5 películas se estrenan
el 22 de septiembre 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Una
película es estadounidense, dos británicas, una alemana y una francesa. Ningún
estreno español en la cartelera sevillana y se queda sin editar en nuestra
ciudad la maravillosa película danesa nominada al Oscar a la Mejor Película de
Habla no Inglesa “A war (Una guerra)” (Tobias Lindholm, 2015), que pudimos ver
en nuestra ciudad gracias al SEFF (Festival de Cine Europeo de Sevilla). Nada
que recomendar esta semana de gran interés.
La reina Victoria y Abdul. (Reino Unido, 2017). Dir. Stephen
Frears.
De un lado, una mujer fastuosamente rica,
obscenamente poderosa, naturalmente vieja y evidentemente obesa (además de
irascible, perezosa e insoportable). Es decir, una señora adverbial. Y reina.
Del otro, un hombre joven, inmigrante y musulmán. Es decir, un tipo adjetival y
pobre. Sobre la novela de Shrabani Basu, Stephen Frears recrea un episodio de
la historia del imperio británico tan extravagante como poco conocido. En sus
últimos días, la reina, de la que Oscar Wilde dijo aquello de que a la vista de
cómo trataba a sus prisioneros no se merecía tener ninguno, se encaprichó de un
hombre completamente ajeno a su mundo, a su corte, a todo. Victoria,
eternamente deprimida tras la muerte de su esposo, encontró en Abdul Karim,
descendiente de fabricantes de alfombras indio, a un confidente para sus penas
y un aliciente para su curiosidad. Lo hizo traer a Londres, lo colocó a su lado
y con él comenzó a aprender urdu.
El
director se limita a registrar con el rigor debido el ruido del contraste. Como
ya hiciera en “The Queen” o en “Philomena”, las dos referencias claras, el
pulso de la película se mantiene en el límite exacto entre la comedia más obvia
y el drama más formal; siempre atento a la evidencia, a la efectividad tanto de
la carcajada como del llanto. La iniciativa, por supuesto, siempre es de una
Dench no tanto perfecta como sencillamente inevitable. La actriz cuyo Oscar se
lo debe a otra reina (Isabel I en “Shakespeare in love”) oficia con majestad en
unos dominios que sabe suyos. Come, se mueve, rompe a reír, se desespera y
llora de la única manera posible que la amiga de Wilde habría osado.
Bien
es cierto que, a fuerza de conservadora y consciente de sus virtudes, la cinta
acaba por resultar casi enfermizamente esquemática. El guión olvida cualquier
tipo de progresión dramática y cae enamorado quizá del divertido contrasentido
de ver a la más poderosa del planeta encandilada por el más miserable, con
perdón, de sus súbditos. Frears sabe que, hoy por hoy, pocos placeres como el
de una reina en pleno lucimiento de sus reales y hasta miserablemente
majestuosas funciones reales. Frears se empeña en confeccionar un discurso
eminentemente político, comprometido y hasta ligeramente transgresor, desde un
material perfectamente popular. Frears quiere ridiculizar a los que se pavonean
de sus privilegios para reivindicar así la posibilidad del entendimiento. Y
hacerlo con un folletín de digestión fácil, emotiva e instantánea. Fuera los
grandes discursos intelectualizados o barnizados de un progresismo estomagante.
Ahora, la idea es reconocer el simple poder de lo evidente desde la evidencia y
con una película evidentemente obvia. Además de evidente. Frears o la política
popular. No Recomendada.
Bye bye Germany. (Alemania, 2017). Dir. Sam Garbarski.
Es un judío alemán que ha sobrevivido al
Holocausto y, recién acabada la II Guerra Mundial, sueña con emigrar a Estados
Unidos, pero el personaje al que da vida Moritz Bleibtreu con su habitual
solvencia podría perfectamente ser el protagonista de cualquier novela
picaresca española del Siglo de Oro. Porque su único objetivo es sobrevivir día
a día y tirar siempre para adelante, sin mirar atrás. Para ello, se convierte
en un artista de la mixtificación; por un lado, monta, con otros judíos, una
red de estafas a pequeña escala para aprovecharse del sentimiento de culpa de
sus paisanos y, por otro, edulcora los recuerdos de su estancia en el campo de
concentración para que la memoria no se convierta en un tormento permanente.
Sin llegar a ser una tragicomedia, sí cabe
definir al filme como una comedia amarga, porque, aunque las situaciones
humorísticas son mayoría, el trasfondo es demasiado serio como para tomárselo a
broma. Y luego está el inesperado final, que demuestra que al ser humano no hay
quién lo entienda. No Recomendada.
La historia del amor. (Francia, 201). Dir. Radu
Mihaileanu.
Un largo (y falso) plano secuencia que parte,
en blanco y negro, de la empalizada de una granja para culminar, a todo color,
en un corazón grabado sobre el tronco de un árbol, mientras, a vista de pájaro,
el recorrido ha ido borrando del paisaje las heridas de la Historia, ocupa el
prólogo de “La historia del amor”, sexto largometraje de Radu Mihaileanu, que
adapta la novela homónima publicada por Nicole Krauss en 2005. Las primeras
palabras que escucha el espectador son un “Érase una vez” que, en principio,
debería colocarle en el territorio de la fabulación más pura, pero las imágenes
están diciendo otra cosa. Y la están diciendo a gritos: ¡Atentos, que entramos
en el Olimpo de las Grandes Palabras, del Cine Literario Autoconsciente de su
Importancia, Autosatisfecho Consigo Mismo! En suma, el ámbito de ese tipo de
afectación irredimible que jamás sucumbirá a la tentación de pedir perdón. Da
la impresión de que el cineasta afronta su película con el objetivo de que cada
espectador abandone la sala con la sensación de haberse leído las cerca de
trescientas páginas que escribió Nicole Krauus: lo que consigue, por el
contrario, es que uno salga al exterior tan magullado como si una ciclópea
reproducción en mármol de Carrara de un novelón de un millar de páginas se le
haya derrumbado encima.
Con una trama que recorre siete décadas de
amores contrariados, éxodos, exilios, amistades traicionadas, cruces azarosos y
apropiaciones literarias para finalmente desembocar en un momento de
trascendencia compartida, “La historia del amor” quiere hablar del poder
transformador y redentor de la literatura, asociándolo a la pervivencia de un
amor purísimo. Mihaileanu, el director rumano que menos rumano parece, traslada
con claro sentido de legibilidad los diversos niveles narrativos de la
historia, pero su estilo engola ridículamente la voz. No Recomendada.
Kingsman: El círculo de oro. (Reino Unido, 2017). Dir. Matthew
Vaughn.
Si
'Kingsman: Servicio secreto' (2014) se mostraba razonablemente eficaz -y
eficazmente entretenida- reiventando los clichés propios de las películas de
James Bond, esta continuación no parece saber muy bien qué hacer consigo misma
aunque recicle intacto el gusto de su predecesora por la violencia de 'cartoon'
y las moralejas reaccionarias -ahora como entonces, las causas progresistas son
retratadas como el mal extremo-. 'El círculo de oro', de hecho, funciona como
tres secuelas en una, argumentalmente saturada como está por tramas de
dominación criminal, nuevas organizaciones de espías y reapariciones de
superespías a los que dimos por muertos tras la primera entrega.
La
saturación queda subrayada por el hecho de que la mayor parte de su estelar
reparto se limita a pasar por ahí. Actores como Channing Tatum, Jeff Bridges y
Halle Berry ofrecen poco más que cameos extendidos; mientras tanto, ninguno de
los intérpretes principales ofrecen un ápice del carisma que los hizo
memorables en primer lugar, en parte porque funcionan al servicio de un
argumento que cuanto más metraje dedica a explicarse a sí mismo -y lo hace de
forma consistente e incansable-, menos sentido tiene.
Por
lo que respecta a las secuencias de acción, asumen la misma forma ahora que
entonces, a través de una cámara que se mueve constantemente en busca de la
imagen más brutal y que usa los planos de cabezas reventadas como si fueran
emojis risueños. La práctica totalidad de esas escenas tratan de rivalizar con
la masacre en la iglesia baptista que se convirtió en el punto álgido de la
primera película, pero ninguna logra ofrecer niveles similares de energía o de
capacidad de impacto.
De
hecho, nada en esta película tiene impacto ni peso real. Tomarse a broma una
amenaza mundial no es grave; las películas de 007 lo estuvieron haciendo hasta
que llegó Daniel Craig. Pero 'El círculo de oro' está demasiado ocupada
haciendo gracietas como para molestarse en crear sentido alguno de conflicto.
Quizá la mejor ilustración de su actitud general esté en la gratuita inclusión
en la trama de Elton John para que escupa obscenidades como una metralleta:
tiene gracia un rato, y luego cansa. Más o menos lo mismo puede decirse de la
trayectoria seguida por esta saga en solo dos películas. No Recomendada.
La LEGO Ninjago película. (USA, 2017). Dir.
Charlie Bean, Paul Fisher y Bob Logan.
'The Lego Ninjago Movie', spin-off de 'La LEGO Película', cuenta la
atribulada historia de seis jóvenes ninjas que unen fuerzas para proteger su
hogar de los monstruos y villanos que amenazan la ciudad. Estos seis
adolescentes también tienen que lidiar con tener una doble vida, ya que por el
día tienen que vivir de forma normal y por la noche deberán enfrentarse a los
enemigos que intenten poner en jaque a la ciudad de Ninjago. En su reparto
original, el trabajo dirigido por Charlie Bean cuenta con nombres como el de
Dave Franco, Justin Theroux, Fred Arminsen, Abbi Jacobson, Olivia Munn o
Michael Peña. Esta es la tercera película de animación de la saga
"LEGO". Sigue siendo divertida, pero la fórmula empieza a flaquear. A
veces le cuesta mantener el ritmo. No Recomendada.
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