martes, 31 de mayo de 2022

Un nuevo mundo (Stéphane Brizé, 2021)

 

Título original: Un autre monde. Dirección: Stéphane Brizé. País: Francia. Año: 2021. Duración: 96 min. Género: Drama.  

Guión: Stéphane Brizé, Olivier Gorce. Fotografía: Eric Dumont. Música: Camille Rocailleux. Montaje: Anne Klotz. Producción: Nord-Ouest Films, France 3 Cinéma, Canal+, Ciné+, SofiTVciné 7, Cinéventure.

Sección Oficial del Festival de Cine de Venecia 2021.

Fecha del estreno: 13 Mayo 2022 (España)

 

Reparto: Vincent Lindon, Sandrine Kiberlain, Anthony Bajon, Marie Drucker, Olivier Lemaire, Guillaume Draux, Christophe Rossignon, Sarah Laurent, Joyce Bibring, Olivier Beaudet, Didier Bille, Valérie Lamond, Mehdi Bouzaïda, Myriam Larguèche, Daniel Masloff, Jerry Hickey, Alexandre Martin, Saïd Aïssaoui, Julie Goria, Alexandre Merino, Letizia Storti, Michel Benzi, Michel Freyne, Jérôme Soufflet, Jean Boronat.

 

Sinopsis:

Con su vida personal eclipsada por las exigencias de su trabajo, un hombre llega a un punto de ruptura cuando su esposa abandona su matrimonio.

 

Comentarios:

Despedir a 58 para salvar a 500. Esa es la teoría; la de los de arriba, claro. ¿Por qué no salvar a 558?, se preguntan los de abajo. Pero, ¿cómo?

Cuántas situaciones así se viven cada día en las empresas de cualquier país. La de Un nuevo mundo, nueva película del siempre interesante director francés Stéphane Brizé, es una multinacional estadounidense de electrodomésticos con plantas en diferentes países, y cinco de ellas en Francia. El protagonista, interpretado por el formidable Vincent Lindon, es el director de una de ellas: la de los 558. Es decir, en principio, parece más cerca de la élite empresarial que de la clase trabajadora, aunque en realidad tenga no pocos escalones hacia arriba con los que debe bregar. Y eso es muy sugestivo, sobre todo por desacostumbrado: componer una película de cine social, y también moral, desde el empresariado, con un buen patrón como el de Fernando León, aunque alejado del tradicional provincianismo patrio del personaje de Javier Bardem, y por supuesto de los toques de comedia de la película española.

Un nuevo mundo, opresiva de principio a fin, abarca además la vida privada de ese hombre atrapado en la telaraña del capitalismo salvaje desde siete años atrás, cuando aceptó su puesto. Desde entonces, ganando una pasta, su vida se ha derrumbado. La primera secuencia del relato, que dura exactamente diez minutos, es un prodigio de precisión en la puesta en escena, las interpretaciones, el tempo, la verosimilitud, y la fusión entre el drama, el sentido común, la cercanía vital y la lejanía moral entre el personaje principal y su esposa, mientras ponen fin a su matrimonio en un despacho, con los abogados verbalizando cantidades de dinero como finiquito del amor.

La segunda secuencia, no menos perfecta, enfrenta al patrón con los distintos departamentos de su fábrica, en plena búsqueda de soluciones a los despidos requeridos desde arriba. De nuevo, la cámara, la mirada de Brizé, se planta siempre donde debe, casi más veces en el gesto del que escucha que en la voz del que habla. A una serie de reuniones laborales consecutivas, con los de arriba y los de abajo, se suma la terrible situación mental de uno de los hijos de la pareja. Y a la labor de Lindon se añade el trabajo portentoso de Sandrine Kiberlain.

En la película, con bellos fragmentos de música barroca en los interludios, hay credibilidad, emoción, desesperanza, derrota. Y así un día tras otro. ¿Demasiadas tazas del mismo caldo? ¿No estará Brizé apuntándose a una cierta ola tremendista del cine social europeo? No. Lo que ocurre es que todas esas tazas de caldo envenenado están conectadas las unas con las otras. Concatenadas, casi como una relación de causalidad filosófica, agujereando las más diversas áreas de nuestra cotidianidad.

A poco que cada cual, dentro de su círculo de poder —unos, más amplio; la mayoría, mucho más reducido—, examine su conducta, su colaboración (o no) con la podredumbre del sistema y sus esfuerzos para intentar reducir el aplastamiento cada vez más generalizado de las condiciones laborales en demasiados sectores, seguro que podrá sacar conclusiones, a no ser que se siga engañando a sí mismo. ¿Somos o podemos llegar a ser esos seres despreciables de los que habla el protagonista en su reflexión final? Por desgracia, la decencia es una palabra tan pasada de moda que apenas se utiliza en nuestro nuevo mundo.

Es evidente que unos tienen más posibilidades que otros de convertirse en figuras morales, de poder aflojar la manivela de la autodestrucción del capitalismo, de las condiciones de trabajo, de las leyes del mercado y, como consecuencia, del aplastamiento de nuestras vidas privadas. Pero quizá llegue un momento en la existencia en el que, desde un reducto individual, se deba decidir si se quiere seguir siendo parte relevante de la rueda de ese sistema que viene convirtiendo nuestro mundo en un estercolero. (Javier Ocaña)

Recomendada.




domingo, 29 de mayo de 2022

El hombre deseado (Sönke Wortmann, 1994)

 

Título original: Der bewegte Mann. Dirección: Sönke Wortmann. País: Alemania. Año: 1994. Duración: 93 min. Género: Comedia.

Guión: Sönke Wortmann (basado en un cómic de Ralf König). Fotografía: Gernot Roll. Música: Torsten Breuer. Vestuario: Tatjana Lüpsen. Montaje: Ueli Christen. Producción: Bernd Eichinger.

Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor (Joachim Król) en los Premios del Cine Alemán 1994.

Fecha del estreno: 28 julio 1995 (España)

 

Reparto: Til Schweiger (Axel Feldheim), Joachim Król (Norbert Brommer), Katja Riemann (Doro Feldheim), Rufus Beck (Walter alias Waltraud), Armin Rohde (Metzger), Nico van der Knaap (Fränzchen), Antonia Lang (Elke Schmitt), Martina Gedeck (Jutta), Judith Reinartz (Claudia), Kai Wiesinger (Aufreißer), Horst D. Scheel (Günter), Christof Wackernagel (Rüdiger), Martin Armknecht (Lutz), Heinrich Schafmeister (Klaus Dieter), Helmut Buchel (Dirk), Monty Arnold (Monty), Hans Peter Reutter (Doctor Bertie), Lenonard Lansink (Bezaubernde Jeanie).

 

Sinopsis:

Axel es un chico muy guapo, que aunque ya tiene novia, siempre está buscando aventuras con otras mujeres. Un día, su novia Doro, lo pilla "in fraganti" con otra mujer y le echa de casa. Buscando un lugar donde dormir, Axel conoce a Walter, quien le invita a una fiesta gay. Allí conoce a Norbert, quien lo invita a vivir en su casa porque cree que lo puede seducir.

 

Comentarios:

El cine alemán alumbra cada pocos años una película fenómeno que es capaz de traspasar fronteras y exportar el éxito a otros países: La vida de los otros, Good Bye Lenin! o El Experimento, entre otros, son algunos de los títulos más recordados. Ahora bien, el caso de El hombre deseado, adaptación cinematográfica del cómic homónimo de Ralf König (que también firmaba el guión y se inspiraba en otro de sus tebeos, Pretty Baby), es especial dentro de la producción germana. Arrasó en taquilla, convenció a la crítica, y fue la gran ganadora de los premios Bambi (los Oscar alemanes) de 1994.

La película, una comedia de enredo llena de equívocos, libertina, que promulga la libertad sexual sin dar discursos ni moralejas, posee una historia llena de ritmo con diálogos ágiles donde destaca la presencia de un actor de esos que en la jerga cinematográfica se denomina robaplanos; Joachim Król, que interpreta al gay de buen corazón que se enamora de Til Schweiger, el hombre deseado al que hace referencia el título del filme. (Xavi Sánchez)

Recomendada.




sábado, 28 de mayo de 2022

La abuela (Paco Plaza, 2021)

 

Título original: La abuela. Dirección: Paco Plaza. País: España. Año: 2021. Duración: 100 min. Género: Terror.  

Guión: Carlos Vermut (basado en una idea de Paco Plaza). Fotografía: Daniel Fernández Abelló. Música: Fatima Al Qadiri. Montaje: David Gallart. Vestuario: Vinyet Escobar. Producción: Enrique López Lavigne.

Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián 2021. Nominada al Goya 2021 a Mejor Banda Sonora y Mejores Efectos Especiales. Premio Feroz 2021 al Mejor Tráiler.

Fecha del estreno: 28 Enero 2022 (España)

 

Reparto: Almudena Amor (Susana), Vera Valdez (Pilar), Karina Kolokolchykova (Eva), Chacha Huang (camarera), Michael Collis, Pía Laborde Noguez.

 

Sinopsis:

Susana tiene que dejar su vida en París, donde trabaja como modelo, para regresar a Madrid, debido a que su abuela Pilar acaba de sufrir un derrame cerebral. Años atrás, cuando los padres de Susana murieron, su abuela la crió como si fuese su propia hija. Susana necesita encontrar a alguien que cuide de Pilar, pero lo que deberían ser solo unos días con su abuela se acabarán convirtiendo en una terrorífica pesadilla.

 

Comentarios:

Para una sociedad esclava de la juventud y sus cuerpos lozanos, la vejez se ha convertido en terreno abonado para la neurosis. Películas recientes como Tiempo, de M. Night Shyamalan, o Relic, de Natalie Erika James, ahondaban en una enfermedad contemporánea alimentada por el pánico a lo único inevitable: el paso del tiempo. Después de las desasosegantes Verónica y Quien a hierro mata, el director Paco Plaza se suma a esta corriente de terror existencial con La abuela, retorcida fábula sobre la cárcel del cuerpo, su decrepitud y la fatalidad de los lazos de sangre.

Con su particular personalidad narrativa, capaz de apelar a los clásicos del género con una mirada propia que nunca necesita imponerse a lo que cuenta, Plaza sitúa este drama de terror psicológico en un decadente y señorial edificio madrileño donde una abuela y una nieta se enfrentarán a un turbio destino común. La joven es una modelo que tiene que dejar su fulgurante carrera en París para cuidar a su elegante y misteriosa matriarca en su tránsito final hacia la muerte. La anciana solo es un despojo en silla de ruedas, una vida que se resiste al último aliento.

Escrita junto a Carlos Vermut (algo que va más allá del chiste de llamar Magical Girl al perfume que anuncia la protagonista del filme), La abuela es una película que redunda en esa idea de la sororidad vampírica que Vermut desplegó en Quién te cantará, su última película. Pero, ante todo, La abuela es una revisión del mito de Caperucita Roja donde ya nada es lo que aparenta, como si los cuentos de hadas ya solo fuesen terroríficos espejos deformantes.

De la alcoba de esa abuela que a los 85 años da vida la exmodelo y actriz Vera Valdez a los jerséis rojos de Almudena Amor, en la piel de la candorosa y estilizada nieta, La abuela es una historia de ocultismo urbano en la que el director de Verónica vuelve a desplegar las alas de una retorcida conjura de deseos y posesiones. Con una banda sonora firmada por Fatima Al Qadiri que cruje tanto como la madera del piso donde todo pasa, Paco Plaza indaga una vez más en un terror psicológico y sobrenatural en el que una mirada inocente se enfrentará a un poder ancestral y diabólico, una guerra entre cuerpos suspendidos en el tiempo que va calando en los huesos y cuya lectura sobre el abandono y la muerte no deja de mutar en nuestro siniestro presente. (Elsa Fernández-Santos)

Recomendada (con reservas).



viernes, 27 de mayo de 2022

Series de TV: Cardo (2021)

 

Título original: Cardo. Temporada: 1. Episodios: 6. Año: 2021. País: España. Género: Comedia dramática. Estreno: 7 Noviembre 2021 (Atresplayer Premium).

Creacción: Ana Rujas, Claudia Costafreda. Dirección: Claudia Costafreda, Lluís Sellarès. Guión: Claudia Costafreda. Fotografía: Carlos Rigo. Música: Álex de Lucas. Montaje: Ana Benzal, Sergio Jiménez, Jorgina Elias. Producción: Javier Calvo, Javier Ambrossi, Montse García, Sonia Martínez.

Mejor Serie Dramática y Mejor Actriz de Serie (Ana Rujas) en los Premios Feroz 2021.

 

Reparto: Ana Rujas (María), Clara Sans (Bego), Ana Telenti (Eva), Juani Ruiz (Puri), Diego Ibáñez (Gabriel), Alberto San Juan (Santiago), Raúl Prieto (Nacho), Cristina Alcázar (Inés), Yolanda Ramos (Fausta), Ana Gracia (Abogada), Pilar Gómez (madre de María).

 

Sinopsis:

La serie se centra en la generación nacida en los año noventa y que gira alrededor de una chica, María que decide abandonar el mundo de la televisión, en el que ha trabajado como presentadora y protagonizando anuncios, para hacer frente a sus problemas, que son unos cuantos. María por fuera rebosa belleza, pero por dentro se siente un cardo.

 


Comentarios:

En la ficción televisiva española, a menudo, se pide que los personajes “entren en verdad”, como si la verdad fuera una boca de metro. Se la confunde con una gravedad impostada que lleva a cualquier personaje a vomitar sus sentimientos, lo que suele convertirlo en cursi y demasiado autoconsciente. En Globomedia incluso se le puso nombre a esas situaciones: jánder. Su origen, lo explicó Raúl Díaz, guionista de la casa, en un hilo en Twitter, proviene de la época en la que se emitía Al salir de clase, una serie que, como buen culebrón postadolescente, estaba llena de esos momentos. Los guionistas de 7 vidas empezaron a llamar Al salir de jánder a la serie que parodiaron con Aulas vacías, corazones llenos, y cada vez que tenían que escribir una secuencia especialmente melodramática, se referían a ella.

De la verdad en términos tan mentirosos podrían hablar algunos de los farsantes a los que tiene que soportar María en Cardo, la extraordinaria serie de Ana Rujas y Claudia Costafreda, bajo el manto de los Javis, que se estrenó en Atresplayer Premium. María —interpretación soberbia de Rujas— se calla casi todo lo que piensa y siente, pero consigue que se lo leamos en la cara, y no solo porque junto a ella aparezcan escritos algunos de sus pensamientos. Cardo toma las mejores decisiones posibles para retratar a un personaje que toma las peores. María no necesita “entrar en verdad”: gracias a lo bien construido que está su subtexto, es de verdad. Dan ganas de abrazarla y de decirle que se le pasará, pero no se lo tragaría. A veces solo queda encomendarse, como ella, a San Expedito y consolarse con que, como dice la canción, no es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. (Paloma Rando)

Recomendada.




jueves, 26 de mayo de 2022

Biopics. Vidas de película

 

Una historia de vida siempre será un argumento atractivo para el cine, especialmente si es sobre alguien conocido o de cierta importancia histórica, y más aún si, de alguna manera, se trata de un ser excepcional. Estas son las condiciones esenciales de un biopic (término derivado de biographical picture), un tipo de relato fílmico con borrosas y aún debatidas líneas en asuntos como los géneros cinematográficos, sus probables tipologías y la relación entre la realidad de los personajes y su representación.

 

Para cuando las películas alcanzaron la duración suficiente para contar una vida, empezó la producción de biopics: Napoleón, el hombre del destino (Stuart Blackton, 1908) da cuenta, en veinticinco minutos, del ascenso y caída del militar francés, planteando de paso uno de los esquemas más recurrentes de este tipo de cine. De ahí en adelante, la vida de personajes históricos, especialmente artistas célebres, estadistas y líderes de diversa clase, empezaron a ser considerados como una rica y bien acogida fuente de argumentos y dramas que ofrecen la doble posibilidad de ser íntimos y de contexto.

 

Napoleón, el hombre del destino (Stuart Blackton, 1908)

Aunque se hicieron muchos en las primeras décadas del siglo XX, es a mediados de los años treinta que su producción toma impulso cuando dos películas, consecutivamente, ganan el Oscar al mejor filme del año: La historia de Louis Pasteur (William Dieterle, 1935) y La vida de Emile Zola (William Dieterle, 1936). La Warner Bros. estableció así el modelo de biopic que se convertiría en la convención aun hasta nuestros días, esto es, el relato -lineal- de vida del “Gran hombre” que se destaca en un área y que, gracias a sus cualidades excepcionales o a su férrea voluntad, incluso luchando contra su entorno o contra el mundo entero, triunfa en su cometido (aunque sea a veces de manera póstuma).

 


Pero a partir de la década del sesenta, con la llegada del cine de autor y cuando el cine moderno cobra mayor fuerza, aparecen alternativas a esta convención, a la versión oficial de esas historias de vida, y se hacen lo que Eduardo Russo llama biopics iconoclastas, en los que se profundiza más en las contradicciones, incluso en los defectos, del biografiado en cuestión. El ejemplo más claro de esto es la serie de películas que dirigió el inglés Ken Russell en los años setenta sobre los músicos Mahler y Liszt, la estrella del cine silente Valentino y el escultor Henri Gaudier.

 

En esta misma línea disruptiva con ese esquema del Gran hombre (que ahora con más frecuencia es también de la Gran mujer), surgen filmes de antihéroes o de personajes nefastos, como Hitler, de quien cada década se ha hecho una versión, siendo las más destacadas Moloch y La caída; Larry Flynt, el fundador de la revista Hustler, que tan certeramente supo retratar Milos Forman; Aileen Wuornos, la asesina en serie de Monster; el ladrón de cuello blanco Jordan Belfort, de El lobo de Wall Street; o cualquier capo de la mafia, desde Al Capone, pasando por Henry Hill de Buenos muchachos, hasta el puñado de versiones sobre Pablo Escobar que se ha producido en la última década.

 


 

Una vida segmentada

 

Además de la convención del Gran hombre, hay otros esquemas recurrentes en el biopic, pero que ya no tienen que ver con su protagonista sino con su narrativa y referidos al orden en que se cuenta la historia. Si el relato de vida en el cine comenzó siendo lineal en la cronología de los acontecimientos, ya desde Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) se empieza a ver una narración segmentada o con variaciones en su orden, al punto que, en las últimas décadas, esos tipos de relato se han convertido en la convención y difícilmente, cuando se trata de la vida completa de una persona, se utiliza la cronología lineal.

 

Existen tres variables principales: el relato in medias res, el racconto y el flashback sistemático. El primero es una locución latina que provine de la literatura y que se refiere a los relatos que empiezan en medio de la historia o en alguna parte de su desarrollo. Comúnmente se ubican en un momento antes de que el personaje obtenga el éxito o un triunfo significativo, o también puede iniciar en su periodo de mayor gloría, lo cual ocurre generalmente cuando se trata de esas personas que experimentaron un arco de ascenso y caída en sus vidas. Esta variable se puede ver en películas como Pollock y La vida en rosa (el biopic sobre Edith Piaf).

 


El racconto, que es menos común en los biopics, se presenta cuando el relato empieza casi en el final y se hace un recuento de la historia de vida desde el principio hasta desembocar en ese punto donde inició; mientras que el uso del flashback sistemático es tal vez el recurso más utilizado actualmente. Esta variable narrativa inicia su relato con la historia muy avanzada o hacia el final y, por medio de contantes saltos al pasado, comienza a contar los primeros años del personaje, desarrollándose la estructura narrativa en una dinámica de alternancia entre el presente y pasado del protagonista. Es más común en las películas que abarcan la biografía desde la infancia o la juventud, lo cual bien se puede ver en filmes como Amadeus, Toro salvaje, María Cano, Chaplin, Ray o La dama de hierro. 

 

 

¿Un género?

 

Uno de los principales puntos de discusión entre quienes se refieren al biopic es si se puede considerar o no un género cinematográfico. Teniendo en cuenta que un género es un tipo de discurso o esquema que tiene unos componentes específicos, sí podría calificar en el sentido más amplio de la definición; no obstante, la simple condición de que se trate de películas que cuentan una historia de vida no parece suficiente frente a otros géneros que se distinguen como tales por cuenta de muchas más características, algunas de ellas muy precisas, como ocurre, por ejemplo, con el western, la ciencia ficción o el thirller. 

 

Es por eso que, tal vez, el biopic debería considerársele como un tema (la biografía) o un subgénero, dada la posibilidad de que muchos biopics encajan o son contados bajo los códigos de un género cinematográfico más definido. Es así como hay westerns que han contado la vida de hombres como Jesse James, Billy The Kid o Buffalo Bill; thrillers de gangsters como El Rey (el primer narco caleño) o El irlandés; o musicales como el que cuenta la vida de Elton John (Rocketman) o de Bobby Darin (Beyond The sea). 

 

Taron Egerton es Elton John en Rocketman

Aun así, el biopic puede tener clasificaciones o tipologías de acuerdo con diversos parámetros, como se vio ya según el orden de su estructura narrativa. Igualmente, como otra taxonomía formal, los tres tipos de focalización (punto de vista de la narración) que propone Gérard Genette cobran especial importancia por tratarse del relato de una historia de vida, donde cambia sustancialmente lo que se pueda decir del protagonista dependiendo de si es una narración omnisciente (focalización cero), si se narra desde uno o varios personajes (focalización interna) o si se cuenta por fuera de los personajes y el relato solo depende de lo que hacen y dicen (focalización externa, que es menos frecuente en los biopics).

 

También se puede identificar una tipología de biopics determinada por el contexto al que pertenecen los personajes, lo cual define en mucho el tema de la película. Se destacan cuatro áreas: las artes (que son los más frecuentes, especialmente pintores, escritores y músicos), la política o el activismo, los deportes y la ciencia.

 

Por otra parte, están el biopic automático y el falso biopic. El primero, es cuando la persona biografiada se interpreta sí misma. Aunque no es muy común, existen algunos ejemplos, entre ellos, Arlo Guthrie en Alice's Restaurant (1969), Muhammad Ali en The Greatest (1977) y Howard Stern en Private Parts (1997). El falso biopic, por su parte, es cuando se cuenta una historia de vida con todas las características de este tipo de cine, pero a partir de un personaje inexistente que es validado por hechos reales. Ninguna película ilustra mejor esta tipología como Forrest Gump, donde este personaje ficcional interactúa con acontecimientos y personalidades de la historia de Estados Unidos.

 

Forrest Gump

 

Poética o verdad

 

Una última e importante consideración que requiere reflexión en el biopic es la relación entre la realidad y lo representado en una película, un asunto muy significativo tratándose de la biografía cinematográfica de una persona que existe o existió. Muchas variables entran en juego a la hora de contar una historia de vida en cine: el lapso que abarcará el relato (es distinto contar desde la infancia hasta la muerte o solo el periodo de importancia histórica); el punto de vista desde el que se mirará al personaje, ya sea por el tipo de focalización o por la dicotomía entre la historia oficial y la iconoclasta; incluso el tratamiento visual y hasta el mismo actor seleccionado pueden definir o transformar la visión que se proyecte del protagonista.

 

Y es que desde el mismo casting se empieza a retar la fidelidad de ese retrato que se pretende hacer. Hay casos excepcionales que tienen la fortuna de que un actor se parezca mucho al personaje (como ocurrió con Val Kilmer interpretando a Jim Moirrison), pero normalmente el parecido es somero y apuntalado en el maquillaje. Es así como los citados biopics de Zola y Pasteur los interpretó el mismo actor, Paul Muni, sin que ninguno de los tres se pareciera entre sí; o está el caso en el que Bob Dylan es interpretado por seis actores distintos, entre ellos una mujer, en I'm Not There. También hay que tener en cuenta que todos los actores siempre están buscando, para su lucimiento, hacer el biopic de una gran personalidad, por eso la más de las veces se impone el star system a la fidelidad fisonómica. 

 

Cate Blanchett es Bob Dylan en I´m not there

El caso es que desde el parecido físico hasta los personajes o acontecimientos que son inventados por razones argumentales o dramáticas, un biopic debe ser asumido menos como una verdad documental que como una obra que tiene la intención de captar la esencia de la vida y obra de una persona a partir del relato y la poética del cine. O al menos es así en aquellas películas que no solo quieren ilustrar literalmente una biografía.

 

Esto se puede lograr ya con un fragmento de vida o recorriéndola entera. El ejemplo extremo de esto son los dos biopics que se hicieron sobre Steve Jobs, donde el interpretado por Ashton Kutcher (2013) abarca cuatro décadas, mientras que el de Michael Fassbender (2015) tiene la audacia de dar cuenta del personaje apenas a partir de algunas horas, compuestas por los tres momentos previos al lanzamiento de nuevos productos en años distintos.

 

Michael Fassbender es Steve Jobs

Son dos caras opuestas que demuestran lo versátil que puede ser el biopic para condensar una vida, sus acciones y el espíritu que las impulsó. Acomodarse en las convenciones o buscar nuevas formas de contar una vida es lo que puede hacer la diferencia entre lo rutinarias que muchas veces son estas películas o, por el contrario, lo estimulante y fascinante que puede resultar una experiencia vital en la pantalla. (Oswaldo Osorio)