Título original: Mad Max: Fury Road. Dirección:
George Miller. País: Australia. Año: 2015. Duración: 120 min. Género: Ciencia-Ficción, Aventuras, Acción. Guión: Nick Lathouris, Brendan McCarthy, George Miller. Producción: Doug Mitchell, George Miller y P.J. Voeten. Fotografía: John Seale. Música: Junkie XL. Diseño de
producción: Colin
Gibson. Vestuario: Jenny Beavan. Montaje: Jason Ballantine, Margaret Sixel. Dirección artística: Shira Hockman, Jacinta Leong. Estreno en España: 15 Mayo 2015. Lanzamiento en DVD: 18 Septiembre 2015.
Intérpretes: Tom Hardy (Max Rockatansky), Charlize Theron
(Imperator Furiosa), Nicholas Hoult (Nux), Hugh Keays-Byrne (Immortan Joe), Josh
Helman (Slit), Nathan Jones (Rictus Erectus), Zoë Kravitz (Toast the Knowing), Rosie
Huntington-Whiteley (The Splendid Angharad), Riley Keough (Capable), Abbey Lee
(The Dag), Courtney Eaton (Cheedo the Fragile), John Howard (The People Eater),
Richard Carter (The Bullet Farmer), Iota (The Doof Warrior (as iOTA), Angus
Sampson (The Organic Mechanic).
Sinopsis:
Perseguido por su turbulento pasado, Mad Max cree que la mejor forma de
sobrevivir es ir solo por el mundo. Sin embargo, se ve arrastrado a formar
parte de un grupo que huye a través del desierto en un War Rig conducido por
una Emperatriz de élite: Furiosa. Escapan de una Ciudadela tiranizada por
Immortan Joe, a quien han arrebatado algo irreemplazable. Enfurecido, el Señor
de la Guerra moviliza a todas sus bandas y persigue implacablemente a los
rebeldes en una "guerra de la carretera" de altas revoluciones...
Fotograma de "Mad Max: Furia en la carretera" |
Comentarios:
Cuarta entrega de la saga post-apocalíptica que resucita la trilogía que
a principios de los ochenta protagonizó Mel Gibson. Por tanto, continuación de la emblemática “Mad Max: Salvajes de la Autopista” (Mad
Max, George Miller, 1979), “Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera” (Mad Max 2,
George Miller, 1981) y “Mad Max 3: Más allá de la Cúpula del Trueno” (Mad Max
Beyond Thunderdome, George Miller, 1985). Pasó por el Festival de Cannes en la sección
oficial de largometrajes (fuera de concurso), habiendo conseguido el Premio
FIPRESCI a la mejor película del año.
Quién le iba a decir al australiano George Miller que Mad Max: Salvajes
de la autopista (1979), su modesto debut en la dirección —350.000 dólares de
presupuesto—, no solo se iba a convertir en una máquina de recaudar dinero
—logró hacer una caja de más de 100 millones de la misma moneda— que
convertiría a su protagonista, Mel Gibson en toda una estrella del celuloide,
sino también en un título de culto que serviría de referente a multitud de
propuestas posteriores. Ambientada en la Australia de un futuro no muy lejano,
la cinta mostraba la encarnizada lucha de un impetuoso policía llamado Max
Rockatansky contra una peligrosa banda de motoristas que sembraban el terror en
las carreteras, asesinando, robando y violando a todo aquel con quien se
cruzaran en el camino.
Mad Max 2, el guerrero de la carretera (1981) fue un paso de gigante a la
hora de construir la mitología que rodea a la saga, enmarcándose más
decididamente dentro de la ciencia ficción y ya con esos ambientes
post-apocalípticos y toda la imaginería visual que la caracterizaría. Mucho más
ruidosa, violenta y, como su propio nombre indica, enloquecida, esta segunda
aventura es considerada la mejor de una trilogía que se cerraría, con más pena
que gloria, con la muy irregular Mad Max 3, más allá de la cúpula del trueno
(1985). Aquella tercera entrega traicionaba, en parte, el espíritu de la serie,
rebajando notablemente la violencia y, lo que es peor, las escenas
automovilísticas, y convirtiéndose, casi, en un producto para toda la familia
en donde tienen cabida un grupo de niños perdidos que parecen sacados de Peter
Pan y una villana de turno encarnada por la cantante Tina Turner que, además,
se ocupó de interpretar unos temas musicales que convirtieron su banda sonora
en un éxito superior al de la propia cinta.
Tom Hardy en "Mad Max: Furia en la carretera" |
Mad Max: Furia en la carretera aterriza en las salas de cine con más
ambición artística que comercial, algo que se agradece enormemente y que ya se
adivinaba en esos primeros (y apabullantes) avances que, desde hace unos meses,
llevan alimentando las expectativas de los fans hasta extremos insospechados.
La principal incógnita acerca de la efectividad de esta cuarta peripecia del
personaje (que no remake, menos mal) residía en si se resentiría demasiado por
la baja de Mel Gibson, demasiado mayor para un rodaje de estas características
y, por otra parte, en su momento más bajo de popularidad. El elegido para
heredar los rasgos de Max no es otro que el británico Tom Hardy, excelente
actor que aún pedía a gritos esa gran superproducción que le convirtiera en
estrella de Hollywood. Sin entrar en comparaciones con el trabajo de Gibson, lo
cierto es que Hardy entrega un Max enérgico, carismático y parco en palabras,
insuflando aire fresco a la franquicia del mismo modo que Daniel Craig hiciera
con el personaje de James Bond en las últimas entregas. Pero la sorpresa de la
función llega de la mano de ese protagonismo compartido con una extraordinaria
Charlize Theron que, tras Prometheus (Ridley Scott, 2012), parece abonada a
toda resurrección cinematográfica de calidad. La bellísima actriz se rapa su
rubia melena y se implanta un brazo prostético para dar vida a la Emperatriz Furiosa,
una dura y valiente guerrera que casi consigue anular al héroe en cada una de
las escenas que comparten y se convierte, de manera instantánea, en una de las
heroínas de acción más creíbles y viscerales del cine moderno. Ella y Hardy
demuestran estar en plena forma física e interpretativa, encabezando un reparto
en el que también destacan un irreconocible Nicholas Hoult y el regreso del
veterano Hugh Keays-Byrne —recordado Corta-uñas, líder de la banda de
motoristas del primer Mad Max— como Immortan Joe, el villano principal.
Mad Max: Furia en la carretera es completamente fiel, estética y
narrativamente a la trilogía clásica, especialmente a los dos primeros
episodios. Volvemos a los paisajes, los conflictos (de nuevo el combustible y
el agua de por medio) y la economía de diálogos de antes pero, en esta ocasión,
George Miller, en una demostración absoluta de que ha alcanzado una madurez
como cineasta total, se reinventa a sí mismo facturando el que debería ser
saludado como el reboot más electrizante desde que Christopher Nolan retomara
las aventuras de Batman. El contundente prólogo en donde Max es capturado y
llevado a la ciudadela gobernada por el tirano señor de la guerra y un ejército
necesitado de sangre (literalmente) para vivir, ya consigue que el espectador
quede clavado en la butaca con los ojos abiertos como platos y expectante ante
el generoso espectáculo que se avecina. Y es que la película es poco más que
una larga huida, la que emprenden el héroe y Furiosa hacia la redención, a
bordo de un camión de guerra que oculta en su interior a las cinco jóvenes
esposas (y futuras madres de sus vástagos) de Immortan Joe, que tratan de
escapar de su yugo con la esperanza de llegar a una hipotética tierra verde de
esperanza.
Charlize Theron en "Mad Max: Furia en la carretera" |
De nuevo, al igual que en Mad Max 2, los parámetros del western no quedan
tan lejanos y si en aquella se detectaba una cierta influencia de La diligencia
(John Ford, 1939), con bárbaros saqueadores sustituyendo a los tradicionales
indios, Furia en la carretera casi podría pasar por un remake no confeso de
otro clásico del género, Caravana de mujeres (William A. Wellman, 1951). Todo
el filme es una constante montaña rusa en donde cada nueva secuencia de acción
supera en espectacularidad a la anterior gracias a unos magníficos efectos
especiales, unos imposibles movimientos de cámara y su vertiginoso montaje. Un
“más difícil todavía” que deja a las anteriores entregas en un simple
calentamiento y que deja momentos para el recuerdo como el de los vehículos
adentrándose en una devastadora tormenta de arena o el dilatadísimo y
trepidante clímax final, repleto de emoción (en el sentido más amplio de la
acepción). Visualmente, Miller ha parido una auténtica maravilla, en donde la
cromática fotografía de John Seale exprime todo el potencial de los
impresionantes desiertos naturales, en donde tanto las escenas diurnas como las
nocturnas adquieren una belleza casi pictórica. Por su parte, Junkie XL compone
una banda sonora de lo más potente que acompaña con auténtico nervio a la
musculosa acción —con la ayuda incuestionable de esos esbirros que ponen música
a la lucha con sus tambores de guerra y un guitarrista heavy que también
utiliza su instrumento como lanzallamas, ganándose, desde ya, un puesto de
honor entre los mejores hallazgos de la saga a nivel de personajes— y a sus
momentos más líricos, que también los hay.
En
palabras de José Antonio Martín, por encima de cualquier hype, la nueva Mad Max
es todo lo que debería ser el blockbuster perfecto. Una superproducción de
serie A —sus 100 millones de dólares de presupuesto así lo acreditan— con el
espíritu desvergonzado y juguetón de la serie B, que trasciende su condición de
cine palomitero para convertirse en una de las propuestas más redonda y
satisfactoria de lo que llevamos de 2015. Si no es una obra maestra, poco le
falta.
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