Título original: Libertad. Dirección: Clara Roquet. País: España. Año: 2021. Duración: 104 min. Género: Drama.
Guión: Clara Roquet. Fotografía: Gris Jordana. Música: Paul Tyan. Producción: Lastor Media, Avalon PC, Bulletproof Cupid.
Nominada a Mejor Película en los Premios Goya 2021. Semana de la Crítica de Cannes 2021. Sección Oficial (Película Inaugural) en la Seminci 2021.
Fecha del estreno: 19 Noviembre 2021 (España)
Reparto: María Morera (Nora), Nicolle García (Libertad), Vicky Peña (Ángela), Nora Navas (Teresa), Carol Hurtado (Rosana), Carlos Alcaide (Manuel), María Rodríguez Soto (Isa), David Selvas (Santi), Óscar Muñoz (Ricardo), Sergi Torrecilla (Toni), Mathilde Legrand (Julie).
Sinopsis:
La familia Vidal pasa en su casa de verano las últimas vacaciones de la abuela Ángela, que sufre Alzheimer avanzado. Por primera vez en su vida, Nora, de 14 años, siente que no encuentra su lugar. Los juegos de niños le parecen ridículos y las conversaciones de los adultos todavía le van grandes. Pero todo cambia con la llegada de Libertad, de 15 años e hija de Rosana, la mujer colombiana que cuida a Ángela. Rebelde y magnética, Libertad se convierte en la puerta de entrada a un verano distinto para Nora, y las dos chicas rápidamente forjan una amistad intensa y desigual. Juntas salen de la burbuja de protección y confort que supone la casa familiar, descubriendo un mundo nuevo en el que Nora se siente más libre que nunca.
Comentarios:
En la fase vital de la adolescencia no son pocos los ejemplares que a pesar de su aún corta edad parecen haber vivido ya dos vidas. Las circunstancias sociales y económicas, familiares y culturales, los han hecho crecer a golpe de dificultad, pasar de niños a adultos en un santiamén. Y sin embargo, el desequilibro entre la actitud y la aptitud sigue estando ahí, al acecho.
Una de esas chicas es Libertad, la adolescente colombiana que da título al primer largometraje de la excelente cortometrajista Clara Roquet, estrenado en la Semana de la Crítica de Cannes, que se acerca al brío de la adolescencia por comparación: a través del contraste entre esta quinceañera, hija de la cuidadora, empleada de hogar, cocinera y otras tantas cosas más de una lujosa casa de verano, y la nieta de la dueña, una “niña bien” de 14 años que empieza a descubrir temarios sobre la existencia en los que la chavala colombiana tiene varios másteres. La diferencia de clase, el verano del crecimiento, la pérdida de la inocencia, la conquista del espacio propio, las primeras experiencias con lo prohibido y la rendija por la que empezar a mostrar una personalidad determinada. Libertad es pura adolescencia femenina de clase alta.
Tiene la bella película de Roquet —también guionista, tras haber participado en los libretos de 10.000 km., Petra y L’Ofrena— evidentes reminiscencias del cine de Carlos Saura, sobre todo de Cría cuervos, algo en lo que viene a coincidir con la reciente Las niñas, de Pilar Palomero: los felices bailes en familia; la aparición de canciones populares; el tedio infinito de las aburridas niñas en la casona, sin salir de su pecera de cristal durante el verano; la abuela con alzhéimer; la presencia de una sirvienta a la que todos consideran de la familia, aunque no lo sea en absoluto. Igualmente relucen inspiraciones en la obra de Víctor Erice, y esas conversaciones infantiles apenas susurradas, entre lo prohibido y lo metafórico. Y, por último, son unas cuantas las películas latinoamericanas más o menos recientes en las que Roquet parece mirarse, o que quizá le hayan influido de forma inconsciente, en sus conflictos, en la cadencia de los tiempos y en la sutileza del relato, casi siempre magnífica, como ese instante de las quejas de la niña de la familia por el incordio de los tampones mientras la madre de Libertad frota a mano sus sábanas: las argentinas La ciénaga, de Lucrecia Martel, y Pensé que iba a haber fiesta, de Victoria Galardi, y particularmente la brasileña Una segunda madre, de Anna Muylaert. Todas ellas, no por casualidad, dirigidas por mujeres.
Los elementos formales encajan a la perfección con el relato —la luz plácida, la paleta de colores presidida por el turquesa—, y aunque es probable que Libertad sea menos original de lo que parece, siempre está llena de bonitos detalles simbólicos, incluso en la puesta en escena: la ínfima profundidad de campo en la secuencia de la fiesta, donde los ricos solo ven en los que trabajan para ellos figuras borrosas que pasan por allí. Ahora bien, como también le ocurría en parte a Roma, de Alfonso Cuarón, resulta palmario que las diferencias de clase están compuestas desde arriba y no desde abajo. Nunca apuntan a la lucha de clases, y apenas si alcanzan el conflicto en una frase concreta sobre “ser de la familia” y “limpiar culos”, y en el doloroso trecho final. Ellos son, simplemente, los fieles sirvientes. (Javier Ocaña)
Recomendada.
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