Título original: La semana del asesino. Dirección: Eloy de la Iglesia. País: España. Año: 1972. Duración: 102
min. Género: Thriller.
Eloy de la Iglesia,
Antonio Fos (Guión), Raúl Artigot (Fotografía), Fernando García Morcillo (Música), José Luis Matesanz (Montaje), Santiago Ontañón (Escenografía), Paquita Pons (Vestuario), Manuel Baquero (Efectos especiales), Vicente Parra, José
Truchado (Producción).
Película conocida
internacionalmente cómo “The cannibal man”.
Medallas del Círculo de
Escritores Cinematográficos 1972 al Mejor Actor (Vicente Parra).
Estreno en España: 22 abril 1974.
Reparto: Vicente Parra (Marcos), Emma
Cohen (Paula), Eusebio Poncela (Néstor), Charly Bravo (Esteban), Fernando
Sánchez Polack (Señor Ambrosio), Goyo Lebrero (Taxista), Vicky Lagos (Rosa), Ismael
Merlo (Jefe de personal), Rafael Hernández (Agustín), Lola Herrera (Carmen).
Sinopsis:
Un joven que trabaja como
carnicero en un matadero, mata accidentalmente a un taxista tras una discusión.
Cuando su novia le intenta convencer de avisar a la policía, se ve obligado a
matarla, y lo mismo hace con todos aquellos que suponen para él una amenaza.
Comentarios:
La Semana del Asesino se trata de un
filme perteneciente al género de terror (como veremos esto es motivo de
discusión), que realizó aún durante los últimos coletazos de la dictadura
franquista, el cineasta de origen vasco Eloy de la Iglesia. La película sigue
durante una semana, como indica el título, la vida del obrero que interpreta
Vicente Parra, quien cometerá una ola de crímenes durante ese lapso de tiempo.
Es cierto que la película se ha adscrito comúnmente al género de terror, pero
como bien advierten algunos, en realidad De la Iglesia no la ubica en un tiempo
fantástico ni imaginario, sino que La
Semana del Asesino transcurre en Madrid. Para más señas, en emplazamientos
frecuentados por la clase media-baja y trabajadora (desde la fábrica hasta la
chabola donde nuestro protagonista mira a los lumpenes jugar a fútbol), y además su protagonista es un obrero que
trabaja en una industria carnicera. Estaba claro que a pesar del género el
cineasta no iba a renunciar a su sello de autoría.
Hay sin duda una lírica
macabra en la película, que quizá incluso nos pueda recordar documentales como La Sang Des Bêtes (La sangre de las
bestias, 1949) de Georges Franju, por su afinidad temática. Detalles irónicos
que ayudan a potenciar el mensaje de desesperación que recubre el filme. Unas
secuencias monstruosas, realizadas mediantes algunos planos secuencias y
travellings nos muestran la carnicería en la que trabaja nuestro protagonista.
El desmembramiento y la sangre se convierten en absolutos protagonistas. Sin
embargo, la película no nos muestra estas escenas como algo extraño, sino que
forman parte de la cotidianeidad de nuestro protagonista. Para más ironía, se
nos muestra a nuestro personaje comer un bocadillo mientras somos testigos de
esta barbarie. Detalles como este ayudan al cineasta a mostrar su faceta más
negra, como la bolsa de deporte que tiene el eslogan del ministerio del
movimiento, y que nuestro protagonista utiliza como herramienta para
transportar los trozos desmembrados de las víctimas.
La estética de la
película consigue adaptarse perfectamente entre el territorio de lo escabroso y
lo macabro (las ya comentadas secuencias del matadero) y un ambiente industrial
decadente. La película emplea un magnífico raccord que nos adentra en la vida
de nuestro protagonista. Por ejemplo, la decoración del piso es un genial
ejemplo de cómo se construye un raccord
en torno a una idea (en este caso, la de construir un personaje como al que da
vida Vicente Parra).
Eloy de la Iglesia nunca
pretendió cerrar la película con el final que conocemos, fue la censura la que
obligó al cineasta a cambiar el final que tenía pensado el autor. De manera que
el final resultante nos puede parecer absurdo porque una de las cosas que nos
enseña la película es que nuestro protagonista cae en una vorágine de sangre de
la que no puede escapar (remarquemos la característica del no retorno). Primero
se trata del asesinato casi involuntario del taxista, pero los crímenes
posteriores vienen de una manera casi inevitable y como a consecuencia del
primer asesinato, pues el personaje que interpreta Parra intenta tapar las
evidencias del crimen, así que resulta impensable que de repente nuestro
personaje reflexione y vire hacia el final que marcó la censura.
A pesar de que la
película está realizada antes de la caída definitiva del régimen franquista y
por tanto antes de que la censura se anulara, ya encontramos señas muy
interesantes que anuncian el cine de Eloy de la Iglesia.
En este sentido, es
conveniente remarcar que La semana del
asesino representa también la primera aproximación del director al mundo de
la homosexualidad. Un acercamiento que no se limitará a mostrar al típico
mariquita gracioso tolerado en el cine español (en esta ocasión el dependiente
de la droguería), sino de una forma más real y cercana, que a pesar de las
múltiples mutilaciones de censura, quedó bastante palpable. Algunas de las
frases promocionales del filme sorprendentemente incidían en ello: “¿Qué clase
de amistad une a Marcos y Néstor?”, “¿Por qué no denunció Néstor a Marcos
siendo el único testigo de sus crímenes?” Y la más absurda: “¿Es Vicente Parra
un paranoico o comprendió perfectamente al personaje de Marcos?” Pero si Néstor
es para Marcos el descubrimiento de su propia sexualidad, este para Néstor
representará la atracción por el abismo. Sabe que es un asesino, pues desde la
ventana de su bloque le ha espiado con unos prismáticos y deja patente en
varias ocasiones que ha sido testigo de los asesinatos que Marcos ha cometido.
Pero desde su posición acomodada tiene una atracción homosexual por el lumpen,
por el elemento suburbial, que compartía el propio De la Iglesia y que llevó al
director al abismo de la droga. Como a Pasolini a la tumba. También la casa (y
concretamente el dormitorio) de Marcos, puede ser visto como un armario repleto
de esqueletos. Un lugar cada vez más claustrofóbico y que cada vez apesta más.
Con esas moscas y ese olor que parece atravesar la pantalla. Peste fétida,
fluidos y carne: la sangre salpica el piso de Marcos; la de las reses
sacrificadas riega los suelos del matadero. El sudor impregna el cuerpo de
Marcos. Y la carne. Carne femenina en el lecho de Marcos y en los pósters de
sus paredes, con los que en una escena parece masturbarse, siendo observado
desde arriba. Y carne también en el plato de comida que le sirve Rosa (Vicky
Lagos), carne que, en un tétrico ciclo, proviene de la trituradora con la que
Marcos trabaja en la fábrica.
Inicialmente Eloy de la
Iglesia quería que el personaje de Marcos fuera interpretado por un joven de 18
años. Esa inexperiencia explicaría su torpeza, su huida hacia delante al no
saber cómo salir del lío en el que se había metido. Tenía más sentido con un actor
más joven. Y el personaje de Néstor se aproximaría también más al pervertidor
que Simón Andreu interpretó en la posterior Los
placeres ocultos (1977). Pero Vicente Parra estaba seriamente interesado en
el papel, no dudando incluso en entrar en la producción del filme. En todo
caso, el Marcos que interpreta Vicente Parra resulta igualmente efectivo. Un
obrero sin salida en un Madrid desarrollista y condenado a una vida que le
resulta inaceptable. Proletario hasta en la forma de matar, perpetrando sus asesinatos
con lo que tiene más a mano: piedras, herramientas y cuchillos de cocina,
cuando no con sus propias manos. Pero a pesar de sus crímenes, Marcos no puede
ser visto con odio por el espectador. Ni siquiera cae mal. Es un pobre diablo
condenado por la fatalidad y la mala suerte, una víctima más. Un asesino cañí
que desmenuza cuerpos a ritmo de pasodoble, transportando esos trozos a su
puesto de trabajo con una bolsa cada vez más fétida en la que reza el deportivo
lema ‘Contamos contigo’.
Secuencia censurada de la película |
Marcos tan solo vive
momentos de paz cuando está con Néstor paseando, en su casa o en la piscina,
instantes tras los cuales retorna a su apestosa realidad, una realidad con
fondo de guitarra española y el lema ‘Dios guarde esta casa’ en la puerta. Una
casa que es un prodigio de realidad fabricada, ya que se construyó ex profeso
en un descampado de pesadilla que, al igual que toda la ambientación del filme,
es obra de Santiago Ontañón. Una pieza fundamental en la arquitectura de la
cinta junto a la acertada música de Fernando García Morcillo.
Como analizaba el teórico
Jamake Highwater en su obra, estas imágenes de transgresión sexual servían para
cuestionar un poder establecido que no dejaba que ninguna película ocultara el
mínimo atisbo sobre la homosexualidad. Eloy de la Iglesia fue uno de los
pioneros en este sentido, y seguiría con esta vía a lo largo de casi toda su
carrera.
La semana del asesino se estrenó antes
en Estados Unidos y Alemania que en España, a cuyas pantallas llegó en 1974.
Allí tuvo el equívoco título de Cannibal
Man, aunque en Italia recibió el no menos absurdo de L’appartamento
del 13º piano.
Vicente Parra recibió el
premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por su trabajo, y la película
fue presentada fuera de concurso en el Festival de Berlín, donde según su
director “daban unas bolsitas para vomitar, como las de los aviones”. La cinta
fue incluida, junto a otras 72, en la lista de Video Nasties (películas prohibidas) que se promulgó
durante la etapa Thatcher en Inglaterra.
Cannibal Man es una cinta de culto en
todo el mundo, que ha sido editada y reeditada lujosamente en todos los
formatos domésticos.
Recomendada.
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