Título original: Dronningen. Dirección: May el-Toukhy. País: Dinamarca. Año: 2019. Duración: 127
min. Género: Drama.
Guion:
May el-Toukhy, Maren Louise Käehne. Fotografía: Jasper Spanning.
Montaje: Rasmus Stensgaard Madsen.Música: Jon Ekstrand. Sonido: Oskar Skriver. Producción: Caroline Blanco, René Ezra.Compañía
Productora: Nordisk Film Production A/S, Nordisk Film Production AB.
Premio del Público en el
festival de Sundance 2019. Nominada a
Mejor Actriz (Trine Dyrholm) en los Premios del Cine Europeo 2019.
Estreno en Sevilla: 28 Febrero 2020
Reparto:
Trine Dyrholm, Magnus
Krepper, Gustav Lindh, Preben Kristensen, Frederikke Dahl Hansen, Diem Camille
Gbogou, Mads Wille.
Sinopsis:
Annie es una exitosa
abogada que vive en una casa de estilo modernista con sus dos hijas y su marido
Peter, un reputado físico. La aparición de Gustav, un hijo que pertenece a una
relación previa de Peter, pone patas arriba la armonía que reina en la vida de
Annie. Lo que en un principio parece ser un movimiento liberador para ella,
pronto se convierte en una historia de poder y traición que tendrá
consecuencias devastadoras en su vida.
Comentarios:
May el-Toukhy nació en
1977 en Copenhague de madre danesa y padre egipcio. Tras años de experiencia en
el teatro, se graduó en la Escuela Danesa de Artes Escénicas en 2002.
Posteriormente se graduó en la Escuela de Cine de Dinamarca en 2009. Su debut, “Una
larga historia corta”, fue un éxito de público y crítica, y le reportó
numerosos premios. En ella colaboró con la productora Caroline Blanco, la
autora Maren Louise Käene y la actriz Trine Dyrholm. Las cuatro volvieron a
colaborar en su siguiente film, “Reina de corazones”, que obtuvo, entre otros,
el Premio del Público en Sundance. La directora, además, ha trabajado en
teatro, ha dirigido obras de radio y episodios de las series de televisión The
Legacy y Algo en qué creer en la televisión danesa.
El pecado familiar y el
engaño se exhiben a sus anchas en “Reina de corazones”, mostrando por un lado, la
apariencia de un estilo de vida escandinavo ultra civilizado, y por otro, un vistazo
oscuro a un comportamiento muy fuera de los límites. May el-Toukhy mantiene un
control impresionante sobre el tono de una historia insidiosa que delinea la
transformación de la conducta personal de una mujer profesional exitosa y muy
segura de sí misma a malevolentemente, manipuladora y más allá.
Ciertamente o no, los
escandinavos han sido conocidos por su visión generosamente ilustrada de los
asuntos sexuales, pero esta película parece orientada a afirmar que son
insuperables en lo que respecta a la hipocresía. El-Toukhy, quien coescribió
con Maren Louise Kaehne, dedica gran parte de la primera mitad del cuento a
crear un tapiz de tranquilidad y bienestar familiar, que irá derivando en la
segunda parte a todo lo contrario. Y siempre con un pulso y un control
impresionante del tono. Destacar el espectáculo de Dyrholm. Ella lo da todo,
emocional y físicamente. (Todd McCarthy)
Título original: Monos. Dirección: Alejandro Landes. País: Colombia. Año: 2019. Duración: 102
min. Género: Drama.
Jasper Wolf (Fotografía), Alejandro Landes, Alexis
dos Santos (Guión), Mica Levi (Música), Alejandro Landes, Fernando
Epstein, Santiago Zapata, Cristina Landes (Producción),
Javier Farina (Sonido), Andrés Ramírez,
Alex Rojas (Maquillaje), Johanna
Buendia, Daniela Scheneider (Vestuario),
Angela Leyton, Daniela Scheneider (Dirección
Artística).
Premio Especial del
Jurado del Festival de Sundance 2019. Nominada al Goya a la Mejor Película
Iberoamericana 2019.
Estreno en Sevilla: 21 Febrero 2020
Reparto:
Julianne Nicholson
(Doctora), Moisés Arias (Patagrande), Sofía Buenaventura (Rambo), Julián
Giraldo (Lobo), Karen Quintero (Leidi), Laura Castrillon (Sueca), Deibi Rueda
(Pitufo), Paul Cubides (Perro), Sneider Castro (Bum Bum), Wilson Salazar (El
Mensajero), Jorge Román (Buscador de Oro).
Sinopsis:
En la cima de una
imponente montaña, donde lo que a primera vista parece un campamento de verano,
ocho niños guerrilleros apodados “Los Monos» conviven bajo la atenta mirada de
un sargento paramilitar. Su única misión es clara: cuidar a la doctora
(Julianne Nicholson), una mujer americana a la que han tomado como rehén.
Cuando esta misión empieza a peligrar, la confianza entre ellos empezará a
ponerse en duda.
Comentarios:
Una cabeza de cerdo
degollado clavada en la punta de una estaca. No son los niños perdidos en la
isla de 'El señor de las moscas'; son el grupo de niños guerrilleros de la
montaña de 'Monos'. El brasileño Alejandro Landes viaja en su segundo largo de
ficción a las montañas de Cundinamarca, en Colombia, y escala hasta un
territorio agreste y bronco en el que la vida y la muerte son valores relativos
y el instinto prima. Por encima de las nubes, en la cumbre, ocho niños armados
hasta los dientes tienen la misión de vigilar a la doctora Sara Watson
(Julianne Nicholson) y de mantener con vida a Shakira, una vaca prestada a la
que deben cuidar y ordeñar. Entrenados por un paramilitar, son máquinas de
matar. Pero también son lo imprevisible e inconsciente de unos adolescentes
rabiosos con las hormonas subidas y ganas de jugar.
Cuando su instructor se
marcha, ellos quedan al cargo. Y aunque podrían ser ocho niños inscritos en un
campamento de verano salvaje —las fiestas con alcohol, los líos de lenguas y
los bailes alrededor de la hoguera—, en el fondo son soldados que deben
obediencia a una legislación militar estricta y que tienen en sus manos armas
de fuego y el entrenamiento para usarlas. Cuando uno de ellos accidentalmente
mata a la vaca y a un compañero, el resto del grupo tiene que decidir si mentir
para encubrirle y enfrentarse a una corte militar de la guerrilla, o si
ajusticiarlo a él también.
La belleza de los
paisajes, la luz y los tiros de cámara —la forma de retratar la naturaleza del
director de fotografía, Jasper Wolf, entre los colores más vibrantes y los
cielos pastel— son apabullantes, y contrastan en un choque de trenes con la
brutalidad que son capaces de desplegar los protagonistas. Landes avisa con una
secuencia en la que sorprende la destreza de los chicos a la hora de despiezar
una vaca. Cortan los tendones con un golpe seco de machete. La desuellan.
Desgajan músculo a músculo. Tienen que comer. Tienen que sobrevivir.
Es difícil aclarar los
sentimientos que despierta el grupo. Más allá de la hiperviolencia de
Patagrande (Moisés Arias, que ha pasado de ser chico Disney en 'Hannah Montana'
a liarse a tiros en la selva colombiana), los chicos —y las chicas, que también
las hay— son capaces de mostrarse con la dulzura infantil e inocente de un
compañero de juegos —la escena en la que las niñas le peinan unas trenzas a la
doctora— y rápidamente virar en la agresividad y la falta de empatía más
descarnadas: son capaces de arrear con la correa a un compañero por diversión y
de no mostrar un ápice de comprensión —que no comprendan es lo más terrorífico—
ante la angustia de una madre que no sabe si su hijo sigue vivo.
Landes combina una
fotografía trabajada al milímetro con una puesta en escena naturalista, en la
que se toma sus tiempos para recrearse en las dinámicas del grupo, en su
relación con la naturaleza y el juego, para que el espectador sea testigo de
cómo la regresión animal y el salvajismo van aflorando y les llevan por un
camino errático en el que no son conscientes de jugarse la vida. Porque aunque
ellos simulen que todo es un juego, el fuego y la hoja de un machete son
reales.
La doctora también tendrá
que lidiar con sus contradicciones morales. Porque las convenciones que el ser
humano construye para la convivencia cívica mueren cuando desaparece la
civilización. Y ¿qué es la guerra sino la vuelta momentánea a un estadio
animal? Candidata por Colombia a los Oscar —aunque no finalista— y seleccionada
por Sundance, Berlín y San Sebastián, 'Monos' es un filme inmersivo y terrible,
tan exhibicionista como costumbrista, tan contradictorio como lo es, por otro
lado, el objeto que retrata. (Marta Medina).
Una mujer es hallada
asesinada en la estepa de Mongolia. Durante una noche, un policía joven e
inexperto tiene que custodiar la escena del crimen. Dado que desconoce los
peligros del lugar, le envían a una pastora lugareña para protegerle a él y al
cadáver. Se trata de una resuelta mujer, de unos treinta y tantos años, que
sabe cómo manejar un rifle y ahuyentar a los lobos. Ella se encarga de encender
una hoguera para combatir el frío. El alcohol también ayuda a este propósito,
así como la cercanía de los cuerpos que la mujer propicia.
Comentarios:
“El huevo del dinosaurio”
—Öndög (huevo) en su título original— retoma el paisaje y, de alguna manera, el
personaje femenino de “La boda de Tuya”, película de Wang Quan’n que en 2007
logró el Oso de Oro de la Berlinale. El cineasta chino regresa al territorio
infinito de la estepa de Mongolia para hablarnos otra vez de una mujer
admirable. Una pastora que cruza el desierto a lomos de su camello con un
cigarro en la boca y un rifle y que vive sola en su pequeña yurta. Apodada
Dinosaurio, la rutina de la mujer queda interrumpida cuando otra mujer aparece
muerta en medio de la nada y la policía le pide que alimente y defienda de los
lobos al inexperto agente de 18 años encargado de velar el cadáver.
Lo que ocurre a partir de
ese momento no es solo de una arrebatadora belleza visual (la película se
compone de larguísimas secuencias en las que la cámara apenas se acerca a sus
protagonistas, cuyos íntimos gestos y dramas descubrimos contagiados por la misma
inmensidad de un wéstern), sino una deliciosa enseñanza de cómo en los lugares
más primitivos y extremos la fortaleza, la sabiduría y la ternura de una mujer
le da mil vueltas a la de muchas de sus congéneres del primer mundo. Si en “La
boda de Tuya” su protagonista se embarcaba en la búsqueda de un segundo marido
que la ayudase con el trabajo pero que además aceptase la convivencia con su
inútil primer esposo, aquí otra vez los hombres vuelven a jugar ese (casi
cómico) papel de mal necesario.
Ganadora de la Espiga de
Oro de la última Seminci, la película confronta la admiración que la solitaria
pastora —una figura cuya autoridad y libertad se mide en las dos secuencias de
sexo de la película— provoca en los locuaces policías, en el joven agente o en
su exmarido borracho frente al terrible destino de esa otra mujer cuyo cuerpo
sin vida recorre en silencio esta preciosa película. (Elsa Fernández-Santos).
Un precioso domingo de la década de 1880 -el Oeste pronto dejará de llamarse “salvaje”- Will Kane (Gary Cooper), sheriff durante años de la pequeña ciudad de Hadleyville, al sudeste, tendrá las experiencias más contradictorias de su vida entre las 10:34 y las 12:15 horas. Apenas ha contraído matrimonio con Amy Foster (Grace Kelly, 30 años más joven que Gary Cooper) y va a empezar con ella una nueva vida civil, cuando le llega la noticia de que el salvaje oeste le sale de nuevo al encuentro: El asesino Frank Miller (Ian MacDonald) va camino de la ciudad para vengarse de él. Llegará en tren a las 12 del mediodía (High Noon, mediodía, es el título original), tres de sus compinches ya le están esperando en la estación.
Esperando el tren de las 12:00
Al principio Kane abandona con Amy la población, pero regresa porque él jamás ha huido de nadie. Busca apoyos en la ciudad y, exceptuando a un adolescente, un medio ciego y un medio convencido, nadie está dispuesto a ayudarle. Incluso la recién casada quiere abandonarle. Solo con su suerte, Kane hace testamento y se dispone a esperar a la banda de los cuatro en la calle principal desierta. Primero empieza una lucha de casa en casa, en la que Kane abate a dos bandidos. Al tercero lo mata Amy que, a pesar de todo, ha regresado en auxilio de su esposo. Miller la toma como rehén y aún así, Kane consigue dar caza al canalla. Los ciudadanos salen aliviados de sus casas, pero él les tira la estrella de sheriff a los pies, lleno de desprecio, y abandona con Amy la ciudad.
En los seis primeros minutos de película se establecen las convenciones del género del western. Mientras los tres compinches de Miller cabalgan por la ciudad hacia la estación y suena el tema “Do not forsake me, oh my darling” (No me dejes, querida)interpretado por la estrella de música country Tex Ritter, el sheriff y la cuáquera Amy se casan y, con ello, establecen el contraste entre una sociedad civil y los bandidos sin ley.
No me dejes, querida
No obstante, la boda y la renuncia a la placa de sheriff se suceden ante el espectador que ya sabe que a Will Kane le espera un nuevo enfrentamiento. Al recibir la noticia de la llegada de Miller, decide quedarse aunque acaba de dejar su cargo: un hombre, así lo quiere la dramaturgia del western, tiene que cumplir con su deber.
Ellos me están haciendo huir y yo jamas he huido ante nadie
El filme, rodado en 1951, se realizó durante la tensa fase inicial de la Guerra Fría. En busca de comunistas en la vida pública de EE.UU., el senador republicano Joseph McCarthy calentaba el ambiente político desde el año 1950 con una comisión para investigar “actividades antiamericanas”. Un hecho que tuvo consecuencias para Solo ante el peligro: el guionista Carl Foreman fue citado ante la comisión, pero se negó a declarar. Esta actitud le llevó a formar parte de la lista negra y provocó tensiones y desavenencias en el equipo de rodaje. El productor Stanley Kramer y el protagonista Gary Cooper renegaron de Foreman; el director Fred Zinnerman le fue leal.
Una pausa en el set de rodaje
En Hollywood los detractores de “Sólo el peligro” estuvieron encabezados por John Wayne, que como presidente de la Motion Picture Alliance for preservation of American Ideals, una asociación de gente del cine en defensa de los ideales americanos, se alzó con fuerza contra Foreman y algunos años después interpretó con fervor el papel principal de “Río bravo” (1959) dirigida por Howard Hawks, que se inscribió en la historia del western como una película “anti Sólo ante el peligro”.
La película de Zinnerman es uno de los westerns clásicos con un mensaje más allá del argumento. Las varas de medir políticas y morales han provocado las interpretaciones más diversas; por un lado, trata de la integridad, la conciencia y la lealtad, del deber y la responsabilidad; por otro lado, del oportunismo y la desidia, del egoísmo y la cobardía. Queda por determinar si el film cuestiona la propia democracia o si sólo critica la forma que presenta en EE.UU. El lema del director puede aplicarse a Sólo ante el peligro: “El carácter de un hombre es su destino”.
La responsabilidad de la película se reparte entre un grupo de especialistas: el productor Kramer; el director Zinnerman; el guionista Foreman; el director de fotografía Floyd Crosby (premiado con un óscar en 1931 por “Tabú” de Willerm Murnau), el compositor Dimitri Tiomkim, y los montadores Elmo Williams y Harry W. Gerdstad. El equipo se deshizo ya a principios de los años 50, y cada uno reclamó para sí la parte decisiva del éxito de la obra.
Pero lo que hicieron atractivo el filme para el público fueron sobre todo los actores: Gary Cooper, que acababa de cumplir los cincuenta, en el papel del aislado Will Kane, un héroe tan entrado en años como el salvaje oeste, que tiene que superarse a sí mismo; Grace Kelly, con veintiún años, interpretando a Amy Kane, en los inicios de una vertiginosa y breve carrera; Thomas Mitchell haciendo de alcalde; Lloyd Bridges, de ayudante del sheriff y Katy Jurado de antigua novia de Kane. Así, los actores están por entero al servicio de la historia, no tienen vida propia; tampoco existe para ello una salida cómica. La película es seria hasta la médula.
Katy Jurado, Grace Kelly, Gary Cooper y Lloyd Bridges
La austeridad y el laconismo formal, la unidad de tiempo real y cinematográfico (unos cien minutos que se comprimen en ochenta y cinco minutos del metraje), el estilo documental de las imágenes y la interpretación de los actores, convirtieron a Sólo ante el peligro en una obra que se sale del género: Kane no es un “jinete solitario”, sino que está aislado socialmente. No es en modo alguno “frío”, más bien tiene miedo, hace testamento y casi se echa a llorar. Además se ve forzado a un combate sucio, le acosan y tiene que sobrevivir por cualquier medio.
Las imágenes también son excelentes, Zinnermann y el director de fotografía querían que la película pareciera un antiguo noticiario. Y finalmente, en contraste con las tomas en blanco y negro, a menudo granuladas, se alza la magnífica música de Dimitri Tiomkin, que no sólo impulsa la acción, sino que también le presta al filme un ritmo propio, por el que aún nos dejamos cautivar con placer más de 50 años después.
Gary Cooper (1901 - 1961)
El nombre y la cara de Gary Cooper son conocidos por todos los que nacieron antes de su muerte (1961), relativamente temprana. Su rostro fue calificado por un crítico estadounidense como “el mapa de América”, mientras que para Jean-Luc Godard, era un “objeto de la mineralogía”. El actor, al que simplemente llamaban Coop, nació en Montana, trabajó de especialista en producciones de westerns a partir del año 1925. Su ascenso comenzó en 1929 con el papel que daba título a El virginiano (1929), una película de vaqueros que se centraba en la vida en la “frontera”, donde no había ni jueces ni cárceles. Por lo tanto, había que actuar en favor de la sociedad. Según The New York Times, Gary Cooper era en 1937 el actor americano mejor pagado; los más prestigiosos directores de la Paramount trabajaron con el lacónico actor, de aspecto algo torpe, y sus parejas fueron siempre actrices de la talla de Marlene Dietrich, Jean Arthur o Claudette Colbert. A menudo vestido con uniforme del ejército o ropa del Oeste, Cooper se convirtió en el perfil del americano tradicional: en 1947 declaró ante la Comisión de Actividades Antiamericanas, aunque sin denunciar a ningún colega. En febrero de 1961 le concedieron un Oscar honorífico, James Stewart recogió el premio en representación de su amigo enfermo; Cooper murió de cáncer en mayo de ese mismo año, en Beverly Hills.
"Estamos muy orgullosos de ti, Coop"
Reseñar por último que el filme ganó varios Oscars de la Academia: Mejor actor (Gary Cooper); mejor montaje (Elmo Williams y Harry W. Gerstad), mejor banda sonora (Dimitri Tiomkin) y mejor canción: Do not Forsake me, oh my darling (Dimitri Tiomkin, música y Ned Washington, letra).