Título original: Retorno a Hansala. Dirección: Chus Gutiérrez. País: España. Año: 2008. Duración: 95 min. Género: Drama.
Guión: Chus Gutiérrez, Juan
Carlos Rubio. Fotografía: Kiko de la
Rica. Música: Tao Gutiérrez. Producción: Maestranza Films, Muac
Films.
Premio Especial del
Jurado en el Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI 2008).
Fecha del estreno: 27 Marzo 2009
(España)
Reparto: El Hussein Aghazaff,
Fatima Andah, Antonio Dechent, María del Águila, Antonio de la Torre, Cuca
Escribano, José Luis García Pérez, Farah Hamed, César Vea.
Sinopsis:
A comienzos de esta
década, en las playas de Rota, aparecieron los cadáveres de once jóvenes
inmigrantes marroquíes que buscaban cruzar el estrecho en una patera. Se
descubrió por sus ropas que los once muchachos pertenecían a la misma aldea,
Hansala. "Retorno a Hansala" pretende recrear aquel suceso visto
desde los ojos de dos personajes: Martín, un empresario funerario que pretende
hacer negocios con lo ocurrido, y Leila, hermana de uno de los fallecidos. Los
dos se embarcarán en la aventura de intentar repatriar el cadáver del muchacho
en una furgoneta, donde ambos vivirán una intensa experiencia moral que les
llevará a replantearse todas sus creencias.
Comentarios:
La película de la
directora Chus Gutiérrez (Granada, 1962) es ficción y documental, es una
especie de road movie, de esos films
en los que el viaje transforma interiormente. Es una película comprometida que
nos obliga a mirar directamente, como testigos mudos y/o solidarios, ante la
tragedia que cada día se vive en el Mediterráneo. Todavía en 2008, fecha de Retorno a Hansala, lo peor estaba por
llegar y así lo denunciaban seis años
después los pavorosos informes de Amnistía Internacional:
“En lo que llevamos de año, más de 1000 personas, muchos de ellos niños
y niñas, fueron “tragadas por el mar”. El Mediterráneo se está convirtiendo en
un enorme cementerio ante la más absoluta indiferencia de algunos gobiernos. Es
absolutamente insoportable. No podemos consentir que miles de personas, ¡más de
30.000 desde 2014!, mueran de forma tan atroz, tras huir de la guerra, de la
tortura, de la explotación, de la violación, del hambre o de la muerte […] Es
una vergüenza que esta Europa silenciosa, inhumana e irresponsable no sea capaz
de liderar una solución. Es una cuestión de derechos humanos, de justicia, de
humanidad, de compasión, de solidaridad”.
Retorno a Hansala se basa en la tragedia
que sucedió en 2003 en Rota, donde murieron
32 personas indocumentadas. Doce de ellos eran originarios del mismo pueblo,
Hansala, situado en el Atlas medio marroquí. Hasta allí se desplazó Chus
Gutiérrez para filmar con actores de la vida real, Hussein Aghazaff y Fatima
Andah, padres de uno de los chicos que perdió la vida.
Chus Gutiérrez inicia su
película con una cámara sumergida en el mar para hacernos sentir la zozobra y
agonía de quienes mueren en el intento de alcanzar nuestras costas. La
directora pretende buscar en el espectador la angustia, la impotencia, la
indignación y, sobre todo la empatía hacia las víctimas inmigrantes. Solo
cuando nos ponemos en la piel del otro, solo cuando hacemos nuestras las otras
corporeidades podremos llegar a interiorizar el dolor humano. Esa búsqueda de
la empatía es algo que está muy presente en la narrativa cinematográfica,
especialmente en el género documental. En 2019 el cineasta, Isaías Griñolo, influenciado,
sin lugar a dudas, por Retorno a Hansala,
en su película documental Auschwitz on
the Beach pretende buscar en el espectador el caos, la incomodidad, la
desorientación, la angustia para que nos pongamos en la piel de los
inmigrantes. Y eso lo logra con el uso de la música incidental y de ruidos
ensordecedores. No se trata de una empatía “amable”, meramente sentimental,
sino de incomodarnos por un momento, los 90 minutos del film, para que tomemos
consciencia del infierno de los otros.
La historia que se cuenta
en Retorno a Hansala tiene dos
escenarios, dos orillas: España y Marruecos, Algeciras y Hansala. E igualmente posee dos narrativas y ritmos
diferentes: la parte rodada en España es más confusa y errática. Sin embargo,
la filmada en Marruecos tiene un ritmo diferente, más contemplativo, más documental,
se recrea en el paisaje geográfico y en lo humano, en los gestos y en las
emociones. Todo es fresco y natural, nada de artificios. La fotografía es
excelente.
Algeciras es la ciudad
española donde vive la protagonista principal, Leila (Farah Hamed), inmigrante marroquí que llegó a
España en patera con la finalidad de sacar de la miseria a su familia, Leila
logra sobrevivir gracias a un empleo precario en una lonja de pescado, habita
en un piso de una humilde barriada con más compatriotas, de esas viviendas
donde los migrantes viven hacinados que, irónica y popularmente, se denominan
“pisos-patera”. Leila con sus ahorros paga el viaje desde Hansala a España a su
hermano pequeño, pero el viaje, el sueño europeo se verá truncado por la mar.
Leila, presa del desconcierto y llena de culpabilidad, buscará la forma de
repatriar a su hermano hasta la aldea de origen, 3.300 euros cuesta el retorno,
más que emigrar.
Aquí entra en escena el
otro protagonista del film, Martín (José Luis García Pérez), dueño de una
funeraria y al que Leila paga 1.600 euros
para iniciar el viaje de retorno a Hansala del cuerpo de su hermano, embalsamado
por el imán de la mezquita. Martín es un hombre materialista, de mediana edad
cuya vida personal está en crisis. El paradójico viaje a la pobre aldea bereber
se convierte en iniciático tanto para Martín como para Leila, es una toma de
consciencia, una conexión con el ser profundo: “respirar el aire de la tierra
de origen, da plenitud” –dice Leila-.
El viaje (el retorno) a
Hansala no solo armoniza dos mundos y culturas diferentes, sino que también
cuestiona a la sociedad del bienestar, a su materialismo, indolencia e
inmovilismo, planteándonos la necesidad de abrir nuestras mentes, de
dejar de mirarnos al ombligo y sobre
todo, como diría Nietzche en Así habló
Zaratustra: “Aprender a beber en todos los vasos, quien quiera permanecer
puro entre los hombres tendrá que lavarse incluso con agua sucia”.
Concluimos con las palabras de su protagonista Farah Hamed (Leila): “El largometraje pone nombre y apellidos a las víctimas. No todas las familias han podido enterrar a sus hijos. Porque no se han recuperado del océano o porque no han podido ser identificados. El dolor de este pueblo perdido en las montañas es aún más fuerte por la pobreza extrema de sus gentes, sin agua, luz ni médicos. La aldea bereber salió del abandono durante la semana de rodaje. No hubo tristeza, solo expectación ante las cámaras y los focos que avivaron los ánimos de este lugar, exportador de inmigrantes”. (María Dolores Pérez)
Recomendada.
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