Título original: Unorthodox. Temporada: 1. Episodios: 4. Año: 2020. País: Alemania, USA. Género: Drama. Estreno: 26 Marzo 2020 (Netflix)
Creator: Alexa Karolinski, Anna Winger. Dirección: Maria Schrader. Guión: Deborah
Feldman, Daniel Hendler, Alexa Karolinski, Anna Thomson, Eli Rosen (basada en
el libro Unorthodox: The Scandalous
Rejection of My Hasidic Roots, de Deborah Feldman). Música: Antonio Gambale. Fotografía: Wolfgang Thaler. Producción: Alexa Karolinski.
Reparto: Shira Haas (Esther
"Esty" Shapiro), Jeff Wilbusch (Moishe Lefkovitch), Amit Rahav (Yanky
Shapiro), Alex Reid (Leah Mandelbaum), Ronit Asheri (Malka Schwartz), Gera
Sandler (Mordechai Schwartz), Dina Doron (la abuela de Esty "Bubbe", Aaron
Altaras (Robert), Tamar Amit-Joseph (Yael Roubeni), Aziz Deyab (Salim), David
Mandelbaum (Zeidy), Delia Mayer (Miriam Shapiro), Felix Mayr (Mike), Eli Rosen (Rabino
Yossele), Safinaz Sattar (Dasia), Langston Uibel (Axmed), Isabel Schosnig (Nina
Decker), Laura Beckner (Vivian Dropkin), Harvey Friedman (Symcha Shapiro), Lenn
Kudrjawizki (Igor), Yousef 'Joe' Sweid (Karim Nuri), Catnapp (cantante en el
club de Berlín).
Sinopsis:
Esther "Esty"
Schwartz, una mujer judía de 19 años, huye de su matrimonio arreglado y de la
comunidad ultraortodoxa Satmar en Williamsburg, Brooklyn, Nueva York, a la que
pertenece en búsqueda de su propio sentido de identidad. Huye a Berlín, donde vive
su madre ausente desde su infancia, e intenta navegar por una vida secular.
Conoce a un grupo de estudiantes de música de diferentes países, se hace amiga
de ellos y decide ingresar al conservatorio de música. Su esposo Yakov Shapiro,
quien descubre que Esty está embarazada, viaja a Berlín con su primo, por orden
de su rabino, para tratar de encontrarla y retornarla a la comunidad.
La historia de Esther
Shapiro no es exactamente la de Deborah Feldman, pero tiene su espíritu. El de
alguien que nunca se sintió cómoda en su piel, porque era una piel que estaba
asfixiándola. Su historia no es vieja, y he aquí lo más terrorífico de Unorthodox (Netflix), la miniserie que
Anna Winger (Deutschland 83) y Alexa Karolinski (Oma and Bella) tejieron con lo
que Feldman contó en su libro de memorias: las de una judía ultraortodoxa que
escapa de su comunidad en Nueva York e inicia una nueva vida en Berlín. Que
estamos hablando del presente. Que Feldman nació en 1986. Que lo que narra
ocurrió cuando ella tenía 17 años, es decir, en 2003. Que, en definitiva,
siempre hubo otros mundos, pero todos estuvieron, desde el principio, en este.
En 2003, Feldman, como la
protagonista de la serie, tuvo que pasearse por un claustrofóbico supermercado
situado en algún punto de Williamsburg, el barrio en el que vivía con sus
abuelos, para que la madre y la hermana de su futuro marido evaluasen la
mercancía. Ni siquiera iban a intercambiar una palabra, iban a mirarla, y a
decidir si era la adecuada. Que recibió lecciones sobre cómo de quieta debía
quedarse en la cama para que su marido le fabricase un bebé. Que, en
definitiva, fue usada como pieza de un sistema que opera en las calles de la
ciudad que se tiene a sí misma por el centro del mundo pero que permite que la
vida de chicas como ella sean distópicamente asfixiantes.
“Puedes hacer lo que
quieras, esto es América”, le dice en un momento determinado de la historia una
maestra de piano a Esty (una titánica Shira Haas, que con su físico, a la vez
duro y vulnerable, y su voz y su pasado yiddish, clave en el desenlace, parece
haber nacido para interpretar a esa versión desesperada de Feldman).
“Williamsburg no es América”, le responde Esty. Pero ¿no lo es? Unorthodox cuestiona mucho más que el
sistema abominablemente patriarcal de la comunidad jasídica: explora la
pesadilla inadvertida de lo cotidiano.
Ahora que pensamos más
que nunca en los vecinos, y en lo poco o nada que sabemos de ellos, Unorthodox, con esos planos de Haas
corriendo por las calles de Brooklyn, demuestran que cualquier calle puede ser
una trampa cuando existe un depredador. Y ese depredador existe, y lo sabemos,
lo sabe Yael (Tamar Amit-Joseph), la israelí que Esther conoce en Berlín. Pero
¿acaso se hace algo para acabar con su poder? “Su poder está en tu cabeza”, le
dice a Esther su maestra de piano. “Las normas son imaginarias”, le dice
también. Pero ¿y si esas normas son todo lo que ha tenido? Alguien ha permitido
que no siga estudiando, y que se la aísle, en nombre de una práctica sectaria
intocable, y lo ha hecho en América.
Williamsburg también es
América, y la envidiable tarea de Winger y Karolinski, y, sobre todo, Haas, en
cuatro trepidantes y, por momentos, en extremos poéticos, capítulos —¿acaso se
ha visto en la televisión de este año algo más profunda y poéticamente
liberador que su baño en el lago, la manera en que se deshace de la peluca,
símbolo de una idea de mujer impuesta por la propia mujer?—, no solo es
trasladar el infierno que padece aquel que intenta escapar a un destino fatal e
impuesto. También es la de reconstruir la intimidad con, incluso, el propio
cuerpo, inaugurar una libertad de la que nunca se disfrutó, y hasta acabar con
todos los dioses, en especial, los propios. Porque, en realidad, el dios de
Esty fue siempre su abuela, a la que quiso agradar, y a la que solo sabía
querer sometiéndose a sus aparentes deseos, algo que queda claro cuando se
lamenta por el hecho de que “Dios esperaba demasiado de mí”.
Berlín ejerce en la
historia una doble culpa en la protagonista. No solo está traicionando a su
familia al regresar a la ciudad de la que procede y en la que vive su madre,
que supuestamente la abandonó al abandonar la comunidad, sino también está
traicionando a todos los judíos al instalarse en la ciudad que para ellos
representa el Mal. Se contraponen la luz, y las calles, de Berlín, a la
oscuridad y el confinamiento de Nueva York. Lo que comparten ambas ciudades es
el miedo, el fantasma que viaja con la protagonista, y que, se diría, es lo que
comparte con Feldman, que lo único que lamenta es no haber explotado como lo
hace Esty con su marido en el último episodio. La realidad es siempre más cruel
que la ficción. (Laura Fernández)
Recomendada.
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