Título original: Oldboy. Dirección: Park Chan-wook. País: Corea del Sur. Año: 2003. Duración: 120 min. Género: Thriller.
Kim Sang-pom (Montaje), Chung Chung-hoon (Fotografía), Park Chan-wook y Hwang Jo-yoon (Guión, basado en manga de Nobuaki Minegishi), Jo Yeong-wook (Música), Lim Seng-yong (Producción).
Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2004.
Reparto:
Choi Min-sik (Oh Dae-su), Yoo Ji-tae (Lee Woo-jin), Kang Hye-jung (Mi-do), Oh Dal-su (Park Cheol-woong), Kim Byung-ok (Mr. Han).
Sinopsis:
Oh Dae-su es un hombre de negocios coreano que un día es secuestrado y confinado durante quince años en una habitación sin saber por qué está allí.
Oh Dae-su en la habitación en la que es confinado |
Con las circunstancias especiales en las que estamos inmersos, he recordado y revisitado este trabajo de Park Chan-wook. Películas sobre confinamientos, en sentido amplio, hay muchas. Por citar algunas, El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), La habitación del pánico (David Fincher, 2002), Extraterrestre (Nacho Vigalondo, 2011) o la reciente El faro (Robert Eggers, 2019). Confinamientos voluntarios u obligados, en clave de humor, suspense o terror.
Elijo una excelente en la que el aislamiento es solo la premisa de los primeros diecisiete minutos del metraje, pero en la que las condiciones de dicha situación son tan extremas, que ahora podemos entenderlas mejor, después de lo vivido. Quince años (¡quince años! ¿os hacéis una idea?) obligado a vivir entre cuatro paredes extrañas, sin saber motivo alguno, sin nada de comunicación con el exterior salvo un televisor que le informa de que es sospechoso del asesinato de su mujer.
Ante el televisor de su habitación |
Pero no escribo de ella solo por esto, obviamente, sino porque me parece una muy buena película que tiene una característica que me fascina: el saber conjugar la violencia y la tragedia, con un lenguaje cinematográfico muy cuidado, salpicado también de ciertas dosis de poesía. Creo que es una combinación interesante.
Los colores tienen un valor simbólico en la película |
Además de poder entenderse como puro entretenimiento, permite que el espectador se haga diversas preguntas, pues son varios los temas que se tocan. De algunos mejor no hablar por si leéis esto sin haberla visto antes; otros más generales, no desvelan nada. Nos hace reflexionar sobre la moral, algo que no pasa nunca de moda, aunque quizá hoy día seamos más conscientes que nunca de que nuestros actos, nuestras decisiones, influyen en los demás. De ahí la llamada a la responsabilidad.
También trata sobre la venganza. De hecho, Oldboy es la segunda entrega de la Trilogía de la Venganza, por compartir la misma temática con Sympathy for Mr. Vengeance (2002), más austera, y Sympathy for Lady Vengeance (2005), más bella formalmente hablando. Además de esto, las tres participan de similitudes estilísticas y de los mismos ambientes de trasfondo: negocios turbios relacionados con el mercado de órganos, los secuestros o los asesinatos. Lejos de ser una apología de la revancha, retratan su sinsentido en la que todos pierden de alguna u otra manera, incluso los que no son culpables, arrastrados como daños colaterales.
Existe una versión americana de Oldboy del mismo título dirigida por Spike Lee en 2013. Aunque no es una mala película, no aguanta la comparación con su predecesora, que tiene un mejor uso de las elipsis, un tratamiento formal más exquisito y un lirismo del que la obra estadounidense carece por completo. Spike Lee, en horas bajas, se limita a seguir el guión rebozándolo de más violencia explícita si cabe, usando efectos especiales que nos hacen ver, por ejemplo, los sesos volando por los aires. Y es que si repasamos el Oldboy de Park Chan-wook, la mayoría de las atrocidades que creemos haber visto se han creado en nuestra mente a partir de la sucesión de planos, gracias a la magia del montaje.
Versión de 2013 con Josh Brolin |
El director coreano acierta desde el principio con un comienzo fuerte, un flashback in medias res que capta la atención del espectador: con la acción interrumpida en un tenso momento, con contrapicado a contraluz, Oh Dae-su se nos presenta a caballo con la siguiente secuencia, ocurrida en un momento anterior, en la que mira a cámara y parece otro. ¿Qué ha podido pasar para sufrir esta transformación?
Oh Dae-su al comienzo de la película |
En la siguiente secuencia |
Una vez atrapados por el anzuelo, la promesa se cumple y se supera y tenemos que mantenernos activos para seguirle los pasos al protagonista. Ya desde los títulos de crédito se nos indica la importancia del tiempo, que se pierde hasta que se agota. El tiempo que pasa para Oh Dae-su, lo que vive, lo convierte en otro y ese cambio no solo se consigue con peluquería, maquillaje o vestuario, sino que la interpretación de Choi Min-sik recoge a la perfección la evolución interior del personaje.
Oh Dae-su cuenta los años |
El antagonista también se nos dibuja interesante desde lo primero que conocemos de él: su voz, sus manos cuidadas, su manera educada de expresarse. “El solitario príncipe en la alta torre” es un villano magnético que despierta nuestra curiosidad.
El personaje de Lee Woo-jin |
Se utilizan numerosos recursos visuales que deslumbran sin distraer: encuadres con puntos de vista originales, transiciones entre secuencias diseñadas con gran sentido estético, filtros de color (por ejemplo, dorados para mostrarnos el pasado más remoto), juego con la velocidad de la imagen, sobreimpresiones que crean efectos surrealistas, pantallas fragmentadas, movimientos atrevidos de cámara…
Filtro dorado para escaleras que recuerdan a las imposibles de Escher |
La secuencia más célebre de la película es la de la pelea del pasillo. A pesar de lo ya comentado sobre el estupendo montaje, para dicha secuencia prescinde de este recurso y opta por realizar un plano secuencia con travelling lateral. Atrevido, ¿no? Lo normal hubiera sido elegir un montaje rápido que multiplicara tanto los puntos de vista como el movimiento y subrayara la acción trepidante. El resultado funciona: tiene cierta estilización coreográfica, una teatralización que favorece que podamos distanciarnos de ella y “disfrutar” de la violencia.
Tres días duró el rodaje de este plano secuencia |
Un apartado a destacar es la banda sonora. Tiene varios valses maravillosos, varios temas de acción que potencian la tensión y también utiliza un fragmento de Las cuatro estaciones de Vivaldi para acompañar una secuencia de tortura: música divergente que crea un efecto perturbador.
Muy buena la interpretación de Choi Min-sik |
Hay quien compara a Park Chan-wook con Quentin Tarantino. El americano, que había estrenado Kill Bill también en 2003 y es admirador confeso del coreano, presidía el jurado del Festival de Cannes cuando Oldboy ganó el Gran Premio del Jurado de 2004. En mi opinión, en las obras de Tarantino el humor directo tiene muchísimo peso, siendo el humor de Park Chan-wook, que también hace uso de él, más irónico: el resultado es un estilo oscuro y simbólico que se asemeja mejor a un cruce entre Tarantino y David Lynch. Una mezcla muy sugerente para mi gusto.
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