Título
original: Intolerance. Dirección: David W. Griffith. País: USA. Año: 1916. Duración: 197 min. Género: Drama, Cine Mudo.
Guión: David W. Griffith. Fotografía: G.W. Bitzer (B&W). Música: Joseph Carl Breil (Película
muda). Montaje: David W. Griffith, James Smith, Rose Smith Producción: David W.
Griffith (The Triangle Film
Corporation, Wark Producing Corporation).
Fecha del estreno: 5 Agosto 1916 (USA)
Reparto: Lillian Gish, Mae Marsh,
Robert Harron, Constance Talmadge, Miriam Cooper, Alfred Paget, Walter Long,
Seena Owen, Elmo Lincoln, Bessie Love.
Sinopsis:
Clásico del cine mudo que
muestra a través de varios episodios históricos las injusticias provocadas por
la intolerancia religiosa y social. La idea inicial de Griffith era narrar las
sangrientas huelgas de 1912 en EE.UU. (un huelguista es acusado de la muerte de
su patrón), pero después decidió rodar tres episodios más: "La caída de
Babilonia, "La Pasión de Cristo" y "La noche de San
Bartolomé" (sangriento episodio de las luchas entre hugonotes y católicos
que tuvo lugar en París en 1572).
Comentarios:
Una humilde madre de
familia intentando salvar a su marido de la horca por un crimen que no ha
cometido. La caída de Babilonia en manos del rey persa Ciro el Grande. La
masacre del día de San Bartolomé en la Francia del siglo XVI. La crucifixión de
Jesucristo. Cuatro historias separadas por siglos de diferencia que
aparentemente no tienen nada en común. ¿A quién se le podría haber ocurrido la
temeridad, y más en una fecha tan temprana como 1916, mezclar todos esos
argumentos en una sola película?
La respuesta es ni más ni
menos que D.W. Griffith, el gran pionero del cine norteamericano y el cineasta
más importante de su época. Griffith había logrado ya un hito aparentemente
insuperable con El nacimiento de una nación (1915), una de las obras más
importantes de la historia que trazó el camino que seguiría el cine en
adelante. ¿Cómo sobrepasar algo así? Lejos de amedrentarse por el reto, el
ambicioso realizador concibió una película que superara la anterior en todos
los aspectos: más larga, más épica y más compleja. Intolerancia (1916)
era un filme en que combinaría cuatro historias situadas en contextos
totalmente distintos, pero con un hilo conductor común: el reflejo de la
intolerancia a lo largo de los años (un tema que el cineasta eligió
precisamente como acto de expiación y en respuesta a las críticas que recibió
por el posicionamiento inequívocamente racista de El nacimiento de una
nación).
Con unos gastos de
producción absolutamente astronómicos, Griffith literalmente lo puso todo en Intolerancia:
no escatimó en recursos construyendo el decorado más grande jamás hecho hasta
entonces para las escenas babilónicas, se documentó sobre las épocas de cada
trama para ser lo más fiel posible a la realidad y llevó su célebre manejo del
montaje a unos niveles nunca visto hasta entonces. Pero lo que hace de ésta una
obra tan extraordinaria es que consigue mantener sus gigantescas dimensiones al
mismo tiempo que no descuida los pequeños detalles ni su dimensión humana.
La principal de las
cuatro historias, titulada La madre y la ley, es la que tiene una
ambientación contemporánea. En contraste con el resto de subtramas, en ésta
Griffith apuesta por un estilo más realista para reflejar con fidelidad los
problemas que sufre la pareja protagonista: un joven matrimonio (Mae Marsh y
Robert Harron) que intenta salir adelante como puede hasta que él se deja
tentar por el mundo del crimen. En sus primeras escenas, Griffith nos muestra
los conflictos obreros que tenían lugar en aquellos años a través de una huelga
obrera que desemboca en una cruenta masacre con la aparición de la Guardia
Nacional. Los planos de las masas enfervorecidas que acaban pereciendo a manos
de los disparos contrastan con la imagen del capitalista, sentado solo en su
despacho, totalmente ajeno a lo que está sucediendo fuera. Fiel a ese retrato
tan pesimista de las realidades sociales de esos años, el filme no muestra
ninguna solución para los obreros. No le queda otra a la pareja protagonista
que emigrar a otra ciudad y empezar de cero. Allí, incapaz de encontrar
trabajo, él se ve abocado al crimen y empieza a frecuentar malas compañías,
como una mujer de mala vida encarnada por Miriam Cooper. El director nos
contrapone el hogar familiar (simbolizado por el personaje Mae Marsh, la madre
de corazón puro) con los peligros de la calle (simbolizados por Miriam Cooper),
que acaban llevando al personaje a la perdición incluso cuando decide
reformarse. Pero lo más interesante de todo es que, más allá de esta previsible
dicotomía tan propia de Griffith, nos muestra un tercer elemento: las mujeres
reformistas que, aunque teóricamente velan por los valores tradicionales, aquí
se convierten, sin ser conscientes de ello, en antagonistas. La huelga que da
inicio al filme de hecho se provoca indirectamente por su culpa, y cuando el
marido de la protagonista acaba en la cárcel, le quitan a la sufrida madre su
bebé porque la toman por una mujer alcohólica y de mala vida. En uno de los
instantes más emotivos de la cinta, la pobre madre, impotente y sola, llora
desconsolada mientras acaricia el patuco del hijo que acaba de perder.
Fotograma de "Intolerancia" |
Resulta interesante cómo
Griffith consigue contrastar el tono tan realista e intimista de esta historia
con la majestuosidad del segmento dedicado a la caída de Babilonia. Solo la
construcción de sus espectaculares decorados a tamaño real (de dimensiones tan
enormes que hubo que diseñar una torre sobre raíles, de manera que el cámara
pudiera filmarlos desde las alturas consiguiendo así uno de los travellings más
espectaculares del cine mudo) salieron más caros que toda la producción de El
nacimiento de una nación, que ya había sido inusualmente costosa. El gran
objetivo de Griffith con el segmento babilónico era superar a los famosos
peplums italianos de la época como Cabiria (1914), y lo logró. De hecho,
incluso hoy día dichas escenas siguen apabullando por su espectacularidad.
Pero lo que no hay que
olvidar es que, por mucho que invoque aquí la faceta del cine como gran
espectáculo, no por ello descuida la historia y sus personajes. En este caso
Griffith nos propone un contraste con las heroínas puras a las que no tiene
acostumbrados (como la madre del segmento contemporáneo) y apuesta por una
heroína de carácter fuerte y descarado, conocida como la chica de la montaña
(Constance Talmadge). De esta manera, el cineasta combina escenas corales que
son puro espectáculo como la batalla o la suntuosa celebración posterior, con
otras centradas en nuestra protagonista, que es la única que sospecha que los
sacerdotes están preparando un golpe contra el rey. La Historia en mayúsculas
se entrelaza con las pequeñas historias individuales, igual que ya hizo en El
nacimiento de una nación.
Es una pena que, en contraste, las otras dos
tramas acaben siendo tan anecdóticas dentro del conjunto. Debido a que el
montaje inicial de tres horas y media era excesivamente largo, Griffith decidió
recortar ambas historias haciendo que acaben siendo prácticamente meras
anécdotas. La que está dedicada a la masacre de los hugonotes en Francia de
nuevo combina los hechos históricos con una pequeña historia de amor entre la
conocida como “Ojos Marrones” (Margery Wilson) y Prosper Latour (encarnado por
un irreconocible Eugene Pallette), que intentará salvar a su amada de la desgracia.
Desafortunadamente, hemos podido disfrutar tan poco de estos personajes, que
aquí sí que la Historia engulle a la pequeña historia, quedándonos sobre todo
con los sucesos generales y la crueldad de los soldados durante la masacre. En
cuanto al segmento dedicado a Jesucristo, el hecho de que sea un relato de
sobras conocido por el público favorece que su carácter fragmentario no juegue
demasiado en su contra, pero precisamente al contener tan pocas escenas da más
la sensación de una suma de retablos (impecables por otro lado) que una
narración continuada.
Fotograma de "Intolerancia" |
Como broche final, el
último segmento de la película propone un frenético montaje paralelo entre los
desenlaces de las cuatro historias: el intento de ahorcamiento del marido
acusado injustamente de asesinato, la derrota de los babilonios a manos de los
persas, la masacre de los hugonotes y la crucifixión de Jesucristo. De las
cuatro tramas, es la contemporánea la que destaca con luz propia con un
frenético rescate al último momento en que entran en juego coches y trenes
mientras vamos viendo con horroroso detalle cómo se ultiman todos los
preparativos para la ejecución. Significativamente, en un pequeño atisbo de
esperanza, será la historia contemporánea la única que tendrá un desenlace
feliz.
El público de la época
nunca se había visto algo semejante y en consecuencia hubo muchos espectadores
que tuvieron problemas para seguir una película que combinaba tramas tan
distintas. Por muy tópico que suene, realmente en aquellos años Griffith estaba
muy avanzado para su época, dándose la curiosa paradoja de que Intolerancia
fuera una superproducción y al mismo tiempo una obra vanguardista para los
estándares de entonces.
Griffith pagaría caro por
sus ambiciones: aunque la película fue muy bien recibida, no pudo recuperar sus
costes tan desmesurados. En consecuencia, el cineasta se pasó el resto de su
vida teniendo que arrastrar consigo las deudas acarreadas en Intolerancia,
y cuando murió décadas después era un hombre arruinado y totalmente olvidado
por la industria que había ayudado a convertir en una forma de arte. Aunque
para él fue un precio duro a pagar, a cambio había creado una de las obras más
importantes de la historia del cine. Todos los jóvenes cineastas de la época
(desde futuros directores de éxito en Hollywood como Tod Browning, King Vidor o
Erich von Stroheim a la escuela soviética vanguardista) tendrían Intolerancia
como punto de referencia, tomando nota de todas las innovaciones que Griffith
había expuesto en la película. Pocas veces se ha dado en la historia del cine
que un filme causara un impacto tan grande por sí solo y que influyera a tal
variedad de artistas de todo el mundo. En ese aspecto realmente Intolerancia
estuvo a la altura de las ambiciones de su creador. (Guillermo Triguero)
Recomendada.
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