Título original: Ventos de Agosto. Dirección: Gabriel Mascaro. País: Brasil. Año: 2014. Duración: 77 min. Género: Drama. Guión: Rachel Ellis, Gabriel Mascaro. Producción: Rachel Ellis. Fotografía: Gabriel Mascaro. Montaje: Ricardo Pretti y Eduardo Serrano. Dirección artística:
Stefania Reis. Diseño de vestuario:
Gabriel Mascaro. Segunda unidad: Pedro Maia de Brito. Estreno en España: 25 Septiembre 2015.
Intérpretes: Dandara De Morais,
Geová Manoel Dos Santos, Maria
Salvino dos Santos, Antônio José dos
Santos, Gabriel Mascaro.
Sinopsis:
Shirley dejó la gran ciudad para vivir en un pequeño y bello pueblo del
litoral cuidando de su abuela. Ella trabaja en una plantación de coco
conduciendo un tractor y, aunque aislada, cultiva el gusto por el punk rock y
el sueño de ser tatuadora. Tiene una aventura de amor con Jeison, un joven que
también trabaja en la hacienda de cocos, y en las horas libres hace pesca
subacuática de langosta. Durante el mes de Agosto, con la llegada de las
tempestades y de la marea alta, un extraño pesquisador llega al pueblo para
registrar el sonido de los vientos alísios que emanan de la zona de
convergencia intertropical. Un sorprendente descubrimiento arrastran a Shirley
y a Jason a un viaje que los obliga a afrontar el duelo entre la vida y la
muerte, la memoria y el olvido, el viento y el mar.
Fotograma de "Vientos de agosto" |
Comentarios:
Presentada en el Festival de Locarno 2014, donde obtuvo una mención
especial, nos llega afortunadamente este film del brasileño Gabriel Mascaro. No
obstante, poco tiempo es el que ha estado en las salas de estreno de nuestra
ciudad. ¡Gran fallo!
Hay algo hipnótico y mágico en la belleza visual de Ventos de Agosto. El
brasileño Gabriel Mascaro, tras curtirse en el campo del documental, salta al
largo de ficción con una cinta muy cuidada a nivel visual y sonoro, un
verdadero regalo para los sentidos de los amantes del cine pausado que de
manera sutil dibuja el paisaje natural y humano de un pequeño pueblo
incomunicado de la costa brasileña. Tal como apunta el crítico Víctor Blanes, la
película hereda el planteamiento documentalista de la observación de la
cotidianidad y lo integra en la ficción para contar una historia mínima donde
los pequeños elementos que desestabilizan levemente la apacible vida retirada
de esta comunidad marcan los enormes cambios interiores de los personajes
protagonistas. En este sentido, Ventos de Agosto no se debe entender como la
enésima revisión de los límites entre la ficción y el documental. La cinta va
un paso más allá y renuncia a viejos debates para reivindicar su propia mirada
y estilo, que podría definirse como un Roy Andersson menos extremo y bastante
más realista.
Shirley y Jeison trabajan en la plantación local de cocos. Ella ha dejado
la ciudad para cuidar de su abuela y trabaja conduciendo el tractor que lleva
el remolque lleno de cocos desde la plantación. Pasa el tiempo escuchando
música rock, tomando el sol bañada en Coca-Cola, que utiliza a modo de
protección solar, y dibujando tatuajes, su verdadera pasión. Él se dedica a
pescar langostas y pulpos en su tiempo libre. A Shirley el pueblo se le queda
pequeño. Para Jeison esta es su vida. Shirley y Jeison se gustan y suelen hacer
un alto en el viaje de vuelta en tractor desde la plantación para practicar
sexo sobre el remolque de cocos (¿existe alguna imagen más bella que sus dos
cuerpos tostados desnudos sobre un mar de cocos?).
Con escasos diálogos y dejando que el peso de la narración recaiga sobre
la imagen, Mascaro acierta a la hora de transmitir las incertidumbres de la
joven pareja. La potencia visual de la cinta anula cualquier intento de
verbalización del conflicto interior. Partiendo, pues, de la imagen, Ventos de
Agosto nos habla de la soledad y del aislamiento, de una vida cíclica que sigue
su camino sin grandes sobresaltos. Esta calma se ve interrumpida por la llegada
de un joven que intenta grabar el sonido del viento (interpretado por el propio
director). La presencia de este especialista en el pueblo, el hallazgo de una
calavera en el fondo del mar y de un cadáver en la playa por parte de Jeison
sirven para introducir temas más profundos, como la tensión entre la vida y la
muerte, la memoria y el olvido, el viento y el mar. La pasividad de las
administraciones locales frente al muerto desconocido de la playa empuja a
Jeison a llevar a cabo su propia rebelión contra el pequeño mundo que le rodea
y le aleja poco a poco de Shirley.
Fotograma de "Vientos de agosto" |
Mascaro dota de distintas capas y lecturas a este juego de luchas entre
polos opuestos. Así, desde el fotógrafo que al principio de la película anda
por el pueblo ofreciendo a sus habitantes piezas de porcelana en las que
estampar la fotografía de un familiar difunto hasta el mar que poco a poco se
va comiendo un cementerio a pie de playa, el director reflexiona sobre el miedo
al olvido y reivindica la necesidad de construir y defender una memoria sólida
de lo nuestro, de quiénes somos y de dónde venimos. De colocar barreras e ir un
paso por delante de aquellos que intentan borrar nuestra huella en este mundo,
porque si somos capaces de registrar algo tan intangible como el viento,
debemos poner todo nuestro empeño en capturar en nuestra memoria el recuerdo y
la conciencia de nosotros mismos. Y al igual que las rocas respiran en esta
apartada zona de Brasil (como le explica Jeison al joven experto en vientos),
la apacible y relajada vida de sus habitantes también merece ser contada como
si de otra maravilla de la naturaleza se tratase.
Todo este lienzo de ideas y paisajes se presenta de una manera elegante y
pausada, pero sobre todo con una gran delicadeza. La mirara de Mascaro es
amplia, selectiva, oportuna y hermosa. Al igual que ocurre en el documental, la
cámara se coloca justo en el lugar preciso para capturar la esencia de un
momento en concreto. El encuadre se entiende como el marco en el que ocurre la
vida. De este modo, el montaje tiene un papel testimonial, es simplemente un
corte que nos lleva a la siguiente situación que debemos contemplar. No hay un
planteamiento de montaje por escena. No es necesario. El director brasileño no
necesita de estos recursos para construir su película. En cambio, abre ventanas
a momentos de la vida, a instantes de cotidianidad, para pintar la juventud, la
vejez, el deseo, los ritos, el amor, el trabajo, el tedio, las costumbres, las
creencias y, en definitiva, el día a día de esta comunidad. Y por si todo esto
fuera poco, Mascaro introduce un elemento dinamizador a su puesta en escena. Su
renuncia al montaje tradicional de la escena le obliga a utilizar el sonido
ambiente, nítido y potenciado, como enlace rompedor entre los cuadros vivos que
crea. Una delicia.
Qué pena no poder verla! La han tenido muy poco tiempo en cartel si la estrenaron el 25 de septiembre. La fotografía debe ser una maravilla. Ana
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