Título original: Beltenebros. Dirección: Pilar Miró. País: España. Año: 1991. Duración: 114
min. Género: Cine Negro, Thriller.
Mario Camus, Pilar Miró,
Juan Antonio Porto basado en el libro de Antonio Muñoz Molina (Guión), José Nieto (Música), Javier Aguirresarobe (Fotografía), José Luis Mantesanz (Montaje), Salvador Pons (Ayudante de Dirección), Reyes Abades (Efectos especiales), Juan Pedro
Hernández (Maquillaje), José Luis García
(Producción).
Oso de Plata en el Festival
de Berlín 1992 a su contribución artística sobresaliente.
Estreno en España: 13 diciembre 1991.
Reparto: Terence Stamp (Darman), Jorge
de Juan (Luque), José Luis Gómez (Ugarte/Valdivia), Patsy Kensit (Rebeca), Pedro
Díez del Corral (Policía), Ruth Gabriel (Charo), Geraldine James (Rebeca Osorio),
Carlos Hipólito (Propietario empresa), Simón Andreu (Andrade).
Sinopsis:
Año 1962. En la oscura
posguerra española, Darman es un inglés que viaja a Madrid con la misión de
matar a un topo infiltrado en la organización del clandestino Partido
Comunista. Para encontrar a su víctima, Darman comienza una aventura con
Rebecca, la prostituta más cara y bella de Madrid, que casualmente es amante
del hombre al que busca...
El 13 de diciembre de
1991 se estrenaba en España “Beltenebros”, película que suponía el regreso a la
dirección de Pilar Miró seis años después del estreno de “Werther” y tres años
después del escándalo que la obligó a dimitir de su puesto de Directora General
de Radio Televisión Española. Cómo no podía ser de otra forma la prensa intentó
ver en “Beltenebros” un intento por parte de Miró de vengarse de aquellos que
habían juzgado duramente sus acciones al frente de RTVE y, aunque Miró negó en
todo momento que el fin de la película fuese la venganza, en una entrevista
dada al diario El País declaró que: “Hombre, si hablara de revanchas, lo que me
gustaría es pasar a unos cuantos a cuchillo, como en un western”. No obstante,
como explicó José Antonio Hurtado en su libro “Cine negro, cine de género”: “El
western devuelve una imagen placentera, mistificadora, irremediablemente
perdida en el tiempo, mientras que el cine negro refleja de forma borrosa
imágenes inquietantes a las que se supone ancladas en el presente social”.
Más allá de las polémicas
que envolvieron a la directora durante varios años, esta afirmó que su único
interés era, como había dicho John Ford, hacer películas. Por ello, en la misma
entrevista afirmó que: “Lo único que ahora deseo hacer, tras un año de trabajo
en la preparación de este proyecto, es un buen trabajo que, quizá sí, es la
única manera de poder decir a la opinión pública, que tantas cosas ha oído de
mí: aquí estoy y esto es lo que sé hacer”.
Miró vio esa posibilidad
de ratificarse como directora en la oferta del productor Andrés Vicente Gómez
quién le había brindado la oportunidad de dirigir la adaptación de “Beltenebros”,
novela de Muñoz Molina. Miró declaró sentirse fascinada y atrapada por la
novela y sus varias lecturas, lo que le hizo implicarse en el proyecto desde la
creación del guion, que escribió a seis manos junto a Juan Antonio Porto y
Mario Camus, con el objetivo de mantener la mayor fidelidad posible no solo al
libro, sino también a la historia española. Además, el buen trabajo de
adaptación y traslación a imágenes del universo de la película les valió la
nominación para los Premios Goya.
La historia se centra en
el personaje de Darman (Terence Stamp), un militante comunista que vive en la
clandestinidad en Inglaterra. Pese a que en un primer momento se muestra
reticente, finalmente decide volver al servicio activo y viaja a Madrid dónde
habían solicitado sus servicios para eliminar a un topo del Partido Comunista.
La investigación en que se embarca y los sentimientos que empieza a tener por
Rebecca (Patsy Kensit), una prostituta que resulta ser pareja del infiltrado,
le llevan a introducirse en una red de traiciones, engaños y falsedades que no
solo pondrá en riesgo su vida, sino que también traerá de vuelta algunos
fantasmas del pasado. Y es que en “Beltenebros”, como buen ejemplo de cine
negro, nadie ni nada es lo que parece. Esto podemos observarlo desde el primer
momento cuando seguimos, mediante un plano-secuencia de tres minutos, a una
pareja (que posteriormente descubrimos que son Rebecca y Darman) en su intento
de huida. “Yo no he hecho nada” dice ella, pero esa afirmación chirría dentro
de una película con rasgos de cine negro. A lo largo de años de cine de guerra
civil y posguerra, nos hemos encontrado con películas que, desde la perspectiva
que te da el tener una ideología política, han construido a los personajes de
un bando como asesinos inhumanos mientras que los del otro eran poco menos que
unos mártires. Sin embargo, la concepción de buenos y malos dentro de la
película resulta ambigua y difícil de establecer puesto que, como en la vida
real, todos tienen momentos sombríos a sus espaldas en los que han actuado de
forma cuestionable. Darman responde a esta pregunta al manifestar que “vino a
Madrid a matar a un hombre que no conocía” y es que cuando vives en un mundo corrompido,
en un mundo de deslealtades y traiciones, no existen los buenos y los malos,
sino las personas y lo que estas hacen para sobrevivir.
No obstante, la frase que
pronuncia Darman no sirve solamente para definirse a sí mismo como un personaje
ambiguo, sino que se puede extrapolar tanto a la trama en sí, como al resto de
personajes. El carácter de Darman, no es fruto de la casualidad, sino que viene
determinado por un suceso que aconteció en 1946, cuando fue requerido para la
eliminación de otro supuesto topo. Sin embargo, esta persona no era realmente
un infiltrado y se encontró matando a un hombre inocente. Darman es ahora un
prisionero de su pasado y un escéptico de un presente que se muestra lleno de
incertidumbre y oscuridad. Pilar Miró lo resumió perfectamente al declarar que:
“Beltenebros cuenta la historia de un personaje muy complejo, que se supone que
ha huido y, por una circunstancia determinada, se reencuentra con un mundo que
él había querido olvidar y vuelve a vivir una historia que, de alguna forma, ya
había vivido antes”.
Es en esta misión
paralela dónde “Beltenebros” logra sus momentos más destacados puesto que le
permite construir a su directora un mosaico de contrastes y simetrías entre el
Darman joven y el viejo. Era un hombre que hacía aquello que le mandaban sin
pensar en las verdaderas intenciones de sus jefes, sin embargo, es ahora, en un
momento en que sus ideales están casi derruidos cuando es capaz de ver sus
acciones con perspectiva y oír las palabras “es inocente” como si no hiciese
casi veinte años que se las dijeron. Estos cambios de rol también se pueden
aplicar, aunque de forma inversa, al objeto de deseo del protagonista. Por
ello, encontramos grandes diferencias entre la Rebecca de 1946 (Geraldine
James) y la de 1962 (Patsy Kensit), ya que mientras la primera es una agente
que ayuda, en menor medida, a Darman, la segunda es un bailarina-prostituta que
le obstaculiza el camino. Como vemos, en la película la mujer sufre el cambio
contrario al de Darman, puesto que este, al notar la podredumbre de la sociedad
en la que vive, reacciona alejándose y desentendiéndose de ella, pasando a
vivir una vida apática en Inglaterra. Sin embargo, el personaje de Rebecca se
adapta perfectamente a esta situación y se vuelve una más de las personas que
se han visto atrapadas por esta sociedad, volviéndose más fatal, más equívoca y
calculadora. Rebecca se sabe deseada y utiliza esto para sus propio interés,
llegando a reinterpretar de forma más explícita el baile de Rita Hayworth en “Gilda”
(1946), de Charles Vidor.
Estos momentos destacan
además por las grandes actuaciones de Terence Stamp y Patsy Kensit. Pese a que
el universo de la película se centra en la posguerra española, Pilar Miró
decidió rodar en inglés usando actores internacionales. Esta decisión fue muy
meditada por la directora, puesto que quería realizar una película más
internacional. Además afirmó que para la correcta construcción del universo de
la obra eran necesarios estos actores internacionales, ya que la novela presenta
unos personajes con unas características muy anglosajonas que debían ser
llevadas a la pantalla. “El personaje de la novela es totalmente como un inglés
y en los años sesenta se pasea por Europa con pasaporte inglés. Por eso era más
lógico que lo hiciera un actor inglés”, reiteró la directora.
No obstante, pese a ser
un largometraje español con rasgos y características anglosajonas, la
construcción que realiza de los órganos de poder podría ser perfectamente
transportada a otros lugares del mundo en la misma época. La policía y la
autoridad en general muestran una evolución más lineal en la que las
apariencias y las mentiras son cada vez más importantes. En estas
organizaciones de poder aquellos que dan un paso atrás son tachados de cobardes
por personas que, valiéndose de dichas apariencias, sentencian y ejecutan sin
salir de sus despachos. Por ello, la construcción que la directora hace de
Ugarte y Valdivia, los dos representantes de la autoridad de la película, los
retrata como dos personas sin ningún tipo de moral que han propiciado, en gran
medida, la situación actual de corrupción de la sociedad. Además, el
descubrimiento al final de la obra de la verdadera cara de estas autoridades,
como afirma Barry Jordan en su libro “Contemporary Spanish Cinema”, le sirve a
la directora para liberarse de sus propios demonios. Para Jordan el fuego que
se produce en el cine y que fusiona la acción con la película puede
considerarse “un símbolo de la necesidad de una contienda purificadora que
consuma no solo las imágenes clásicas (el pasado), sino también la propia
experiencia de Miro de engaños, traiciones e hipocresías”.
En 1972 Paul Schrader
publicó “Notes on Film Noir”, un artículo en el que anunciaba el fin del mismo
durante la segunda mitad de la década de 1950, coincidiendo con el inicio del
cine en color. A su vez Robert Ebert afirmó que el cine negro se trata de un
género puramente americano puesto que ninguna otra sociedad estaba tan podrida
como para crear un universo movido por semejantes hilos de fatalidad y
traición. Pese a esto, y aunque “Beltenebros” no es puramente un film noir,
podemos vislumbrar rasgos de este género que ayuda tanto en la revitalización
de un tema ya muy manido como en la construcción de unos personajes
caracterizados por unos rasgos de misterio y oscuridad.
Con “Beltenebros” Pilar
Miró regresó al cine más reivindicativo tras seis años de ausencia en los que
vivió una de sus épocas más oscuras, pero a la que le supo sacar partido,
aprovechando sus vivencias para la creación de unos personajes tan cínicos y
descreídos que le hicieron ganar el Oso de Plata de Berlín. “Beltenebros” es
una película por momentos difícil de seguir que se sustenta en un guion bien
construido que conecta con el público a través de una serie de temas tan
universales como la amistad, la lealtad, la creencia en unas ideas muy
determinadas y la lucha por la libertad. Estos elementos o, mejor dicho, la
ausencia de los mismos encuentran el marco perfecto dentro del género del cine
negro, puesto que permite construir un universo oscuro y asfixiante, en el que
nadie es realmente tu amigo y todo el mundo es prescindible en favor del propio
beneficio. Y es que como dijo Pilar Miró tanto en la política como en la vida
en general “no hay tantos amigos como uno piensa”. (Susana Arranz)
Recomendada.
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