Título original: Esquilache. Dirección: Josefina Molina. País: España. Año: 1989. Duración: 100
min. Género: Drama.
Joaquín Oristrell,
Josefina Molina, José Sámano (Guión),
José Nieto (Música), Juan Amorós (Fotografía), Pablo del Amo (Montaje), Ramiro Gómez, Javier Artiñano
(Dirección artística), José Sámano (Producción).
Presentada en el Festival
de Cine de Berlín 1989. Ganadora del Goya 1989 al Mejor Actor de reparto
(Adolfo Marsillach) y Mejor Dirección Artística.
Estreno en España: 26 Enero 1989.
Reparto: Fernando Fernán Gómez (Marqués
de Esquilache), José Luis López Vázquez (Antonio Campos), Ángela Molina (Fernanda),
Ángel de Andrés (Marqués de la Ensenada), Concha Velasco (Pastora Patermo), Adolfo
Marsillach (Carlos III de España), Amparo Rivelles (Isabel de Farnesio), Alberto
Closas (Duque de Villasanta), Tito Valverde (Bernardo).
Sinopsis:
Madrid, Domingo de Ramos
de 1766. Cuando el Marqués de Esquilache llega a su residencia, la Casa de las
Siete Chimeneas, todavía se oyen por las calles los gritos de ¡Muera
Esquilache!. Tras comprobar horrorizado los efectos del saqueo a que ha sido
sometida su casa, el ministro italiano de Carlos III (1759-1788), acompañado de
Fernanda se dirige al Palacio Real al tiempo que evoca sus entrevistas con el
rey, los enfrentamientos con los nobles españoles, la corrupción de su esposa
y, sobre todo, su relación sentimental con Fernanda.
Comentarios:
La película “Esquilache”,
presentada a concurso en el Festival de Berlín de 1989 y dirigida por Josefina
Molina es un filme de cuidada recreación histórica que, en una atmósfera
intimista, utiliza el popular motín ocurrido en el reinado de Carlos III para
plantear una reflexión histórica. Su argumento y guión, en el que han
colaborado Joaquín Oristrell, José Sámano y la propia realizadora, es una
versión libre de la obra de Buero Vallejo “Un soñador para un pueblo”.
Josefina Molina, contaba
con 52 años cuando realizó la película. Cordobesa y madrileña de adopción desde
hacía décadas, fue la primera mujer que obtuvo el título en la especialidad de
dirección en la hoy desaparecida Escuela Oficial de Cine. Entre sus más
recordados trabajos se encuentran la serie televisiva “Teresa de Jesús” y las
películas “Vera, un cuento cruel” y “Función de noche”. Estudiante de Ciencias
Políticas, antes de que el teatro iniciara su cambio de rumbo (fundó en
Córdoba, en 1962, el Teatro de Ensayo Medea), su interés por la política y la
historia no han desaparecido. "Creo firmemente en la frase que afirma que
los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", dice Josefina
Molina. El siciliano Leopoldo Gregorio, marqués de Squilacce, llamado en España
Esquilache, uno de los ilustrados elevados al poder por Carlos III, que
despertó muy pronto las envidias "por ser extranjero, pródigo y
reformador", según opinión del historiador Gonzalo Anes, es utilizado por
Josefina Molina, que ha complementado y estructurado con dinámica
cinematográfica la obra de Buero Vallejo con un objetivo de reflexión
ideológica.
"Para mí",
afirmaba la realizadora el día de su estreno, "Esquilache es
fundamentalmente el análisis de una situación política que se produjo en el
siglo XVIII, susceptible de que se repita en el presente. En el filme está
presente el eterno problema de nuestro país: el absurdo frente a la razón. Y
también el poder despótico, la envidia y la corrupción". "No quisiera
puntualizar aquí", agrega, "los paralelismos que debe encontrar el
espectador entre la narración cinematográfica y nuestro presente, pues la
película posee los suficientes datos para que el público pueda hacer una fácil
reflexión".
Una de las obsesiones de
la cineasta es el determinismo y posibilismo histórico, factores que
condicionan el fin político de “Esquilache”, que será sacrificado a pesar de su
amistad con el Rey. "El pueblo español es extremista, este país no es de
matices, aquí todo tiene que ser a base de buenos y malos, tal vez sea una
herencia que nos ha dejado el maniqueo cine americano". La combinación de
acontecimientos históricos y la peripecia íntima de un personaje histórico, el
marqués de Esquilache, que al final de su vida cae en la utopía y pierde el
control de un pueblo al que no acaba de comprender, podría, en cierto sentido,
recordar algunos planteamientos de Visconti, Rosselli y Scola, aunque la
directora se manifiesta cinematográficamente influenciada por Renoir y
Truffaut.
El filme apoya su
reflexión histórica y su narración sentimental en una cuidada recreación, donde
los actores y la plástica han merecido especial atención. "Al realizar la
película", explica Josefina Molina, "hemos tenido en cuenta que la
acción se situaba en un siglo (le razón, donde todo tenía armonía. Al haber
podido rodar en el salón Gasparini, comprendí que a través de unas paredes
decoradas, de unos dibujos, de unas sedas, se podría transmitir una serie de sensaciones
muy fuertes, capaces de producir los mismos sentimientos que una música de
Mozart; también hemos cuidado la fotografía, que destaca la blancura de los
rostros, pues, en la época que reflejamos, los personajes se maquillaban mucho,
tal vez porque tomaban muy poco el sol". "En cuanto a la
música", prosigue la realizadora, "está utilizada para potenciar el
suspense, colocada donde generalmente no se pone y quitada en las secuencias
donde generalmente figura. Es una música moderna realizada con sintetizadores;
no hemos caído en el curso de utilizar música de la época. Y, ante todo, jamás
hemos olvidado que el protagonismo corresponde al enfrentamiento de Esquilache,
a su crisis política, su situación angustiosa, en la que siente miedo. Era un
hombre perdido en una coyuntura -histórica, lo cual no quiere decir que su
trayectoria política fuese limpia, pues no se consigue llegar a ocupar un alto
puesto de la política sin trepar por encima de muchas cosas". (Ángel Luis
Inurria)
Recomendada.
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