Título original: Cléo de 5 à 7. Dirección: Agnès Varda. País: Francia. Año: 1962. Duración: 90
min. Género: Drama.
Agnès Varda (Guión), Michel Legrand (Música), Jean Rabier (Fotografía), Ciné Tamaris / Rome Paris
Films (Producción).
Sección oficial del
Festival de Cannes 1962.
Estreno mundial: 11 de abril de 1962, en Francia.
Reparto: Corinne Marchand,
Antoine Bourseiller, Dorothée Blanck, Michel Legrand, Dominique Davray, José
Luis de Vilallonga, Loye Payen, Jean-Luc Godard, Anna Karina, Eddie
Constantine, Jean-Claude Brialy, Sami Frey.
Sinopsis:
Cleo, una joven cantante,
espera impaciente los resultados de un examen médico. Cuando una adivina que
lee las cartas le revela que tiene cáncer y que puede morir, su inquietud
aumenta. Tratando de ocupar su tiempo a la espera de los resultados, Cleo conoce
a un joven soldado, a punto de partir para hacer el servicio militar en
Argelia, al que confía su temor a la muerte.
Comentarios:
Agnès Varda nació en 1928
con el nombre de Arlette Varda en Bruselas, Bélgica. Su padre pertenecía a una
familia de refugiados griegos de Asia Menor y su madre era francesa. Estudió
Historia del Arte antes de conseguir un trabajo como fotógrafa oficial del
Teatro Nacional Popular de París. Con tan solo 26 años, en 1954 trasladó su
interés hacia el mundo del cine, con la producción de su primera película, “La
Pointe Courte”, un documental sobre la ciudad francesa de Sète, considerado
como el precursor estilístico de lo que más tarde se denominaría la ‘Nouvelle
Vague’ francesa. Aunque no fue hasta la producción de “Cleo de 5 a 7 (Cléo de 5
à 7, 1962)” cuando Varda se consagró como cineasta.
En “Cleo de 5 a 7” Agnès
Varda retrata una hora y media –duración exacta de la película—, desde las 17:00
hasta las 18:30 del 21 de junio de 1961, en la vida de Florence
"Cléo" Victoire (Corinne Marchand), una joven y bella cantante que
espera los resultados de unos análisis médicos que podrían confirmarle que
tiene cáncer. Bajo este relato ficticio la directora experimenta con una
empresa de creación fílmica pionera y magnífica: mostrar la diferencia entre el
tiempo objetivo, real, y el tiempo subjetivo de la protagonista, es decir, el
procedente de sus sensaciones; todo ello, enmarcado con un estilo semidocumental
en el ambiente parisino de los años 60. Se podría afirmar que las protagonistas
del filme, casi a partes iguales, son Cleo y la ciudad de París.
La película se divide en
trece capítulos. Cada uno de ellos contiene un título, por lo general el nombre
del personaje que se presenta o que recibe mayor atención dentro de éste, y un
intervalo de tiempo de varios minutos, por ejemplo, “Cleo de 17’05 a 17’08”. El
tiempo que se indica en el título coincide casi de manera exacta con el tiempo
real de visionado del filme. Si se hiciera el experimento, muy vardiano por
otra parte, de comenzar a ver la película a las 17 horas de un día cualquiera,
la propia cinta iría indicando con bastante exactitud la hora en la que nos
encontramos. Este experimento formal es un atractivo más dentro del filme, pero
en absoluto es su único interés. Lejos de cualquier acercamiento nostálgico a
una ciudad y a un tiempo que ya no son los actuales, “Cleo de 5 a 7” es una
película seminal, en apariencia sencilla, de la que es posible extraer varios
microanálisis alrededor de temas como la búsqueda de la felicidad, la belleza y
la muerte, las variantes de los roles femeninos, la ciudad como espacio y lugar
determinado y determinante, el discurso metafílmico en el cine y su plasmación
técnica o la relación entre el tiempo vivido, el tiempo registrado y el tiempo
reproducido, entre otros tantos posibles.
La película comienza con
la única secuencia filmada en color. Una enigmática secuencia de apenas cinco
minutos en la que se introducen los títulos de crédito mientras se muestra una
mesa sobre la cual la vidente Madame Irma lee las cartas del Tarot a Cleo.
Todos los planos son cenitales y se combina con otros en blanco y negro que
muestran los rostros de ambas en primer plano o bien sentadas una enfrente de
la otra, en un momento en que intercambian información delicada a propósito del
futuro inminente de la protagonista. Después de los créditos, el resto de la
cinta está rodada en blanco y negro. Para Agnès Varda el color representa la
ficción, la creencia tanto de la vidente como de Cleo en lo que dicen las
cartas, mientras que el blanco y negro refleja la realidad, aquello que ocurre
pese a lo que interprete Madame Irma o crea Cleo.
Uno de los temas
principales de la película es la belleza, analizada de forma sutil e
inteligente por Agnès Varda, quien la voltea y coloca en diferentes
situaciones, como la relación preestablecida en la sociedad entre belleza y
salud, en la que la fealdad se relaciona con la enfermedad y con la muerte. Al
comienzo de su recorrido, justo al bajar del piso de la vidente en el 58 de Rue
Rivoli, Cleo se detiene en el espejo del zaguán del edificio. Su cuerpo se refleja
en dos espejos enfrentados, creando un “mise en abîme” que enlaza con lo que
acaba de decirle Madame Irma y marcará el resto del filme, es decir, los
siguientes 85 minutos de la tarde más importante de su vida. “Un minuto,
monada. Ser fea: eso es la muerte. Mientras sea bella, estoy diez veces más
viva que las demás.” Estas palabras, dichas con su voz en off, las piensa Cleo
mientras su reflejo se alarga infinitamente en los espejos. Esta relación de
Cleo con los espejos es otra constante a lo largo del largometraje. De hecho,
los espejos parecen representar los prolegómenos de su transformación, de la
reconstrucción de su yo, que evoluciona desde un tipo de belleza estereotipado
y llamativo hasta otro, donde la independencia y la consciencia de un posible
final, así como del carácter efímero de la existencia, apuntalan una nueva
Cleo, más consciente y más dueña de su existencia.
Es, precisamente, a
partir del capítulo VII cuando sucede la transformación de Cleo y el punto de
vista del relato varía para situarse definitivamente en ella. Después de una
rápida visita del amante de Cleo, José (José Luis de Vilallonga), Bob “el
pianista” (Michel Legrand) y “Plumitif” (Serge Korber) han acudido a casa de
Cleo para presentarle las canciones sobre las que están trabajando, en vista de
la grabación del disco que tienen en breve. Tras esta secuencia, Cleo se cambia
de ropa dentro de un cambiador que tiene únicamente una cortina negra en
paralelo a la pared. Un fundido en negro en la pantalla separa ambos momentos y
lo siguiente que se muestra es a Cleo descorriendo la cortina, vestida ahora
por completo de oscuro y quitándose la peluca que llevaba puesta durante toda
la primera parte del filme. A partir de aquí Cleo —sabremos un poco después que
su nombre original es Florence—, es otra; sale sola de casa y se enfrenta al
exterior sin ayuda ni compañía. Agnès Varda explicó este cambio afirmando que
la primera Cleo es “descrita y definida por aquellos que la miran: su
asistente, la vendedora de sombreros, los músicos, los espejos... Cleo es
vista. (…) A partir de ese momento, ella empieza a mirar a los otros”. Para
Varda esto es un acercamiento feminista a la figura de una mujer bella que es
definida por los demás y que, en un momento determinado, decide actuar por su
cuenta, redefinirse, tomando las riendas de su propia vida.
“Cleo de 5 a 7” también
es recordada por incluir una autodenominada 'secuencia sorpresa', un breve
cortometraje mudo de corte cómico que incluye los cameos de Jean-Luc Godard,
Anna Karina, Eddie Constantine y Jean-Claude Brialy, entre otros. Por otra
parte, el genial músico francés Michel Legrand, quien escribió la partitura de
la película, interpreta a "Bob el pianista" en la secuencia en la que
Cleo canta “Sans toi”, quizá la secuencia más significativa de la película,
catalizadora de la transformación de Cleo y del cambio de punto de vista del
relato anteriormente comentado.
Aludiendo a la letra de
“Sans toi” (“Sin ti”), la canción que interpreta Corinne Marchand (Cleo) en la
película, sin la mirada femenina de Agnès Varda, y del resto de mujeres
cineastas, la historia del cine estaría hoy día roída por los gusanos, muerta
en un ataúd de vidrio y cubierta únicamente de arrugas masculinas.
Afortunadamente, Agnès apareció a tiempo, y tras ella otras muchas cineastas.
Sin Agnès Varda, sin todas ellas, la historia del cine estaría sumergida en la
tierra, sola y lívida. (Javier Ballesteros)
Recomendada.
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