viernes, 31 de diciembre de 2021

Libertad (Clara Roquet, 2021)

 

Título original: Libertad. Dirección: Clara Roquet. País: España. Año: 2021. Duración: 104 min. Género: Drama.

Guión: Clara Roquet. Fotografía: Gris Jordana. Música: Paul Tyan. Producción: Lastor Media, Avalon PC, Bulletproof Cupid.

Nominada a Mejor Película en los Premios Goya 2021. Semana de la Crítica de Cannes 2021. Sección Oficial (Película Inaugural) en la Seminci 2021.

Fecha del estreno: 19 Noviembre 2021 (España)

 

Reparto: María Morera (Nora), Nicolle García (Libertad), Vicky Peña (Ángela), Nora Navas (Teresa), Carol Hurtado (Rosana), Carlos Alcaide (Manuel), María Rodríguez Soto (Isa), David Selvas (Santi), Óscar Muñoz (Ricardo), Sergi Torrecilla (Toni), Mathilde Legrand (Julie).

 

Sinopsis:

La familia Vidal pasa en su casa de verano las últimas vacaciones de la abuela Ángela, que sufre Alzheimer avanzado. Por primera vez en su vida, Nora, de 14 años, siente que no encuentra su lugar. Los juegos de niños le parecen ridículos y las conversaciones de los adultos todavía le van grandes. Pero todo cambia con la llegada de Libertad, de 15 años e hija de Rosana, la mujer colombiana que cuida a Ángela. Rebelde y magnética, Libertad se convierte en la puerta de entrada a un verano distinto para Nora, y las dos chicas rápidamente forjan una amistad intensa y desigual. Juntas salen de la burbuja de protección y confort que supone la casa familiar, descubriendo un mundo nuevo en el que Nora se siente más libre que nunca.

 

Comentarios:

En la fase vital de la adolescencia no son pocos los ejemplares que a pesar de su aún corta edad parecen haber vivido ya dos vidas. Las circunstancias sociales y económicas, familiares y culturales, los han hecho crecer a golpe de dificultad, pasar de niños a adultos en un santiamén. Y sin embargo, el desequilibro entre la actitud y la aptitud sigue estando ahí, al acecho.

Una de esas chicas es Libertad, la adolescente colombiana que da título al primer largometraje de la excelente cortometrajista Clara Roquet, estrenado en la Semana de la Crítica de Cannes, que se acerca al brío de la adolescencia por comparación: a través del contraste entre esta quinceañera, hija de la cuidadora, empleada de hogar, cocinera y otras tantas cosas más de una lujosa casa de verano, y la nieta de la dueña, una “niña bien” de 14 años que empieza a descubrir temarios sobre la existencia en los que la chavala colombiana tiene varios másteres. La diferencia de clase, el verano del crecimiento, la pérdida de la inocencia, la conquista del espacio propio, las primeras experiencias con lo prohibido y la rendija por la que empezar a mostrar una personalidad determinada. Libertad es pura adolescencia femenina de clase alta.

Tiene la bella película de Roquet —también guionista, tras haber participado en los libretos de 10.000 km., Petra y L’Ofrena— evidentes reminiscencias del cine de Carlos Saura, sobre todo de Cría cuervos, algo en lo que viene a coincidir con la reciente Las niñas, de Pilar Palomero: los felices bailes en familia; la aparición de canciones populares; el tedio infinito de las aburridas niñas en la casona, sin salir de su pecera de cristal durante el verano; la abuela con alzhéimer; la presencia de una sirvienta a la que todos consideran de la familia, aunque no lo sea en absoluto. Igualmente relucen inspiraciones en la obra de Víctor Erice, y esas conversaciones infantiles apenas susurradas, entre lo prohibido y lo metafórico. Y, por último, son unas cuantas las películas latinoamericanas más o menos recientes en las que Roquet parece mirarse, o que quizá le hayan influido de forma inconsciente, en sus conflictos, en la cadencia de los tiempos y en la sutileza del relato, casi siempre magnífica, como ese instante de las quejas de la niña de la familia por el incordio de los tampones mientras la madre de Libertad frota a mano sus sábanas: las argentinas La ciénaga, de Lucrecia Martel, y Pensé que iba a haber fiesta, de Victoria Galardi, y particularmente la brasileña Una segunda madre, de Anna Muylaert. Todas ellas, no por casualidad, dirigidas por mujeres.

Los elementos formales encajan a la perfección con el relato —la luz plácida, la paleta de colores presidida por el turquesa—, y aunque es probable que Libertad sea menos original de lo que parece, siempre está llena de bonitos detalles simbólicos, incluso en la puesta en escena: la ínfima profundidad de campo en la secuencia de la fiesta, donde los ricos solo ven en los que trabajan para ellos figuras borrosas que pasan por allí. Ahora bien, como también le ocurría en parte a Roma, de Alfonso Cuarón, resulta palmario que las diferencias de clase están compuestas desde arriba y no desde abajo. Nunca apuntan a la lucha de clases, y apenas si alcanzan el conflicto en una frase concreta sobre “ser de la familia” y “limpiar culos”, y en el doloroso trecho final. Ellos son, simplemente, los fieles sirvientes. (Javier Ocaña)

Recomendada.




jueves, 30 de diciembre de 2021

Lamb (Valdimar Jóhannsson, 2021)

 

Título original: Lamb. Dirección: Valdimar Jóhannsson. País: Islandia. Año: 2021. Duración: 106 min. Género: Fantástico, Drama.

Guión: Sjón Sigurdsson, Valdimar Jóhannsson. Fotografía: Eli Arenson. Música: Þórarinn Guðnason. Montaje: Agnieszka Glinska.  Producción: Hrönn Kristinsdóttir, Sara Nassim, Piodor Gustafsson, Erik Rydell, Klaudia Śmieja-Rostworowska, Jan Naszewski, Zuzanna Hencz, Marcin Drabiński, Jon Mankell.

Premio a la Originalidad en la Sección Oficial “Un Certain Regard” del Festival de Cannes 2021. Mejor Película y Mejor Actriz (Noomi Rapace) en el Festival de Sitges 2021,

Fecha del estreno: 26 Noviembre 2021 (Sevilla)

 

Reparto: Noomi Rapace (Maria), Hilmir Snær Guðnason (Ingvar), Björn Hlynur Haraldsson (Pétur), Ester Bibi, Ingvar Eggert Sigurdsson.

 

Sinopsis:

Una pareja sin hijos descubre un misterioso recién nacido en su granja de Islandia. El potencial de crear una familia les trae mucha alegría, pero también podría destruirles.  

 

Comentarios:

Corren tiempos cinematográficos de complejidad y miedo, de atrevimiento, obcecación y hasta desmesura en torno al hecho de ser madre. Quizá como reflejo de la vida, o puede que simplemente como fantasías elucubradoras por parte de los artistas. A ello se une una época en la que las experimentaciones, y sus consiguientes mutaciones, parecen verse como algo más cercano y probable, peligroso e imprevisto, en ese infernal apartado en el que la investigación y su abominable reflejo especular, el de las conspiranoias científicas, producen monstruos. Y esta vez, literales, al menos en el cine.

En la serie 30 monedas, de Álex de la Iglesia, una vaca daba a luz un niño. En Titane, de Julia Ducournau, una mujer pare un bebé con ramalazos metálicos y grasientos de automóvil. En La hija, de Manuel Martín Cuenca, una madura pareja que no puede tener hijos pierde la cabeza por su sueño. Y, por fin, en Lamb, del islandés Valdimar Jóhansson, una oveja alumbra un cordero mitad animal, mitad humano, con sus piernecitas y sus pezuñas, su torso de persona y su cabeza de ovino. La dueña de la granja donde nace semejante abominación se convierte así, y por una vez de forma precisa, en la madre del cordero.

Un tercer aspecto reluce también en la singular apuesta dramática de Jóhansson, con toques de evidente fantasía, de intriga e incluso de thriller: las nuevas formas de estructura familiar. Lo esencial es el amor, el cariño y el cuidado, y lo de menos quién forme el núcleo. De hecho, la paranoica película islandesa podría funcionar muy bien como doble alegoría: primero, como representación simbólica de los padres dispuestos a cualquier cosa, desde los vientres de alquiler hasta el acto de matar a la madre natural, para poder cumplir el sueño de formar una familia; y segundo, de esos seres humanos que cuidan, tratan y hablan a sus animales de compañía como si fueran unos retoños pertenecientes a la raza humana. Por último, de forma sutil y sin llegar a verbalizarse, aparece otro subtexto muy de moda en los últimos años en el cine: la imposibilidad psicológica de sobrellevar la peor de las tragedias que puede vivir una persona. Mucho de todo eso hay en Lamb.

Con buen criterio, Jóhansson tarda bastante en visualizar a su criatura, en una línea minimalista que ocupa casi toda la primera mitad del relato, tranquila aunque nunca plomiza, completada con una puesta en escena en torno al corderito humano que resulta mucho más elegante en los planos largos y lejanos, en espacios abiertos, que en el reducido espacio del hogar, en la cocina y el dormitorio. Perturbadora y original, triunfadora en el festival de Sitges (premios a la mejor película y mejor actriz para Noomi Rapace), Lamb se mantiene fuerte en el drama y en la alegoría; no tanto en el thriller, con la llegada a la granja del intruso familiar que amenaza con enturbiar la feliz paz de los padres y su querido engendro, y aún menos en la fantasía final. Pese a su potencia visual, la decisión postrera de desvelar el enigma en clave sobrenatural, de elucidarlo en el territorio de lo mítico, resulta, como mínimo, discutible. (Javier Ocaña)

Recomendada.




miércoles, 29 de diciembre de 2021

Farley Granger (1925-2011)

 

 

Farley Granger fue estrella antes que actor, factura que marcó su breve e intensa carrera cinematográfica. Floreció frente a una cámara y envejeció lejos de ella. Su rostro maduró en el teatro y la televisión, pero siempre estará pegado a dos clásicos de Alfred Hitchcock que interpretó de joven -La soga (1948) y Extraños en un tren (1951)- y dos películas de dos cineastas tan opuestos como insobornables, Los amantes de la noche (1949), de Nicholas Ray, y Senso (1953), de Luchino Visconti. El actor falleció el 27 de marzo de 2011, en Nueva York, a los 85 años.

Granger se negó a pactar con los códigos sociales de su tiempo y, tras no pasar por el aro de uno de esos falsos matrimonios diseñados para las estrellas gais de los grandes estudios, dejó Hollywood para instalarse, de por vida, en la costa Este. En sus memorias confesó que la actriz Shelley Winters había sido el amor de su vida, pero en su boca, la palabra soltero tenía ecos altamente reivindicativos.

 

Farley Granger y Shelley Winters

El resto de su carrera fue el imposible intento de mantener a esa altura moral y creativa una accidental filmografía. "Me fui de Hollywood porque no conocía mi oficio'', dijo en una ocasión, "yo era una estrella, pero no sabía nada de ser actor". Sin embargo, cuando le preguntaron a Alfred Hitchcock por el talento de Granger al director británico le bastó una frase para explicarlo: "En sus manos, hasta las páginas amarillas resultaban intrigantes".

 

Foto promocional de "La soga"

Granger, que había nacido en 1925, consiguió el éxito a los 16 años. Oriundo de San José, California, era hijo del dueño de un concesionario de automóviles. La historia de su familia es la del naufragio de la Gran Depresión. Arruinados, los suyos se mudaron a Los Ángeles en busca de una vida mejor. Allí es donde Farley Granger se topó con su futuro.

Era alumno de la escuela de secundaria de North Hollywood cuando Samuel Goldwyn reparó es su atractivo perfil y le contrató para La estrella del norte (1943). "Fue una carrera milagrosa", reconocería el actor años más tarde, "yo no tenía ni talento ni entrenamiento y, de repente, estaba trabajando con Walter Huston, Anne Baxter y Walter Brennan". Una década después, en 1953, Granger compró su libertad pagando por los dos años de contrato que le quedaban con Samuel Goldwyn en la Metro Goldwyn Mayer. La excusa era que quería trabajar en Broadway: "En realidad, Hollywood nunca fue mi sitio".

 

Los amantes de la noche
 

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, conoció a Saul y Ethyl Chaplin, los cuales fueron sus mentores y managers de por vida. Los Chaplin estaban muy bien relacionados e hicieron que Farley frecuentara ciertos círculos de artistas donde conoció a personajes de la talla de Lena Horne, Frank Sinatra o Betty Garrett, entre otros.

En una de esas reuniones conoció a Alfred Hitchcock, que por aquel entonces estaba terminando de preparar la película La soga, y le ofreció el papel de protagonista, junto a James Stewart. En el año 1951, Hitchcock le volvió a escoger para interpretar al joven tenista Guy Haines, en la película Extraños en un tren, un excepcional thriller, que fue un gran éxito y tuvo una gran aceptación por parte del público y la crítica.

 

Extraños en un tren

Más tarde decidió aceptar la oferta de Luchino Visconti, para intervenir en la película Senso junto a Alida Valli. En la década de los 50 intervino en un gran número de películas, entre las que están Cuentos de Hans Christian Andersen, La calle desnuda, La chica de terciopelo rojo o La historia de tres amores, entre otras. En la década de los 60, la actriz Eva Le Gallienne le llamó para unirse a la compañía National Repertory Theatre, en la cual interpretaría varias obras de teatro. Durante esta década se centró en las actuaciones de teatro interviniendo en varias obras y funciones. Y en los 70, Farley se mudó a Italia, donde no dejó de intervenir en películas, como Tela de araña, El cadáver de Red Headed, Algo que se arrastra en la oscuridad, Venus, Ciudad salvaje o Le Llamaban Trinidad, junto a Terence Hill y Bud Spencer.

 

Senso

En el año 2003, publicó sus memorias, en las que contaba su relación de pareja con Robert Calhoun desde 1.970. Robert moriría en el 2007 debido a un cáncer de pulmón. Farley Granger murió el 27 de marzo del 2011, a los 85 años de edad, por causas naturales, en Manhattan, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos.