sábado, 12 de octubre de 2013

50º Aniversario de la muerte de Jean Cocteau


 

El 11 de octubre se ha cumplido cincuenta años de la muerte de Jean Cocteau. Su vida y su obra se desplegaron por múltiples caminos a lo largo del siglo XX desde que hizo su entrada en el mundillo artístico parisino en 1908. A partir de ese momento, Cocteau puso tanto cuidado en su imagen como en su actividad artística. París era la capital del arte mundial y allí el joven poeta conoció a gente como Stravinsky, Picasso, Proust o Satie. Diaghilev, el empresario de los ballets rusos donde triunfó Nijinsky, le lanzó una propuesta a modo de desafío: "Sorpréndame".

Fue la divisa de Cocteau a partir de entonces. En 1917 montó un atrevido ballet vanguardista, Parade. Contaba con dos compañeros de altos vuelos, el pintor Picasso y el músico Satie. El escándalo que levantó el provocador espectáculo convirtió a Cocteau en una celebridad.

A lo largo de los años 20 su actividad es incesante y en los más diversos campos. Escribe poesía, teatro y novela, pinta y al final de la década dará el salto al cine con Le sang d’un poete, uno de los films de vanguardia más radicales. En él, Cocteau refleja todas sus obsesiones: el poeta como ser capaz de viajar a otros mundos, el dolor y la dificultad de la tarea creadora, amén de la inclusión de aspectos biográficos.

El film es un auténtico poema visual, porque la poesía era el arte esencial para Cocteau y eso se reflejaba en todas sus actividades. El impresionante ritmo de producción de Cocteau en terrenos como la escritura, el teatro y la pintura fue algo menor en el terreno cinematográfico. Firmó seis películas en treinta años. Pero con tan corta filmografía Cocteau dejó su marca inconfundible.

Es cierto que el grueso de filmografía se realiza en muy pocos años. Entre 1946 y 1950 dirige cuatro de sus seis películas. Dos de ellas son, sin duda, obras mayores: La bella y la bestia (1946) y Orfeo (1950). En la primera Cocteau hace de un cuento clásico una experiencia visual fascinante y la segunda es la plasmación en imágenes de su particular mitología. Ambos films reflejan la forma en que Cocteau adopta y adapta temas clásicos.

Jean Marais es el protagonista de ambas como también lo es de Los padres terribles, una obra de teatro que constituyó una de los grandes éxitos de Cocteau y que él mismo llevó a la pantalla. Este film forma un díptico muy interesante con Los chicos terribles, una obra maestra dirigida por Jean-Pierre Melville a instancias de Cocteau sobre su novela de 1929.

El testamento de Orfeo es su despedida del cine y una especie de acta de su obra. Realizada en 1960, el propio Cocteau, con más de setenta años, es el protagonista absoluto de la película, que sería su versión personal personal de La divina Comedia. El poeta se mueve a lo largo del espacio y del tiempo, se reencuentra con sus personajes y da pequeños papeles a amigos y conocidos, como Yul Bryner, Jean Pierre Leaud o Picasso.

A pesar de que en el ingente caudal de la producción de Jean Cocteau el cine no sea una de las actividades más caudalosas, sus trabajos cinematográficos son la suma de todas sus inquietudes, desde las plásticas a las dramáticas, sin olvidar en ningún momento la más importante de todas, la poesía.



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