viernes, 29 de septiembre de 2017

Los estrenos en Sevilla de 29-09-2017



7 películas se estrenan el 29 de septiembre 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres películas son de producción española, una estadounidense, una francesa, una japonesa y una argentina. Entre los siete estrenos nos encontramos con dos películas de animación (con pajaritos y gatitos de por medio) y un documental. El resto son películas de ficción. Seremos benevolentes y libraremos de nuestra personal hoguera a sólo dos estrenos.
 
La llamada. (España, 2017). Dir. Javier Ambrossi y Javier Calvo.
El artista multidisciplinar Martín Sastre debutó en el cine con “Miss Tacuarembó” (2010), musical de sustrato camp donde un parque temático a mayor gloria del Mesías –Cristo Park, inspirado en el muy real Tierra Santa de Buenos Aires- era escenario de la autoafirmación de una joven para quien le fe cristiana y las canciones de “Flashdance” (1983) eran dos formas complementarias de una misma necesidad de elevación. Es probable que la película dejara cierta huella en Javier Calvo y Javier Ambrossi que, con parecidos mimbres, construyeron su obra teatral “La llamada”, en la que dos adolescentes, unidas por el electrolatino, viven simultáneas experiencias transformadoras –una vinculada con la fe; la otra con lo afectivo- en un campamento religioso visitado por un Dios que canta a Whitney Houston.
Planteado como un musical de bolsillo, “La llamada” también vivió su particular experiencia trascendente, convirtiéndose en fenómeno de largo recorrido que, en el momento del estreno de esta luminosa adaptación cinematográfica, ya ha alcanzado sus cuatro años en cartel. No hubo nada sobrenatural en el proceso: el montaje derrochaba carisma y una energía purísima por los cuatro costados, sustentado por personajes cuidadosamente construidos, diálogos vivísimos y un reparto que se entregaba a cada representación como si fuera la última fiesta. La distancia con “Miss Tacuarembó” también era palpable: “La llamada” tenía menos malicia postmoderna, más candor, casi el espíritu de un musical de parroquia. Una elección que permite celebrar que no haya ni un trazo de resabiado cinismo a la hora de contar esta historia que no subestima a ninguno de sus personajes.
En la película, la afortunada localización del Campamento La Brújula amplifica la fuerza del material de partida. Hay nuevos –y muy afortunados- personajes (la cocinera, el instalador de tirolinas), soluciones inéditas (el montaje paralelo entre posiciones de baile latino y posiciones de oración) y un reparto impecable –presidido por una Gracia Olayo, cuya Sor Bernarda pide a gritos un Goya- al que solo le ha faltado que, en momentos puntuales –como el número country and western Estoy alegre-, la puesta en escena bailara con la misma energía que sus cuerpos. Recomendada.
 
Madre!. (USA, 2017). Dir. Darren Aronofsky.
Seleccionada en la sección oficial de la Mostra de Venecia 2017. A Aronofsky podrán acusarle de megalomanía por esta absorbente, provocadora y cismática película, pero nadie debería tildarle de tramposo, porque todo está ahí. Desde el principio: ese prólogo enigmático que instala al espectador en el terreno de la alegoría, sugiriendo un ciclo incesante de aniquilación y renacimiento, una cosmogonía de elementos mínimos: un hombre, una mujer, una casa aislada en el campo. Que “Madre!” se haya convertido en una de las películas más polémicas y discutidas de la temporada solo pone en evidencia hasta qué punto el espectador cinematográfico (o el consumidor medio de ficción televisiva) –a diferencia del espectador teatral o del lector literario o del amante de ciertas historietas que nunca se etiquetarían como novela gráfica- vive, hoy en día, encadenado por la tiranía de, en el mejor de los casos, la verosimilitud y, en el peor, de la literalidad.
¿Qué es “Madre!”? Podría definirse de muchas maneras, pero ninguna le haría completa justicia, porque, por encima de todo, es un virtuoso ejercicio de pura forma cinematográfica donde el estilo visual, el relato y su dimensión simbólica están diabólicamente destilados en un todo avasallador, orientado a proporcionar al espectador una experiencia subjetiva –modelo Tren de la Bruja para Teólogos- que avanza en frenético crescendo hacia lo inexpresable. De entrada, podría decirse que esto es una película de terror –variante irrupción doméstica- que, entre estados carenciales de oxitocina, acaba soñando ser la Biblia entera (Apocalipsis incluido). O el viaje alucinante (post-polanskiano y post-vontrieriano) al fondo de una mente asediada en el campo de batalla entre una masculinidad omni-impotente y una feminidad engendradora.
El rostro de Jennifer Lawrence es el centro de gravedad (y expresividad) en esta extravagancia cámara al hombro donde el espacio privado se ve desintegrando en la entropía tras la llegada de unos inesperados visitantes (Ed Harris, Michelle Pfeiffer) a la casa que la protagonista comparte con su marido poeta (Javier Bardem). Las primeras citas bíblicas (la herida en el costado de Adán, el enfrentamiento entre Caín y Abel) se infiltran como sutiles notas de desconcierto hasta que todo se desborda, la percepción del tiempo y las concatenaciones lógicas se desbaratan y las imágenes extremas –la brutal violencia sobre un rostro, por ejemplo- se acumulan en un asombroso tour de force. Aronosfky ha querido reducir la riqueza de significados a uno solo: la alegoría ecológica. “Madre!” podría ser eso, pero, por fortuna, es eso y mucho más. Recomendada.
 
Converso. (España, 2017). Dir. David Arratibel.
Una película sobre la familia, la armonía y algo más difícil todavía: la fe. Conceptos más o menos básicos desde los que intentar explicar algo tan profundo como inefable: las hermanas del director se convierten de repente al catolicismo, y el cineasta trata de averiguar qué hay detrás de ese mecanismo de transformación personal. Desmontando el formato clásico del documental de entrevistas (no hay que olvidar el doble juego del título; "converso" viene también del verbo conversar), el director se sienta en una silla que convierte en confesionario de los otros y en el suyo propio al lanzar preguntas ante un espejo que no es otro que el espejo de casa. Film de familia con búsqueda personal y con un gran interrogante cinematográfico: si el Espíritu Santo entra en nuestra casa, ¿es posible hacer una película sobre él? 

“Converso” es una película tremendamente honesta, de formas más desnudas que ese “Oírse” (2013) –primer documental del director- que, de vez en cuando, sucumbía a algún gesto estético: no obstante, el modo en que la mirada terrenal del cineasta da voz y concede espacio a la transfiguración íntima de unas subjetividades imprime al resultado la resonante fuerza de un gesto casi político movido por el afecto. En un presente que asocia fe con ignorancia, “Converso” desarticula ideas recibidas a través de las palabras de la madre y, en especial, la hermana de Arratibel –el gran personaje de esta película: el relato de su experiencia mística es un deslumbrante ejercicio de sinceridad, un intento de transmitir lo indescriptible en cadencias cotidianas libres de toda afectación o santurronería-. Recomendada (con reservas).

La cordillera. (Argentina, 2017). Dir. Santiago Mitre.
Seleccionada para la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes 2017. Mientras acompaña a un presidente recién electo que en el transcurso de una cumbre internacional se enfrenta a reuniones clandestinas y sesiones de hipnosis, 'La cordillera' oscila constantemente entre la intriga política, el drama familiar y el estudio psicológico para sugerir un espacio mental en el que lo profesional y lo personal conviven de forma entrópica y se nutren mutuamente. El director Santiago Mitre (Paulina, 2015)  plantea varias tramas paralelas que no tiene tiempo suficiente para desarrollar y, en consecuencia, la película en su conjunto se percibe incompleta. A ello contribuye que, en general, los personajes funcionen más como meros arquetipos que como seres humanos hechos de carne y de hueso. En el reparto encontramos a Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas y Gerardo Romano. La música está compuesta por Alberto Iglesias. No Recomendada.

Operación Concha. (España, 2017). Dir. Antonio Cuadri.
Incluso el mejor chiste del mundo puede no tener maldita la gracia. Por exceso, por defecto, por automatismo, por equivocación del tempo a la hora de contarlo. Y exactamente igual le ocurre a la comedia como engranaje general, como conjunto de situaciones con tendencia a la diversión, a la sorpresa, a la risa. De “El golpe” a “Nueve reinas”, la comedia de estafas es un clásico del cine, pero una gran idea y una profesional escaleta de sucesos no tiene por qué converger en una buena película. Ese esquema hay que nutrirlo, interiormente, de sentido interpretativo, de puesta en escena, de montaje, de graduación del chiste, de concreción de la gracia a través del diálogo y del plano, de visualización. Y eso es lo más complejo.
“Operación Concha”, quinto largometraje de Antonio Cuadri, puede dar buena cuenta de que en estos casos los peligros son múltiples, y todos están al acecho. El director andaluz es un cinéfilo, y tiene la experiencia suficiente como para conocer también la picaresca que demasiadas veces anida en la construcción exterior, la económica, de una producción cinematográfica. Por eso su comedia de timos, de cine dentro del cine, ambientada en el Festival de San Sebastián, podía tener sentido exterior. Sin embargo, salvo la interpretación de Jordi Mollà, que sale vivo de un doble personaje peligrosísimo, pocas secuencias llevan a la implacable conjunción entre la ruindad del engaño de convertir al camarero onubense de un puticlub de San Sebastián en el doble de un prestigioso actor cubano al que han otorgado el Premio Donostia, y el glamour inherente al Kursaal, al María Cristina, al acontecimiento. Y ahí incluso unos falsos contraplanos del público, filmados ad hoc con extras, se pueden convertir en la tumba de una buena secuencia climática, rodada in situ, con aroma al “Tootsie” de Sydney Pollack.
El chiste es acción, pero también reacción, y la segunda se puede cargar la primera. Es la temible mecánica del gag, y en “Operación Concha” hay demasiados acentos, demasiados peluquines, demasiadas interioridades que, sumadas, acaban enturbiando un conjunto que podía tener posibilidades en su dispositivo externo, en su fachada, pero que habitación por habitación (casi) nunca provoca la chispa. No Recomendada.

Amarillito. (Francia, 2014). Dir. Christian De Vita.
Película de animación donde nos presente al personaje Yellowbird, “Amarillito”. Él es un pequeño pájaro huérfano que nunca ha dejado el nido, no tiene familia y quiere una desesperadamente. Yellowbird liderará a una bandada de pájaros en su migración a África. Acostumbrados al molde hiperactivo, de ritmo sin freno y con estruendosa acumulación de gags y recursos visuales y sonoros de la mayoría del cine animado que nos llega casi cada semana, el aterrizaje apacible y esquivo de la producción francesa “Amarillito”, protagonizada por un pájaro huérfano de viaje migratorio, tiene, como mínimo, el sabor de la valiente novedad que huye de un tiempo despavorido. La dirige el debutante en el largometraje Christian De Vita, hasta ahora ayudante de Wes Anderson con los storyboards de “Fantástico Mr. Fox” y “Gran Hotel Budapest”, y de Tim Burton con el de “Frankenweenie”. Para aficionados al género de animación. No Recomendada.


Gatos. Un viaje de vuelta a casa. (Japón, 2016). Dir. Mikinori Sakakibara y Kunihiko Yuyama. 
Película de animación donde un gato negro llamado Rudolf se separa de su amado dueño e, inesperadamente, se despierta en un camión que lo transporta hasta Tokio. Allí, conoce a Ippai-attena, un gato jefe que es temido por todos en la ciudad. Incapaz de regresar a su casa, Rudolf comienza una nueva vida junto a Ippai-attena, quien en realidad no es como aparenta. Como anime, 'Gatos. Un viaje de vuelta a casa' se aparta de algunos de los cánones de la animación japonesa. Su vocación es más digital, menos orfebre, alejada de los grandes clásicos del género en un interesante proceso de renovación. Pero además de una buena concepción en las expresiones de los personajes animados y una brillante paleta de colores, los directores del filme destacan en soluciones de puesta en escena como el medido plano-secuencia con que empieza. Para aficionados al género de animación. No Recomendada.

jueves, 28 de septiembre de 2017

La música en el Cine: John Ford


Programa nº 17 de "La música en el Cine".
29 de septiembre de 2017. 22,00 horas. Radiopolis (88.0 FM)

"La música en el Cine" es un programa de Linterna Mágica en Radiopolis



Visita guiada a la Exposición "Sorolla. Un jardín para pintar", en CaixaForum Sevilla



En 1911 Sorolla empieza a cumplir uno de los grandes sueños de su vida: unir en un solo espacio su estudio y su caso, su pintura y su familia. Todo ello, amparado por un bello jardín. Para el pintor suponía la culminación de muchas de sus aspiraciones, al tratarse de un espacio con un valor representativo fundamental que simbolizaba su éxito social y personal. El actual Museo Sorolla es ese sueño del artista, y su jardín constituye una de las más importantes obras maestras del pintor.  








viernes, 22 de septiembre de 2017

Los estrenos en Sevilla de 22-09-2017




5 películas se estrenan el 22 de septiembre 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Una película es estadounidense, dos británicas, una alemana y una francesa. Ningún estreno español en la cartelera sevillana y se queda sin editar en nuestra ciudad la maravillosa película danesa nominada al Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa “A war (Una guerra)” (Tobias Lindholm, 2015), que pudimos ver en nuestra ciudad gracias al SEFF (Festival de Cine Europeo de Sevilla). Nada que recomendar esta semana de gran interés.
 
La reina Victoria y Abdul. (Reino Unido, 2017). Dir. Stephen Frears.  

De un lado, una mujer fastuosamente rica, obscenamente poderosa, naturalmente vieja y evidentemente obesa (además de irascible, perezosa e insoportable). Es decir, una señora adverbial. Y reina. Del otro, un hombre joven, inmigrante y musulmán. Es decir, un tipo adjetival y pobre. Sobre la novela de Shrabani Basu, Stephen Frears recrea un episodio de la historia del imperio británico tan extravagante como poco conocido. En sus últimos días, la reina, de la que Oscar Wilde dijo aquello de que a la vista de cómo trataba a sus prisioneros no se merecía tener ninguno, se encaprichó de un hombre completamente ajeno a su mundo, a su corte, a todo. Victoria, eternamente deprimida tras la muerte de su esposo, encontró en Abdul Karim, descendiente de fabricantes de alfombras indio, a un confidente para sus penas y un aliciente para su curiosidad. Lo hizo traer a Londres, lo colocó a su lado y con él comenzó a aprender urdu.

El director se limita a registrar con el rigor debido el ruido del contraste. Como ya hiciera en “The Queen” o en “Philomena”, las dos referencias claras, el pulso de la película se mantiene en el límite exacto entre la comedia más obvia y el drama más formal; siempre atento a la evidencia, a la efectividad tanto de la carcajada como del llanto. La iniciativa, por supuesto, siempre es de una Dench no tanto perfecta como sencillamente inevitable. La actriz cuyo Oscar se lo debe a otra reina (Isabel I en “Shakespeare in love”) oficia con majestad en unos dominios que sabe suyos. Come, se mueve, rompe a reír, se desespera y llora de la única manera posible que la amiga de Wilde habría osado.
Bien es cierto que, a fuerza de conservadora y consciente de sus virtudes, la cinta acaba por resultar casi enfermizamente esquemática. El guión olvida cualquier tipo de progresión dramática y cae enamorado quizá del divertido contrasentido de ver a la más poderosa del planeta encandilada por el más miserable, con perdón, de sus súbditos. Frears sabe que, hoy por hoy, pocos placeres como el de una reina en pleno lucimiento de sus reales y hasta miserablemente majestuosas funciones reales. Frears se empeña en confeccionar un discurso eminentemente político, comprometido y hasta ligeramente transgresor, desde un material perfectamente popular. Frears quiere ridiculizar a los que se pavonean de sus privilegios para reivindicar así la posibilidad del entendimiento. Y hacerlo con un folletín de digestión fácil, emotiva e instantánea. Fuera los grandes discursos intelectualizados o barnizados de un progresismo estomagante. Ahora, la idea es reconocer el simple poder de lo evidente desde la evidencia y con una película evidentemente obvia. Además de evidente. Frears o la política popular. No Recomendada.
 
Bye bye Germany. (Alemania, 2017). Dir. Sam Garbarski. 
Es un judío alemán que ha sobrevivido al Holocausto y, recién acabada la II Guerra Mundial, sueña con emigrar a Estados Unidos, pero el personaje al que da vida Moritz Bleibtreu con su habitual solvencia podría perfectamente ser el protagonista de cualquier novela picaresca española del Siglo de Oro. Porque su único objetivo es sobrevivir día a día y tirar siempre para adelante, sin mirar atrás. Para ello, se convierte en un artista de la mixtificación; por un lado, monta, con otros judíos, una red de estafas a pequeña escala para aprovecharse del sentimiento de culpa de sus paisanos y, por otro, edulcora los recuerdos de su estancia en el campo de concentración para que la memoria no se convierta en un tormento permanente.
Sin llegar a ser una tragicomedia, sí cabe definir al filme como una comedia amarga, porque, aunque las situaciones humorísticas son mayoría, el trasfondo es demasiado serio como para tomárselo a broma. Y luego está el inesperado final, que demuestra que al ser humano no hay quién lo entienda. No Recomendada.

La historia del amor. (Francia, 201). Dir. Radu Mihaileanu. 
Un largo (y falso) plano secuencia que parte, en blanco y negro, de la empalizada de una granja para culminar, a todo color, en un corazón grabado sobre el tronco de un árbol, mientras, a vista de pájaro, el recorrido ha ido borrando del paisaje las heridas de la Historia, ocupa el prólogo de “La historia del amor”, sexto largometraje de Radu Mihaileanu, que adapta la novela homónima publicada por Nicole Krauss en 2005. Las primeras palabras que escucha el espectador son un “Érase una vez” que, en principio, debería colocarle en el territorio de la fabulación más pura, pero las imágenes están diciendo otra cosa. Y la están diciendo a gritos: ¡Atentos, que entramos en el Olimpo de las Grandes Palabras, del Cine Literario Autoconsciente de su Importancia, Autosatisfecho Consigo Mismo! En suma, el ámbito de ese tipo de afectación irredimible que jamás sucumbirá a la tentación de pedir perdón. Da la impresión de que el cineasta afronta su película con el objetivo de que cada espectador abandone la sala con la sensación de haberse leído las cerca de trescientas páginas que escribió Nicole Krauus: lo que consigue, por el contrario, es que uno salga al exterior tan magullado como si una ciclópea reproducción en mármol de Carrara de un novelón de un millar de páginas se le haya derrumbado encima.
Con una trama que recorre siete décadas de amores contrariados, éxodos, exilios, amistades traicionadas, cruces azarosos y apropiaciones literarias para finalmente desembocar en un momento de trascendencia compartida, “La historia del amor” quiere hablar del poder transformador y redentor de la literatura, asociándolo a la pervivencia de un amor purísimo. Mihaileanu, el director rumano que menos rumano parece, traslada con claro sentido de legibilidad los diversos niveles narrativos de la historia, pero su estilo engola ridículamente la voz. No Recomendada.
 
Kingsman: El círculo de oro. (Reino Unido, 2017). Dir. Matthew Vaughn.  
Si 'Kingsman: Servicio secreto' (2014) se mostraba razonablemente eficaz -y eficazmente entretenida- reiventando los clichés propios de las películas de James Bond, esta continuación no parece saber muy bien qué hacer consigo misma aunque recicle intacto el gusto de su predecesora por la violencia de 'cartoon' y las moralejas reaccionarias -ahora como entonces, las causas progresistas son retratadas como el mal extremo-. 'El círculo de oro', de hecho, funciona como tres secuelas en una, argumentalmente saturada como está por tramas de dominación criminal, nuevas organizaciones de espías y reapariciones de superespías a los que dimos por muertos tras la primera entrega.
La saturación queda subrayada por el hecho de que la mayor parte de su estelar reparto se limita a pasar por ahí. Actores como Channing Tatum, Jeff Bridges y Halle Berry ofrecen poco más que cameos extendidos; mientras tanto, ninguno de los intérpretes principales ofrecen un ápice del carisma que los hizo memorables en primer lugar, en parte porque funcionan al servicio de un argumento que cuanto más metraje dedica a explicarse a sí mismo -y lo hace de forma consistente e incansable-, menos sentido tiene.
Por lo que respecta a las secuencias de acción, asumen la misma forma ahora que entonces, a través de una cámara que se mueve constantemente en busca de la imagen más brutal y que usa los planos de cabezas reventadas como si fueran emojis risueños. La práctica totalidad de esas escenas tratan de rivalizar con la masacre en la iglesia baptista que se convirtió en el punto álgido de la primera película, pero ninguna logra ofrecer niveles similares de energía o de capacidad de impacto.
De hecho, nada en esta película tiene impacto ni peso real. Tomarse a broma una amenaza mundial no es grave; las películas de 007 lo estuvieron haciendo hasta que llegó Daniel Craig. Pero 'El círculo de oro' está demasiado ocupada haciendo gracietas como para molestarse en crear sentido alguno de conflicto. Quizá la mejor ilustración de su actitud general esté en la gratuita inclusión en la trama de Elton John para que escupa obscenidades como una metralleta: tiene gracia un rato, y luego cansa. Más o menos lo mismo puede decirse de la trayectoria seguida por esta saga en solo dos películas. No Recomendada.
 
La LEGO Ninjago película. (USA, 2017). Dir. Charlie Bean, Paul Fisher y Bob Logan. 

'The Lego Ninjago Movie', spin-off de 'La LEGO Película', cuenta la atribulada historia de seis jóvenes ninjas que unen fuerzas para proteger su hogar de los monstruos y villanos que amenazan la ciudad. Estos seis adolescentes también tienen que lidiar con tener una doble vida, ya que por el día tienen que vivir de forma normal y por la noche deberán enfrentarse a los enemigos que intenten poner en jaque a la ciudad de Ninjago. En su reparto original, el trabajo dirigido por Charlie Bean cuenta con nombres como el de Dave Franco, Justin Theroux, Fred Arminsen, Abbi Jacobson, Olivia Munn o Michael Peña. Esta es la tercera película de animación de la saga "LEGO". Sigue siendo divertida, pero la fórmula empieza a flaquear. A veces le cuesta mantener el ritmo. No Recomendada.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Los estrenos en Sevilla de 16-09-2017



5 películas se estrenan el 15 de septiembre 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Una película es estadounidense, dos británicas y dos francesas. Ningún estreno español en la cartelera sevillana y se queda sin editar en nuestra ciudad la película mexicana “La región salvaje” (Amat Escalante, 2016), ganadora del premio a Mejor Director en el Festival de Venecia 2016. Veamos que podemos recomendar.
 
Detroit. (USA, 2017). Dir. Kathryn Bigelow.
Es el mes de julio de 1967 en Detroit, Michigan. Pero bien podrían ser los meses de julio y agosto de 1919 en Chicago, Illinois. O mayo de 1980 en Miami, Florida. O el salto entre abril y mayo de 1992 en Los Ángeles, California. O Fergusson, Virginia, casi en cualquier época. O Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017. Es decir, no ayer o anteayer, sino ahora, hoy mismo. He ahí el problema social: su contemporaneidad. Y he ahí la mejor virtud de la película: su vigencia, su pertinencia, pese a ser una reconstrucción histórica de unos sucesos de hace 50 años y del juicio posterior. Es “Detroit”, la nueva obra de Kathryn Bigelow, con su habitual intensidad dramática, con la capacidad para inocularte la sangre, el sudor y las lágrimas de una raza a la intemperie. Vivir y morir en EE UU siendo negro. Disturbios raciales, esa compleja categorización.
En las películas de Bigelow siempre te da la sensación de estar allí. Su manejo de la puesta en escena y del montaje, entre el brío y un concertado desconcierto, te coloca en medio de la tragedia. Sus películas se huelen. “Detroit”, como ya lo eran “En tierra hostil” (2008) y “La zona más oscura” (2012), bélicos políticos con la trascendencia de haberse convertido en retratos de la historia americana de los primeros años del siglo XXI, es una película fundamentalmente física que acaba trasladándose al orden mental. Y Mark Boal, habitual guionista de Bigelow, vuelve a demostrar que le bastan unos trazos, apenas unas pinceladas de carácter, para describir el interior de un grupo de seres humanos a la deriva. Y no tanto como retrato de un colectivo, que también, sino con el talento para componer individualidades donde, en principio, solo hay marco temporal y espacial.
“Detroit” tiene tal credibilidad que, a pesar de que la directora, en una extraordinaria labor de montaje, va introduciendo pasajes audiovisuales reales de la época, sus imágenes recreadas nunca contrastan con las de los airados momentos televisivos y documentales. El engranaje es perfecto, ayudado por una serie de magníficas interpretaciones, en las que el subtexto principal del relato queda meridianamente claro sin necesidad de subrayarlo con el texto: el temblor de un grupo humano, el negro, indefenso ante el poder blanco.
Los primeros minutos de metraje, como una suerte de fábula animada tintada de ensayo histórico, político y antropológico, quizá lo más discutible de la película, sobre todo por antiestético, intenta ofrecer luz a las tinieblas. Pero el infierno sigue allí, sin explicación posible. Repitiéndose, pese a las conquistas individuales. Chispas de odio. Explosiones de rabia. Tibieza en las soluciones. Y hasta la próxima. Recomendada.

Jacques. (Francia, 2016). Dir. Jérôme Salle.
En un viejo libro de Jacques Yves Cousteau, el protagonista de “Rushmore” (1998) se encontraba una nota manuscrita en los márgenes: “Cuando un hombre, por cualquier motivo, tiene la oportunidad de llevar una vida extraordinaria, no tiene derecho a guardársela para sí mismo”. Era una frase del célebre oceanógrafo, personaje que tuvo que desempeñar un importante papel en la educación sentimental de Wes Anderson, toda vez que el cineasta volvió a él dedicándole una película entera –The Life Aquatic (2004)-, donde le imaginaba como su padre simbólico: una inmadurez melancólica bajo icónico gorro rojo que había dejado afectos filiales desatendidos en cada puerto.
“Jacques”, el biopic que Jérôme Salle ha consagrado a Cousteau, es como el complemento de no ficción al fantaseo generacional de Anderson: aquí también hay un padre remoto y no uno, sino dos niños perdidos, castigados por el fulgor narcisista del patriarca. Uno de ellos, Philippe, será el predilecto y, al mismo tiempo, el mayor problema de ese descendiente del capitán Nemo al que nunca le gustará demasiado que se las canten claras en cuestiones de afecto familiar y coherencia medioambiental. El otro, Jean-Michel, autor de uno de los dos libros –Mon père le commandant- que sirven de base documental para la película -el otro es Capitaine de La Calypso, de Albert Falco e Yves Paccalet, miembros de la tripulación-, condenado a ser el eterno segundón, el no elegido para prolongar el proyecto paterno. En la superficie de Jacques, una idea disfuncional de la familia mece su crispación sobre el silencio y la belleza inabarcables de ese mundo submarino que Cousteau convirtió en refugio y territorio de su propia automitificación.
La relación entre Jacques y su hijo Philippe proporciona a esta película su conflicto central, mientras no deja de sonar el rumor de la ruina económica sobre el pulso entre utopía y pragmatismo que define la trayectoria de su icono colocado en el cadalso del biopic insidioso. Esa relación paternofilial se revela más llena de matices y contradicciones que la interpretación de un Lambert Wilson que ahoga todo trazo amable o positivo que podría aportar al personaje. La película resume la vida del comandante como el viaje épico desde su propio ombligo a la toma de conciencia (ecológica), mientras una puesta en escena, obcecada con el sentido del espectáculo, le da idéntico énfasis a un correteo infantil por el campo y al encuentro con una imponente ballena. No Recomendada.
 
Camina conmigo. (Reino Unido, 2017). Dir. Marc Francis y Max Pugh.
El maestro zen de origen vietnamita Thich Nhat Hanh contempla divertido a un gato de peluche que se revuelca de risa en el suelo de un Duty Free en una de las imágenes más desconcertantes de este documental rico en hallazgos aparentemente paradójicos. En otro plano de la película, uno de los fieles del monje, situado a sus espaldas en un ritual de meditación, no puede evitar encadenar un par de llamativos bostezos, antes de rascarse nerviosamente su testa, rasurada en su día como promesa de entrega a las virtudes reflexivas del Mindfulness, disciplina de filiación budista orientada a obtener una plena conciencia del momento presente.
Cualquiera podría pensar que esas dos imágenes delatan una aproximación irreverente a ese microcosmos de privaciones contrapunteado con frases como “el sufrimiento es la iluminación”, casi siempre acompañadas de su reverso –“La iluminación es el sufrimiento”-, pero nada más lejos de la realidad. “Camina conmigo”, de Marc J. Francis y Max Pugh, tiene algún que otro rasgo disuasorio –una locución demasiado pomposa de Benedict Cumberbatch, unas imágenes que a ratos se dejan tentar por un esteticismo casi publicitario-, pero lo cierto es que la película proporciona una sintética y esclarecedora vía de acceso a una tradición de pensamiento capaz de entender la existencia como flujo, proceso y cambio frente a todo espejismo de inmutabilidad. El viaje a Estados Unidos de los seguidores del maestro, con sus reencuentros con familiares y viejos conocidos, proporciona al desenlace unos cuantas catarsis emotivas anteponiendo serenidad humanista a sentimentalismo. No Recomendada.
 
Ali & Nino. (Reino Unido, 2016). Dir. Asif Kapadia.
Unas crudas imágenes en vídeo doméstico muestran el remanso de una celebración de cumpleaños en un domicilio proletario de South Gate. Los jóvenes empiezan a entonar suavemente el cumpleaños feliz, hasta que, de pronto, una de las chicas brilla sobre el conjunto, se separa del grupo y desgrana sus versos con una intensidad que permite reconocer en ella a la estrella que será (aunque todavía no su destino trágico). La chica era Amy Winehouse y así arrancaba “Amy” (2015), el brillante documental elaborado a partir del montaje de imágenes ajenas con el que Asif Kapadia prolongó las estrategias que ya sostuvieron el excelente resultado de su previa “Senna” (2010). Ambos trabajos revelaban a Kapadia como autor consciente de la necesidad de aportar nuevos sentidos narrativos y dramáticos a documentos testimoniales del ingente archivo audiovisual a disposición de todo creador con un buen discurso entre manos.
En una secuencia de “Ali & Nino”, su última película de ficción, la cámara pasa de deleitarse con el fastuoso plumaje de un pavo real a encontrarse con una María Valverde leyendo lánguidamente un libro, apoyada en un tronco de árbol en un jardín oriental. No solo el preciosismo y la afectación de la imagen ponen en evidencia que, en esta ocasión, Kapadia se sitúa muy lejos del mundo de Amy: también suponen la constatación de que, si bien el cineasta sabe muy bien lo que hacer con las imágenes que encuentra, no parece tenerlo tan claro con las imágenes que rueda. Ni la misma sensibilidad, ni la misma inteligencia creativa de sus documentales se manifiesta en este melodrama histórico que también marca las distancias con esa opera prima, “El guerrero” (2001), que en su día supo ganarse el aplauso crítico.
Esta epopeya de amor entre príncipe azerbaiyano y princesa georgiana sobre las turbulencias de la guerra acumula tantos tópicos narrativos –pese a contar con todo un Christopher Hampton en su guion- y estilísticos –los subrayados musicales, las enfáticas imágenes ralentizadas- que se diría todo un extraño caso de estudio: el del cineasta que pareció envejecer cincuenta años de una película a la siguiente. No Recomendada.
 
Alibi.com, agencia de engaños. (Francia, 2016). Dir. Philippe Lacheau.
Al tándem formado por Nicolas Benamou y Philippe Lacheau no les debe de provocar demasiada simpatía esa blanda tradición de comedia costumbrista francesa que, en los últimos años, ha encontrado en Danny Boon a su figura totémica. Lo demostraron en su primer trabajo conjunto –Se nos fue de las manos (2014)-, así como en su secuela, y han seguido demostrándolo en sus siguientes trabajos en solitario. Al reciente recuerdo del “A fondo” (2016) de Benamou –un tour de force cómico a 130 kilómetros por hora- se suma este “Alibi.com” en el que Lacheau explicita los ingredientes de una fórmula que se mira en el espejo de la farsa grosera estadounidense de penúltima generación, pero también busca a sus posibles ancestros en la memoria de la comedia local: no parece arbitraria la presencia en el reparto de Didier Bourdon, miembro de la formación de culto Les Inconnus, cuya última incursión cinematográfica –Tres hermanos y una herencia (2014)- fue recibida por la crítica francesa como una extemporánea descarga de grosería.
Comedia de cuernos en torno a una empresa facilitadora de coartadas a infieles, “Alibi.com” caracteriza a sus personajes a través de sus mitomanías de derribo –el cine de Jean-Claude Van Damme, el más azucarado pop francés de los ochenta- y trasplanta a suelo europeo algunas constantes crueles o eméticas del toque Farrelly –violencia bufa sobre mascotas y planos detalle testiculares incluidos-, sin darse cuenta de lo anacrónico de su juego. No obstante, algún gag aislado –esa lámpara mata-mosquitos que aporta épica sonoro/galáctica a un torpe combate con luces fluorescentes-, el frenesí expositivo del conjunto y las distancias marcadas con las corrientes dominantes de la comedia comercial francesa logran que este trabajo, como en su día “Tres hermanos y una herencia”, sea una razonable alternativa para el espectador saturado de Boon (o Clavier). No Recomendada.