La historia de las bandas sonoras compuestas para películas de piratas es prolija en títulos de toda clase y condición, desde las pioneras aventuras de Erich Wolfgang Korngold escritas en los años 30 hasta los renovados sonidos de Hans Zimmer y su trouppe en la saga de “Pirates of the Caribbean”. Todo vale cuando se trata de acompasar heroicidades y grandes hazañas ancladas en espacios tan amplios en extensión como en imaginación. Pero de los muchos compositores que han surcado mares y buscado tesoros, quizá Korngold y su alargada sombra sea el único que pueda competir con el manejo vivaracho y alegre de una puesta en escena tan endiabladamente lúdico-festiva como la tejida, con hilos finos pero bien tensados, por John Addison en “Swashbuckler”, un divertimento fresco, saludable y de fácil digestión que ni pretende aportar nada espectacular a la historia del género (para obras mayores ya están “Captain Blood”, “The Sea Hawk” o la mismísima “Hook”) ni cegar con su luz en la filmografía de un compositor que ya hacía una fiesta de cada una de sus partituras (¿quién, si no el Addison de “Sleuth”, hubiese escrito una obertura rimbombante y desenfadada para una obra de suspense?).
Es la simple honestidad de la música, su inocencia casi sonrojante y su transparente naturalidad lo que otorga a la banda sonora un encanto más allá de lo convencional, que sólo un gentleman plenamente convencido de la efectividad de su estilo (en una época, finales de los 70, claramente dominada por otras tendencias) se atrevería a concebir con la vitalidad y el desparpajo que convierten a “Swashbuckler” en una de las obras más lúcidas y divertidas del apasionante universo corsario (o swashbucklering, como se dice en inglés), ese al que guiña un ojo constantemente sin abandonar la elegancia y la flema británica del Addison de siempre, bien nutrido de la influencia academicista de William Walton, Clifton Parker y William Alwyn (el Alwyn, sobre todo, de “The Master of Ballantrae” y “The Crimson Pirate”).
Pero no todo el Addison de “Swashbuckler” se mueve entre Korngold y Alwyn, igual que la película no acaba resultando lo que pretende ser (un homenaje a los clásicos de Errol Flynn y a la golden age). De hecho, ese estilo old-fashioned tan evocado por la película y tan aparentemente buscado por la música tiene mucho más que ver, en el fondo, con la mirada pícara y burlona del Addison de “Tom Jones” y “The Amorous Adventures of Moll Flanders”, así como la propia renovación que trae consigo la música para películas de aventuras a finales de los años 60, cuando las fórmulas convencionales están más que agotadas y las malas taquillas demuestran que hay que renovarse o morir. Por ello, mientras que el filme fracasa en su ambiciosa (pero destartalada) mezcla de humor, melodrama, aventuras y romance, Addison acierta de lleno al exprimir su inconfundible personalidad en un contexto deliberadamente anticuado y recoger la antorcha del cambio con un “main theme” exótico y animado (“Swashbuckler Main Theme”), que se aleja de la solemnidad de un William Alwyn (“Swiss Family Robinson”) o un Bronislau Kaper (“Mutiny On the Bounty”) para acercarse al Henry Mancini de “The Hawaians” o al Quincy Jones de “Mackenna´s Gold”, con melodías más ligeras y orquestaciones menos pomposas.
Ya desde las primeras notas, el aire tropical de las percusiones, el brillo de los metales y la viveza de las cuerdas infunden un colorido y una vistosidad a la partitura que casan perfectamente con sus ingenuas intenciones y su tono abiertamente desenfadado, cálido, radiante de felicidad. Da igual que se trate del “main theme” (desarrollado en su plenitud en el epílogo, “End Title, End Cast”) o de la música más dramática y conflictiva: Addison entiende en todo momento la película como un circo de piratas que se mueven al son de la música, y esa sensación de farsa (tan característica del autor de “The Honey Pot”) prevalece en piezas de acción tan dinámicas como “The Incredible Chase” o en un segundo tema principal, igual de enérgico y juguetón, que acompaña alegremente las andanzas de los corsarios (en “The Coach Robbery” y “Derring-Do!”).
Addison se muestra más condescendiente (y distanciado del jolgorio dominante) en el tercer motivo de la partitura: un fastuoso tema de amor enteramente old-fashioned (aquí sí) cuya sensibilidad y romanticismo entronca más con los “love themes” del Hollywood dorado que con la escuela británica a la que representa (introducido en el corte “Love Theme” y retomado en “Swashbuckler Love Theme Reprise” y “Swimming Sequence; A New Awareness”). Solamente un cuarto y último tema (con el que el compositor pinta siniestramente al personaje de Lord Durant, a partir de “Torture; Erotica in Waltz Time”) se aleja del florido vergel de diversión que siembra la banda sonora en sus cortos pero excitantes 33 minutos, una duración que coincide con la del LP original editado por MCA y que el sello Intrada no ha podido ampliar para su première en compacto.
Aun así, la mera trascripción de la música de un soporte a otro, con sus inevitables temas pensados para el vinilo original (y ausentes del filme, como el “Love Theme” en su primera aparición) pero con la garantía de un sonido perfectamente remasterizado, supone un espléndido regalo tanto para los amantes de la buena música de cine (esa que Addison dignificó en tantas ocasiones) como para los nostálgicos de las bandas sonoras en extinción, esos arqueólogos de la silver age que encontrarán en “Swashbuckler” a uno de sus dinosaurios más moribundos: un cruce perfecto entre la sabiduría de la vieja escuela (con las exquisitas orquestaciones del veteranísimo Jack “Ratatouille” Hayes como guinda del pastel) y la revitalización de un sinfonismo en desuso a la hora de recuperar un tipo de cine igualmente olvidado, algo que supieron hacer el Bruce Broughton de “Silverado” o el James Newton Howard de “Wyatt Earp” al poner al día los resortes del western, pero que no ha acabado de encontrar su esencia en las pocas y, por lo general, complacientes revisiones del swashbucklering perpetradas en las últimas décadas, desde el exacerbado sinfonismo de John Debney en “Cutthroad Island” a las mecanizadas partituras “de fórmula” surgidas en el seno de “Pirates of the Caribbean”. Ser corsario ya no es lo que era. (David Serna)
Os dejamos con el Swashbuckler Main Theme de esta maravillosa Banda Sonora Original.
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