A mi juicio, el éxito de las denominadas sagas de determinados personajes cinematográficos – desde Fu-Manchú a los distintos 007, los Rocky, los Conan, los Freddy y un largo etcétera -, han obedecido al triunfo de una primera entrega sonada comercialmente y a la que obviamente interesaba sacarle partido. Normalmente eran filmes de héroes más o menos sofisticados, “buenos de la película” – aunque también “malos” de solemnidad o incluso asesinos en serie –, y casi siempre producciones espectaculares en sus aspectos técnicos, efectos especiales, bandas sonoras, etc. Al mismo tiempo han sido títulos de éxito en todo el mundo, al ser los personajes prototipos podríamos decir que universales en la defensa de unos determinados valores, como la voluntad, la solidaridad o la justicia, tanto como rematadamente funestos en otros casos. Pero por otra parte – digamos que a nivel doméstico -, cada país o región, dependiendo de sus circunstancias culturales y sociales en períodos determinados, ha generado un tipo de cine “costumbrista” recreando ambientes, costumbres y situaciones al uso, junto con interpretaciones "ad hoc", exagerando más o menos la realidad. Recordemos nuestras “Escopetas Nacionales” como ejemplo.
Nos guste o no, hemos de coincidir en que los bodrios cinematográficos de la saga “Torrente” acumulan no pocos de los llamémosles “anti-valores” tan al uso en nuestra sociedad aquí y ahora, con lo que podríamos encuadrarlo en la modalidad de cine costumbrista antes mencionado, salvando lo esperpéntico de roles y situaciones. Por poner otro ejemplo, evoco el éxito del llamado “landismo” en los años 60 y 70, aquel cine-retrato de arquetipos sociales perfectamente reconocibles en nuestro entorno real - cuando no en nosotros mismos -, llevando a la pantalla inquietudes y ardides en pintorescas situaciones que, aún extremadas por las exigencias del guión – nunca mejor dicho –, no nos resultaban tan lejanas. Salvando también las diferencias en los aspectos técnicos, hoy día notablemente mejorados, podríamos hablar de “torrentismo” en cuanto las películas del estrafalario personaje presentan en buena medida unos caracteres sociales de rabiosa actualidad y una galería de personajes de lamentable catadura, y sin embargo encumbrados –intervención mediática mediante, valga la redundancia– a una popularidad insospechada. Protagonistas que se representan a sí mismos, fatuos en su estulticia, de comportamientos groseros, vocabulario chabacano y complacencia en el mal gusto, producen no obstante una sensación de regocijo en un público muchas veces confabulado con esa suerte de “anti-valores” al uso. No en balde –y salvo excepciones– el avispado Santiago Segura nutre sus producciones en buena medida del lumpen de chuflas/os y caricatos/as extraídos de basureros televisivos, que sin embargo disfrutan de una notable audiencia.
Por otra parte, y vuelvo a referirme a situaciones puntuales en determinadas sociedades, creo que asistimos en la nuestra hoy en día -en cuanto a los gustos cinematográficos del llamado “gran público”-, a un favoritismo por el cine de evasión en cualquiera de sus modalidades, al liberar al espectador de realidades no muy gratificantes en las actuales circunstancias. Si además se le ofrece ocasión para el regodeo con generosos puñados de sal gorda y aderezos visuales llamativos, esa empatía con los anti-héroes al uso hace el resto y la taquilla su agosto. Opino sin embargo que se trata de un cine de consumo doméstico, producto tan poco exportable como las canciones de los “Mojinos escozíos” al Reino Unido – apropiada comparación por lo zafio de sus calidades -, y por otra parte muy oportunista, como denota la utilización más que excesiva de cameos en aras de su comercialización, por ejemplo. No obstante, y aunque la apreciación no sea deseable para los amantes del séptimo arte, hay que reconocer a Santiago Segura su absoluta sintonía con un sector de público determinado – importante en cantidad -, a la vista de su respuesta a tales paridas. Supongo que un estudio sociocultural profundo del fenómeno - que ni por asomo me atrevería a abordar -, brindaría un resultado no demasiado sorprendente y hasta rutinario: el grueso del personal indígena – doble sentido incluido – como que ve más cercano a Paquirrín que a Colin Firth; a la horterada que al glamour; al cachondeo que a la excelencia. ¿O no?
He leído en un periódico esta mañana que "Torrente 4" ha alcanzado el 4º puesto de película más taquillera ¡en el planeta! Vaya corte... no? Otra cosa, algún amigo me achaca tras leer la entrada una visión demasiado peyorativa de nuestra sociedad, al tildar la saga de costumbrista. Yo mantengo que en la calle, en el autobús y en los bares, oigo a cantidad de gente (sobre todo chavales/as) manifestándose en el argot torrentista. Para desgracia y escarnio de la Real Academia de la
ResponderEliminarLengua Española, añado.