Extravagante para unos,
genial para otros, Marlon Brando no admite las adhesiones tibias. Las
fotografías infantiles nos lo muestran como un niño de mirada penetrante, con
unos ojos lleno de inteligencia y rebosantes de decisión, y todos esos rasgos
lo acompañaron hasta el final.
Había nacido un 3 de
abril de 1924 en Omaha, y fue desde el comienzo un caso difícil, una persona
sensible, incapaz de soportar la mediocridad de una ciudad provinciana, las
tensiones familiares, las reglas del sistema escolar o de la academia militar
donde su padre lo matriculó. Omaha podía ser terriblemente aburrida y Brando
dio el salto a New York, al paraíso de la libertad. Intentó ser batería,
trabajó de lavaplatos, de ascensorista, de camionero, de oficinista, hasta que
al fin encontró su verdadero camino y empezó a formarse como actor.
Primero las tablas, hasta
que su trabajo en Un tranvía llamado
deseo le catapulta al éxito, y enseguida al cine. Protagonizará a las
órdenes de Kazan la versión de la obra de William y todos los productores se
inclinaron ante su talento. Viva Zapata,
Julio César, Salvaje, La ley del silencio, Rebelión a bordo, son muestras
de su versatilidad y la prueba de que pocas veces se ha construido un mito
sobre tanta calidad interpretativa. Un mito al que se acusó de irascible, de
soberbio, de violento, de depravado. Y es que también muy pocas veces un actor
atentó tan cruda y directamente contra la moral y las formas de vida del stablishment.
La vida de Brando fue un
pulso constante en defensa de su individualidad, de su libertad, una negativa a
aceptar lo establecido, una apasionante provocación. Y el pulso lo ganó.
En la década de los
sesenta sus apariciones en la pantalla se espacian, la calidad de sus trabajos
disminuye. Está más gordo, su cabello escasea, el alcohol y las drogas minan
lentamente su salud, parecía acabado. Y de pronto, como una más de sus bromas,
se empeña en protagonizar El Padrino,
acepta la humillación de una prueba y consigue el papel.
Brando, el ave Fénix,
vuelve otra vez a ocupar las portadas de las revistas, a ser el centro de todos
los comentarios. El último tango en París
es la prueba definitiva de su resurrección, el escalón que le coloca en la
cúspide y le convierte en el actor mejor pagado del mundo.
Cuando una noche de 1975
la apache Pequeña Pluma explica en el gran Auditorio de Los Ángeles que el
actor rechazaba el Óscar por su interpretación en El Padrino, el rostro atónito de “todo Hollywood” tenía una
traducción bien sencilla: Brando había ganado otra vez.
Os dejamos con ese
momento.
Filmografía esencial.
·
1950: Hombres.
·
1951: Un tranvía llamado deseo.
·
1952: ¡Viva Zapata!
·
1953: Julio César.
·
1954: La ley del silencio; Desirée; Salvaje.
·
1955: Ellos y ellas.
·
1956: La casa de té de la luna de agosto.
·
1957: Sayonara.
·
1958: El baile de los malditos.
·
1959: Piel de serpiente.
·
1961: El rostro impenetrable
·
1962: Rebelión a bordo.
·
1963: Su excelencia el embajador.
·
1964: Dos seductores.
·
1965: Morituri.
·
1966: La jauría humana; Sierra prohibida.
·
1967: La condesa de Hong-Kong; Reflejos en un ojo
dorado.
·
1968: Candy.
·
1969: La noche del día siguiente; Queimada.
·
1972: El padrino; Los últimos juegos prohibidos.
·
1973: El último tango en París.
·
1976: Missouri.
·
1978: Superman.
·
1979: Apocalypse Now.
·
1980: La fórmula.
·
1989: Una árida estación blanca.
·
1990: El novato.
·
1992: Cristóbal Colón, el descubrimiento.
·
1995: Don Juan de Marco.
·
1996: La isla del Doctor Moreau.
·
1997: The brave.
·
1998: Free money.
·
2001: Un golpe maestro.
Más información sobre Marlon Brando en otras entradas de este mismo BLOG:
La música en el Cine: Marlon Brando
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