miércoles, 30 de marzo de 2011

La música en el Cine. Mesa Redonda


El 30 de marzo de 2011, a las 18:00 horas, en el Salón de Actos del Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla, tuvo lugar la Mesa Redonda sobre “La música en el Cine”, organizada por nuestra Asociación Linterna Mágica. El Ateneo Popular amablemente nos cedió su espacio para poder llevar a cabo nuestra actividad.

 

El objetivo de esta actividad es mostrar la relevancia que tiene la música en el cine. John Ford dijo una vez: “No me gusta la música en las películas. Detesto ver a un hombre solo en el desierto, muriéndose de sed, con la orquesta de Filadelfia detrás de él”. Al maestro John Ford, al parecer, no le gustaba la música en las películas. Sin embargo, todas sus películas, desde la aparición del sonoro, tuvieron música. Una cosa es que detestase la música y otra que se rindiera a la evidencia de que era absolutamente necesario contar con ella.

 

En relación al empleo de la música en el cine no hay una explicación única y rotunda que justifique su existencia. Posiblemente sea porque tenga diversos cometidos que cumplir, entre los que se encuentre: ambientar las épocas y lugares en que transcurre la acción, acompañar imágenes y secuencia, haciéndolas más claras y accesibles, sustituir diálogos que sean innecesarios, activar y dinamizar el ritmo, o bien hacerlo más lento, definir personajes y estados de ánimo, aportar información al espectador, implicar emocionalmente al espectador, etc.

 

¿Cómo entender, por ejemplo, la presencia de música en una escena que transcurre en alta mar, donde es prácticamente imposible la presencia física de una orquesta? Sobre este respecto hay una graciosa anécdota. David Raskin orquestaba la partitura de “Naúfrago” de Alfred Hitchcock, de repente, fue a visitarlo una persona en nombre de Hitchcock y le indicó la decisión del director de no incluir música en su filme: “El sr. Hitchcock teme que el público se pregunte de dónde sale la música en una película que transcurre íntegramente en el mar”. La respuesta del compositor fue contundente: “Dígale usted al Sr. Hitchcock que me explique de dónde sale las cámaras y entonces yo le diré de donde viene la música”.

 

 Nosotros podemos preguntarnos: ¿Es necesaria la música en las películas? ¿Cumplen bien sus funciones? ¿Se puede prescindir de ella? ¿Puede una música salvar a una película del desastre? ¿Puede, por el contrario, una música privar a una película del éxito?, ¿Cuándo comenzó la música en el cine? Estas y muchas más son las preguntas que hoy nos hacemos y que hoy esperamos desvelar gracias a nuestros invitados. La Mesa Redonda está integrada por un compositor musical de bandas sonoras, un crítico musical y un profesor universitario especializado en relacionar el cine con otras artes. Todos ellos nos acercarán un poco más a la música en el cine, estando moderados por nuestro compañero Paco Bellido. 

 

Pablo Cervantes, músico sevillano y compositor de bandas sonoras. Profesionalmente, ha trabajado componiendo para distintos programas de televisión en Canal Sur, Giralda Televisión, Vía Digital, o Televisión Española.​ Compone bandas sonoras originales, tanto para largometrajes, como para cortometrajes. Su binomio con el director José Luis Garci es muy conocido. Nominado a los Premios Goya y ganador en varias ocasiones en los Premios ASECAN (Escritores Cinematográficos de Andalucía).

 

Juan José Roldán, licenciado en Derecho y funcionario en el Ayuntamiento de Sevilla, se dedica desde hace unos treinta años a escribir sobre cine, bandas sonoras y música clásica en diferentes medios como El Correo de Andalucía, El Giraldillo, Utrera Digital y Sevilla Cultural. Realiza también emisiones radiofónicas en Punto Radio, Canal Sur Radio y Radiópolis, donde junto a Pepe Serrano, presentaba y dirigía 'Alfombra Roja', premiado por ASECAN en 2011 como 'Mejor Labor Informativa sobre Cine en Andalucía'.

 

Javier Rodríguez Barberán, profesor titular del Departamento de Historia, Teoría y Composición Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, donde imparte las asignaturas de Historia de la Arquitectura Contemporánea y Crítica e Historia de la Arquitectura en Andalucía. Como buen aficionado al cine, ha querido vincular su afición y su profesión realizando investigaciones sobre la imagen de la arquitectura y la ciudad contemporáneas en el cine y la fotografía, lo que le ha llevado a ser coordinador de un monográfico sobre Cine y patrimonio en la revista PH, además de participar en diferentes cursos y seminarios sobre el tema en instituciones como las universidades de Málaga y Granada o el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

 

A lo largo del acto, las intervenciones de nuestros tres invitados fueron alternándose con proyecciones de secuencias de películas, como King Kong (1933), Vértigo (1958), Enrique V (1989) y You´re the one (2000).

 

La experiencia de realizar esta actividad fue muy gratificante para el público asistente, quienes tuvieron la oportunidad de realizar sus preguntas, dudas y reflexiones a los invitados al acto. Muchas gracias a todos y todas por vuestra asistencia y, en especial, a nuestros invitados por enriquecernos con sus conocimientos.

 



martes, 29 de marzo de 2011

Elizabeth Taylor (1932-2011)


 

Protagonista de una vida tan complicada y enrevesada como el más inverosímil de los melodramas que hubiera podido interpretar en su dilatada carrera, Liz Taylor, uno de los rostros más cautivadores y fascinantes de la pantalla de todos los tiempos, falleció el pasado 23 de marzo de 2011 víctima de una insuficiencia cardiaca. Capaz de combinar los más excéntricos lujos y caprichos con las penalidades más dolorosas, de encandilar con su belleza tanto como con su probado talento como actriz, éste es nuestro homenaje a otro ser humano inmortal que abandona este mundo para sumergirse en el Olimpo definitivo de las grandes estrellas.

 

Poseedora de un rostro de mujer hermosa y madura ya desde su más tierna juventud, lo que propició que Universal Pictures no renovará su contrato tras debutar en There’s One Born Every Minute, “por no tener cara de niña”, la Taylor contrajo matrimonio hasta en ocho ocasiones, dos de ellas con la misma persona, Richard Burton, formando con él una de las más célebres y tormentosas parejas de Hollywood. Puede que ese compulsivo deseo de casarse tuviera mucho que ver con su educación terriblemente puritana, lo que le impedía mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Si bien esta teoría no casa bien con el hecho de haber sido protagonista de algunos de los más sonados escándalos del mundo del cine, como cuando mantuvo un romance con Eddie Fisher, aún esposo de una de sus mejores amigas, Debbie Reynolds, lo que desembocó en divorcio para los padres de la Princesa Leia y en un nuevo matrimonio para la belleza de ojos violetas; unos ojos realzados con una extraña mutación genética consistente en una doble fila de pestañas. Antes, con sólo dieciocho años, había estado casada, sólo por unos meses, con el magnate de la hostelería Conrad Hilton, con el actor inglés Michael Winding, que le doblaba la edad y con quien tuvo dos hijos, entre embarazos difíciles y cesáreas, y con Richard Todd, el flamante productor de La vuelta al mundo en 80 días y patentador del sistema de proyección en gran formato Todd-AO. Antes de conocer a Burton, éste había sido el gran amor de su vida, con quien tuvo una hija y a quien perdió en un accidente a bordo de su avión privado precisamente llamado Lucky Liz, cuando se disponía a recibir un homenaje en Nueva York; viaje al que ella afortunadamente no le acompañó por encontrarse aquejada de un virus.

 

 

En esa ocasión la enfermedad le salvó la vida, pero a lo largo de su vida la salud apenas le acompañó. Una afección ciática mientras rodaba Gigante, una caída en el yate de Mike Todd que le supuso una delicada operación de cadera y pelvis, dos neumonías, una de ellas en su peor momento de popularidad, durante el asunto Eddie Fisher, lo que provocó que el público la perdonara y hasta lograra un Oscar por una de sus interpretaciones menos queridas y que con menos entusiasmo acometió, Una mujer marcada; una traqueotomía durante el accidentado rodaje de Cleopatra, lo que propició que su salario se multiplicase, debido a las condiciones extremadamente beneficiosas que había convenido con la Fox. Problemas de obesidad y alcoholismo, todo ello propiciando una vejez dolorosa y terrible que tocó fin en marzo de 2011, casi un mes después de celebrar su 79 cumpleaños viendo en televisión, desde su habitación del hospital, los Oscar.

 

Pero esas no fueron las únicas penalidades de una mujer que llegó a fascinar a personalidades como Howard Hugues, que le prometió un estudio de cine entero si se casaba con él, y que vivió siempre rodeada de los más suntuosos y prohibitivos lujos. Su natural tendencia a codearse con homosexuales y erigirse en su mejor amiga, tuvo que lidiar con el dolor de perderlos sistemáticamente: James Dean, Montgomery Clift, Laurence Harvey, Rock Hudson (cuya muerte le motivó para trabajar altruistamente a favor de los enfermos de SIDA) y Michael Jackson. Experiencias muy dolorosas para un corazón extremadamente sensible y torturado.

 

En su cine la recordaremos siempre por ser la hermana repelente de Mujercitas de Mervyn LeRoy; la hermosísima niña rica de Un lugar en el sol de George Stevens, que trastorna a Montgomery Clift hasta el punto de cometer un asesinato; Franz Waxman compuso para esta película el Tema de Angela, posiblemente el que mejor ilustre su belleza y su psicología. Como entregada y enamorada esposa y madre de familia en la saga Gigante, de nuevo a las órdenes de George Stevens, donde se la disputaban Rock Hudson y James Dean al son de la emocionante música de Dimitri Tiomkin. Como sureña coqueta y remilgada al más puro estilo de Escaralata O’Hara (por cierto, sustituyó a Vivien Leigh en La senda de los elefantes) en El árbol de la vida de Edward Dmytryck, enriquecida con la amable y desenfadada música de Johnny Green. Como mujer independiente y progresista que se enamora de un sacerdote casado en Castillos en la arena de Vincente Minnelli, con otra banda sonora memorable, la de Johnny Mandel y esa Sombra de tu sonrisa. Y esposa malhumorada, gruesa y alcohólica en su genial interpretación en la adaptación que Mike Nichols hizo de la obra de Edward Albee ¿Quién teme a Virginia Wolf?, por la que obtuvo su merecidísimo segundo Oscar. Para esta ocasión Alex North compuso una música tan elegante como enigmática, con un excelente tema principal en forma de andante con guitarra solista. Ya antes Liz había sido nominada al Oscar por sus memorables interpretaciones en La gata sobre el tejado de zinc de Richard Brooks y De repente el último verano de Joseph L. Mankiewicz, ambas basadas en obras de Tennesse Williams.

 

Pero sobre todo la recordaremos como la Reina del Nilo, la más fascinante e inquietante Cleopatra jamás llevada al cine, también de la mano de Mankiewicz, por encima de Claudette Colbert, Vivien Leigh, Hildegard Neil y mucho nos tememos que Angelina Jolie. Su entrada en Roma, a los sones de la espectacular y arriesgada marcha de Alex North, constituye uno de los momentos más sublimes de la Historia del Cine, así como el romántico tema de Antonio y Cleopatra ilustra a la perfección a la pareja que se gestó precisamente durante su rodaje, entre ella y Burton.

 

Tras fracasar su segundo matrimonio con el actor inglés, volvería a casarse en otras dos ocasiones, con el senador conservador John William Warner, y con el albañil Larry Fortensky. En la banda sonora de su vida, además de los temas aludidos, añadimos la música de John Barry para el documental televisivo Elizabeth Taylor en Londres, y la versión por ella misma entonada, con voz quebrada y algo desafinada pero llena de personalidad y melancolía, del legendario Send in the Clowns de Stephen Sondheim en la adaptación que Harold Prince dirigió en 1977 del musical A Little Night Music, basado en el clásico de Ingmar Bergman Sonrisas de una noche de verano. Con estas pistas os invitamos a montaros vuestro propio homenaje musical a esos llorados Ojos Violeta. (Juan José Roldán)

 

Elizabeth Taylor y Richard Burton

Finalizamos este homenaje recordando a Liz Taylor envuelta en una alfombra como la gran Cleopatra. Rex Harrison se sorprendía por su belleza sin igual y nosotros también cada vez que vemos esta secuencia.  

 


 

lunes, 28 de marzo de 2011

El Museo en el cine: Pintura

Como estamos viendo en nuestro Taller de Cine, el séptimo arte se ha beneficiado de muchos de los logros técnicos de otras disciplinas artísticas más antiguas, especialmente de la pintura y la escultura, que desde hace siglos han avanzado en la tarea de desentrañar los secretos de la perspectiva, la composición, el uso de la luz o el color, por ejemplo. Por su parte, el cine ha contribuido a dar conocer a muchos artistas y ha concedido a distintas obras de arte un papel significativo en el argumento de varias películas. En algunos casos, las cámaras han entrado directamente en un Museo y nos han permitido realizar una particular visita guiada, sin movernos de nuestra butaca.

Un buen ejemplo de esto lo encontramos en la interesante película Hace mucho que te quiero (2008) de Phillipe Claudel. Su protagonista, Juliette (encarnada por Kristin Scott Thomas) ha salido en libertad después pasar quince años en la cárcel, sin muchas opciones, acepta la hospitalidad que le ofrece su hermana pequeña, que la acoge en su casa de Nancy, pequeña ciudad en el norte de Francia. En una de las escena, Juliette visita el Museo de Bellas Artes y, deambulando por sus salas, se queda impactada por la fuerza que transmite un cuadro de gran formato que representa el dolor de unas mujeres enlutadas, postradas ante una tumba abierta, en la que están dando sepultura a un ser querido, la composición estremece a la protagonista de la película, que no ha superado la trágica perdida de su hijo de corta edad.


El cuadro se titula La douleur (Dolor) y fue pintado por Emile Friant (1863-1932). El lienzo destaca por el realismo de la composición, el dramatismo de los personajes y el dolor en las expresiones y rostros, todo acentuado por la elección de los colores y de la perspectiva. Gracias a esta película hemos conocido al pintor Emile Friant y una pequeña parte de su obra, conservada en el Museo de Nancy, ciudad en la vivió y murió en 1932. Si os ha interesado este artista, podéis ver ésta y otras de sus obras en el siguiente video.



Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010)


Título original: Never let me go. Dirección: Mark Romanek. País: Reino Unido, USA. Año: 2010. Duración: 105 min. Género: Drama, Ciencia-Ficción.

Guión: Alex Garland (basado en la novela de Kazuo Ishiguro). Fotografía: Adam Kimmel. Música: Rachel Portman. Montaje: Barney Pilling. Diseño de producción: Mark Digby. Vestuario: Rachael Fleming, Steven Noble. Producción: Andrew Macdonald, Allon Reich.

Nominada a la Mejor fotografía en los Premios Independent Spirit 2010. Premio a la Mejor Actriz (Carey Mulligan) en los British Independent Film Awards (BIFA) 2010.

Fecha del estreno: 18 Marzo 2011 (España).

 

Reparto: Carey Mulligan (Kathy), Andrew Garfield (Tommy), Keira Knightley (Ruth), Charlotte Rampling (Srta. Emily), Sally Hawkins (Lucy), Isobel Meikle-Small (joven Kathy), Ella Purnell (joven Ruth), Charlie Rowe (joven Tommy).

 

Sinopsis:

Ruth, Kathy y Tommy pasan su infancia juntos en el internado inglés de Hailsham y son inseparables. Sin embargo, a medida que van creciendo tienen que afrontar los sentimientos que van germinando en su interior: Tommy y Ruth se convierten en pareja, pero Kathy también está enamorada de Tommy. Pero además, hay un secreto sobre su futuro que descubrirán en el internado, algo que afectará de forma directa a su destino y su vida adulta.

 

Comentarios:

En ocasiones muy puntuales, las películas de ciencia ficción poco tienen que ver con los avances tecnológicos y con la presencia de espectaculares artilugios aún por inventar en el mundo real. A veces (piensen en el espacio sobrenatural de la extraordinaria en todos los sentidos Picnic en Hanging Rock) una historia ambientada en el futuro (o, como el caso que nos ocupa, en un presente histórico con mutaciones) viene a presentarnos una realidad palpable y reconocible, por mucho que la sociedad en la que se enmarque sea distópica, es decir, una utopía negativa alejada de lo ideal para el ser humano. Es lo que ocurre con la inclasificable Nunca me abandones, basada en una novela del japonés afincado en Inglaterra Kazuo Ishiguro, adaptada ahora al cine por el prestigioso realizador de videoclips Mark Romanek, empeñado en desterrar la idea de que los de su especie, cuando llegan al cine, utilizan montajes ultrarrápidos y apabullantes puestas en escena.

Para entendernos, y sin necesidad de desvelar demasiado de una trama que solo comienza a entenderse en la novela alrededor de la página 100 (Romanek, en todo caso, hace bien en dar ciertas pistas en los primeros minutos), estamos ante una película donde la sociedad que lucha contra las enfermedades incurables, gracias a la ciencia, ha creado un mundo paralelo en el que reina lo bucólico, pero en el que el amor está desterrado, un tanto a la manera del reducto social de El bosque, de M. Night Shyamalan. Nunca me abandones, ambientada entre las décadas de los setenta y los noventa, con muy vagas explicaciones sobre los razonamientos y la metodología utilizada para llegar a tal estado colectivo, se conforma así como el cruce imposible entre una trama a lo Philip K. Dick y unos personajes, unos ambientes y unos subtextos cercanos al romanticismo de Jane Austen. Una película interesantísima aunque, eso sí, demasiado fría, sobre todo teniendo en cuenta que se está priorizando el sentimiento de desesperanza en perjuicio de la reflexión expositiva sobre las características de una sociedad enmarcada en un futuro alternativo, y que todos los elementos formales y narrativos de la película (música de cuerda y tonalidad romántica; paisajes campestres; triángulo amoroso) deberían confluir, y no lo consiguen del todo, en una explosión de emociones. (Javier Ocaña)

Recomendada (con reservas).