La presencia de mujeres detrás de las cámaras
de cine no es algo reciente, podemos comprobar que desde el nacimiento del
cinematógrafo, a finales del siglo XIX, encontramos muchos nombres de mujeres
realizadoras (y también productoras y guionistas), aunque sus nombres no han
formado parte de los manuales de Historia del Cine, o, en el mejor de los
casos, aparecían de forma tangencial, como colaboradoras de sus maridos o jefes.
A medida que el cine se fue industrializando,
las pequeñas compañías (muchas de ellas fundadas por mujeres como Alice Guy o Lois
Weber) acabaron desapareciendo, ya que no podían competir con las cada vez más grandes
productoras de Hollywood, y menos aún tras la llegada del cine sonoro, que requería
cuantiosas inversiones económicas.
En este panorama, Dorothy Arzner (1897-1979) representa
una importante excepción, al ser la única mujer directora en el Hollywood en
los años 30. Un caso excepcional en la historia del cine
americano, siendo mujer, consiguió hacer una carrera profesional como directora
en la época dorada de Hollywood, con un estilo y una personalidad propia,
gozando de gran prestigio dentro del sistema de estudios. En 1933 fue la
primera mujer que ingresó en el Sindicato de Directores de América y fue su
único miembro femenino durante varias décadas; hoy se la considera todo un referente
de la integración de la mujer en la industria cinematográfica.
Trabajó
como camarera en un pequeño restaurante que tenía su padre en Hollywood, por el
que diariamente pasaban actores, directores y guionistas. Después de servir en
el Cuerpo de Ambulancias durante la Primera Guerra Mundial, Arzner entró en el
mundo del cine como secretaria del departamento de guiones, como mecanógrafa y
correctora, de la Compañía Famous Players-Lasky, a las órdenes del director William
C. DeMille, hermano de Cecil B. DeMille. Gracias a su talento e inteligencia progresó
e hizo de script, recortadora de negativos y finalmente montadora, destacando en
este campo su trabajo de montaje de las secuencias de tiroteo de Sangre y arena (1922), de Fred Niblo,
asimismo fue la montadora del épico western La
caravana de Oregón (1923), de James Cruze.
Fotograma de "No lo dejes escapar" (1927) |
Demostrada
su valía, la Paramount le encargó la dirección de su primera película muda, La
reina de la moda (1927), que fue un éxito comercial y de crítica, que
le permitió consolidar su éxito con otros dos títulos de cine silente,
realizados el mismo año 1927: Un beso a media luz, y No lo dejes escapar, con Clara Bow, que es la única películas muda
suya que se ha conservado.
Con Manhattan Cocktail (1928), se
convirtió en la primera mujer de la historia que dirigió una película sonora. Su prestigio como cineasta creció
con sus siguientes películas, sobre todo La loca orgía (1929) con Clara Bow, y
el drama Hacia las alturas (1933), con una jovencísima Katharine
Hepburn. Pero quizá su mayor éxito fue La mujer sin alma (1936) con una
también joven Rosalind Russell.
Los
recientes estudios con perspectiva feminista la recuerdan, sobre todo, por la cinta
Baila,
muchacha, baila (1940), protagonizada por Lucille Ball y Maureeen O´Hara,
en la que se denuncia del lado oscuro del mundo del music-hall.
"Baila, muchacha", balia (1940) |
Arzner dirigiendo a Joan Crawford |
En
1943 Arzner dejó Hollywood para recuperarse de una enfermedad y no volvió más.
Después de su carrera en Hollywood dirigió películas de entretenimiento para
las mujeres de la armada, así como algunos anuncios publicitarios para la
empresa Pepsi-Cola, a petición de su amiga Joan Crawford, ejecutiva de esa
empresa. También fue profesora de cine en la Universidad de California, sede
Los Ángeles.
Aunque su nombre cayó progresivamente en el
olvido, la carrera de Arzner fue reivindicada en la década de los 60 por los
movimientos feministas y fue objeto de varios homenajes, como el del
Sindicato de Directores de América en 1975. Hoy su filmografía no sólo se valora por su excepcional condición de mujer directora, sino por el valor intrínseco de su obra.
Arzner dejó su huella en una serie de
películas de refinado estilo visual, que cuestionan los tradicionales roles de
género y el papel de la mujer en la sociedad, como el sexo extramarital,
parejas de extracción social diferentes, prostitución, o que, según algunos
críticos, introducían velados subtextos homosexuales en la rígida estructura moralista
del Hollywood de la época. Cuenta con una estrella en el Paseo de la fama de Hollywood.
El Festival de Cine de San Sebastián, en su
62 edición (2014), le dedicó una retrospectiva a Dorothy Arzner, en la que se
proyectaron los doce títulos de su filmografía que se conservan de su etapa sonora. José Luis Rebordinos, director del Festival la presentó
como "Una mujer feminista,
lesbiana, que sin romper las reglas del cine de Hollywood que era, en general
bastante conservador, consigue introducir en sus películas retratos de mujeres
que tienen mucho que contar, solitarias, que pueden vivir sin los hombres".
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