Título original: La ciénaga. Dirección: Lucrecia Martel. País: Argentina. Año: 2001. Duración: 102
min. Género: Drama.
Lucrecia Martel (Guión), Herve Guyader, Emmanuel Croset
(Música), Hugo Colace (Fotografía), Santiago Ricci (Montaje), Graciela Oderigo (Director artístico), Guido Berenblum,
Emmanuel Croset, Adrián de Michele, Hervé Guyader, Miléna Poylo (Sonido), Lita Stantic (Producción).
Mejor Película en el Festival
de La Habana 2001. Premio Alfred Bauer en el Festival de Berlín 2001. Mejor Guión en el Festival de Sundance
2001.
Estreno en España: 28 septiembre 2001.
Reparto: Graciela Borges (Mecha),
Mercedes Morán (Tali), Martín Adjemián (Gregorio), Daniel Valenzuela (Rafael), Leonora
Balcarce (Verónica), Silvia Baylé (Mercedes), Sofía Bertolotto (Momi), Juan
Cruz Bordeu (José), Noelia Bravo Herrera (Agustina), María Micol Ellero (Mariana),
Andrea López (Isabel), Sebastián Montagna (Luciano), Franco Veneranda (Martín),
Fabio Villafane (Perro), Diego Baenas (Joaquín).
Sinopsis:
A unos noventa kilómetros
de la ciudad de La Ciénaga, está el pueblo de Rey Muerto, y cerca de ahí la
finca La Mandrágora, donde se cosechan y secan pimientos rojos, y donde pasa el
verano Mecha, una mujer cincuentona que tiene cuatro hijos y un marido que se
tiñe el pelo. Tali, prima de Mecha, también tiene cuatro hijos, un marido
amante de la casa, la caza y los hijos. Dos accidentes reunirán a estas dos
familias en el campo, donde tratarán de sobrevivir a un verano del demonio.
Pero no todos lo lograrán.
Comentarios:
La directora Lucrecia
Martel, debutaba con esta película estrenada en el año 2001, que significa una
crítica muy dura a los usos, costumbres e ideología de la burguesía de la
provincia de Salta, en Argentina.
La mayoría de las escenas
muestran situaciones de la vida cotidiana de dos familias, relacionadas por la
amistad de las mujeres adultas. Ambas están casadas, aunque parecen ostentar
distintos niveles socioeconómicos. Mecha, interpretada por la actriz Graciela
Borges, es parte de una familia de una holgada situación económica, que se
refleja en la posesión de una finca en el campo con pileta, extenso parque y
que incluye una casa amplia y varios autos a disposición de la familia. Mecha
está en malas relaciones con su esposo, de nombre Gregorio, a quién desprecia
pero con el que sigue conviviendo bajo el mismo techo y que todos consideran un
holgazán. Este calificativo se podría aplicar también a Mecha, a quién no se ve
hacer nada productivo y no es capaz de disfrutar el tiempo de ocio, si no es
mirando televisión, participando en charlas intrascendentes o emborrachándose.
Por su lado, Tali, interpretada por Mercedes Morán, parece pertenecer a un
típico hogar pequeñoburgués, con un marido que debe trabajar duro para mantener
un status de cierta importancia. Tali se desempeña como ama de casa y está a
cargo de chicos pequeños. Mecha y Tali planean un viaje a Bolivia, pero el
devenir de los acontecimientos, frustrará el plan de las amigas.
Martel muestra a la
familia de Mecha, con graves problemas de incomunicación y escaso afecto entre
sus miembros. Ya desde el comienzo se empieza a percibir el clima hostil en el
que viven Mecha, su marido y sus hijos.
Sin caer nunca en el
panfleto, surgen con naturalidad escenas que describen la decadencia moral, el
racismo explícito y el parasitismo de la alta burguesía salteña. Martel es muy
dura también en sus cuestionamientos a la posición de las mujeres de estas
familias: seres dóciles, sometidas económicamente, y poniendo en práctica una
religiosidad superficial. Las muestra interesadas por nimiedades y carecen de
un proyecto autónomo de vida que no sea la crianza de sus hijos y la
realización de algunas tareas domésticas. Incluso, las más jóvenes, dos
adolescentes muy simpáticas, no se cuestionan en absoluto su lugar en ese mundo
decadente.
El número de personas que
constituyen el personal doméstico, siempre conformado por población aborigen,
es otro signo distintivo del status. En la casa de Mecha se ven dos empleadas
que realizan todo el trabajo, siendo la única tarea de Mecha, dar las órdenes
en cada caso. Mientras tanto, Tali encuentra ayuda en una sola chica que la
auxilia con la crianza y el cuidado de los niños.
El personaje quizás más
tierno y con el que el espectador sentirá mayor empatía es Momi, la hija
quinceañera de Mecha, que detesta a su madre y trata infructuosamente de
entablar una amistad con Isabel, la empleada doméstica que parece tener casi su
misma edad, pero que es mucho más madura emocionalmente. El desamparo de Momi
es conmovedor y muestra que los seres sensibles de la alta burguesía no pueden
sentirse contenidos por sus familiares directos, solo preocupados por el dinero
y las miserias de la vida cotidiana.
El desgano por la vida de
la clase social a la que pertenece Mecha, queda reflejado en detalles mínimos.
El estado de abandono de la pileta donde todos pretenden refrescarse, pero que
no cumple su función porque ningún adulto se ha preocupado en años en hacer
arreglar los filtros que evite que el agua se pudra, es todo un síntoma de la
indolencia hasta para con sus propias necesidades.
En esta película de
Martel, al igual que en las dos siguientes, se puede hablar de la existencia de
una historia, pero que no tiene los parámetros habituales del cine de
Hollywood. La vida se repite en el día a día, y nada importante parece ocurrir
a los personajes, salvo en el final, en una dura experiencia que Martel deja
fuera de campo en cuanto a las consecuencias, pero que permite intuir al espectador,
que algo grave ha ocurrido en el hogar de Tali y que quizás sea la escena más
cuestionable, porque rompe con la calma intrascendente de todo el resto del
filme. Por lo demás, la monotonía y la mediocridad caracterizan las existencias
de ambas familias. Aquí no hay redención ni grandes transformaciones de los
personajes. Todos repiten hasta el cansancio las formas pasivas de estar en el
mundo.
Martel se apoya en gran
medida en las actuaciones, todas soberbias, y el cuidado guión, que tiene
diálogos precisos, donde los personajes pueden definir una situación con las
palabras justas y los gestos apropiados.
Ningún título de un filme
es inocente, pero Martel parece contar con el raro privilegio de encontrar
palabras sencillas para sintetizar sus obras. La Ciénaga, no solo alude al
pueblo más próximo donde buscar ayuda ante una emergencia, sino que es por
extensión, el lodo donde chapotean, sin saberlo, los burgueses decantes de sus
películas. (Jorge Halabán)
Recomendada.
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