En estos días Sevilla está sirviendo de plató para el rodaje la quinta temporada de la famosa serie de televisión “Juego de Tronos”, basada en las novelas de género fantástico de George R.R. Martin. Las localizaciones elegidas pertenecen al Real Alcázar: algunas salas y patios del Palacio Mudéjar y los jardines adyacentes serán en la ficción los “Jardines del Agua” del reino de Dorne, uno de los siete existentes en la serie ficción de la HBO. Estas estancias palatinas han sido utilizadas con anterioridad en otras grandes producciones como “Lawrence de Arabia” (David Lean, 1962), “1492: La conquista del paraíso” (Ridley Scott, 1992), y “El reino de los cielos” (Ridley Scott, 2005), todas ellas atraídas por el valor histórico y patrimonial y la singularidad artística del Alcázar sevillano. Con estas bazas tan importantes, junto con la riqueza paisajística y la bondad de nuestro clima –tan necesaria en los rodajes-, juegan organismos como “Andalucía Film Commission” y “Sevilla Film Office”, encargados respectivamente de venden Andalucía y Sevilla como platós de cine.
Otros directores, como el sevillano Alberto Rodríguez, han optado por mostrar en sus películas otra cara de Sevilla, bastante alejada de la postal y del cliché clásico que forman el Alcázar, la Giralda y la Torre del Oro, para adentrarse en una Sevilla menos vista en el cine, la que forman los barrios populares, tanto del centro como de la periferia. Es ahí donde localiza sus películas, en las que nos cuenta historias reales, de gran contenido social, protagonizadas por personajes de carne y hueso, con sus miserias y sus grandezas.
Su primer largometraje, “El traje” (2002), es la historia de dos personajes marginales, dos excluidos de la sociedad urbana: Patricio (Jimmy Roca), un inmigrante africano que subsiste gracias a la economía sumergida, y Pan con Queso (Manuel Morón), un delincuente de poca monta, un buscavidas, heredero de picaresca del siglo de oro traída a nuestros días. Tras conocerse en un albergue social, comparten su miseria en un viejo hotel abandonado en avanzado estado de deterioro.
Su primer largometraje, “El traje” (2002), es la historia de dos personajes marginales, dos excluidos de la sociedad urbana: Patricio (Jimmy Roca), un inmigrante africano que subsiste gracias a la economía sumergida, y Pan con Queso (Manuel Morón), un delincuente de poca monta, un buscavidas, heredero de picaresca del siglo de oro traída a nuestros días. Tras conocerse en un albergue social, comparten su miseria en un viejo hotel abandonado en avanzado estado de deterioro.
Patricio y Pan con Queso, en el hotel abandonado donde viven en "El traje" |
La Sevilla que estos personajes representan no es periférica, sino marginal, se mueven por el centro de la ciudad, pero no forman parte de él. Para Patricio, las tentativas de inserción en esta parte de la ciudad únicamente son posibles gracias a la impostura que supone vestir un flamante traje, regalado, así puede entrar en comercios y restaurantes, asistir a fiestas, e incluso flirtear con una chica guapa, que de otro modo no le hubiera prestado atención.
Su siguiente película, “7 Vírgenes” (2004) es un retrato de la vida en los barrios de la periferia de la ciudad, una periferia geográfica pero también económica y social. Los protagonistas son Tano (Juan José Ballesta) y Richi (Jesús Carroza), dos delincuentes juveniles con familias desestructuradas, la ausencia física o moral de sus progenitores la palían como pueden otros miembros de la familia: la abuela y el hermano, los amigos, etc.
Pese a estar rodada en Pino Montado y Polígono San Pablo, dos barrios de Sevilla, la historia no debe interpretarse en términos localistas (como ninguna de las películas de Rodríguez), no es una “peli de canis”, sino una crónica de un problema social extrapolable a cualquier barrio periférico de una gran ciudad, donde las deficiencias sociales y de infraestructuras se conjugan con el paro y la falta de oportunidades, generando un alto índice de delincuencia cotidiana.
Con “Grupo 7” (2012) nos acercamos a la Sevilla de finales de la década de los 80, cuando el Grupo 7 de la Brigada de Seguridad Ciudadana recibe el encargo de limpiar el centro de la ciudad de drogadictos, prostitutas, camellos y demás maleantes relacionados con el menudeo callejero de droga, ante la inminente Expo 92, que pondría Sevilla en punto de mira de medio mundo.
Con “Grupo 7” (2012) nos acercamos a la Sevilla de finales de la década de los 80, cuando el Grupo 7 de la Brigada de Seguridad Ciudadana recibe el encargo de limpiar el centro de la ciudad de drogadictos, prostitutas, camellos y demás maleantes relacionados con el menudeo callejero de droga, ante la inminente Expo 92, que pondría Sevilla en punto de mira de medio mundo.
Rodada en la zona del Pumarejo y la Alameda, que eran entonces barrios muy degradados urbanística y socialmente, y unos de los ámbitos de actuación del Grupo 7. Su labor fue más una operación cosmética que otra cosa, pues se limitó a desplazar el problema hacia otros barrios de la periferia. Habría que esperar iniciativas más complejas y ambiciosas, como por ejemplo el “Plan Urban”, que desde 1994 sí han logrado una recuperación más efectiva de estos barros históricos.
En su mejor película, la reciente "La Isla Mínima" Rodríguez se aleja de Sevilla, la ciudad cede el protagonismo al río Guadalquivir a su paso por algunas comarcas de la provincia (también de las de Cádiz y Huelva), de las que nos ofrece toda una lección de geografía física, un levantamiento cartográfico de las Marismas y los arrozales, que a vista de pájaro parecen lugares inexistentes, oníricos y de una gran belleza, acentuada por la inquietante música de Julio de la Rosa y la efectiva fotografía de Alex Catalán. También contiene la cinta una aproximación a la geografía humana de esos pueblos del interior de Andalucía en los años 80, tiempos confusos y colores desvaídos, de reivindicación obrera, de lucha por un jornal digno, y de desencanto para muchos jóvenes, que no ven otra salida que la emigración. Nada nuevo bajo el sol.
En su mejor película, la reciente "La Isla Mínima" Rodríguez se aleja de Sevilla, la ciudad cede el protagonismo al río Guadalquivir a su paso por algunas comarcas de la provincia (también de las de Cádiz y Huelva), de las que nos ofrece toda una lección de geografía física, un levantamiento cartográfico de las Marismas y los arrozales, que a vista de pájaro parecen lugares inexistentes, oníricos y de una gran belleza, acentuada por la inquietante música de Julio de la Rosa y la efectiva fotografía de Alex Catalán. También contiene la cinta una aproximación a la geografía humana de esos pueblos del interior de Andalucía en los años 80, tiempos confusos y colores desvaídos, de reivindicación obrera, de lucha por un jornal digno, y de desencanto para muchos jóvenes, que no ven otra salida que la emigración. Nada nuevo bajo el sol.
Rodaje de "La Isla Mínima" en Isla Mayor |
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