Tenía que suceder. Tenía
que ponerle nombre, por fin: Cuento de
verano (1996) se llama, con toda propiedad, el que en realidad es el sexto
'cuento de verano', de una filmografía, la de Éric Rohmer, que había comenzado
–treinta y siete años antes– con otro relato que exploraba ya el tiempo
detenido del mes de agosto (El signo de
Leo, 1959). Tiempo de calor, de holganza y de parálisis, tan solo aparente.
Tiempo de relajación que,
para este cineasta (el más veraniego de todos), coincide con la apertura de un
tiempo suspendido –de ocio, de descanso o de vacaciones– que para él es
equiparable al 'tiempo vacío’ hitchcockiano.
Tiempo de disolución de las certezas, el verano rohmeriano es también la ocasión para que sus personajes se liberen
(o así lo crean, aunque no sea del todo cierto) de ataduras familiares,
sociales o morales. Tiempo de emociones furtivas y tentaciones amorosas.
Ya transcurran sus
ficciones en el agosto caluroso de las calles parisinas y de los muelles del
Sena (El signo de Leo), en una villa
de Saint-Tropez a orillas del Mediterráneo durante unas semanas de julio (La coleccionista, 1966), en una mansión
campestre de Talloires junto al lago de Annecy, entre el 29 de junio y el 29 de
julio (La rodilla de Clara, 1970), en
las playas de Normandía cercanas al Mont Saint-Michel durante siete días de
agosto (Pauline en la playa, 1982),
en las costas vascas de Biarritz y de San Juan de Luz entre el 2 de julio y el
4 de agosto (El rayo verde, 1986), o
en las playas de Bretaña entre el 17 de julio y el 6 de agosto (Cuento de verano)…, estamos siempre en
el territorio favorito de la dramaturgia rohmeriana,
campo de juego privilegiado para el despliegue de las miradas sobre los objetos
de deseo.
Entre otras cosas, porque
la ficción de sus relatos transcurre siempre en las mismas fechas en las que se
filman las imágenes. "La autenticidad geográfica, meteorológica y
cronométrica del cine de Rohmer no tiene precedentes en ningún otro director
contemporáneo", escribía en su día el crítico José Luis Guarner.
El pegajoso calor urbano
de la canícula parisina pesa de manera determinante en la progresiva
degradación física del protagonista en una película cuyo título alude al signo
del zodiaco ubicado entre el 22 de julio y el 23 de agosto (El signo de Leo): una de las obras
fundadoras de la Nouvelle Vague que
hoy podemos contemplar, además, como un aviso de lo que estaba por venir.
Porque después llegarán cinco entregas veraniegas más.
Cuenta Françoise
Etchegaray en su apasionante libro Cuentos
de los mil y un Rohmer (ECAM-DAMA-Caimán, 2022) que, durante la preparación
de Cuento de verano, el cineasta le
explicaba al actor Melvil Poupaud que iba a "interpretar muchas escenas
junto al mar y que tendremos que entenderlo pese al ruido de las olas, la marea
y los vientos. Hablar alto y articular bien, ese es el secreto". El mar,
las olas, la marea, los vientos… La textura del verano y de la naturaleza en
acción. El cine de Rohmer en estado puro.
Las cálidas tonalidades
mediterráneas impregnan la luz natural a orillas del mar en un filme (La coleccionista) en el que Adrien
(Patrick Bauchau) aspira a "llevar el ocio hasta un grado no alcanzado
jamás". El ruido del agua, de los grillos y el canto del gallo, las
hierbas y los árboles del campo, el deslizamiento de la luz y de la sombra…
configuran la dimensión casi panteísta, contemplativa, carnal y relajada del
estío en una película de estirpe renoiriana.
A su vez, las lluvias de
finales de julio propician el encuentro decisivo entre Jerôme y Claire cuando
se desata la tormenta en el lago de Annecy: secuencia-núcleo de un filme (La rodilla de Clara) que nace de un
episodio veraniego de las Confesiones de
Rousseau ('El idilio del huerto de los cerezos'), y en el que todos los
personajes se acarician y se tocan de manera incesante en una atmósfera de
serena luminosidad propiciada por la textura climática del entorno y por la
disponibilidad de las horas de ocio.
Fotograma de "La rodilla de Clara" |
El tiempo vacío de las
vacaciones y los paseos por la playa articulan los vaivenes del deseo y un
rondó de expectativas poliédricas en Pauline
en la playa: un filme que nace, precisamente, de una obra de teatro
titulada Les vacances, que Rohmer
había empezado a escribir a principios de los años cincuenta.
Fotograma de "Pauline en la playa" |
De la misma manera que El rayo verde nace de un antiguo esbozo
en el que el cineasta escribe: "El sol, los cuerpos, la montaña, ecología,
soledad-multitud, vacaciones-trabajo, encuentros, suerte, cartas,
horóscopos…"; un conjunto de ideas que después dará lugar a sucesivos
títulos de trabajo: La paseante, Un romance de vacaciones y, finalmente, Les Aoûtiennes (Las veraneantes de agosto).
Fotograma de "El rayo verde" |
Y así hasta llegar al Cuento de verano, donde Rohmer, para
retratar a Gaspard (Melvil Poupaud), un personaje para quien no hay más
horizonte que el del instante presente, que carece de puntos de anclaje y que
parece moverse casi por el vaivén de las mareas, o lo que es igual, por el
influjo de la Luna, necesita controlar el horario diario de estas.
A la postre, Gaspard
encuentra a Margot (Amanda Langlet) en la Crêperie del Claro de Luna, a la
segunda chica en un pueblo llamado Saint Lunaire, mientras que los nombres de
esta última y de su novia inicial son, respectivamente, Solène y Léna, sendos
juegos de aliteración sonora a partir de Selene, el nombre que recibe la diosa
de la Luna en la mitología griega. Ficciones que se instalan en esa pausa fugaz
y evanescente del verano, en la que solo puede vivirse la conciencia de un
presente permanentemente sustituido por el momento siguiente.
A la captura de ese
pálpito transitivo, efímero y perecedero del instante, de la revelación
'epifánica' que sacude los cimientos interiores de 'sus criaturas (con el 'rayo
verde' como figura emblemática), Éric Rohmer hace del verano su herramienta
fundamental para explorar esas encrucijadas por las que no se interesan las
ficciones tradicionales, esas sacudidas emocionales que, según sus propias
palabras, "escapan al contador de historias, ya sea cineasta o
novelista". (Carlos F. Heredero)
Fotograma de "Cuento de verano" |
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