perfecto preámbulo para toda la metralla que vendrá después cuando la pareja, ya en el segundo acto del filme, se embarca en un yate de lujo para pasar unas vacaciones pagadas gracias a su salvoconducto de guapos y famosos. La ligereza del tono y las imágenes, su ritmo colorista y veloz, se abren paso a una ácida mirada sobre un mundo grotesco, tan insostenible como patético.

Lo que ocurre dentro del microcosmos del yate de lujo es un desparrame total sobre el delirio en el que vivimos. A través de un coro de personajes tan absurdos como reales, Östlund compone un cuadro de una precisión surreal. La película está plagada de hallazgos, pero entre los más inolvidables figura el crescendo de la borrachera del capitán del barco, “un americano comunista” maravillosamente interpretado por el actor estadounidense Woody Harrelson, que culmina con un inolvidable mano a mano con uno de los viajeros, “un ruso capitalista”, entre citas de Marx, Lenin y Mark Twain: “Nunca discutas con un idiota, te hará bajar a su nivel y te vencerá por experiencia”, sentencia el capitán. (Elsa Fernández-Santos)

Recomendada.




viernes, 24 de febrero de 2023

Agustí Villaronga (1953-2023)

 

Agustí Villaronga nació el 4 de marzo de 1953, en Palma. Tras licenciarse en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Barcelona, Villaronga entró en el Institut del Teatre, la escuela oficial de artes escénicas de Barcelona, donde cursó escenografía, un arte que mantuvo presente en todo su cine (no hay más que recuperar su último filme estrenado, El vientre del mar). Como actor incluso participó en una gira de la compañía de Núria Espert con Yerma. De ahí pasó al cine, en papeles en El fin de la inocencia (1977), El último guateque (1978) o Perros callejeros II (1979). Sin embargo, fue el productor Pepón Corominas quien le cambió el paso y lo recondujo al vestuario, labor en la que trabajó en La plaza del diamante (1982). De paso, ya estaba dirigiendo cortos como Anta mujer (1975), Al Mayurka (1976) y Laberinto (1980).

 

Villaronga se estrenó como director de largometrajes con Tras el cristal (1986), protagonizada por Marisa Paredes y Günter Meisner, un drama marcado por el terror psicológico que palpitaba en el guion, que se centraba en el final de un viejo nazi que había abusado de decenas de niños en sus años de poder, y que se proyectó en el festival de Berlín. Capaz de mutar de registro, en 1989 participó con El niño de la luna en Cannes (Goya a guion original y candidatura a dirección), un salto al género fantástico con Maribel Martín —que la producía— y Lucía Bosé. La acogida tibia que recibió le llevó a trabajar en una pastelería, como recordaba hace poco más de un año: “Ya ni sabría cómo hacer pasteles... Estuve siete años fuera de circulación, y dudé, dudé mucho sobre si dirigiría de nuevo”.

 

El cineasta luchó durante un tiempo por adaptar la novela de Mercè Rodoreda La mort de primavera; al no lograr productor, acepta un encargo: llevar al cine otro libro, este de Georges Simenon, El pasajero clandestino, que además supuso el inicio de su relación profesional y de amistad con la productora Isona Passola. Después llegarían 99.9, en 1997, Mélies de Plata a la mejor película fantástica europea en el festival de Sitges; El mar (2000), un drama sobre la homosexualidad premio Manfred Salzberger al cine independiente y de nueva creación en el festival de Berlín; y el falso documental Aro Tolbukhin (en la mente del asesino) (2002), un filme que sorprendió en el certamen de San Sebastián y que ha ido ganando adeptos con el tiempo.

 


Sin embargo, la popularidad y el reconocimiento generalizado, tras décadas de aprecio crítico, no le llegaron hasta Pa negre. Fue la primera película que ganó el Goya a mejor filme en un idioma oficial que no fuera el español —curiosamente, este galardón sí lo habían obtenido antes títulos rodados en inglés— y el drama que cambió las reglas de la Academia de Cine, que desde el triunfo de los dos actores infantiles de Pa negre prohibió que compitieran en los apartados a mejor interpretación revelación menores de 16 años. Basada en dos novelas de Emili Teixidor, la película cuenta el clima claustrofóbico que vive un pequeño pueblo de Cataluña en la posguerra a causa de unos misteriosos asesinatos. Andreu, el niño protagonista, descubre, en su búsqueda de la verdad, cómo los fantasmas del pasado marcan el devenir de los adultos con los que se cruza.

 

Fotograma de "Pa Negre"

A aquella Guerra Civil supurante de amargura volvió en Incierta gloria (2017), que adapta la novela de Joan Sales sobre el frente de Aragón. Antes había dirigido para TVE la miniserie Carta a Eva (2013), sobre la gira de Eva Perón por Europa; y El rey de La Habana (2015), plasmación de la irreverente novela de Pedro Juan Gutiérrez, en la que Villaronga no logró concretar el desencanto y la sordidez de ciertos ambientes en la capital cubana. En teatro debutó en la dirección en 2014 con El testamento de María, de Colm Tóibín, con Blanca Portillo como protagonista. Y siempre estuvo abierto a nuevos formatos y apuestas, como El testament de la Rosa (2016), la película que mostraba a la actriz Rosa Novell ciega y poco antes de morir de cáncer ensayando ante la cámara el que debía ser su último trabajo escénico y que nunca llegó a realizarse; o a sumarse a la Caravana negra, una iniciativa ideada por el escritor Gabi Martínez, en la que ocho creadores en 2018 pastorearon durante tres días unas 800 ovejas por 60 kilómetros de pastos de La Serena y La Siberia extremeñas. Otra curiosidad: su aparición como un frío mafioso en la película rumana La Gomera (2019), de Corneliu Porumboiu, que le devolvió al festival de Cannes, esta vez como intérprete.

 


En 2019 se estrenó Nacido rey, el biopic de Faisal, el gran monarca de Arabia Saudí, que produjo Andrés Vicente Gómez. “Quiero mucho el cine, no me puedo sentir mercenario. Nacido rey tenía alicientes añadidos además del económico, como rodar en países árabes. No me he involucrado en algunos otros encargos porque no me he visto en ello, la verdad”, aseguraba.

 

Con El vientre del mar (2021) salió reforzado creativamente del confinamiento. Y premiado: se llevó seis Biznagas del festival de Málaga. Adaptación en blanco y negro de un capítulo de Océano mar, de Alessandro Baricco, con la que dibujaba un paralelismo entre la historia del naufragio en 1816 de la fragata La medusa, y los 13 días que vagaron por el mar los 151 supervivientes iniciales en una balsa, de los que solo quedaron 15 cuando fueron rescatados, y las travesías actuales de pateras en el Mediterráneo. “Llevo casi dos décadas con esta historia, y primero la intenté estrenar como obra de teatro con dos personajes” contaba en su estreno. “Durante el confinamiento pensé que ahí había una película. La rodé en Mallorca al acabar la cuarentena, con un presupuesto exiguo, y con una libertad creativa total, gracias a un equipo muy unido”.

 

De su obra, Villaronga tenía una sabia reflexión que hoy suena premonitoria, a definición de su síntesis entre lo humano y lo artístico: “Mirando para atrás, reconozco que me atrae cómo las situaciones difíciles marcan la infancia de la gente, cómo el destino deja a muchas personas tiradas en la cuneta. Nunca he sido capaz de hacer películas amables, tiendo al cariz trágico”.

 


La Acadèmia del Cinema Català anunció su fallecimiento el día 22 de enero de 2023: “Su talento, su sensibilidad, su enorme capacidad de amar todo lo que tocaba y sus películas, quedarán para siempre”. Además de sus tres premios Goya (dos como guionista por El niño de la luna y Pa negre, y un tercero por la dirección de esta última), Villaronga fue Premio Nacional de Cinematografía en 2011; Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (que recogió el 1 de diciembre de 2022); dos premios Ariel del cine mexicano, otros dos galardones de los Gaudí del cine catalán y cuatro trofeos Sant Jordi. “Supongo que soy un cineasta de culto”, bromeaba en 2011, tras recibir la llamada del Ministerio de Cultura anunciándole el premio nacional. Y apuntaba entonces: “Para mí es algo estupendo porque uno hace cine para comunicar y ver que eso que has hecho llega al público me produce una gran alegría”.

 

Ese eclecticismo y esas ganas de llegar al público explican varias de sus pasiones. Primero, porque por muy complejas que fueran las dinámicas emocionales que soterradamente movían a sus personajes, y por muy arriesgada que fuera su plasmación en pantalla, Villaronga nunca olvidó que su aspiración era que le viera cuanta más gente, mejor. Y segundo, su amor por Fernando Esteso, con el que contó en Incierta gloria como panadero, y en Loli Tormenta, la película que Villaronga ha dejado filmada: protagonizada por Susi Sánchez, cuenta la historia de una mujer que vive con sus nietos, de los que se hizo cargo cuando murió su hija, en una modesta casa del extrarradio de Barcelona. Cuando el alzhéimer avanza en Lola, los nietos empiezan a elaborar artimañas para que no les separen. Loli Tormenta se estrenará este 2023.




jueves, 23 de febrero de 2023

Los Fabelman (Steven Spielberg, 2022)

 

Título original: The Fabelmans. Dirección: Steven Spielberg. País: USA. Año: 2022. Duración: 151 min. Género: Drama.

Guión: Tony Kushner, Steven Spielberg. Música: John Williams. Fotografía: Janusz Kaminski. Montaje: Michael Kahn, Sarah Broshar.  Producción: Kristie Macosko Krieger, Steven Spielberg, Tony Kushner.

Globo de Oro 2022 a la Mejor Película Dramática y al Mejor Director. 7 nominaciones a los Premios Oscar 2022 (incluyendo Mejor Película). Premio del Público a la Mejor Película en el Festival de Cine de Toronto 2022.

Fecha del estreno: 10 Febrero 2023 (España).

 

Reparto: Michelle Williams, Paul Dano, Gabriel LaBelle, Seth Rogen, Judd Hirsch, Mateo Zoryon Francis-DeFord, Julia Butters, Jeannie Berlin, Oakes Fegley, David Lynch, Robin Bartlett, Gabriel Bateman, Nicolas Cantu, Sam Rechner, Chloe East, Isabelle Kusman, Jonathan Hadary, Sophia Kopera, Birdie Borria, Alina Brace, Keeley Karsten, Chandler Lovelle.

 

Sinopsis:

Film semiautobiográfico de la propia infancia y juventud de Spielberg. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años 60, un niño de Arizona llamado Sammy Fabelman, influido por su excéntrica madre, artista, y su pragmático padre, ingeniero informático, descubre un secreto familiar devastador y explora cómo el poder de las películas puede ayudarlo a contar historias y a forjar su propia identidad.

 

Comentarios:

Añorar es un recurso de estilo tan socorrido como el pleonasmo. El énfasis a fuerza de repetir la misma frase (en eso básicamente consiste 'pleonasmear', valga el neologismo) ayuda a ganar tiempo para ordenar las ideas. La nostalgia cumple el mismo objetivo y sirve a idéntico propósito. Se recuerda el pasado para conjurar la perplejidad ante el presente, para convertir el estupor por lo perdido en bálsamo, para no morir de repente. Para ganar tiempo, decíamos. En realidad, la memoria es puro pleonasmo, es vivir de nuevo y mucho mejor lo vivido para dar énfasis a la existencia, para que algo tenga sentido, para durar un poco más. Como decía el mítico chiste de Woody Allen, lo peor de todo esto no es lo mal que se come aquí sino lo pequeño que son las raciones.

Los Fabelman, como ya sabrán a estas alturas de la temporada de premios, es de forma declarada y consciente "la más autobiográfica" de las películas de Steven Spielberg. Lo que quiere decir, debido al grado de identificación que cualquier espectador normal tiene con su cine, que también es algo biográfica de todos nosotros. Si ya en E.T. y sin demasiados miramientos, nos contaba el divorcio de sus padres, ahora hace lo mismo, pero sin marciano. O, mejor, el extraterrestre que todo lo cura es el propio cine, el cine entendido como refugio, el cine como "mi casa". Pero de un modo u otro, esta misma pulsión ha atravesado todo su cine. No en balde, el verdadero motor de buena parte de una filmografía siempre descrita como un patio de recreo para los hijos del 'boom' fue siempre la nostalgia de la autoridad, el deseo doloroso de precisamente el padre ausente.

Si nos fijamos, el esquema del progenitor obsesivo, volcado en su trabajo y ajeno a nada que tenga que ver con la familia se repite de un modo u otro en cada uno de sus trabajos, personales o no, con tenacidad. Y siempre (o casi) de la mano de un final catártico que llena ese vacío con el sucedáneo de una figura paterna más o menos convincente. La primera trilogía del arqueólogo que odia a las serpientes se cierra con la reconciliación de nuestro héroe con su progenitor en Indiana Jones y la última cruzada con un explícito y marcial "Sí, señor". Y el personaje al que da vida Richard Dreyfuss en Encuentros en la tercera fase no deja de ser un hombre infantilizado en pleno estado de regresión que consigue su sueño de ser adoptado por unos adultos perfectos llegados del espacio.



En Los Fabelman se repite el patrón, pero esta vez convertido no en mito sino en carne. Ahora el protagonista es el propio Spielberg de niño. Él se cuenta y lo hace a través de una fábula idealizada en la que la infancia y el propio cine se confunden. Se diría que en esta cinta coincide todo Spielberg: el que entiende su profesión y su arte como una forma de reescribir la propia realidad para quizá huir de ella, y el creador torturado que tiene en el cine, que descubrió cuando vio por primera vez El mayor espectáculo del mundo de Cecil B. DeMille, el consuelo y sustitutivo perfecto de la figura paterna. Ahora, y esto es novedad, el padre que interpreta Paul Dano no es alguien a quien recriminar su ausencia sino a quien comprender. Y la madre (una Michelle Williams cerca del milagro) es del mismo modo transformada en víctima de un tiempo que le impidió ser la concertista de piano que quiso ser. De algún modo, Spielberg le agradece a ella la herencia de la inspiración y le disculpa a él el carácter obsesivo que el propio director vive como legado.



La autobiografía idealizada que nos regala nada tiene que ver con los autorretratos torturados y ligeramente infectados de melancolía de Truffaut en Los 400 golpes o de Fellini en Amarcord u Ocho y medio. Es cine dentro del cine que reclama para sí la gracia de lo ingrávido, lo feliz y, sobre todo, la nostalgia sin sentimiento de culpa. Y es aquí, en su vocación hacia el autoperdón donde la película gana y pierde a la vez. Gana implicación emotiva con el espectador y pierde en profundidad, en verdadero examen de conciencia que ahora es, de forma autocondescendiente, un mágico cuento de hadas sin heridas.

Spielberg se imagina y se idealiza convertido en puro pleonasmo. Cuando Spielberg-Sammy (así se llama el personaje ideado por el propio Spielberg en colaboración con, de nuevo, Tony Kushner) descubra en la película familiar que acaba de rodar el secreto que condena a la amada madre y, de paso, salva al odioso padre, la infancia desaparece de golpe. Pero sin asomo de catarsis, sin drama, sin la hondura debida.

Y el propio Spielberg, merced al plácido y deslumbrante truco de magia que es Los Fabelman, se salva a sí mismo para ganar tiempo, para durar más, para, feliz, 'pleonasmear'. Nostalgia de la nostalgia. (Luis Martínez)

Recomendada.



martes, 21 de febrero de 2023

Historias de película reales como la vida misma.

 Un artículo de PILAR LEBEÑA MANZANAL 


Tan de moda para unos. Tan fuera de lugar para otros. Tan desmedido para otros. Tan oportunista para unos. Tan necesario para todos los demás. Extenderse aquí en explicar en qué consiste el movimiento Me Too, innecesario, tanto se lleva escribiendo, hablando y debatiendo desde 2017. Tal vez sí recordar que no nace hace cinco años tras la denuncia por acoso machista y abusos contra el todopoderoso, laureado e intocable productor de Hollywood Harvey Weinstein desde las páginas del New York Times primero, la  denuncia  de la actriz Alysa Milano después, y la de otras muchas a continuación, sino en 1996 cuando la activista Tarana Burke escuchó en el campamento infantil para niñas donde trabajaba ese verano el testimonio de abuso por parte de un familiar a una de ellas al que no pudo hacerle frente. Ahí prendió la chispa del movimiento Me Too, centrado en mujeres jóvenes víctimas de abuso, agresión o explotación sexual.

 

Tal dimensión ha conseguido que parte del ocio nocturno ha implantado ya el protocolo contra ataques machistas. Y si no que le pregunten a Dani Alves. Tras la denuncia por acoso sexual en la fiesta posterior a los Premios Feroz 2023, la Academia de Cine diseña a su vez un protocolo específico contra cualquier tipo de agresión y/o acoso sexual durante la gala de los Premios Goya y fiesta posterior celebrada el pasado 11 de Febrero.

 

¿Y si en lugar de Me Too el movimiento se hubiera llamado Por Qué? Perdón, Why, por aquello de seguir con el inglés que siempre da más caché. O Por Qué Por Qué, es decir, Why Why, sin coma en medio ni signos de interrogación, que por qué y por qué por qué, sin coma en medio ni signos de interrogación es muy propio de ese mundo infantil maravilloso en busca constante de respuestas que no pocas veces se topan con un desganado porque sí. O porque no. O porque lo digo yo.

 

Niños. Niños del cine. Niños prodigio. Esa fórmula importada de Estados Unidos y su industria cultural antes que la coca cola, las hamburguesas, Halloween o el Black Friday.  Eso sí, con veinticinco años de retraso que para cuando aterrizó por estos lares, Shirley Temple, Judy Garland o Micky Rooney eran ya ex de estados varios, incluido el de ex niños/as prodigio.

 

Nuestro primer niño prodigio fue Alfredo Hurtado, “Pitusín” quien, con apenas siete años, protagonizó Los Granujas, en 1924.

 

Muchos años después vendrían Joselito, Pili y Mili, Marisol, Rocío Dúrcal, Conchita Goyanes, Pedro Mari Sánchez, Ana Belén. ¡Qué buenos ratos nos hicieron pasar! ¡Qué felices parecían que incluso cuando estaban tristes se antojaban felices! ¡Cómo actuaban! ¡Qué voces! ¡Qué suerte la suya!  ¡Quién fuera ellos!

 

¿Convirtieron su sueño, si es que lo tenían, en realidad o fue el sueño de otros? ¿A qué precio?  ¿Fueron la gallina de oro para ellos o para los dueños del gallinero?

 

Niños. Inocentes. Cándidos. Confiados.



 

Marisol tiene treinta y un años cuando le hace las siguientes declaraciones al periodista José Luis Morales: “A los ocho niños que formábamos el grupo Los Joselitos del cante nos contrató un empresario para que hiciéramos una gira por todo el país. Yo tenía ocho añitos y dormía en la misma cama que la querida del empresario, una tal Encarna, que me daba unas palizas de muerte, pero con saña y mala sangre. Me tenía ojeriza. En Lérida me dio una paliza que me dejó el cuerpo como el de un nazareno. El empresario me invitó a comer en Gerona y me dijo que me levantara el vestido. Cuando me vio, pidió llamar a mi padre y me mandó para Málaga. Cómo tenía que estar yo que cuando llegamos al corralón donde vivíamos, mi abuela al verme se desmayó en la hamaca. Y otra cosa quiero decirte, cuando yo dormía con aquella tía, el empresario se acostaba con ella y hacían de todo, así que cuando llegué a Madrid estaba ya más rascada que la estera de un baño”.

 

Poco después, la niña Pepa Flores abandonará para siempre ese corralón de Málaga donde vivía con su familia y cincuenta y seis más con derecho a letrina. Manuel Goyanes la ha visto en televisión, ha llegado a un acuerdo con sus padres y se la lleva a Madrid.

 

Le cambia el nombre, le tiñe el pelo de rubia y le opera la nariz. Vive con la familia Goyanes mientras a su madre cuando la visita la mandan a una pensión de mala muerte. Cuando crezca un poco le vendarán los pechos y le pondrán peso sobre la cabeza para que no siga creciendo. Se le impide salir de la casa, relacionarse con gente.

 

En las fiestas que tenían, como yo era la distracción, me levantaban de la cama a las doce o la una de la madrugada para que les cantara. Me pusieron profesores de cante, baile y ballet. Me estaban preparando para todo lo que me harían pasar después. Desde los ocho años tuve la responsabilidad de una persona mayor. Salí de casa para resolverle la papeleta a mi familia, pero yo nunca he sido artista”.

 

Con doce años rueda Un rayo de luz. En 1960 recibe el premio a la mejor actriz infantil en la Mostra de Venecia. Actúa en diez películas. Horas interminables de rodaje, firmas de autógrafos, sesiones de fotos, entrevistas… Cromos sobre ella. Muñecas con su cara. Su voz, su rostro y su sonrisa angelicales cruzan fronteras. Participa en Nueva York en el show de Ed Sullivan. Hace giras por Japón, África, Latinoamérica. Una fuente inagotable de ganar dinero. Para otros.



 

En uno de esos días que estaba yo en el estudio durante una sesión de fotos, el fotógrafo, amigo de la familia Goyanes, se puso a desnudarme, a meterme mano y a preguntarme si ya me había hecho mujer. Yo estaba asombradita. Le tenía miedo a todo en aquella casa, ten en cuenta que yo no podía ni rechistar. Te amenazaba para que no dijéramos nada. Un día, tiempo después, descubrimos en la cocina muchas fotos de niñas desnudas con vendas en los ojos. Se lo dijimos a Goyanes y se quedó como si nada. Aquella noche cuando bajamos a cenar, el fotógrafo estaba sentado a la mesa tan risueño como si no pasara nada”.

 

Pepa Flores habla en plural sin dar más nombres que el suyo.

 

Yo era intocable, ¿entiendes? Yo estaba como secuestrada. Cuando ya siendo mayor quería conocer chicos, me lo prohibían. Y si de los que conocía me gustaba alguno, me lo aislaban inmediatamente. Yo era su negocio”.

 

La Fundación Francisco Umbral guarda las conversaciones de lo que iba a ser una biografía de Marisol que nunca vio la luz. En esas charlas con el escritor cuenta cosas como: “Me llevaban a un chalet del Viso y allí acudía gente importante, gente del régimen, a verme desnuda, a mí y a otras niñas. A mi madre cuando venía a verme a Madrid la ponían a comer en la cocina”.

Luis García Gil, autor de la última biografía de Marisol, Corazón Rebelde, afirma: “Cuando Pepa ya se había separado de Goyanes y estaba con el bailarín Antonio Gades, tuvo un momento que parecía que iba a hablar abiertamente de lo que pasó. Lo deslizó en alguna de sus entrevistas, pero al final no dio nombres y apellidos.

 

En Málaga, la gente, sin dar nombres, te cuenta cosas de las que le pasaron. Hablo de gente muy fiable, desde arquitectos, escritores… que me han explicado encuentros furtivos en sitios a los que la llevaban forzada. Pero no he podido contrastarlo. Es que la verdad no se puede contar, no se puede contar. No podemos sumar más de lo que ella ya ha dicho porque nos metemos en un lío”.

 

Marisol, Pepa Flores, denunció tímidamente pero no tuvo la repercusión debida. Mejor mantener en el recuerdo el recuerdo de aquella niña con voz maravillosa y expresión angelical que, quizás, solo quizás, no necesitaba rebuscar mucho en su interior para ponerse en situación cuando precisaba poner expresión triste y ausente ante la cámara. O quedarse con la Marisol de la portada de Interviú en 1976. Aquel desnudo que dejó ojiplático a un país saliendo de una dictadura. Unas fotos publicadas sin su consentimiento, guardadas en un cajón hacía seis años cuando su recién estrenado marido Carlos Goyanes le pidió al fotógrafo César Lucas que se las hiciera para una película extranjera con Alain Delon que le había pedido el director. Record de ventas. Más de un millón de ejemplares vendidos. “La libertad revelada en el cuerpo de Marisol”, escribió Umbral. No sabemos si a Delon también le pidieron la misma libertad de la que escribió Umbral.


 

El escritor José Aguilar afirma: “La belleza y la juventud resultan afrodisiacas y hay gente que no tiene límite. En su momento hubo grandes productores importantísimos que no puedo nombrar, porque todavía viven sus familias, que abusaban de su poder, pero si Pepa hablara se caería España”.

 

Adiós al foco mediático con 36 años. Como Greta Garbo pero a la española. Medio denunció lo mejor que pudo y supo los abusos y el maltrato a los que se vio sometida. Para nada. Se pasaron por alto como si nada hubiera dicho. En su entrevista habló también de dos intentos de suicidio. Nada. Solo recibió silencio. Toca construir una vida alejada del foco. Una vida esta vez elegida. Dejar de ser Marisol y ser por fin Pepa Flores.

 

Pili y Mili solo declararon alguna que otra vez que en los rodajes les ofrecían unas pastillitas para trabajar mejor. Pastillitas. Pobre Judy Garland a la que no solo le vendaban los pechos también, sino que la empastillaban e inyectaban en medio de rodajes interminables, convirtiéndola en adicta de por vida. Corta vida.

 

Conchita Goyanes era ya una mujer más que adulta, casada y con hijos grandes, cuando un día cualquiera durante un trayecto en autobús, la presencia de un abuelo sentado tranquilamente en un asiento cercano le hizo sentir tan incómoda que se bajó en la siguiente parada sin entender qué le sucedía. Un psiquiatra le contaría tiempo después que los niños guardan bajo el candado del olvido experiencias dolorosas para seguir viviendo como si nada sucediera. 


Hija de un cirujano y una actriz, hermana de famosas actrices, debuta a los seis años en la obra de teatro Fuenteovejuna, dirigida por Adolfo Marsillach. En el cine lo hace con nueve años en la película Un fantasma llamado amor. Sobrina de Manuel Goyanes, su madre no quiso que trabajara en Un rayo de luz, pero parece ser que nadie pudo protegerla de todo lo que tendría que vivir de niña. En 2006 y tras ir recordando con terapia lo sufrido, ella sí habló públicamente de cómo fue sometida a maltratos y a abusos cuando era una niña prodigio. “Fue terrible. Aquellos hombres me decían cosas como, eres una niña mala, me miras así y me provocas para que te haga todas esas cosas”. Declaró haber sufrido varios abusos sexuales y malos tratos en los equipos de rodaje.


No era consciente de lo que me sucedía… Según los psiquiatras que después, ya de muy adulta me trataron, los niños tienen la capacidad de supervivencia tan desarrollada que disfrazan la realidad para que las cosas duras que les suceden no les destruyan. Sin embargo, todo eso queda como una herida latente y después, ya de adulto, comienza a darte problemas cuando menos lo esperas porque un cadáver que se esconde bajo la alfombra termina oliendo mal”.


Por qué. Por qué por qué preguntan los niños y las niñas en busca de respuestas que no siempre llegan. Porque Me Too llegó. Se instaló. Se tomó conciencia. Que los unos y los otros dejen de cuestionar por qué. Porque hacía falta. Porque ya era hora. Porque sí.