Título original: Los niños salvajes. Dirección: Patricia Ferreira. País: España. Año: 2012. Duración: 100
min. Género: Drama.
Anders Thomas Jensen, basado
en un argumento de Susanne Bier y Anders Thomas Jensen (Guión), Johan Söderqvist (Música),
Morten Soborg (Fotografía), Pernille
Bech Christensen y Morten Egholm (Montaje),
Manon Rasmussen (Vestuario), Peter Grant (Dirección
de producción), Sisse Graum Jørgensen (Producción).
Biznaga de Oro a la Mejor
Película en el Festival de Cine de Málaga 2012. 3 nominaciones a los Premios
Goya 2012. Presentada en la sección oficial del Festival de Montreal 2012.
Estreno en España: 25 Mayo 2012.
Reparto: Marina Comas, Àlex Monner,
Albert Baró, Aina Clotet, Ana Fernández, Eduardo Velasco, Mercè Pons,
Xavier Ripoll, Clara Segura, Francesc Orella, Montse Germán, Emma Vilarasau, José Luis García Pérez, Marc Rodríguez, Israel Frías,
Julia Ibarz, Elen Kun, Pep Amores.
Sinopsis:
Álex, Gabi y Oki, tres
adolescentes que viven en una gran ciudad, son unos perfectos desconocidos para
sus padres, para sus profesores y para sí mismos. Su aislamiento emocional,
llevado al límite, tendrá inesperadas y terribles consecuencias que sacudirán a
la sociedad.
Comentarios:
Patricia Ferreira tiene
una trayectoria considerable que combina las labores periodísticas con la
crítica de cine y la escritura de guión y realización de cortometrajes,
documentales y largometrajes. De ahí que se tome como un reconfortante desafío
documentarse y contrastar la información acerca de sucesos, profesiones y
situaciones que va a filmar. Ese empeño tiene como consecuencia una
autenticidad y honestidad en sus propuestas, bastante reconocibles. Ha sido
directora de informativos en TVE (estudió periodismo) y crítica de cine en la
revista Fotogramas, antes de dar su salto al séptimo arte.
De dicha formación, se
comprende que para Los Niños Salvajes,
Patricia Ferreira haya elegido un estilo periodístico, dinámico y detectivesco,
con algunos saltos temporales, que rezuma un deliberado desorden cronológico.
Dentro de esos cánones, las piezas de la narración encuentran su conexidad
hacia el final de la propuesta. Ferreira expone los hechos, y deja un final
deliberadamente abierto. En palabras de la propia directora: “no pretendo dar
explicaciones. Déjense llevar… y que cada uno saque sus propias conclusiones”.
Con Los Niños Salvajes, Patricia Ferreira parece alejarse del marcado
tono de thriller de dos de sus propuestas, Sé
quién eres (España-Argentina, 2000), una trama político-sentimental con
algunas dosis de suspense y El Alquimista
impaciente (España, 2002), sobre la investigación a raíz del hallazgo del
cadáver de un joven ingeniero de una central nuclear. Sin embargo la estructura
del guión de Los Niños Salvajes, cuya
escritura comparte con Virginia Yagüe, apuesta por un leve giro hacia el
thriller, principalmente hacia la parte final, a través de la concreción del
origen de ciertos interrogatorios de los tres jóvenes protagonistas, que se
visualizan de modo fragmentado a lo largo del filme, pese a tratarse de una
película marcadamente social.
En ese sentido, Los Niños Salvajes está más emparentada
con Para que no me olvides (España,
2005), el tercer largometraje de Ferreira, también escrito por Yagüe, que
narraba una historia familiar donde una madre no entendía que su hijo se fuera
a vivir con una joven socialmente inferior. Su abuelo (un inmenso Fernando
Fernán Gómez) actuaba de manera cómplice con su nieto. La intolerancia e
incomprensión del joven que se atisbaba en aquella película, es el eje central
de Los Niños Salvajes.
Los Niños Salvajes es una película muy
sutil, cargada de diálogos muy cotidianos, que funcionan razonablemente bien.
Sin duda fue un acierto que, al filmarla en Barcelona, con actores catalanes,
esté hablada en castellano y catalán, pues el naturalismo y realismo de los
diálogos y situaciones, cobra fuerza en el idioma natural de actores y
personajes, como es lógico. Según la directora, fue una propuesta que vino de
la producción, y que a ella le pareció acertada.
La acción comienza de
noche. Un grupo de jóvenes ataviados con ropas oscuras avanzan furtivamente por
una calle. La steadycam o cámara en mano parece uno más entre ellos. Son
jóvenes grafiteros. El título de la película aparece sobre la pared donde, en
unos cuantos planos, provistos de sus aerosoles, realizan una enorme pintada en
una pared.
La película no pretende
ser un retrato del universo grafitero. Hay algunos largometrajes y documentales
bastante ilustrativos al respecto, pero da que pensar respecto al interés de
uno de los jóvenes protagonistas del film de Ferreira por expresarse a través
del aerosol. Baste decir, que el graffiti como arte (habrán muchos que no estén
de acuerdo en esa definición), como forma de expresión, comprende no sólo el
análisis de los elementos léxicos y visuales (la parte más obvia del mensaje).
Es una experiencia que tiene un enorme componente de constituir un crisol de
circunstancias temporales y espaciales. La localización geográfica, el momento
vital de la persona, la influencia social, los acontecimientos políticos y
culturales del entorno, etc, definen aquello que la pieza artística transmitirá
al espectador, a través del uso de letras, palabras o dibujos. Ese conglomerado
de circunstancias le dará a esa forma de expresión un significado único, que
será radicalmente diferente del que tomarán, expresados bajo otro conjunto
diferente de condiciones.
A partir de ese comienzo
nocturno, la película propone un recorrido compartimentado pero, a la vez, como
parte de un todo armónico, de la vida de tres jóvenes, Alex, Gabriel y Oki, de
distintos estratos sociales, a los que veremos en un instituto, en su vida
doméstica, con sus padres (los tres se consideran incomprendidos por sus
progenitores), como se conocen entre ellos y se van creando lazos de amistad a
primera vista inquebrantables. Paralelamente, aparecen a lo largo del metraje
algunas secuencias donde cada uno de los jóvenes declara ante la policía y una
comisión judicial (de la jurisdicción de menores) por un hecho que, intuimos,
ocurre en un momento determinado y no conocemos sus circunstancias concretas
hasta el final.
Álex, interpretado por
Álex Monner (uno de los protagonistas de la serie Pulseras Rojas), es un joven difícil, que transita el instituto,
con fama de conflictivo y de ausencia de interés por las clases. Realiza
grafitis nocturnos como forma de expresión, de canalizar su ira, y sus
inquietudes. Quiere ir a Amsterdam y estudiar allí el arte del Grafiti. Apenas
se entiende con su padre. Con su madre un poco más. Álex le dice a sus padres
que, de momento, reparte publicidad y le pagan bien, y que por eso no tiene
interés por el instituto. Por supuesto su padre se indigna y le recuerda que él
y su madre se rompen el lomo trabajando en el bar para que él estudie. La
percepción de Álex de su padre es que no le entiende porque está estresado. La
incomunicación es casi absoluta.
Gabriel (Albert Baró) es
un joven que practica el arte marcial de kick boxing. Su padre fomenta el
entrenamiento del joven en su gimnasio, y lo alienta para entrenar duramente y
presentarse a campeonatos. Es bastante duro con él. Su madre (la actriz Montse
Germán), al contrario es muy cariñosa con él, pero tampoco termina de entender
lo que el joven pide a la vida. Al no dejarse aconsejar por el entrenador, el
padre lo retira de la competición. Gabriel descubre a su padre engañando a su
madre con una joven que transita el gimnasio.
Laura (Marina Comas, la
joven protagonista de Pan Negro), a
la que le gusta que la llamen Oki, tiene unos padres desahogados
económicamente. La madre trata de que ella se alimente de manera saludable, que
tome vitaminas, zumos, fibra, etc. Ella, como acto de rebeldía, cuando su madre
se va al hospital donde trabaja de enfermera, se coloca sus cascos y saca una
pizza del congelador. Su padre es bastante rígido, por un lado le exige que
estudie y la castiga cuando suspende, pero por otro premia, de un modo
desproporcionado, el simple conato de esfuerzo. Los padres de Oki suplen el
cariño que deberían darle, a través de regalos materiales.
Los tres jóvenes van a
hallarse en un momento determinado al borde del abismo emocional, respecto a
sus padres, y a su entorno. Cualquiera de ellos puede haber sido autor de un
hecho terrible, que desata una investigación policial y judicial, y el interés
de los medios de comunicación.
La directora muestra con
mucha habilidad esa desolación que pueden sentir los jóvenes en una sociedad
como la nuestra, que, de alguna manera, los ha dejado de lado, que en numerosas
ocasiones los despacha tildándoles de delincuentes, vagos, desprovistos de
valores, pero que deben reintegrarse en la comunidad de la que forman parte. La
actitud de los padres en ocasiones no está a la altura de la tarea. En un
momento de la película, la madre de Álex le comenta a la educadora-orientadora
Julia (Aina Clotet) que su hijo no tiene suerte en la vida y está acostumbrado.
Ella tiene claro que un día llegará a casa y su hijo no estará y que entonces
será también un problema “vuestro”.
Destacan secuencias como
aquellas que retratan a los tres chicos conversando de un modo natural, donde,
por ejemplo Oki dice que Gaby es como Superman, “le pones la capa y vuela”,
para luego rematar diciendo “pero a veces no funciona”. Álex le pregunta a Gabi
“¿siempre es así de chula?”; o la escena que comparten los tres chicos en el
centro comercial de madrugada, donde furtivamente pasean, charlan, pintan, comen
helado, hablan por el altavoz anunciando a unos padres imaginarios que han
perdido a sus hijos, y finalmente huyen del guardia de seguridad que está a
punto de coger a Álex porque ha apurado el tiempo al máximo para dejar su
grafiti, señal de que “ha estado allí”. La suma de estos instantes, ponen de
relieve el esfuerzo de la directora y guionista en el preciso retrato de estos
tres jóvenes.
Sin embargo, ello no le
hace descuidar al resto de los personajes. La secuencia del claustro de
profesores, donde deciden retirarle el aval del centro a Álex, al haber
agredido a un profesor por defender a Oki, resulta muy natural. De hecho, es la
secuencia más redonda de toda la película. Vemos en dicho claustro todo el
espectro posible de profesores, desde la mencionada educadora-orientadora
Julia, que acaba de llegar, un tanto obsesionada con que Álex salga adelante,
hasta Vincen (al que los niños llaman Bacterio), el profesor agredido, que se
opone a que se “premie” a un alumno conflictivo como Álex, por el hecho de que
parece estar mejorando, porque ello desincentiva a los alumnos que son nobles y
trabajadores de por sí. Cuenta la realizadora que grabó a un grupo de
profesores en un claustro, que recreaban una situación real, y a partir de ahí
se escribió la escena que vemos en la película y que suena tan natural. Para su
rodaje, Patricia Ferreira afirma haber hablado privadamente con cada actor que
desempeña su papel de profesor o educador, y les cargaba a cada uno de los
actores, con sus razones o motivos, para que en la escena conjunta todos fueran
vehementes en sus respuestas.
Filmada en cinco semanas,
en localizaciones en Santa Coloma de Gramanet, municipio de la provincia de
Barcelona, su rodaje tuvo cierta complejidad, al estar ambientadas numerosas
secuencias en la noche. Secuencias como la pelea nocturna de un grupo
considerable de jóvenes, requirieron muchas repeticiones de tomas, en distintas
posiciones de cámara. En su estreno en el
Festival de Cine Español de Málaga, Los
Niños Salvajes consiguió los galardones a mejor película, mejor guión,
mejor actor de reparto (Àlex Monner) y mejor actriz de reparto (Aina Clotet).
Además, estuvo nominada en los Goya en las categorías de actor y actriz
revelación y canción, logrando igualmente el Premio Gaudí al mejor actor para
Àlex Monner.
Los Niños Salvajes constituye un valioso retrato juvenil muy recomendable de ver. (Manuel García de Mesa)
Recomendada.
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