Título original: La daronne. Dirección: Jean-Paul Salomé. País: Francia. Año: 2020. Duración: 104 min. Género: Comedia.
Guión: Jean-Paul Salomé, Hannelore Cayre (basado en una novela de Hannelore Cayre). Fotografía: Julien Hirsch. Música: Bruno Coulais. Producción: Les Films de la Boétie, Les Films du Lendemain.
Nominada a Mejor Guión adaptado en los Premios César 2020.
Fecha del estreno: 23 Abril 2021 (España)
Reparto: Isabelle Huppert (Patience Portefeux), Hippolyte Girardot (Philippe), Farida Ouchani (Khadidja), Liliane Rovère (madre de Patience), Youssef Sahraoui, Kamel Guenfoud, Iris Bry.
Sinopsis:
Patience Portefeux es una traductora especializada en escuchas telefónicas para la brigada de estupefacientes de París. Es un trabajo precario y mal pagado. Un día, Patience se dispone a hacer un favor al problemático hijo de una mujer y acaba involucrada en un trapicheo de drogas fallido, lo que le deja con una pila de cannabis en su posesión. Mientras mantiene su trabajo en la brigada anti-droga, Patience cruza al otro lado y se convierte en camello.
Comentarios:
Isabelle Huppert pertenece a ese selecto grupo de actores que, antes que simplemente intérpretes de una vida ajena, son más bien una amenaza semántica. Como recuerda Gutiérrez Aragón en su libro A los actores en la literatura todo es ficción, nada se escapa a las normas en equilibrio inestable de lo irreal, de lo inventado. En cambio en el cine, la certeza de que los personajes, material con el que trabajan los actores, entran y salen del lenguaje es antes que nada inquietante. Y sólo unos pocos de ellos, los elegidos, son capaces de convertir esa inquietud en el sentido mismo de su labor. No hay tantos en su tesitura. Son pocos y dan un poco de miedo por ser, precisamente, una amenaza semántica. Y aquí, Huppert.
Ella es, de principio a fin, La Daronne, o, en su versión española, Mamá María. Jean-Paul Salomé lo sabe y por ello deja toda la carga de la prueba en sus manos. Se supone que da vida a la intérprete (del árabe al francés y viceversa) de la policía que, un buen día, se da de bruces con un alijo de droga. Entonces, decide colocarse a un lado y otro de la ley: colabora con la autoridad a la vez que se convierte en una traficante como no hay dos. Eso sobre el papel. En la pantalla, Huppert convierte su capacidad para estar a un lado y otro de todo (de la ley, de lo que para cualquier espectador más o menos aficionado el cine significa ella y de la propia semántica, decíamos) en una sencilla exhibición de sí misma. Pletórica e inquietante.
La película, basada en una novela firmada por Hannelore Cayre, juega a mezclar géneros sin pudor. Jean-Paul Salomé, el director, no es un fino estilista. Su trabajo es más bien el de un productor con gusto y con un aquilatado sentido del oficio que, de golpe, se encuentra con un papel perfecto para una actriz perfecta. La cinta juega toda ella a despistar, a entrar y salir de cada definición fácil. Lo mismo es thriller que su contrario. Igual pretende una lectura social de un París turbio que deviene comedia cínica. Es tragedia con la misma sensibilidad y falta de prejuicios que simple disparate. En definitiva, es una material altamente inestable que sólo requiere de una actriz profundamente inquietante. Y aquí, Huppert.
Isabelle Huppert en el cine ha sido ya capaz de todo. Por su cuerpo menudo y su verbo cortante han pasado de Michael Cimino a Michael Haneke pasando por Chabrol, Verhoeven, Godard o Hong Sang-soo. Ninguna actriz de su generación ha sido capaz de tanto y de una manera tan arriesgada. Donde está ella hay peligro. Antes que sólo actriz es más bien una sustancia adictiva que convierte cada uno de sus trabajos en una amenaza, una amenaza semántica, sintáctica, ontológica y, claro está, cinematográfica. (Luis Martínez)
Recomendada (con reservas).
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