Una historia de vida
siempre será un argumento atractivo para el cine, especialmente si es sobre
alguien conocido o de cierta importancia histórica, y más aún si, de alguna
manera, se trata de un ser excepcional. Estas son las condiciones esenciales de
un biopic (término derivado de biographical picture), un tipo de relato
fílmico con borrosas y aún debatidas líneas en asuntos como los géneros
cinematográficos, sus probables tipologías y la relación entre la realidad de
los personajes y su representación.
Para cuando las películas
alcanzaron la duración suficiente para contar una vida, empezó la producción de
biopics: Napoleón, el hombre del destino
(Stuart Blackton, 1908) da cuenta, en veinticinco minutos, del ascenso y caída
del militar francés, planteando de paso uno de los esquemas más recurrentes de
este tipo de cine. De ahí en adelante, la vida de personajes históricos,
especialmente artistas célebres, estadistas y líderes de diversa clase,
empezaron a ser considerados como una rica y bien acogida fuente de argumentos
y dramas que ofrecen la doble posibilidad de ser íntimos y de contexto.
|
Napoleón, el hombre del destino (Stuart Blackton, 1908)
|
Aunque se hicieron muchos
en las primeras décadas del siglo XX, es a mediados de los años treinta que su
producción toma impulso cuando dos películas, consecutivamente, ganan el Oscar
al mejor filme del año: La historia de
Louis Pasteur (William Dieterle, 1935) y La vida de Emile Zola (William Dieterle, 1936). La Warner Bros.
estableció así el modelo de biopic que se convertiría en la convención aun
hasta nuestros días, esto es, el relato -lineal- de vida del “Gran hombre” que
se destaca en un área y que, gracias a sus cualidades excepcionales o a su
férrea voluntad, incluso luchando contra su entorno o contra el mundo entero,
triunfa en su cometido (aunque sea a veces de manera póstuma).
Pero a partir de la
década del sesenta, con la llegada del cine de autor y cuando el cine moderno
cobra mayor fuerza, aparecen alternativas a esta convención, a la versión
oficial de esas historias de vida, y se hacen lo que Eduardo Russo llama
biopics iconoclastas, en los que se profundiza más en las contradicciones,
incluso en los defectos, del biografiado en cuestión. El ejemplo más claro de
esto es la serie de películas que dirigió el inglés Ken Russell en los años
setenta sobre los músicos Mahler y Liszt, la estrella del cine silente
Valentino y el escultor Henri Gaudier.
En esta misma línea
disruptiva con ese esquema del Gran hombre (que ahora con más frecuencia es
también de la Gran mujer), surgen filmes de antihéroes o de personajes
nefastos, como Hitler, de quien cada década se ha hecho una versión, siendo las
más destacadas Moloch y La caída; Larry Flynt, el fundador de la revista Hustler, que tan
certeramente supo retratar Milos Forman; Aileen Wuornos, la asesina en serie de
Monster; el ladrón de cuello blanco
Jordan Belfort, de El lobo de Wall Street;
o cualquier capo de la mafia, desde Al Capone, pasando por Henry Hill de Buenos muchachos, hasta el puñado de
versiones sobre Pablo Escobar que se ha producido en la última década.
Una vida segmentada
Además de la convención
del Gran hombre, hay otros esquemas recurrentes en el biopic, pero que ya no
tienen que ver con su protagonista sino con su narrativa y referidos al orden
en que se cuenta la historia. Si el relato de vida en el cine comenzó siendo
lineal en la cronología de los acontecimientos, ya desde Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) se empieza a ver una narración
segmentada o con variaciones en su orden, al punto que, en las últimas décadas,
esos tipos de relato se han convertido en la convención y difícilmente, cuando
se trata de la vida completa de una persona, se utiliza la cronología lineal.
Existen tres variables
principales: el relato in medias res,
el racconto y el flashback sistemático. El primero es una locución latina que
provine de la literatura y que se refiere a los relatos que empiezan en medio
de la historia o en alguna parte de su desarrollo. Comúnmente se ubican en un
momento antes de que el personaje obtenga el éxito o un triunfo significativo,
o también puede iniciar en su periodo de mayor gloría, lo cual ocurre
generalmente cuando se trata de esas personas que experimentaron un arco de
ascenso y caída en sus vidas. Esta variable se puede ver en películas como Pollock y La vida en rosa (el biopic sobre Edith Piaf).
El racconto, que es menos común en los biopics, se presenta cuando el
relato empieza casi en el final y se hace un recuento de la historia de vida
desde el principio hasta desembocar en ese punto donde inició; mientras que el
uso del flashback sistemático es tal vez el recurso más utilizado actualmente.
Esta variable narrativa inicia su relato con la historia muy avanzada o hacia
el final y, por medio de contantes saltos al pasado, comienza a contar los
primeros años del personaje, desarrollándose la estructura narrativa en una
dinámica de alternancia entre el presente y pasado del protagonista. Es más
común en las películas que abarcan la biografía desde la infancia o la
juventud, lo cual bien se puede ver en filmes como Amadeus, Toro salvaje, María Cano, Chaplin, Ray o La dama de hierro.
¿Un género?
Uno de los principales
puntos de discusión entre quienes se refieren al biopic es si se puede
considerar o no un género cinematográfico. Teniendo en cuenta que un género es
un tipo de discurso o esquema que tiene unos componentes específicos, sí podría
calificar en el sentido más amplio de la definición; no obstante, la simple
condición de que se trate de películas que cuentan una historia de vida no
parece suficiente frente a otros géneros que se distinguen como tales por
cuenta de muchas más características, algunas de ellas muy precisas, como
ocurre, por ejemplo, con el western, la ciencia ficción o el thirller.
Es por eso que, tal vez,
el biopic debería considerársele como un tema (la biografía) o un subgénero,
dada la posibilidad de que muchos biopics encajan o son contados bajo los
códigos de un género cinematográfico más definido. Es así como hay westerns que
han contado la vida de hombres como Jesse James, Billy The Kid o Buffalo Bill;
thrillers de gangsters como El Rey (el
primer narco caleño) o El irlandés; o
musicales como el que cuenta la vida de Elton John (Rocketman) o de Bobby Darin (Beyond
The sea).
|
Taron Egerton es Elton John en Rocketman
|
Aun así, el biopic puede
tener clasificaciones o tipologías de acuerdo con diversos parámetros, como se
vio ya según el orden de su estructura narrativa. Igualmente, como otra
taxonomía formal, los tres tipos de focalización (punto de vista de la
narración) que propone Gérard Genette cobran especial importancia por tratarse
del relato de una historia de vida, donde cambia sustancialmente lo que se
pueda decir del protagonista dependiendo de si es una narración omnisciente
(focalización cero), si se narra desde uno o varios personajes (focalización
interna) o si se cuenta por fuera de los personajes y el relato solo depende de
lo que hacen y dicen (focalización externa, que es menos frecuente en los
biopics).
También se puede
identificar una tipología de biopics determinada por el contexto al que
pertenecen los personajes, lo cual define en mucho el tema de la película. Se
destacan cuatro áreas: las artes (que son los más frecuentes, especialmente
pintores, escritores y músicos), la política o el activismo, los deportes y la
ciencia.
Por otra parte, están el
biopic automático y el falso biopic. El primero, es cuando la persona
biografiada se interpreta sí misma. Aunque no es muy común, existen algunos
ejemplos, entre ellos, Arlo Guthrie en Alice's
Restaurant (1969), Muhammad Ali en The
Greatest (1977) y Howard Stern en Private
Parts (1997). El falso biopic, por su parte, es cuando se cuenta una
historia de vida con todas las características de este tipo de cine, pero a
partir de un personaje inexistente que es validado por hechos reales. Ninguna
película ilustra mejor esta tipología como Forrest
Gump, donde este personaje ficcional interactúa con acontecimientos y
personalidades de la historia de Estados Unidos.
|
Forrest Gump
|
Poética o verdad
Una última e importante
consideración que requiere reflexión en el biopic es la relación entre la
realidad y lo representado en una película, un asunto muy significativo
tratándose de la biografía cinematográfica de una persona que existe o existió.
Muchas variables entran en juego a la hora de contar una historia de vida en
cine: el lapso que abarcará el relato (es distinto contar desde la infancia
hasta la muerte o solo el periodo de importancia histórica); el punto de vista
desde el que se mirará al personaje, ya sea por el tipo de focalización o por
la dicotomía entre la historia oficial y la iconoclasta; incluso el tratamiento
visual y hasta el mismo actor seleccionado pueden definir o transformar la
visión que se proyecte del protagonista.
Y es que desde el mismo
casting se empieza a retar la fidelidad de ese retrato que se pretende hacer.
Hay casos excepcionales que tienen la fortuna de que un actor se parezca mucho
al personaje (como ocurrió con Val Kilmer interpretando a Jim Moirrison), pero
normalmente el parecido es somero y apuntalado en el maquillaje. Es así como
los citados biopics de Zola y Pasteur los interpretó el mismo actor, Paul Muni,
sin que ninguno de los tres se pareciera entre sí; o está el caso en el que Bob
Dylan es interpretado por seis actores distintos, entre ellos una mujer, en I'm Not There. También hay que tener en
cuenta que todos los actores siempre están buscando, para su lucimiento, hacer
el biopic de una gran personalidad, por eso la más de las veces se impone el
star system a la fidelidad fisonómica.
|
Cate Blanchett es Bob Dylan en I´m not there
|
El caso es que desde el
parecido físico hasta los personajes o acontecimientos que son inventados por
razones argumentales o dramáticas, un biopic debe ser asumido menos como una
verdad documental que como una obra que tiene la intención de captar la esencia
de la vida y obra de una persona a partir del relato y la poética del cine. O
al menos es así en aquellas películas que no solo quieren ilustrar literalmente
una biografía.
Esto se puede lograr ya
con un fragmento de vida o recorriéndola entera. El ejemplo extremo de esto son
los dos biopics que se hicieron sobre Steve Jobs, donde el interpretado por
Ashton Kutcher (2013) abarca cuatro décadas, mientras que el de Michael
Fassbender (2015) tiene la audacia de dar cuenta del personaje apenas a partir
de algunas horas, compuestas por los tres momentos previos al lanzamiento de
nuevos productos en años distintos.
|
Michael Fassbender es Steve Jobs
|
Son dos caras opuestas
que demuestran lo versátil que puede ser el biopic para condensar una vida, sus
acciones y el espíritu que las impulsó. Acomodarse en las convenciones o buscar
nuevas formas de contar una vida es lo que puede hacer la diferencia entre lo
rutinarias que muchas veces son estas películas o, por el contrario, lo
estimulante y fascinante que puede resultar una experiencia vital en la
pantalla. (Oswaldo Osorio)