En la dureza de una vida sin
noche, en medio de un paisaje de belleza extrema, al noroeste de Islandia,
transcurre Sparrows, Concha de Oro
del Festival de Cine de San Sebastián. Segunda película de Rúnar Rúnarsson, este drama paterno filial, tierno en su
protagonista, cruel en su realidad de alcohol y drogas para escapar del
aburrimiento vital del solsticio de verano y de la soledad de los fiordos, ha
emocionado al jurado presidido por la actriz danesa Paprika Steen, de entre una
quincena de películas con un nivel medio bastante regular.
Rúnarsson es un incipiente
cineasta con una carrera cimentada sobre dos cortometrajes espléndidos, “Two
birds” (2008) y “The last farm” (2004), éste último llegó a los Oscar, su salto
al largo con Volcano (2011) dejó ávidos de un firme paso adelante a quienes
intuían la magnitud de su talento, capaz de encerrar los sentimientos más
explosivos bajo las inmensas capas gélidas de sus paisajes. En Sparrows, su
último trabajo, se intuía una prueba de fuego para demostrar su categoría de la
que no ha salido victorioso en lo cinematográfico, pero paradójicamente sí de
un festival cuya máxima distinción puede darle ahora a sus anteriores obras la
merecida repercusión que en su día les faltó en nuestro país.
Cartel de Sparrows |
En Sparrows, con una banda
sonora de Sigur Rós, gana la capacidad de Rúnarsson de lograr una atmósfera
opresora en espacios abiertos. “En esa zona de Islandia, a unos doscientos
kilómetros de Groenlandia, la falta de luz en invierno hace que la gente beba
más de la cuenta, y en verano, por la falta de oscuridad, también”, explicó el
realizador el día de la presentación de su drama. Su protagonista es un
adolescente que se ve obligado a volver a vivir con su padre, un hombre
alcohólico, en la remota región de los fiordos occidentales. Rúnarsson ha ido
de festival en festival en su carrera. Con su primer trabajo, ‘Volcano’,
participó en la Quincena de Realizadores de Cannes en 2011. Con el segundo,
Concha de Oro. Ketamina y violaciones en una isla aparentemente idílica. “Uno
de cada cuatro hombres y una de cada seis mujeres van a Alcohólicos
Anónimos", apunta Rúnarsson, que asegura que todo lo que cuenta es “la
pura realidad, de hecho está basada en experiencias propias”.
R. Darín y J. Cámara |
En el resto del palmarés destacan
los nombres hispanos, que cierran un año, el 2015, excepcional en el cine
latinoamericano. La Concha de Plata al mejor actor recayó ‘ex aequo’ en Ricardo Darín y Javier Cámara por su poderosa labor en Truman, mientras que la Concha de Plata a la mejor actriz fue para
la cubana Yordanka Ariosa, por El rey de la Habana, de Agustí
Villaronga, en una desaforada interpretación a la altura de la novela de Pedro
Juan Gutiérrez en la que se basa la película. Curiosamente, hace cinco años, en
la anterior participación de Villaronga en el Zinemaldia, Nora Navas se llevó
el mismo galardón con Pa Negre. La pareja Darín / Cámara recibió los mayores
aplausos de la gala. Dedicaron el premio a quienes están superando una
enfermedad y a quienes les acompañan, recordando así la trama de Truman.
La falta de comunicación, la
violencia, las relaciones entre progenitores y su prole y la adolescencia ha
sido una constante en el certamen, en donde solo dos películas, Truman y Los caballeros blancos, lograron
aplausos tanto entre la crítica como el público. ‘Los caballeros blancos’ es el
nuevo trabajo del belga Joaquim Lafosse,
uno de los valores emergentes del cine francés. Su descripción de la labor –tan
humanitaria como egoísta- de una ONG en el Chad, con la ulterior intención de
llevarse 300 huérfanos a Francia (basada en escandalosos hechos reales), tenía
empaque, actores, historia y mano en su dirección como para haber sido la
perfecta Concha de Oro. Al menos obtuvo la Concha a la mejor dirección.
El Jurado decidió otorgar su
Premio Especial –lo que supone en realidad un segundo lugar- a la francesa Evolution, de Lucile Hadzihalilovic,
una película rodada en Lanzarote y que habla de experimentos médicos,
desolación moral y de una sociedad formada por madres y niños en la que nada es
lo que parece. Fue lo más cerca que ha estado la ciencia ficción de ganar este
certamen.
La mejor fotografía recayó en
Manu Dacosse, el director de esta labor en Evolution; y el del mejor guion se
lo llevaron los hermanos franceses Larrieu, Jean-Marie y Arnaud, por la comedia
21 noches con Pattie. El jurado
también dio una mención especial a la española El apóstata, de Federico Veiroj, película que también obtuvo el premio
FIPRESCI de la crítica internacional.
En los otros galardones, la
argentina Paulina’, de Santiago
Mitre, logró una tripleta asombrosa: mejor película en Horizontes Latinos,
premio de la Juventud y premio Otra Mirada, por su reflejo especial del universo
femenino. Mitre agradeció a Dolores Fonzi, protagonista de filme y pareja en la
vida real, su participación y colaboración. “Gracias por premiar una película
que es un ‘remake’ de un filme de 1960 pero que a la vez habla de lo que está
ocurriendo aún hoy”.
El premio a Nuevos Directores,
que valora primeras y segundas obras, fue para la francesa Le nouveau, de Rudi Rosenberg, protagonizada por otro adolescente
que cambia de casa. En su caso va del campo a París. Su realizador se definió
como “un perdedor, al igual que el protagonista”. Lo pasó muy mal en el
instituto, y por ello Rosenberg dedicó el galardón a “todos los perdedores del
mundo”.
¿Y cómo acabó la 63ª edición?
Pues más o menos como ‘Sparrows’. Al menos, como la definía su director: “No
queríamos un final feliz porque la vida no es así, siempre hay sombras a la
vuelta de la esquina".
Nosotros deseamos como siempre
poder ver estas películas galardonadas en los cines de Sevilla. ¡Ojalá!
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