jueves, 11 de agosto de 2022

El día de la bandera (Sean Penn, 2021)

 

Título original: Flag day. Dirección: Sean Penn. País: USA. Año: 2021. Duración: 107 min. Género: Drama, Thriller.  

Guión: Jez Butterworth (basado en un libro de Jennifer Vogel). Fotografía: Daniel Moder. Música: Joseph Vitarelli. Montaje: Valdís Óskarsdóttir, Michelle Tesoro. Producción: William Horberg, Jon Kilik, Fernando Sulichin.

Sección Oficial del Festival de Cine de Cannes 2021.

Fecha del estreno: 5 Enero 2022 (España)

 

Reparto: Sean Penn, Dylan Penn, Josh Brolin, Hopper Penn, Katheryn Winnick, Dale Dickey, Eddie Marsan, Norbert Leo Butz, Bailey Noble, Megan Best, Adam Hurtig, Billy Smith, Gabriel Daniels, Jadyn Rylee, Morgan Easton-Fitzgerald, Steve Pacaud, Beckam Crawford, Alicia Johnston, Bradley Sawatzky, Addison Tymec, Cameron Patterson, Destini Boldt, Cindy Myskiw, Hannah Krostewitz, Cliff Sumter, Crystal Magian, Scott Cloney, Blake Taylor, William Whyte, Olatunbosun Amao, Jim Kirby, Lorrie Papadopoulos.

 

Sinopsis:

Un padre de familia vive una doble vida como falsificador, ladrón de bancos y estafador para mantener a su hija.

 

Comentarios: 

A Sean Penn le han pateado en el festival de Cannes sus dos últimas obras como director: la cursi y falsaria Diré tu nombre (2016), protagonizada por Charlize Theron y Javier Bardem, y el drama familiar El día de la bandera, que se estrena en los cines españoles. No es seguramente esta última una película del todo desdeñable ni objeto de bronca… si la ves en tu casa una tarde cualquiera de domingo; quizá tampoco si se acude a las salas sin esperar mucho más que un producto de aire independiente americano que llevarse al estómago (y al olvido) durante el fin de semana. Ahora bien, tanto Penn como el propio certamen tienen la culpa de que algo en el fondo tan nimio —por mucho que en la forma al director se le escapen en cada plano las ínfulas, más que las intenciones— se cuele en la sección oficial del templo donde se viene a presentar buena parte del mejor cine del mundo cada año.

En el transcurso de los primeros minutos de proyección de El día de la bandera, basada en hechos reales, se corre el riesgo de pensar que la pendenciera actitud de los pateadores oficiales de Cannes haya sido injusta. Hay cierto estilo en la puesta en escena, una fotografía espectacular en su hermosura de colores contrastados y en su textura con grano, unas tomas nocturnas bellísimas y unas ganas de salirse de lo convencional muy respetables. Eso sí, el relato no acaba de fluir tras el prólogo ambientado en el año 1992, con una mujer joven que, ante la policía, recibe trágicas noticias de los delitos de su querido padre, lo que da paso a un largo flashback que ocupa casi todo el metraje. Se acumulan entonces las secuencias cortas y de supuesta intensidad familiar, en su amor, su ternura y su drama, con poco texto, mucha música y exceso de gritos, pero a la historia la acogotan los recursos formales de Penn. Al principio, vistosos; más tarde, acumulativos; por último, cansinos por reiteración y porque, contradiciendo la huida de lo convencional, se tornan tan de uso común en el cine indie americano de los últimos 30 años que caen irremisiblemente en el cliché.

El día de la bandera habla sobre todo del legado, del saco de piedras que queda en el lomo de una hija indefensa tras haber convivido con una madre alcohólica con la que no desea estar y con un padre simpático, crápula, cariñoso, mentiroso, impulsivo, temerario, menos misterioso de lo que se pretende y ladrón con encanto, al que no deja de querer. También se habla, incidiendo en el título y en el mensaje de idiosincrasia del país, del lado oscuro del sueño americano, del reverso tenebroso de la cultura del emprendimiento asociada a Estados Unidos desde la época de los pioneros. A Penn, magnífico actor, no le cuesta meterse en la piel del personaje paterno. Su hija Dylan (y de la también actriz y directora Robin Wright) tiene belleza cinematográfica y, pese a estar aún en sus comienzos, tablas interpretativas.

Sin embargo, el director Penn quiere hacer demasiadas cosas todo el tiempo, particularmente en los primeros 45 minutos. Desde la notable El juramento (2001), basada en la novela de Friedrich Dürrenmatt que ya adaptó la española El cebo, su carrera ha ido en declive por su obstinación con los detalles presuntamente artísticos. La bella música de Frédéric Chopin y las preciosas canciones de Glen Hansard y Eddie Vedder acaban ilustrando una película con una exasperante tendencia hacia el adorno, de bucólicas y vacuas imágenes en súper 8 mm, de remilgadas tomas con manos acariciando trigales entre las puestas de sol. Los artistas pueden tener un aura lírica, ser poseedores de un universo poético dentro de una obra sólida. Pero es casi imposible resultar brillante en cada verso, en cada plano. Y Penn no lo es. (Javier Ocaña)

No Recomendada.




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