Título original: Maixabel. Dirección: Icíar Bollaín. País: España. Año: 2021. Duración: 115 min. Género: Drama.
Guión: Icíar Bollaín, Isa Campo. Fotografía: Javier Agirre Erauso. Música: Alberto Iglesias. Montaje: Nacho Ruiz Capillas. Sonido: Alazne Ameztoy, Juan Ferro, Candela Palencia. Vestuario: Clara Bilbao. Producción: Koldo Zuazua, Juan Moreno, Guillermo Sempere.
Sección Oficial del Festival de San Sebastián 2021.
Fecha del estreno: 24 Septiembre 2021 (España)
Reparto: Blanca Portillo (Maixabel Lasa), Luis Tosar (Etxezarreta), Bruno Sevilla (Luichi), Urko Olazabal (Luis), María Cerezuela (María), Mikel Bustamante (Patxi Makazaga).
Sinopsis:
Maixabel Lasa pierde en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca /Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre fría con la vida de quien había sido su compañero desde los dieciséis años.
Comentarios:
Siento respeto por la personalidad y la inteligencia de Icíar Bollaín. Como actriz, me inquietó y enamoró cuando era una cría con su interpretación en El sur. Como directora, me interesó mucho en los poderosos y convincentes dramas de Te doy mis ojos y También la lluvia. Pero no en otras películas de fervorosa militancia progresista y feminista que me resultaron tan previsibles como olvidables. Conociendo el argumento de Maixabel tenía la sensación de que Bollaín se había metido en un territorio muy áspero, muy duro, en un relato lleno de problemas para llegar a un puerto seguro. Reconstruía un hecho real e insólito, que era el encuentro, las explicaciones mutuas, la necesidad de perdón y la posibilidad de redención entre una mujer cuyo marido fue asesinado muchos años atrás por un comando etarra y uno de los verdugos de su marido.
A muchas personas se nos pusieron los pelos de punta, nos sentimos estupefactos o revueltos, cuando nos informaron de que eso había ocurrido en la vida real. Pero trasladarlo al cine, hacerlo verosímil, lograr que el espectador pueda comprenderlo, admitir las razones de ambos y la complejidad de ese momento, transmitirle emoción y piedad, huir de los preconcebido, era una labor muy difícil, al borde del precipicio o de la impostura todo el rato. Pero Icíar Bollaín lo ha conseguido.
Es una buena película. Y contiene una secuencia prodigiosamente construida. Es la catártica conversación de la eterna víctima y el arrepentido y torturado verdugo en la cárcel. Todo está dotado de auténtico arte, de una expresividad admirable. Las miradas, los silencios, los diálogos, las voces, el tono, lo que expresa y lo que sugiere, la mezcla de sentimientos fuertes, la eminente interpretación de Blanca Portillo y de Luis Tosar, logran en mi caso que se me coloque un nudo en la garganta y que se me humedezcan los ojos. Son sensaciones que echaba de menos desde hace mucho tiempo, que agradezco.
Y aunque no crea ante determinadas atrocidades, ante crímenes cometidos con la cabeza fría, que con el tiempo pueda aparecer el remordimiento en el asesino, ni sería capaz de oír ni de perdonar al que se cargó a los míos y destrozó mi existencia a perpetuidad, me parece muy bien que el cine pueda convencerme durante un rato de que eso puede ocurrir alguna milagrosa vez.
Y admiro a esa señora, observo su confusión, su generosidad, su infierno interior, las inaplazables razones de su corazón y de su cerebro para oír las explicaciones del antiguo monstruo que jodió su vida y la de su hija. Icíar Bollaín me mantiene atento durante un par de horas con su narración de esta historia tenebrosa. Y en algún momento, me conmueve. (Carlos Boyero)
Recomendada.
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