jueves, 21 de mayo de 2020

Todo sobre Eva al desnudo


"Ya es hora de que el piano se dé cuenta de que no ha escrito él el concierto"


Margo Channing (Bette Davis) sigue siendo la estrella indiscutible de la escena teatral neoyorquina. Pero, ¿cuánto tiempo podrá seguir interpretando la cuarentona a una veinteañera?. “Aged in wood” (envejecido en madera) es precisamente el título de la obra en la que Margo actúa cuando la joven Eva Harrington (Anne Baxter) aparece en su vida. Margo, una diva madura, se cree demasiado a gusto la historia de la joven Eva, que no se pierde ninguna de sus actuaciones y que, en su primer encuentro en el camerino de la actriz, cautiva a todos los presentes con su entusiasmo por el teatro: “Tenía mucha imaginación de niña. Fingía toda suerte de cosas. Lo que fuera, no me importaba. Poco a poco, lo de fingir y simular empezó a llenar mi vida más y más, tanto que llegué a no distinguir lo verdadero de lo irreal. Salvo que lo irreal me parecía más verdadero”. Encantada con esa franqueza ingenua, Margo hace de Eva su chica para todo.


La imagen inmaculada de la asistenta, aparentemente tan desinteresada, se resquebrajará muy pronto, y detrás asomará una intrigante muy hábil. Lo que empieza como un cuento de teatro acaba como una ronda cínica y llena de juegos de palabras en torno a la ambición, el amor y el mundo del espectáculo. En un segundo plano, Mankiewicz dibuja un catálogo de estereotipos tornasolados del mundo del teatro en toda su ambivalencia y nos revela su tendencia, a veces patética, a mirarse el ombligo: ahí está la diva Margo, caprichosa y dominante; su novio fiel, el director Bill Sampson (Gary Merill); su amigo, el guionista Lloyd Richards (Hugh Marlowe), fácil de manipular; el crítico Addison de Witt (George Sanders), de lengua afilada, pero sin escrúpulos; el productor Max Fabian (Gregory Ratoff), siempre quejándose de sus males, y el talento ambicioso de Eva.


Anne Baxter obtuvo una de las 14 candidaturas a los Óscar de la película -un récord que no se superó hasta los años noventa con “Titanic” (1997)- por su interpretación de la joven actriz pérfida, pero los espectadores actuales la consideran rígida. A pesar de todo, eso apenas perjudica el placer de contemplar este clásico, puesto que la trama se centra en Margo, personaje al que Bette Davis interpreta con un entusiasmo irrefrenable como una mujer que se agita entre la amargura por la edad y la esperanza romántica del amor. El broche de oro de esa representación es la fiesta de cumpleaños de su novio Bill, donde ella se explaya compadeciéndose con cinismo y mostrando unos celos furibundos, y hace que el pianista toque temas tan tristes que Bill le pregunta sarcástico: “Muchos de tus invitados se preguntan cuándo se les va a permitir ver el cadáver. ¿Dónde está el túmulo?”. Una Margo borracha replica: “Aún no está en el túmulo. No hemos acabado de embalsamarlo. A decir verdad, lo tienes ante tí: los restos de Margo Channing”.


En pasajes así Davis parece interpretarse a sí misma. Son muy evidentes los paralelismos con la situación de la actriz en aquel entonces, ya que, a finales de los cuarenta, amenazaba cada vez más con caer en el olvido, hasta que la película de Mankiewicz le proporcionó un espléndido retorno. En aquella época Billy Wilder también se centró en el tema de la actriz madura en “El crepúsculo de los dioses” (1950), con Gloria Swanson. Pero, así como Wilder y su director de fotografía Jonh F. Seitz evocaron el expresionismo del cine mudo mediante una iluminación, gestos y perspectivas extremas, y unos decorados lujosos, Mankiewicz y Krasner se mantuvieron comedidos. La excelencia de la puesta en escena de “Eva al desnudo” (1950) está en los detalles. Se encuentra, por ejemplo, en el halo de luz que rodea como un aura a Eva cuando recoge su primer premio teatral o en los primeros planos elocuentes de la concesión de galardones, que muestra, una tras otra, las caras impertérritas de Margo y sus amigos, que se quedan sentados impasibles mientras el resto del público se deshace en un aplauso entusiasta. En esta escena, Mankiewicz utiliza la acción y la reacción de forma muy lograda para hacer aumentar la tensión y representar el conflicto. No menos sutil es su manera, como guionista, de componer los diálogos de la película, que no sólo contienen gran cantidad de indirectas sobre Hollywood, sino que también varían de forma muy lograda entre los comentarios ingeniosos, las discusiones agudas y los monólogos de peso.


Mankiewicz juega asimismo con elegancia con la perspectiva, que cambia de manera imperceptible, desde la que los espectadores observan a Eva hasta que, al final, el crítico Addison dice la última palabra: “Eres una persona increíble, Eva. Y yo también. Eso tenemos en común. Junto con el desprecio por la humanidad, incapacidad de amar y ser amados...”. Estas palabras no suponen únicamente un juicio demoledor, sino que también son una referencia clara a la homosexualidad de Eva y Addison que, conforme a la época, sólo se insinúa. No obstante, subraya la inconsistencia moral de ambos y se muestra, por ejemplo, cuando Addison juega con una boquilla (un objeto femenino) en los labios o cuando Eva se queda en su habitación con una señora desconocida.


Al final, la lucha entre la vieja diva y el joven talento acaba en un merecido empate. Los únicos ganadores son los espectadores, a los que Mankiewicz ha enseñado de forma manipuladora y muy entretenida las intrigas detrás de bastidores, reconciliando el teatro y Hollywood. A Bill, su alter ego, le hace decir: “Donde haya magia, ficción y un auditorio, allí hay teatro”, y está definiendo a la vez el teatro y el cine. Así, es lógico que la película, basada en un relato, llegara en 1970 a Broadway convertida en el musical “Applause”, en el que el papel de la madura Margo lo interpretó primero Lauren Bacall y a partir de 1973 Anne Baxter.


De las 14 candidaturas ganó 6: Mejor película; Mejor director; Mejor actor de reparto; Mejor guión adaptado; Mejor sonido; y Mejor vestuario. Merecidos todos. Según la Halliwell´s Film and Video Guide: “Una historia en principio poco convincente y con personajes flojos se transforma de forma brillante en un tesoro de película gracias a un guion ferozmente ingenioso y a algunas interpretaciones mordaces”. Una frase que nunca olvidaré la pone Mankiewizc en boca de Margo es: “Ajústense los cinturones, ¡esta noche vamos a tener tormenta!”.

Joseph Leo Mankiewicz no es tan sólo la única persona capaz de ganar dos años consecutivos los Óscar al mejor director y al mejor guion, sino que contribuyó como pocos a forjar la historia del cine de forma diversa y activa: en los años veinte, este cineasta nacido en Pensylvania en 1909, tradujo rótulos para las películas de cine mudo de la UFA. Hasta que su hermano mayor, Herman, se lo llevó con él a Hollywood, donde ambos serían guionistas de éxito. Las cínicas disputas verbales de “Eva al desnudo” se cuentan entre sus máximos logros en ese terreno, algo que también demuestra el hecho de que el dramaturgo Edward Albee hiciera suyo un pasaje de la película para su guerra matrimonial ”¿Quién teme a Virginia Woolf?”. A pesar de su inicial posición de ayudante, la relación con su hermano mayor estuvo marcada por la competencia, aunque durante mucho tiempo se consideró que él tenía menos talento. Tras los primeros éxitos de Herman, que ganó un Óscar por el guion de “Ciudadano Kane” (1941), Joseph aventajó a su hermano, primero trabajando como productor (“Historias de Filadelfia”, 1940) y acto seguido, como director.


Como tal rodó un sinnúmero de películas de lo más diverso, desde wésterns hasta comedias musicales. A menudo asumió también el papel de guionista, hecho que marcó claramente sus trabajos de dirección. Y es que sus filmes no saben de construcciones atrevidas de imágenes o de escenas, pero sí de juegos de palabras mundanos y de una construcción inteligente de la historia. El hecho de que no siempre fuera muy ocurrente lo demuestra, por ejemplo, el uso reiterado del flash-back en “Eva al desnudo”, “Carta a tres esposas” o “La condesa descalza”. No obstante, gracias a su forma magistral de narrar historias, fue uno de los directores de Hollywood con más éxito en los años cuarenta y cincuenta. Asimismo trabajó en los sesenta y setenta con estrellas como Lawrence Olivier (“La huella”), Henry Fonda y Kirk Douglas (“El día de los tramposos”). Consiguió candidaturas al Óscar hasta el final y rodó con Elizabeth Taylor la monumental película “Cleopatra” (1963), un intento de fortalecer la posición del cine frente a la televisión, cada vez más popular. Como tantas otras veces en su carrera, en este caso el estudio volvió a vencer sobre sus ideas creativas. François Truffaut dio en el clavo al afirmar que Hollywood le ofreció muebles cochambroso para pulir, cuando él quería derribar las paredes. Joseph L. Mankievic murió en 1993 a causa de un paro cardíaco.


VIRGINIA RIVAS ROSA








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