martes, 23 de agosto de 2022

Jirí Menzel (1938-2020)

 

“Las cosas serias me aburren un poco”. Cada vez que podía, Jirí Menzel lo soltaba en una entrevista, y aseguraba que ese había sido su mandamiento en la vida. Que además había tenido un poco de suerte con los premios en la vida, y así parecía desmerecer su carrera, que sin embargo es una de las más brillantes del cine europeo, y realizada en tiempos extremadamente convulsos. Su fallecimiento el 5 de septiembre de 2020, a los 82 años, en su casa, anunciado al día siguiente en Facebook por su esposa y productora, Olga Menzelova, que contó que desde 2017 tras una cirugía cerebral Menzel había encadenado problemas de salud, cierra así el currículo de un creador amante de la sátira, de la ironía ante las grandes dudas de la vida y maestro en el arte de la comedia negra.

 

Entre otros galardones, Jirí Menzel ganó el Oscar con Trenes rigurosamente vigilados (1966), una de sus seis adaptaciones de trabajos del escritor Bohumil Hrabal, y volvió a ser candidato con Mi dulce pueblecito (1986). Tanto Trenes rigurosamente vigilados como Alondras en el alambre (1969) -que describía la vida en un campo de trabajo de unos jóvenes acusados de comportamiento burgués a finales de los años cuarenta- estuvieron prohibidas en su país hasta la Revolución de Terciopelo en 1989, que acabó con décadas de dictadura comunista. De ahí que Alondras en el alambre ganara el Oso de Oro de Berlín de 1990. Su último trabajo estrenado en España, Yo serví al rey de Inglaterra (2006), también se basaba en una novela de Hrabal, al que conoció en 1964, cuando junto con otros cineastas, como Vera Chytilová, otra grande del nuevo cine checo, adaptaron varios cuentos cortos suyos en la película de episodios Perlas en el fondo del agua (1965), tras diplomarse en Dirección de Cine en 1962.

 


Ahí arrancó ese movimiento, que dio su primera campanada con el Oscar de 1968 a Trenes rigurosamente vigilados, debut en solitario en el largometraje de Menzel -tenía 30 años cuando obtuvo el galardón de Hollywood-, protagonizada por un aprendiz de guarda ferroviario desesperado con sus fracasos amorosos en una estación de tren de un pequeño pueblo (el edificio era real y en 2017 se convirtió en museo), y que por ello decide suicidarse antes de convertirse en héroe de la resistencia contra los nazis. “No lo hubiera conseguido si no fuera por gente como Milos Forman, Vera Chytilová y Jan Nemec, que dieron un vuelo insospechado al cine checo”, y que tenían en común ser una “reacción natural a la falta de honradez de las películas ideológicas precedentes”, recordaba en la promoción de Yo serví al rey de Inglaterra.

 

Menzel, que nació en Praga en febrero de 1938, decidió quedarse en su país tras la entrada de los tanques del Pacto de Varsovia que acabaron con la Primavera de Praga en agosto de 1968, al contrario que Milos Forman, que prefirió el exilio. “Yo sabía cuáles eran mis obligaciones, y mi deber era quedarme allí y hacer películas para mis compatriotas”, recordaba, sin por ello acusar de nada a Forman. “Hrabal y yo apostamos por seguir haciendo ironía, contando la vida con comedias”, aseguraba el cineasta, que veía en ese nuevo cine checo “una huida de filmes marcados por ideología bolchevique y una apuesta por un punto de vista satírico realizado desde el mismo interior de las historias, no desde fuera”. Y remataba: “La buena comedia es sobre temas serios. Cuando se empieza a hablar de manera seria sobre cosas serias, se suele acabar cayendo en el ridículo”.

 

Además de su larga trayectoria como director de cine, que acabó en 2013 con Donsajni, Jirí Menzel dirigió teatro, fue profesor de cine (uno de sus alumnos en la Academia de Praga fue Emir Kusturica), y actuó en más de 70 producciones audiovisuales: en 2018 se proyectó en una sesión especial en la Berlinale Sin olvido, que coprotagonizaba junto a Peter Simonischek (Toni Erdmann) y que se ha convertido en su última película. (Gregorio Belinchón)

 


 

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