lunes, 27 de junio de 2022

Misión de audaces (John Ford, 1959)

 

Título original: The Horse Soldiers. Dirección: John Ford. País: USA. Año: 1959. Duración: 119 min. Género: Bélica, Western, Aventuras.

Guión: John Lee Mahin, Martin Rackin (basado en una novela de Harold Sinclair). Fotografía: William H. Clothier. Música: David Buttolph. Dirección artística: Frank Hotaling. Montaje: Jack Murray. Maquillaje: Web Overlander. Efectos especiales: Augie Lohman.  Producción: John Lee Mahin, Martin Rackin.

Nominada al Mejor Director 1959 por Sindicato de Directores (DGA).

Estreno mundial: 11 Junio 1959 (USA)

 

Reparto: John Wayne, William Holden, Constance Towers, Althea Gibson, Hoot Gibson, Russell Simpson, Anna Lee.

 

Sinopsis:

Un severo coronel de La Unión está al frente de un regimiento que debe infiltrarse en pleno territorio confederado para cumplir una difícil misión. En esta aventura lo acompaña un médico de buenos sentimientos. Para evitar que revele sus planes al enemigo, se ven obligados a llevarse como rehén a una joven rebelde sureña que conoce la misión.

 

Comentarios:

Si analizamos los títulos que componen la filmografía de John Ford centrada en la temática del Oeste, uno de los recursos más utilizados para narrar los acontecimientos es la exposición de dos posturas enfrentadas representadas por dos personajes masculinos claramente definidos.

Estos personajes asumen un determinado rol que le sirve al director para mostrar al espectador dos maneras de entender la vida, dos formas de afrontar un hecho, un suceso o una misión; en unos casos tendremos una relación puramente profesional, en otros habrá una relación de amistad. Estructurando el guión a través de esta dualidad, Ford plantea las dos posiciones sin tener que decidirse necesariamente por alguna, dejando al espectador la libertad de decidir cuál es la más adecuada.

En Fort Apache, el capitán York (John Wayne) y el coronel Thursday (Henry Fonda), aun sometidos a las estrictas reglas del ejército, son capaces de plantear un conflicto por la distinta forma de entender la misión encomendada. Igualmente podemos observar una situación parecida en Dos cabalgan juntos, donde un miembro del ejército y un civil se enfrentan a la misión de recuperar a un grupo de hombres, mujeres y niños secuestrados por los indios; o en El hombre que mató a Liberty Valance, donde la lucha se plantea entre la civilización representada por un hombre de leyes, James Stewart, y el «salvaje oeste», John Wayne.

Misión de audaces (The horse soldiers, 1959), basada en la novela de Harold Sinclair, tiene un idéntico planteamiento. En el marco de la Guerra Civil americana, un grupo de soldados del ejército de la Unión, comandados por el coronel John Marlowe (John Wayne), deben realizar una peligrosa incursión en territorio sudista para destruir un enclave estratégico ferroviario que se ha convertido en un núcleo importante de abastecimiento. En esta misión el encargado médico es el mayor Hank Kendall (William Holden).

Desde el principio, la relación entre ambos es de claro enfrentamiento: en la primera escena en que aparece el cirujano, el coronel Marlowe ya le reprocha que no lleve el uniforme del ejército. A partir de ese momento cualquier suceso sirve para mostrar la diferencia entre ambos hombres: la elección de los soldados para la misión, la atención dispensada por el médico a una mujer de color que está pariendo en una cabaña, etc.

Aunque forman parte de la misma institución, el ejército, representan dos modelos absolutamente diferenciados. Por un lado, tenemos el oficial al mando, un civil en tiempos de paz que ahora ha ido ascendiendo desde la base hasta convertirse en un oficial, no es un militar de West Point como se reitera en la película, y cuyos modales toscos remiten a un tipo de hombre hecho a sí mismo; por otro lado, el médico, que aunque es consciente que pertenece al ejército, sabe que antes que soldado es doctor y, además, es descrito como un hombre atento con una notoria educación.

Una vez más se reproduce el esquema de tradición -entendiendo por tradición aquellos valores naturales-frente a civilización; es el enfrentamiento entre el aprendizaje práctico de la vida y el aprendizaje conseguido a través del estudio. Esta dualidad queda patente en las actitudes y comentarios de los protagonistas.

El personaje del cirujano que interpreta William Holden, pese a ser un militar de carrera que sí ha estado en West Point (allí conoció al capitán sudista que más tarde aparece en la escena del asalto a la ciudad), deja bien claro que su trabajo es científico y fruto del estudio, que confía en la práctica de la medicina y es por eso que cuando se despide de su ayudante tras la toma del objetivo militar (el ayudante se queda en la ciudad destruida para cuidar de los heridos), el médico le aconseja a éste que estudie y termine su carrera.

El coronel Marlowe adoptará idéntica postura en cuanto a la contundencia de sus opiniones, pero para mostrar exactamente lo contrario. Él no es un militar formado profesionalmente en el ejército, por lo que entendemos que su ascenso en el escalafón castrense ha tenido que ser consecuencia de su valor y arrojo en las misiones encomendadas. En su vida profesional el esquema se reproduce de la misma forma, es ingeniero de ferrocarriles, pero ese puesto no es fruto de años de estudio. En la cena que tiene lugar en la casa de Miss Hunter (Constance Towers) se detalla cómo el coronel Marlowe empezó como peón en los ferrocarriles hasta que terminó ascendiendo al puesto de ingeniero.

Pero las posturas que se manifiestan en Misión de audaces, pese a la defensa férrea de los personajes, no es tan estricta como en otras ocasiones. Si echamos la vista atrás y fijamos nuestra mirada en Fort Apache, observamos cómo en ese filme el enfrentamiento entre el capitán y el coronel llega hasta el final y no se aprecia ningún cambio en los personajes, el coronel cree en lo que hace y morirá junto a sus hombres por ello.




Sin embargo en Misión de audaces, quizá porque los personajes tienen otra ocupación distinta de la mera carrera militar, las convicciones no son tan fuertes, y los personajes dudan de sus planteamientos iniciales sufriendo una evolución a lo largo de su aventura. El coronel Marlowe sabe que su misión es destruir el pueblo arrasando el tendido del ferrocarril, precisamente lo que es el objeto de su profesión, y ordenará a sus hombres que lo hagan con el máximo rigor, aunque tras el enfrentamiento con el ejército sudista y la considerable lista de bajas en ambos bandos, no tendrá más remedio que ahogar sus penas en la cantina y expresar su rabia arrojando la copa contra el cristal.

La transformación también se refleja en el personaje femenino, Miss Hunter pasa de ejercer una oposición en toda regla intentando obtener información de la misión del enemigo, fugarse o alertar a las tropas sudistas, a encontrarse en la parte final del filme en un estado tal de desesperación que le lleva a ser incapaz de revelarse e incluso a ser capaz de enamorarse de la persona que tanto la ha hecho sufrir.

Al final del filme veremos cómo las relaciones conflictivas que marcan el triángulo de los personajes principales (la rivalidad entre los dos hombres y la mujer, las diferencias entre el oficial y el cirujano) desaparecen para dejar paso a una comprensión de sus obligaciones y un respeto por el trabajo que ambos realizan (Marlowe como oficial y Kendall como cirujano).

Con una estructura basada en el recorrido de la misión, el espectador puede apreciar cómo toda la formalidad y claridad que se plantea en la exposición inicial va sufriendo un perceptible cambio donde lo general, los efectos de la guerra, y lo particular, la situación individual de cada personaje, confluyen para explicitar que el pensamiento y la trayectoria inicial puede ser factible de modificación en las diferentes posturas adoptadas por los protagonistas.

En este sentido, el río se convierte en la metáfora que representa la evolución de los personajes, ese río que fluye continuamente y marca el camino de los soldados: desde el principio, cuando sirve como lugar de descanso o amparo para los soldados emboscados, hasta el final, que se convierte en el obstáculo que se debe cruzar para mantenerse a salvo.

 


La temática principal sobre la que se despliegan las películas del oeste de John Ford es la descripción de las diferentes situaciones que se desarrollan en torno a la caballería y los indios. Sin embargo, en Misión de audaces el argumento se centra en un episodio de la Guerra de Civil y la visión que nos muestra el autor de La diligencia aparece teñida del pesimismo que supone el enfrentamiento de la guerra fraticida.

La película se encarga más de exponer el horror de la guerra que de entrar directamente en tomar partido por algún bando. Es verdad que acompañamos al ejercito del Norte y que el guión deja entrever algunas de las circunstancias que desembocaron en el conflicto (la situación de la población negra, la independencia y la riqueza de los terratenientes del Sur), pero por encima de estas valoraciones, lo que destaca la película es el enorme costo emocional que supone una contienda de estas características.

De hecho, en Misión de audaces podemos ver cómo la imagen del Sur refleja la dignidad de aquellos que creen en sus ideas y son capaces de defenderlas con su vida. El filme recoge dos momentos que ejemplifican esta consideración: el asalto frontal que realizan las tropas sudistas para intentar liberar la ciudad y que se convierte en un baño de sangre, y el episodio protagonizado por la academia de cadetes, donde sólo quedan unos pocos niños, que se enfrentan a los soldados, llegando a ser capaces de poner en desbandada a las tropas de Marlowe, que prefieren batirse en retirada pues sabe que enfrente tiene a un puñado de niños guiados por un anciano. Pero esta dignidad no degenerará en la complacencia con el Sur que encontramos en otros filmes como Lo que el viento se llevó, donde el espíritu conservador empapa todo el metraje.

Y es que frente a la política, el partidismo de ambos bandos o la necesidad de realizar una determinada acción en el frente, lo que el filme pretende destacar en cómo la guerra afecta individualmente a cada una de las personas que intervienen en ella. Hay momentos de desolación, como la escena donde el médico ayuda a traer una persona al mundo instantes después de que un soldado haya muerto en la primera escaramuza con el enemigo, o las terribles situaciones que se viven en el hospital improvisado en el hotel tras el enfrentamiento en la ciudad, y que se muestran junto a las escenas de destrucción de la vía férrea, en la que se nos indica el elevado precio que se ha pagado para la destrucción de unas instalaciones.

Cuando John Ford vuelva a retomar en su filmografía la Guerra Civil americana, el episodio La guerra civil que forma parte de la epopeya fílmica La conquista del Oeste, la tesis mantenida será la misma, el terrible costo de la guerra hace inviable tomar partido por cualquier bando y las consecuencias afectan tanto a los grandes hombres como a los desconocidos (los soldados de a pie, las familias, etc.), constituyendo una visión pesimista que rompía con el tono épico que imperaba en el resto del filme (codirigido por el ya mencionado Ford, Henry Hathaway y George Marshall).

Una de las razones que hace grande Misión de audaces es la mezcla de diferentes esquemas o estructuras de narración que se combinan para ofrecer un resultado final. La película es una aventura que se centra en la consecución de una misión que incorpora elementos dramáticos, como es la descripción de las consecuencias de la guerra, pero que aparece salpicada de elementos que pueden hacer que la definamos como una comedia: la llegada de los soldados a la casa de Miss Hunter y la cena ofrecida a los oficiales, la relación de amor/odio que se establece entre los dos hombres y la mujer, las diferencias entre el rudo oficial y el educado cirujano.

Pero no son elementos puntuales que se introducen en la narración, lo verdaderamente extraordinario es la capacidad del guión para pasar de los momentos dramáticos a los cómicos prácticamente sin dilación, aprovechando las disputas de los personajes principales y el juego con los secundarios (los soldados característicos de su cine): sólo John Ford es capaz de rematar la escena de los cadetes que atacan a los soldados con la tunda que le propina un soldado, siguiendo las órdenes del coronel Marlowe, en el trasero a un niño capturado.



El filme nos deja además algunos ejemplos de cómo el director de Centauros del desierto es capaz de condensar en pocos instantes toda la maestría acumulada:

a) Al principio del filme somos capaces de apreciar en tres planos el esfuerzo de la marcha de los soldados, pasando de un plano inicial donde el grupo marcha cantando, uno posterior donde apenas susurran la canción y uno final donde aparecen arrastrándose debido al cansancio.

b) En uno de los momentos más dramáticos para el personaje femenino (acaba de perder a su criada por un disparo fortuito efectuado por los sudistas al pasar por un pueblo), y rodeada de un mundo masculino incapaz de expresar sentimientos (el coronel apenas puede articular unas palabras de consuelo), uno de los soldados que la custodian le entrega un trozo de espejo que le sirve a Miss Hunter para apreciar su transformación, que ella y nosotros sabemos que no se refiere sólo al aspecto físico.

c) El coronel Marlowe ya hemos insistido en que aparece descrito a lo largo de todo el filme como una persona tosca y que no se caracteriza precisamente por su fluidez con las palabras. Cuando en la escena final debe tomar la iniciativa para declarar su amor a Miss Hunter, pero no cuenta con el tiempo suficiente porque las tropas enemigas ya se encuentran en las inmediaciones, el coronel Marlowe le coge el pañuelo a la protagonista y se lo anuda al cuello, instantes antes de cruzar el puente. Es un gesto de apenas unos segundos que esconde todo el amor que él siente por la mujer.

Los estudios que analizan la obra de John Ford tienden a considerar Misión de audaces como una obra menor que no alcanza el esplendor artístico de los grandes títulos que componen la filmografía del director americano, pero un análisis más detallado debe servir para situar esta obra dentro de ese grupo de películas de Ford donde se puede apreciar la madurez de un estilo que se plasma en los extraordinarios detalles que acompañan la descripción de unos personajes que sobresalen por encima de los tópicos del cine del oeste, para convertirse en referentes clásicos de una época y un cine cada vez más difícil de encontrar. (Luis Tormo)

Recomendada.




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