jueves, 11 de abril de 2019

Dorothy Arzner, directora de cine en Hollywood


 

La presencia de mujeres detrás de las cámaras de cine no es algo reciente, podemos comprobar que desde el nacimiento del cinematógrafo, a finales del siglo XIX, encontramos muchos nombres de mujeres realizadoras (y también productoras y guionistas), aunque sus nombres no han formado parte de los manuales de Historia del Cine, o, en el mejor de los casos, aparecían de forma tangencial, como colaboradoras de sus maridos o jefes.

A medida que el cine se fue industrializando, las pequeñas compañías (muchas de ellas fundadas por mujeres como Alice Guy o Lois Weber) acabaron desapareciendo, ya que no podían competir con las cada vez más grandes productoras de Hollywood, y menos aún tras la llegada del cine sonoro, que requería cuantiosas inversiones económicas.


En este panorama, Dorothy Arzner (1897-1979) representa una importante excepción, al ser la única mujer directora en el Hollywood en los años 30. Un caso excepcional en la historia del cine americano, siendo mujer, consiguió hacer una carrera profesional como directora en la época dorada de Hollywood, con un estilo y una personalidad propia, gozando de gran prestigio dentro del sistema de estudios. En 1933 fue la primera mujer que ingresó en el Sindicato de Directores de América y fue su único miembro femenino durante varias décadas; hoy se la considera todo un referente de la integración de la mujer en la industria cinematográfica.

Trabajó como camarera en un pequeño restaurante que tenía su padre en Hollywood, por el que diariamente pasaban actores, directores y guionistas. Después de servir en el Cuerpo de Ambulancias durante la Primera Guerra Mundial, Arzner entró en el mundo del cine como secretaria del departamento de guiones, como mecanógrafa y correctora, de la Compañía Famous Players-Lasky, a las órdenes del director William C. DeMille, hermano de Cecil B. DeMille. Gracias a su talento e inteligencia progresó e hizo de script, recortadora de negativos y finalmente montadora, destacando en este campo su trabajo de montaje de las secuencias de tiroteo de Sangre y arena (1922), de Fred Niblo, asimismo fue la montadora del épico western La caravana de Oregón (1923), de James Cruze.

Fotograma de "No lo dejes escapar" (1927)

Demostrada su valía, la Paramount le encargó la dirección de su primera película muda, La reina de la moda (1927), que fue un éxito comercial y de crítica, que le permitió consolidar su éxito con otros dos títulos de cine silente, realizados el mismo año 1927: Un beso a media luz, y No lo dejes escapar,  con Clara Bow, que es la única películas muda suya que se ha conservado.

Con Manhattan Cocktail (1928), se convirtió en la primera mujer de la historia que dirigió una película sonora. Su prestigio como cineasta creció con sus siguientes películas, sobre todo La loca orgía (1929) con Clara Bow, y el drama Hacia las alturas (1933), con una jovencísima Katharine Hepburn. Pero quizá su mayor éxito fue La mujer sin alma (1936) con una también joven Rosalind Russell.

Los recientes estudios con perspectiva feminista la recuerdan, sobre todo, por la cinta Baila, muchacha, baila (1940), protagonizada por Lucille Ball y Maureeen O´Hara, en la que se denuncia del lado oscuro del mundo del music-hall.

"Baila, muchacha", balia (1940)

 Arzner dirigió 15 películas más a lo largo de la década de los treinta y comienzos de los 40, trabajó con estrellas de Hollywood como Clara Bow, Katharine Hepburn, Fredric March, Rosalind Russell, Claudette Colbert, Maureen O’Hara o Joan Crawford, en comedias y melodramas que prestaban una especial atención a los personajes femeninos, que encarnaban generalmente a mujeres fuertes y valientes.

Arzner dirigiendo a Joan Crawford

En 1943 Arzner dejó Hollywood para recuperarse de una enfermedad y no volvió más. Después de su carrera en Hollywood dirigió películas de entretenimiento para las mujeres de la armada, así como algunos anuncios publicitarios para la empresa Pepsi-Cola, a petición de su amiga Joan Crawford, ejecutiva de esa empresa. También fue profesora de cine en la Universidad de California, sede Los Ángeles. 

Aunque su nombre cayó progresivamente en el olvido, la carrera de Arzner fue reivindicada en la década de los 60 por los movimientos feministas y fue objeto de varios homenajes, como el del Sindicato de Directores de América en 1975. Hoy su filmografía no sólo se valora por su excepcional condición de mujer directora, sino por el valor intrínseco de su obra.

Arzner dejó su huella en una serie de películas de refinado estilo visual, que cuestionan los tradicionales roles de género y el papel de la mujer en la sociedad, como el sexo extramarital, parejas de extracción social diferentes, prostitución, o que, según algunos críticos, introducían velados subtextos homosexuales en la rígida estructura moralista del Hollywood de la época. Cuenta con una estrella en el Paseo de la fama de Hollywood.

El Festival de Cine de San Sebastián, en su 62 edición (2014), le dedicó una retrospectiva a Dorothy Arzner, en la que se proyectaron los doce títulos de su filmografía que se conservan de su etapa sonora. José Luis Rebordinos, director del Festival la presentó como "Una mujer feminista, lesbiana, que sin romper las reglas del cine de Hollywood que era, en general bastante conservador, consigue introducir en sus películas retratos de mujeres que tienen mucho que contar, solitarias, que pueden vivir sin los hombres".



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