La
actriz francesa María Schneider falleció el 3 de febrero de 2011 en París
debido a un cáncer según el periódico francés Liberation. Casi nadie recuerda su último papel cinematográfico en Cliente, de 2008. En el fondo, por mucho
que intentara liberarse de ese fantasma, siempre fue la amante de Marlon Brando
en El último tango en París, esa
película maldita que fue su trampolín y su pesadilla durante toda la vida.
Tenía 58 años y una carrera que tras el filme de Bernardo Bertolucci fue
caracterizada por una serie de altibajos, entre problemas psicológicos y de
drogas y vueltas decepcionantes al cine. Pese a todo, fueron miles los usuarios
los que lamentaron su muerte en la red social Twitter, donde el nombre de la
actriz se convirtió en tema del momento.
Schneider
nació en París en 1952. Con 20 años, en 1972, actuó junto a Marlon Brando en El último tango en París, una de las
películas más escandalosas de la época. Su segundo papel importante fue en El reportero, de 1975. Pero desde
entonces lo único que consiguió fueron roles secundarios. Mientras, empezó a
entrar y salir del hospital, debido a depresión y dependencia de heroína.
Abandonó el cine durante una época, para intentarlo con la música, su antigua
pasión: entre otras cosas, llegó a sacar a la venta un disco dedicado al
cantante italiano Lucio Battisti.
"Su
muerte ha llegado demasiado pronto, antes de que pudiera volver a abrazarla, y
al menos por una vez pedirle perdón", ha declarado al periódico italiano
La Repubblica el director Bernardo Bertolucci, con el que Schneider tuvo una
relación muy difícil. En una de sus últimas entrevistas, en 2007, la actriz
volvió a hablar de su obsesión y de la famosa escena de la mantequilla con
Marlon Brando: "Fue una idea suya. Y Bertolucci me dijo lo que tenía que
hacer poco antes. Me engañaron. Casi me violaron. Esa escena no estaba
prevista. Las lágrimas que se ven en la película son verdaderas". Sin
embargo en otra entrevista agradecía a Bertolucci el hecho de que le hubiera
permitido entrar en la historia del cine. Pese a todo, amó y odió ese papel
durante toda su existencia, hasta su muerte.
Título
original: Todos los nombres de Dios. Dirección: Daniel
Calparsoro. País: España. Año: 2023. Duración: 105 min. Género:
Thriller.
Guión: Gemma Ventura. Música: Carlos Jean. Producción: Todos Los Nombres De Dios
AIE, TriPictures, Second Gen Pictures, Wanda Visión.
Fecha del estreno: 15 Septiembre 2023 (España).
Reparto:
Luis Tosar (Santi), Alberto Ammann (Pablo), Roberto
Enríquez, Inma Cuesta, Fernando Cayo.
Sinopsis:
Tras un atentado, Santi
es tomado como rehén por Hamza, el único terrorista superviviente. Un giro
inesperado intercambia los papeles y Santi se convierte en una bomba humana
caminando por la Gran Vía de Madrid con un chaleco cargado con explosivos. Los
servicios de inteligencia, emergencia e incluso los medios de comunicación,
unirán fuerzas para salvarle la vida en un impresionante despliegue de medios
con consecuencias inesperadas.
Comentarios:
Al cine español le suele
entrar el tembleque cuando se trata de hablar de su historia contemporánea. Por
diferentes razones (políticas, sociales, culturales, económicas), pero el hecho
de que no haya películas lo suficientemente ambiciosas y relevantes sobre
hechos tan desgraciados y señeros como la tentativa de golpe de Estado del 23-F
o los atentados yihadistas del 11-M en Madrid quizá lo diga todo. Una excelente
ficción que apuntaba aquellos crímenes terroristas, aunque de soslayo, No
habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011), y una estupenda
miniserie documental sobre los atentados de Las Ramblas y Cambrils, 800
metros (León Siminiani, 2022), son lo más cercano que hemos estado de
abordar nuestra reciente tragedia terrorista, mientras otros países lo han
afrontado de manera central en obras con particular enjundia.
Por eso, en principio,
era bienvenida una película como Todos los nombres de Dios, escrita por
Gemma Ventura y dirigida por Daniel Calparsoro, que encara un atentado
terrorista de corte islamista en el aeropuerto de Barajas desde todos los
personajes y flancos posibles: uno de los terroristas suicidas, del que no se
sabe si se ha arrepentido en el último momento o no le han funcionado los
explosivos; el taxista que, a punta de pistola y en medio de la tragedia, debe
sacarlo de allí tras ser tomado como rehén; la familia del taxista, con drama
reciente en su hogar; los altos mandos de los cuerpos y fuerzas de seguridad
del estado encargados del caso; la familia del terrorista superviviente, madre
y hermana; y los organizadores del atentado, que aún tienen el poder y las
ganas de seguir provocando muertes.
Sin embargo, la película
lo acaba fiando todo a una imagen que, aunque se produzca con el metraje muy
avanzado, podemos desvelar aquí pues los responsables de la producción han
decidido basar en ella el tráiler y hasta el póster: un ciudadano español con
un chaleco bomba caminando por la Gran Vía de Madrid, previamente desalojada,
seguido por una interminable fila de furgones policiales. Cómo se llega hasta
ahí tendrá que averiguarlo el espectador en el cine, pero resulta
descorazonador que un trabajo tan amplio en todos sus frentes, sobre un tema
crucial que nos toca de cerca tanto en lo político como en lo sentimental,
decida virar su historia hacia algo tan banal. Así, el clímax dramático y su
sistemática criminal parecen más propios de una truculenta película americana
del montón (por ejemplo, de la saga Objetivo: Londres y Objetivo: la
Casa Blanca), con sus sofisticados sistemas tecnológicos (tanto los de los
policías como los de los fanáticos), que de una intriga terrorista compleja y
trascendente ambientada en España que pretenda salirse del más simple
entretenimiento.
Calparsoro, como suele
ser habitual en el director de Invasor y Cien años de perdón,
realizador de encargo con sólida profesionalidad, ofrece dinamismo con la
cámara y el aspecto general es de una película pulcra, competente y digna.
Ahora bien, si a la imagen le sumamos el guion, la utilización de la música y
las diversas e inverosímiles revueltas del libreto en el desenlace, que llevan
al relato no hacia el terreno de la política o la sociedad, sino al suspense de
la cuenta atrás de toda la vida, también tenemos un producto obvio y vacuo, que
se limita a recoger aspectos atractivos de otras películas sobre el terrorismo
mucho mejores (de Paradise Now a Los caballos de Dios), para
luego no desarrollarlos.
De modo que, si acaso, lo
que queda es un subtexto interesante, del que tampoco hace gala el guion y que
puede pasar desapercibido para el espectador de refresco y palomitas al que
quizá vaya dirigida la película, que a pesar de no germinar del todo está ahí
como punto de interés uniendo las historias: la compasión como motor de
nuestras vidas. (Javier Ocaña)
Título
original: Las noches de Tefía.Temporada: 1. Episodios: 6.Año:
2023. País: España. Género: Drama, Musical.Estreno:
25 Junio 2023 (Atresplayer Premium).
Creación: Miguel
Del Arco. Dirección: Romulo Aguillaume, Miguel Del Arco.Guión:
Miguel Del Arco, Antonio Rojano. Fotografía:
Jon Aguirresarobe. Producción: Atresmedia
Televisión, Buendía Estudios. Distribuidora: Atresplayer Premium.
Reparto: Marcos Ruiz (Airam/La
Bambi), Patrick Criado (La Vespa), Miquel Fernández (Charli), Israel Elejalde
(Don Anselmo), Roberto Álamo (La Viga), Jorge Perugorría (Airam), Carolina
Yuste (Nisa), Raúl Prieto (Boncho), Javier Ruesga (La Sissi), Luifer Rodríguez
(La Pinito), Jorge Usón (Conde Fénix), Mingo Ávila (La Rata), Jorge Yumar (Perico),
Ana Wagener (Agueda), Ciro Miró (Carlavilla), José Luis García-Pérez (El
Andaluz), José Luís de Madariaga (La Vespa), Celeste González (La Sissi),
Horacio Colomé (Carlos), Maykol Hernández (Miguel), Isaac dos Santos
(Caranabo), José Gimeno (Don Bernabé), Elisa Cano (Nisa) y Ruth Trujillo
(Claudia).
Sinopsis:
Entre 1954 y 1966
existió, en un paraje desértico de Fuerteventura, un campo de concentración
franquista conocido con el eufemístico nombre de Colonia Agrícola Penitenciaria
de Tefía, uno de tantos lugares donde el régimen enviaba a los condenados por
la Ley de vagos y maleantes que, a partir del 54, fue implementada para incluir
también a los homosexuales. En plena dictadura, los presos sobreviven día tras
día al demoledor contexto que les rodea, aunque para lograrlo han recurrido a
un truco imaginario: para huir de Tefía, al menos en sus mentes, han fundado el
Tindaya, un music hall en el que pueden ser ellos mismos sin ningún
peligro.
Comentarios:
La
idea de la ficción necesaria se debería desterrar de la crítica televisiva por
confundir a menudo el discurso moral o político de una serie con su calidad
intrínseca, por ensalzar la obra por encima de su valor audiovisual, a veces
incluso reduciéndola a ser una víctima de una guerra cultural. ¿Cuántas obras
hemos visto sobredimensionadas por tener el discurso adecuado en el momento
oportuno? Pero, dicho esto, las palabras se abren camino de la conciencia hasta
la punta de estos dedos que teclean en un impulso tan predecible como
inevitable: Las
noches de Tefía es una serie
necesaria.
El
dramaturgo y guionista Miguel del Arco se adentra en un capítulo poco explorado
del franquismo: la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía en las Canarias, un
campo de concentración al que se enviaban los detenidos por la ley de vagos y
maleantes del régimen. Esto significaba que allí había tanto proxenetas como
homosexuales, bisexuales y transexuales. A los presos no les quedaba otra que
trabajar de sol a sol en situaciones precarias, recibir torturas y vejaciones,
y supuestamente ser reeducados para la reintroducción en sociedad como seres
reformados, no desviados.
Las noches de Tefía comienza con Airam (Marcos Ruiz) llegando a la falsa colonia agrícola.
Es silencioso, tímido y discreto, lo opuesto a la Vespa (Patrick Criado), un
homosexual reincidente que vuelve allí y levanta los ánimos de los presos. El
entusiasmo y el optimismo de la Vespa no es inconsciencia: él sabe que estar
allí es un infierno pero siente el deber de reivindicar la humanidad de todos
ellos, que nadie se avergüence de su sexualidad o su orientación de género. Y,
para salir de allí ni que sea de forma simbólica, por la noche todos se rinden
a los relatos de Charlie (Miquel Fernández), un preso con un don para narrar
historias, que les traslada al Tindaya, un bar musical donde todos tienen un papel.
Esta
producción es oportuna en un contexto en el que el neofranquismo de VOX entra
con fuerza en instituciones y en el que no duda en mandar banderas a la
papelera como la LGTBQ+, Tefía propone hacer un poco de memoria histórica. Nos
recuerda quiénes eran los verdugos y su esencia no dista mucho de los vicepresidentes
toreros.
Este
pasado del campo de concentración, mostrado en blanco y negro, es todo un
acierto. Ofrece un documento ficcionado pero verosímil de un campo de
concentración que estuvo activo entre 1954 y 1966. Su autor se mueve con
comodidad en ese terreno tan complicado entre mostrar la dureza de las
situaciones y conseguir más allá de la victimización de los personajes, que no
pierden su humanidad a pesar de sufrir palizas o violaciones. La cámara se
asegura de resaltar ese brillo en la mirada: se reconocen sus existencias
incluso si en ese presente eran simplemente parias.
Eso
sí, Las noches de Tefía juega con tres líneas narrativas. Aparte de
mostrar el día a día de la colonia, también muestra a Airam en 2004
enfrentándose a un pasado traumático y también muestra el mundo inventado por
Charli, el bar Tindaya. El Airam maduro, interpretado por Jorge
Perugorría, tiene problemas para sostenerse por sí mismo: tanto el desarrollo
de su conflicto como los secundarios tienen un trato superficial. Con respecto
al Tindaya, se entiende su razón de ser conceptual: es el
mundo al que huyen los presos. Sirve como contrapunto ligero a la dureza del
campo de concentración. Nos permite ver la plenitud de sus personalidades si no
vivieran en una realidad tan injusta. ¿Pero tiene sentido invertir tanto tiempo
en una realidad inventada? Con el interés que despierta la realidad en Tefía,
el Tindaya se convierte casi en un obstáculo para invertir en
las historias y las emociones reales de los personajes.
Las noches de Tefía, por lo tanto, es una serie que tiene una historia potente que contar
pero que, temerosa de ser demasiado cruda, pierde el tiempo con números
musicales desconectados. En su presentación, por lo menos, cuesta justificarlos
más allá de la anécdota, del capricho, cuando la realidad en blanco y negro es
mucho más interesante. (Pere Solà Gimferrer)
Título
original: Las chicas están bien. Dirección: Itsaso
Arana. País: España. Año: 2023. Duración: 85 min. Género:
Drama.
Guión: Itsaso Arana. Fotografía: Sara Gallego.Producción:
Los Ilusos Films.
Sección Oficial del Festival
de Karlovy Vary 2023.
Fecha del estreno: 25 Agosto 2023 (España).
Reparto:
Bárbara Lennie (Bárbara), Irene Escolar
(Irene), Itsaso Arana (Itsaso), Itziar Manero (Itziar), Helena Ezquerro
(Helena), Gonzalo Herrero.
Sinopsis:
Un cuento de verano sobre
la convivencia entre cuatro actrices y una escritora que ensayan una obra de
teatro en un antiguo molino, apartado del mundo. Es la historia de un hechizo.
Con princesas, sapos, ríos, cartas y hasta un príncipe despistado. Durante esos
días de ensayo, las chicas se irán conociendo y midiendo a través de los
materiales que plantea la obra, y aportarán sus propias vivencias alrededor de
los temas de sus personajes; el amor, la belleza, la orfandad, la fe, la
amistad, la actuación, la muerte.
Comentarios:
Los referentes
cinematográficos de la habitual actriz Itsaso Arana para su debut como
directora de largometrajes resultan palpables: la sencillez, el tono y los
espacios veraniegos de Éric Rohmer; la naturaleza de la creación, las
relaciones interpretativas y las preguntas sobre el poder de las tablas del
Jacques Rivette de París nos pertenece; el espíritu grácil y en
apariencia intrascendente de las comidas campestres de Jean Renoir; la vida
dentro del teatro y el teatro dentro de la vida del Louis Malle de Vania en
la calle 42; y, cómo no, una parte del estilo más cercano al documental del
cine de Jonás Trueba, del que ella misma ha sido intérprete en películas como La
virgen de agosto y Tenéis que venir a verla.
No obstante, Las
chicas están bien, ambientada en una casa rural durante los días campestres
de una compañía teatral que ensaya una obra del siglo XVII, formada por una
dramaturga y cuatro actrices, acaba ligada a un estilo de más atrás, de mucho
más atrás: el de la novela pastoril del XVI y XVII, cuyas características
esenciales cumple casi a rajatabla —romance, simplificación psicológica,
ambiente bucólico, estilo verbal con ciertas ínfulas, presencia de príncipes y princesas,
y hasta de una rana o, en este caso, de un sapo—. Con un añadido más: se juega
a la autoficción y al metalenguaje, pues los cinco personajes principales
responden a sus propios nombres en la vida real, la dramaturga es la directora
de la película, y dos de las intérpretes están de sobra consagradas en su
oficio y son “admiradas” por las dos jóvenes que empiezan, y ahí también
coinciden los momentos profesionales de Bárbara Lennie e Irene Escolar,
estrellas de las tablas, al lado de Itziar Manero y Helena Ezquerro.
El conjunto adquiere de
este modo una admirable singularidad que, sin embargo, resulta más bonita de
ver que de escuchar. La película tiene un tono de intrascendencia y un colorido
claro que, acompañados de la complicidad femenina, la llevan a entrar muy bien
por los ojos. Cómo se plantean cada uno de los temas es asunto distinto. En la
historia se abordan cuestiones mayores o de especial complejidad con un
lenguaje que no se sabe bien si quiere ser naturalista del siglo XXI o renacentista
del XVI: los prejuicios ante los arquetipos físicos de cada una de ellas; la
muerte y su interpretación en el arte; la dicotomía entre el amor terrenal y el
romance teatral; la naturaleza del deseo, tantas veces inconsciente; la
maternidad, sus certezas, sus dudas y sus miedos. Se pasa por todos ellos, pero
se echa en falta una profundidad que apenas se roza en la hora y veinte minutos
de metraje.
Por momentos, la película
es fresca, grácil, simpática. En otros, cuesta horrores entrar en su dinámica
amorosa (no la de dentro de la obra que ensayan, sino la de la película de
fuera), con treintañeras largas o muy largas hablando y actuando como
quinceañeras de matices pedantes: “Me gustas como idea, me gustas como unidad”,
le dice una de ellas al hombre que le gusta, y con el que nunca ha estado
unida, en un audio de whatsapp.
Estrenada en el festival
de Karlovy Vary, Las chicas están bien está amparada por un engranaje
formal precioso, con música de Bach, interludios con grabados en tela de jouy,
y sonrisas sinceras y cómplices. Es juguetona, original. Pero, también,
meliflua y de vuelo corto. Hay en Arana suficientes ideas alrededor de la
construcción del arte como para seguir labrándolas con ahínco, pero aquí sus bellas
imágenes no acaban de conjugarse en un fondo que traspase, emocione o
reflexione más allá de su ligereza. (Javier Ocaña)
Título
original: Notas sobre un verano. Dirección: Diego
Llorente. País: España. Año: 2023. Duración: 83 min. Género:
Drama.
Guión: Diego Llorente. Fotografía: Adrián Hernández.Producción:
Báltico, Failo Cine.
Sección Oficia del
Festival de Cine de Rotterdam 2023.
Fecha del estreno: 1 Septiembre 2023 (España).
Reparto:
Katia Borlado (Marta), Antonio Araque (Leo),
Álvaro Quintana Pablo), Rocio Suárez (Elena), Laura Montesinos (Laura), Elena
Palomo (Paula).
Sinopsis:
Marta (Katia Borlado),
una profesora adjunta en la universidad, está a punto de irse a vivir con su
novio Leo, pero antes, decide pasar unos días en Gijón junto a sus padres. Es
allí donde se reencuentra con amigas y antiguos amores de la infancia, como
Pablo (Álvaro Quintana); con el que tendrá una recaída amorosa y trastocará
todos sus planes de futuro. ¿Volverá a Asturias a retomar su relación con
Pablo? ¿O seguirá en Madrid junto a Leo? El verano se acaba y Marta tendrá que
decidir entre lo que le dice la cabeza y lo que le dice el corazón.
Comentarios:
Desde los años ochenta,
cada generación de cinéfilos ha tenido ante sus ojos algún acercamiento por
parte de un cineasta español al estilo sencillo, luminoso y autentico de Éric
Rohmer, con Felipe Vega (Nubes de verano) y Agustí Vila (Un banco en el parque)
como principales exponentes.
Sin embargo, últimamente
se acumulan: La amiga de mi amiga, de Zaida Carmona, La quietud de la
tormenta, de Alberto Gastesi, y ahora Notas sobre un verano, tercer
largo de Diego Llorente, que viene de un documental rural (Entrialgo, de 2018)
y una ficción sentimental (Estos días, de 2013), y que aquí se ven fusionados
en una dramedia romántica con triángulo amoroso y estrategias cercanas al
documental.
Eso sí, desde una clara
distinción con Rohmer: hay sexo explícito, pero tan naturalista como el resto
de una muy estimable película que se eleva sobre su exceso de conversaciones
circunstanciales con buen gusto (notable foto), meritorias interpretaciones,
criterio en la puesta en escena (ese precioso fuera de campo parcial bajo el
mar, con el amor visto desde los cuerpos sin rostro) y un subtexto universal.
¿Se puede querer a dos personas al mismo tiempo, de un modo diferente, o se
trata de acomodo y cobardía? (Javier Ocaña)
La
revista estadounidense People elige desde hace casi cuatro décadas al
hombre más sexy del año: el primero fue el actor Mel Gibson (elegido en 1985).
Para 2022, el elegido ha sido el actor Chris Evans (Boston, 41 años), que toma
el relevo al intérprete Paul Rudd, que fue considerado como el más sexy del
mundo el año anterior. Evans, que ha dado vida al Capitán América durante 10
años, se cuelga ahora otro galardón que, tal y como ha afirmado él mismo con su
característico sentido del humor, hará muy feliz a su familia.
El
actor de Puñales por la espalda, en declaraciones a la revista People,
ha bromeado con el acoso “juguetón” que va a tener que soportar de sus amigos,
aunque reconoce que a su madre en especial le encantará la noticia: “Ella está
orgullosa de todo lo que hago, pero esto es algo de lo que realmente puede
presumir”. Si este reconocimiento se lo hubiesen dado durante sus años de
colegio, su vida social habría cambiado: “Sería suficiente para poder sentarme
en la mesa de los guays en la que no estaba”.
Evans
está en uno de sus mejores momentos, tanto en lo personal como en lo
profesional. Y como su carrera está plagada de éxitos, se siente más cómodo
hablando de ella que de haberse convertido en el hombre más sexy del mundo. “Es
difícil que te entrevisten sobre todo esto. Se siente como una extraña manera
de fanfarroneo humilde”, explica a la revista en una granja situada a las
afueras de Atlanta (USA).
A
sus 41 años, Evans está priorizando un equilibrio saludable entre el trabajo y
la vida para poder pasar el mayor tiempo posible en Boston con su familia:
“Cuando se trata de buscar a las personas a las que interpreto, es más una
cuestión de dónde se graba la película. Soy demasiado viejo para vivir con una
maleta durante seis meses y me he adaptado a una fase más agradable en la que
estoy feliz de estar en casa”.
Después
de varias décadas en el mundo de la interpretación, el Capitán América está
preparado para reducir la velocidad y aceptar menos papeles. “El aspecto más agradable
de mi carrera en este momento es sentirme lo suficientemente seguro como para
quitar el pie del acelerador. Siento que tengo un poco más de libertad para
tomarme un tiempo fuera de la industria y encontrar proyectos que satisfagan mi
apetito creativo cuando regrese”, ha comentado a People.
Aunque
por el momento se encuentra incómodo con el galardón, seguro que en unos años
lo recuerda con cariño. “A medida que envejezco y maduro, sé qué podré mirar
atrás y recordarlo”. Dentro de un año sabremos quién será el siguiente hombre
al que People cede el protagonismo como el más sexy del mundo.
Nacido
el 13 de junio de 1981, Christopher Robert Evans nació en Sudbury, una
localidad del estado de Massachusets, pero creció en la ciudad de Boston,
siendo hijo de una bailarina y un dentista. Su familia, de religión católica,
tiene ascendencias italianas e irlandesas.
Tras
su etapa en el instituto, Chris se trasladó a Nueva York para estudiar
Interpretación. Salió del anonimato al ser elegido para participar en la serie
de televisión “Opposite Sex” (2000). El mismo año debutó en el cine apareciendo
en la película “The Newcomers” (2000).
Su
segundo film, la comedia “No es otra estúpida película americana” (2001), logró
que su rostro se hiciese popular entre el público adolescente. Posteriormente
rodó junto a Scarlett Johansson y Erika Christensen “The Perfect Score” (2004),
y al lado de Kim Basinger el thriller “Cellular” (2004).
En
la adaptación de “Los 4 Fantásticos” (2005), dirigida por Tim Story, Chris Evans
encarnó a la Antorcha Humana. En “Gente corriente” (2005) interpretó al nieto
de Donald Sutherland. Más tarde trabajó con Danny Boyle en “Sunshine” (2007) y
volvió a hacer equipo con Jessica Alba, Ioan Gruffudd y Michael Chiklis en “Los
4 Fantásticos y Silver Surfer” (2007).
En
“Dueños de la calle” (2008) hizo equipo policial con Keanu Reeves. En “Push”
(2009) era Nick Gant, un hombre con poderes paranormales que intenta luchar
contra una agencia gubernamental secreta. En “Capitán América” (2011) interpretó
al superhéroe de la Marvel que titula el film, personaje que volvió a encarnar
en “Los Vengadores” (2012), “Capitán América: El Soldado de Invierno” (2014),
“Los Vengadores: La Era De Ultrón” (2015), en “Capitán América: Civil War”
(2016), en “Vengadores: Infinity War” (2018) y en “Vengadores: Endgame” (2019).
En
la comedia “Dime con cuántos” (2011) compartió protagonismo con Anna Faris. En
el drama “Un don excepcional” (2017) era el padre de una niña prodigio en
matemáticas por cuya custodia luchaba contra su propia madre. En el año 2019
intervino en el misterio criminal “Puñales por la espalda” (2019), película en
la que sus padres eran Jamie Lee Curtis y Don Johnson. En el 2020 estrenó en
televisión la miniserie “Defender a Jacob” (2020). En el año 2022 co-protagonizó
junto a Ryan Gosling la película de acción “El agente invisible” (2022), basada
en una novela de Mark Greaney. En el año 2023 protagonizó junto a Ana de Armas
la película “Ghosting” (2023). En la actualidad, Evans prepara nuevos proyectos
cinematográficos
En
cuanto a su vida amorosa, a Chris Evans se le han rumoreado relaciones con
Jessica Biel, Gisele Bundchen, Christina Ricci, Minka Kelly, Naomie Harris y
Vida Guerra. Fue novio de la actriz Jenny Slate, con quien estuvo entre los
años 2016 y 2018. Su actual pareja es la actriz portuguesa Alba Baptista
(nacida en 1997, 16 años menor), conocida por la serie “La Monja Guerrera”.
Título
original: Mi soledad tiene alas. Dirección: Mario
Casas. País: España. Año: 2023. Duración: 102min. Género:
Drama, Cine Quinqui.
Guión: Mario Casas, Déborah
François. Música: Zeltia Montes. Fotografía: Edu Canet. Montaje: John Murphy.Producción: Nostromo Pictures, Netflix, ICAA.
Fecha del estreno: 25 Agosto 2023 (España).
Reparto:
Óscar Casas (Dan), Candela González (Vio), Farid
Bechara (Reno), Fran Boira, Marta Bayarri, Gerard Oms (Cura), Nuris Blu
(Embarazada bus), Alex Galimany (Segurata), Thomas King (Amigo dealer 2).
Sinopsis:
En un barrio humilde a
las afueras de Barcelona, Dan y sus dos amigos, Vio y Reno, viven sin pensar en
el mañana, entre fiestas y dando palos a joyerías. Detrás de su apariencia de
pequeño delincuente, Dan esconde un artista con talento, y una sensibilidad
distinta al mundo que le rodea. La reaparición de su padre, tras salir de la
cárcel, despierta los viejos demonios de Dan, sumergiéndolo en una espiral de
violencia que le obliga a huir y pone a prueba la amistad entre los tres
amigos.
Comentarios:
En un momento de Mi
soledad tiene alas, debut en la dirección del actor Mario Casas, dos
amigos, chica y chico, entran en la casa de ella a recoger unas cosas y lo que
allí se ve y se oye es la viva representación de la familia desestructurada
contemporánea, mugre sentimental en el salón, incomunicación a voces, crudeza
alcohólica cotidiana para niños y adolescentes en un (presunto) hogar que huele
a pesadumbre, rabia y cuchillo oxidado. Son apenas un par de minutos, sutiles y
sin subrayados de texto o de imagen, rápidos y demoledores, en los que se
vislumbra el trabajo arrebatado, volcánico y hasta romántico de Casas en su
primer largo delante de la cámara y como guionista.
No es la única secuencia
que respira autenticidad en la película. Las tres (o quizá sean dos) secuencias
entre abuela y nieto en otra de las casas, con ese cariño auténtico del amor
apretado de los ancianos y esa tristeza infinita de la soledad a la hora del
fin, son preciosas. Casas parece haber estudiado y mamado el cine del que ha
sido protagonista en alguna ocasión. Esas historias de adolescencia de
extrarradio de Alberto Rodríguez, aquí cambiando Sevilla por Barcelona y
Madrid; la brevedad y exactitud de sus apuntes visuales, aunque a su poesía del
desconcierto y la rabia, sin embargo, no llegue. E igualmente parece haberse
enriquecido de la vibrante labor de puesta en escena de David Victori en No
matarás, la película que le dio a Casas el Goya a la mejor interpretación
masculina, una persecución continua, física y metafórica, en la que los
personajes parecen atados a la cámara.
Desde Los golfos,
formidable debut de Carlos Saura, el desarraigo de los jóvenes ha sido una
constante en el cine español. A veces desde el naturalismo más exacerbado, con
las películas quinquis de Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma. Otras,
sin apartarse de la credibilidad y la cercanía del robo, el beso y la aguja,
con el romanticismo de obras como Deprisa, deprisa, de nuevo de Saura, y
27 horas, de Montxo Armendáriz. Y precisamente en el tono desesperanzado
de esta última es donde mejor encaja Mi soledad tiene alas, coescrita
junto a la actriz belga Deborah François. Eso sí, con un estilo radicalmente
distinto.
Es una pena porque en
determinadas ocasiones el director parece preferir la atmósfera envolvente y la
localización deslumbrante de extrarradio a la profundidad en los personajes. Y
en ese sentido el desarrollo del vínculo de unión entre la pareja protagonista,
que debe huir desde Barcelona hasta Madrid por una aciaga noche de violencia,
queda un tanto cojitranco. Como si estuviese necesitado de una conversación más
larga que nos haga entender mejor su pasado y su presente conjunto en un tiempo
como el que vivimos. Como si a esa sensibilidad especial que parece querer
transmitir el autor le faltara un pespunte. Óscar Casas, hermano del director,
que lo debe decir casi todo con el físico y con la mirada, nerviosa cabeza
hacia adelante cuando está frente al terror que representa su padre (excelente
presencia de Francisco Boira), y la novel Candela González muestran bien su
dolor por separado. Pero a las secuencias conjuntas les falta una pizca de
fuego, calidez o ternura.
Casas, que fue chaval de
periferia, no está contando nada que no se haya hecho ya muchas veces. Pero la
energía visual y sonora que desprende la película, ayudada por una colección de
canciones de plena contemporaneidad (con el trapero Morad al frente), emerge
con su luz sobre las pocas sombras de un muy estimable debut. (Javier Ocaña)
Título
original: My Name Is Alfred Hitchcock. Dirección: Mark Cousins. País: Reino Unido. Año: 2022. Duración: 120
min. Género: Documental.
Guión: Mark Cousins (basado en
la biografía de Alfred Hitchcock). Música:
Donna McKevitt. Producción: Hopscotch
Films.
Fecha del estreno: 18 Agosto 2023 (España).
Sinopsis:
Reexamina la vasta
filmografía y el legado de uno de los cineastas más grandes del siglo XX,
Alfred Hitchcock, a través de la propia voz del director.
Comentarios:
“Escrito y locutado por
Alfred Hitchcock”, reza el último título de crédito en el primer minuto de Mi
nombre es Alfred Hitchcock, nuevo documental del divulgador norirlandés
Mark Cousins. Un poco más tarde, esa voz en off refinada y fascinante,
de continuas inflexiones en el tono, respiración entrecortada, sarcasmo en cada
frase, admitirá que a lo largo de la película solo va a contar una mentira, e
invita a los espectadores a descifrarla. Naturalmente, no se refiere al hecho
(obvio) de que el maestro no ha podido escribir ni narrar el documental. Y he
ahí el primer juego de Cousins, muy a la manera de la sorna del mítico
director, y de sus presentaciones en la serie Alfred Hitchcock Presents…
Esa voz es una formidable imitación por parte del actor británico Alistair
McGowan, y la primera gran virtud de un trabajo que se acerca más, como suele
ser habitual en Cousins, al ensayo visual y a la clase de cine que a un
documental al uso.
Y aunque sea cierto que
Cousins se aproxima a una figura y a una obra inabarcables, qué difícil resulta
que hoy en día un trabajo sobre el director de Vértigo y Psicosis,
La ventana indiscreta y Rebeca, parezca novedoso o, al menos, con
aspectos nunca tratados y particularidades formales nunca utilizadas. El tono y
la calma, además de una cierta poesía, presentes en algunos de los magníficos
trabajos de Cousins (The Story of Film, Women Make Film, The Story of Looking…),
está de nuevo presente, pero el hecho de que sea ese trasunto de Hitch quien
lleve el mando, diciendo cosas que dijo, otras que pudo haber dicho, y aun unas
cuantas que podría decir hoy si viviera, si viera nuestros tiempos, nuestro
cine y nuestras sociedades, acaba siendo seductor.
Esa cadencia monocorde de
la narración, de hecho, puede ir incluso en perjuicio de su ritmo, pero la
sensación de hastío solo acudirá a los cuerpos y las mentes de espectadores no
interesados en el arte cinematográficos. Y de esos habrá pocos o ninguno en las
salas. El documental se divide en seis partes —algunas, claramente conectadas
con otros estudios sobre el maestro; otras, singulares aportaciones de
Cousins—: evasión, deseo, soledad, tiempo, plenitud y altura. Y se alimenta de
continuas secuencias de sus películas, en las que Cousins explica sus teorías
(y las del propio Hitchcock) acerca de los detalles de la puesta en escena, el
color, el sonido y otras parcelas formales o de fondo.
“Fui un artista, un
temerario, un feriante”, dice el falso (verdadero) maestro en la narración:
“Son muchos los que han opinado sobre mis películas. Han analizado mi estilo
narrativo, mi modo de plasmar la culpa y la moral católica. Han examinado mis
fantasías visuales, mi furtiva forma de observar a las personas y a la belleza
[…], pero se les han escapado cosas”. El objetivo es, nada menos, que una
especie de viaje en el tiempo en el que se acabarían identificando las
flaquezas de los espectadores: los de antes, y los de ahora. Lo que aún
permanece.
Junto a todo ello,
Cousins añade algunas fotografías, pocas y animadas con algún elegante efecto,
y un puñado de planos rodados por él, los más discutibles de su trabajo, que se
supone que muestran la mirada del presente, la del espectador actual, pero que
no terminan de encajar ni de comprenderse.
Mi nombre es Alfred
Hitchcock es un trabajo al mismo tiempo revelador y juguetón,
divertido y sombrío, embaucador y artístico. Así era el cine del tipo que hizo El
hombre que sabía demasiado, y la agudeza de Cousins es la última en
confirmarlo. (Javier Ocaña)