lunes, 20 de diciembre de 2021

El sustituto (Óscar Aibar, 2021)

 

Título original: El sustituto. Dirección: Óscar Aibar. País: España. Año: 2021. Duración: 117 min. Género: Drama, Thriller.

Guión: Óscar Aibar, María Luisa Calderón. Fotografía: Álex de Pablo. Música: Manuel Roland. Montaje: Teresa Font. Producción: Gerardo Herrero.

Sección Oficial del Festival de Málaga 2021. Nominada a Mejor Actor Principal (Ricardo Gómez) y Mejor Actor Secundario (Pere Ponce) en los Premios Feroz 2021.

Fecha del estreno: 29 Octubre 2021 (España)

 

Reparto: Ricardo Gómez, Vicky Luengo, Pere Ponce, Pol López, Joaquín Climent, Nuria Herrero, Bruna Cusí, Susi Sánchez, Guillermo Montesinos, Pep Cortés.

 

Sinopsis:

Año 1982. Un joven policía curtido en los barrios más duros de Madrid acepta un destino en un pueblo de mar con la esperanza de curar a su hija y, de paso, ganar algo de tranquilidad. Una vez allí, se ve envuelto en la investigación del extraño asesinato del inspector al que ha de sustituir. Las pesquisas le llevarán hasta un hotel playero donde una comunidad de ancianos nazis, reclamados por muchos países por crímenes contra la humanidad, vive un retiro paradisiaco y feliz.  

 

Comentarios:

La Transición española a la democracia, ensalzada por tantos, vilipendiada por unos pocos, puesta en entredicho desde hace un tiempo, no dejó de ser un thriller político en los años que van desde la muerte de Franco hasta la llegada del PSOE al poder, en 1982. Al menos, vista aquella desde una órbita cinematográfica, la del conflicto dramático, social y moral, la de las películas que partiendo de la gente de a pie y de crímenes en principio ajenos a las tensiones políticas de los de arriba, trascienden a sus personajes anónimos para alcanzar las cimas del poder. Así lo vio, por ejemplo, Alberto Rodríguez en la excelente La isla mínima (2014), y así lo hace también Óscar Aibar en la atractiva El sustituto, desarrollada también en los primeros años de la década de los ochenta, y ambientada en un lugar en principio tan poco próximo a las decisiones relevantes como la costa alicantina, en Denia.

Tiene el trabajo de Aibar, escrito junto a María Luisa Calderón, algunas de las señas de identidad clásicas de los thrillers políticos: el policía que llega a su nuevo puesto para sustituir a un antecesor muerto en extrañas circunstancias; el comisario jefe con peligrosos vínculos con el poder; el secundario extravagante y podrido en la superficie y en su interior, al que nadie parece considerar, pero que sabe más que nadie sobre los entresijos del crimen; la mujer en principio ajena al caso que inicia una relación con el protagonista, al tiempo que le ofrece su ayuda; la sempiterna importancia del mercado inmobiliario; la traición inesperada; las altas esferas que dominan el lugar, aquí los nazis escondidos en la costa, como simples jubilados y turistas con ganas de olvidar su pasado. Se ve que Aibar ha estudiado a fondo la obra de Sidney Lumet.

Aunque lo mejor de El sustituto, regreso al cine del director de Platillos volantes y El gran Vázquez tras nueve años dedicado a la televisión y a la serie Cuéntame, quizá sean sus múltiples conexiones. Con los variados extremos que pretendían volar nuestra incipiente democracia: la ultraderecha española, asociada en grupúsculos capaces de todo, como en la matanza del despacho de abogados de Atocha; los atentados de ETA; la presunta introducción de la heroína en el País Vasco con fines político-sociales; la tentativa de golpe de estado del 23-F. Con algunos de los ejes de la cultura popular del momento, principalmente la organización del Mundial de futbol. Con la situación internacional: la búsqueda de criminales nazis por parte del estado de Israel. Y hasta con la historia del cine español: esa presentación del policía interpretado por Ricardo Gómez (estupendo, como también Vicky Luengo), a la manera del Areta de los cracks de José Luis Garci; y las inyecciones de gasolina en el corazón de la formidable Tras el cristal, de Agustí Villaronga.

En El sustituto también hay caídas. Una persecución en coche demasiado larga para la (poca) garra que posee. Una tendencia excesiva al subrayado ideológico, quizá innecesario, hasta llegar a lo burdo, aunque en su defensa habrá que decir que la realidad es a veces así de grosera. Pero lo esencial es que la sugestión de su historia, inspirada en hechos ciertos, siempre permanece, y que sus vínculos no son únicamente con el pasado. También con un presente amenazante, en el que la ultraderecha ya no se esconde. Los saludos fascistas de 1982, brazos en alto de nostálgicos del régimen franquista, casi risibles durante décadas, han vuelto. Y Aibar nos lo está recordando con una muy entretenida película, con un thriller de la Transición. (Javier Ocaña)

Recomendada.




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