Título
original: Vortex. Dirección: Gaspar
Noé. País: Francia. Año: 2021. Duración: 142 min. Género:
Drama.
Guión: Gaspar Noé. Fotografía: Benoît Debie. Producción: Rectangle Productions, Wild
Bunch, Les Cinemas de la zone, KNM, Artemis Productions, Srab Films, Les Films
Velvet, Kallouche Cinéma.
Mejor Película en la sección
“Zabaltegi” en el Festival de Cine de San Sebastián 2021.
Fecha del estreno: 29 Julio 2022
(España)
Reparto: Dario Argento, Françoise
Lebrun, Alex Lutz, Kylian Dheret, Kamel Benchemekh, Joël Clabault.
Sinopsis:
Los últimos días de una
pareja de ancianos que tienen demencia. "La vida es una fiesta corta que
pronto será olvidada".
Comentarios:
¿Es Vortex un salto a la madurez en la filmografía de Gaspar Noé o solo
un peldaño más en una obra cuyo sádico afán eclipsa toda su audacia formal? Vortex, la historia de una pareja de
ancianos en el ocaso de su vida y, por extensión, la del siglo XX, es
inevitablemente la película más madura de un cineasta incapaz de escapar a
estas alturas a la manida etiqueta de enfant
terrible. Los innegables valores de Vortex,
su brutal inmersión en la decadencia de un matrimonio a través de la pantalla
partida en dos cuadrados de 4.3, su viaje a la descomposición del cerebro y el
corazón de una pareja de viejos intelectuales bohemios (él, teórico
cinematográfico; ella, psiquiatra), se pierde donde siempre se pierde el cine
de Noé: en los caminos de la más oscura sordidez.
Para entendernos: ¿Era
necesario en la brillante coreografía visual de Climax (2018) el episodio del niño? ¿Hacía falta añadir en el
descarnado tremendismo de Vortex la
secuencia de Françoise Lebrun metiendo la mano literalmente en la mierda
mientras en la otra pantalla un crío contempla en la sombra a su padre yonqui
drogarse? Es esa gruesa manipulación, ese sadismo gratuito que encontró su
máxima expresión en la violación de Irreversible
(2002), lo que desactiva la audacia formal de Noé, cuya capacidad para atraer y
repeler a partes iguales empieza a resultar demasiado obvia.
Vortex es la claustrofóbica
inmersión en el archivo de dos vidas que se apagan, y en eso la película
resulta demoledora. Enterrados en papeles y recuerdos, la decadencia física va
en paralelo a la de los objetos culturales del siglo XX. Pero el principal
logro de la película no está solo en la decisión de no elegir entre plano y
contraplano gracias a una pantalla doble que nos lo da todo mientras cava un
agujero, el último de todos, sino en sus interpretaciones, sobre todo la de la
actriz francesa Françoise Lebrun, la inolvidable Veronike de La mamá y la puta. Lebrun se funde del
todo con su personaje, una mujer líquida por el alzhéimer cuya brújula perdida
la actriz interioriza de forma magistral. La manera en la que Lebrun deambula
por su casa intentando comprender qué son esos libros, fotografías y papeles
del pasado es una de las elegías más dolorosas al siglo XX vistas en una
pantalla. Porque Vortex es, ante
todo, una desoladora panorámica sobre dos vidas que se apagan, aunque en su
afán de oscuridad, se nos hurte su dignidad, lo que pese a todo esas vidas
significaban.
Noé conduce al espectador a la cruel soledad que desprende su película, al callejón sin salida de un humanismo que ya no puede contar con los dos órganos que le diferencian: el cerebro y el corazón. Si el personaje de Lebrun representa el final del amor y el afecto, el de Dario Argento invoca el final de la razón y su poder y, quizá por eso, Noé no puede evitar imprimirle un ajuste de cuentas a la figura paterna. Argento y Lebrun pertenecen a la generación del Mayo del 68 y, en ese contexto, el personaje de él resulta de un patetismo total: ya sea ante el ensayo cinematográfico que pretende escribir o ante esa amante que ya no le hace ni caso. La absoluta falta de compasión hacia el personaje forma parte de ese ensañamiento que pone en jaque la que probablemente sea la mejor película de Gaspar Noé. (Elsa Fernández-Santos).
Recomendada (con reservas).
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