Título original: Awakenings. Dirección: Penny Marshall. País: USA. Año: 1990. Duración: 121
min. Género: Drama.
Steven Zaillian basado en
el libro de Oliver Sacks (Guión), Randy
Newman (Música), Miroslav Ondricek (Fotografía), Battle Davis, Gerald B.
Greenberg (Montaje), Lawrence Lasker,
Walter F. Parkes (Producción).
Nominada a Mejor
Película, Mejor Actor (Robert De Niro) y Mejor Guión Adaptado en los Oscar 1990.
Nominado a Mejor Actor (Robin Williams) en los Globos de Oro 1990.
Estreno en España: 15 de marzo de
1991.
Reparto: Robert De
Niro, Robin Williams, Julie Kavner, Ruth Nelson, John Heard, Penelope Ann
Miller, Alice Drummond, Judith Malina, Barton Heyman, George Martin, Anne
Meara, Richard Libertini, Steve Vinovich, Bradley Whitford, Max von Sydow,
Peter Stormare, Vin Diesel.
Sinopsis:
A finales de los años
sesenta, el doctor Malcolm Sayer, un neurólogo neoyorquino, decide utilizar un
medicamento nuevo para tratar a sus pacientes de encefalitis letárgica,
enfermedad que priva de las facultades motoras a las personas que la padecen
hasta reducirlas a un estado vegetativo. Poco a poco empezará a manifestarse cierta
mejoría en los pacientes, especialmente en Leonard Lowe.
Comentarios:
Muchos descubrimientos se
han formulado contra la corriente general, incluyendo el rechazo de la mayoría
de iguales científicos. Pero aparte de los grandes descubrimientos que han
revolucionado a la humanidad, hay otros a menor escala, porque afectan a un
menor número de personas, que pasan desapercibidos, pero que suponen un cambio
de paradigma en todo un grupo social del que, muchas veces, sabemos más bien
poco. En este sentido, desconocemos mucho de lo que pasa entre las salas de un
hospital o de un psiquiátrico, a veces suceden hechos sin explicación,
irrepetibles. Tanto para bien como para mal.
Oliver Sacks (1933-2015)
dedicó gran parte de su vida a estos fenómenos. Este neurólogo británico se
convirtió en divulgador y novelista a partir de la materia médica, trazando un
puente entre el arte y la ciencia, mostrando que nunca debieron ser entendidas
como rivales, sino como hechos complementarios y necesarios para el ser humano.
A partir de la anécdotas clínicas, construyó relatos minuciosos y auténticos en
obras como “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” (1985), “Veo
una voz” (1989) y “Un antropólogo en Marte” (1995), lo que, por otra parte, le
ha valido críticas al considerar que explotaba a sus pacientes o que sus
métodos no eran rigurosos, científicamente hablando.
Nos referimos a Sacks
porque fue una de sus primeras obras, “Despertares” (Awakenings, 1973), la que
sirvió de base a la adaptación realizada por Penny Marshall (1942-2018) en
1990, que reseñamos hoy. Pero no se trata de una novela, sino de una
autobiografía parcial en torno a cómo Sacks descubrió durante el verano de 1969
los beneficios temporales de la L-dopa en pacientes catatónicos que
sobrevivieron a la epidemia de encefalitis letárgica que se produjo entre los
años 1917 y 1928. Un caso real documentado también a través de una cámara Super
8 que cobró vida en la gran pantalla de mano de la citada Penny Marshall,
actriz en películas como “1941” (Steven Spielberg, 1979) u “Hocus Pocus” (Kenny
Ortega, 1993) y directora de algunas películas taquilleras en los años ochenta,
como “Jumpin' Jack Flash” (1986) o “Big” (1988).
“Despertares”
(Awakenings, 1990) fue su tercera película y aunque hoy pueda no resultar
conocida, obtuvo una buena acogida y estuvo nominada a tres categorías de los
Premios Óscar. La obra, tras un inicio en torno a los primeros síntomas de la
enfermedad central, nos remite a un episodio en la vida del doctor Malcom Sayer
(Robin Williams), trasunto de Oliver Sacks, que comienza a trabajar, a pesar de
sus reservas por haber dedicado su carrera a la investigación, en un hospital
psiquiátrico de Nueva York, conocido vulgarmente como manicomio, asilo para
enfermos crónicos. A pesar de sus reticencias iniciales, un fenómeno curioso
servirá para prender la llama de su interés por toda una serie de pacientes que
comparten las mismas características: permanecen catatónicos, inmóviles, sin
conexión con el mundo que les rodea. A partir de entonces, centrará sus
esfuerzos en confirmar sus hipótesis y lograr un tratamiento efectivo,
comenzando su investigación con uno de los pacientes, Leonard Lowe (Robert De
Niro).
Atendiendo a este
argumento, podemos dividir la película en tres tramos evidentes: el primero,
centrado en el médico, que atiende su llegada al hospital y sus primeros
descubrimientos, el segundo en torno al tratamiento de Leonard Lowe y
finalmente del resto de pacientes, y el último tramo cuando se nos muestra el
destino de los tratados por el L-dopa. Durante estos tramos, se tocarán
diversos asuntos centrados en la convivencia entre médicos, pacientes y
familiares, desplegando pequeñas subtramas que convergen en este relato que
combina tanto drama como esperanza.
Sin duda, uno de los
aspectos más convincentes de la película es el enfoque de las dificultades para
el médico investigador que trata de innovar e implicarse de una forma más
humana. Frente a los esfuerzos de Sayer por tratar a sus pacientes y tratar de
sanarlos o mejorar su calidad de vida, se encuentran las mofas o la
indiferencia de gran parte de sus compañeros o superiores, que consideran su
trabajo casi como un depósito de enfermos más que un hospital. A ello se ha de
sumar los problemas económicos que se deriva de los tratamientos o el evidente
riesgo que nadie quiere asumir para probar alguna solución con los pacientes.
Esta última situación nos deja una crítica tanto a los químicos que crean los
fármacos como a los médicos, en tanto que ninguno de los dos se atreve a probar
los resultados de los medicamentos inculpándose de forma mutua.
A su vez, se muestra la
crudeza de la vida de estos pacientes, que son inconscientes incluso del paso
del tiempo. Este hecho choca precisamente con la vitalidad que llegarán a
desprender, contagiando incluso a las insulsas enfermeras. Como comprobaremos,
el despertar de estos pacientes es también el despertar de las personas que les
rodean, incluso cuando el primero tenga fecha de caducidad. Precisamente, la
evolución de los personajes que no son pacientes es bastante sutil, sobre todo
en el caso de Sayer, que está interpretado por un comedido Robin Williams que
da la talla en este rol dramático y le otorga una gran entidad humana al
personaje. Malcom Sayer se había dedicado a investigar lombrices y resulta
evidente en la película tanto sus carencias en sociabilidad como su forma de ser
despistada, lo que irá cambiando conforme avance su amistad con Lowe, hasta que
al final sea él quien se atreva a dar algunos pasos en su vida. Sobre todo en
el campo del amor.
Leonard Lowe es la otra
cara de la moneda en esta película: el paciente enfermo, el Lázaro que vuelve a
la vida. A través de este personaje se nos trata de mandar un mensaje
esperanzador y lleno de ilusión: vivan, vivan porque hay otros que no pueden
hacerlo; algo semejante en este sentido a una obra de autoayuda, ¿pero cómo
negar esta verdad a alguien que ha pasado tanto tiempo sin poder vivir,
recluido en sí mismo? Él se convierte en el foco más lúcido del grupo de
pacientes y en el que se fije la historia. Le da cuerpo un Robert de Niro dando
una lección de interpretación, mostrando tanto su estado catatónico como su
recuperación y, finalmente, la degeneración de su enfermedad. Este último
golpe, hilado además junto a una breve y pueril, pero bonita historia de amor,
da una intensidad dramática a “Despertares” que se une a un mensaje aún más
fuerte que el mensaje motivador: detrás de cada milagro, hay una realidad. Una
realidad que no siempre es satisfactoria.
Ahora bien, a pesar de
que la película tiene una motivación interesante, una historia curiosa y de
interés y unos protagonistas encarnados por actores de portento, no se libra de
ciertos defectos que debemos señalar. En primer lugar, la película tiene
ciertos errores de tono, dada su ambigüedad: en ocasiones, pretende incluir
cierta comedia, pero salvando algunas ocasiones, no acaba por encuadrar con el
argumento que se narra. Incluso se nos proporcionan escenas pesarosas que
pretenden ser divertidas o alegres, llegando a adormecer el ritmo de la
película hacia la mitad, algo que se produce sobre todo al tratar de abarcar a
todos los pacientes en lugar de centrarse en los dos protagonistas.
A ello también se suma
una estética y una producción más similar a los telefilmes que a una gran
propuesta de mayor nivel, sosteniendo la película sobre todo las actuaciones de
Williams y De Niro. Tampoco demuestra una gran maestría en el uso de los
recursos ni ofrece ninguna novedad atractiva a nivel cinematográfico, por lo
que sus principales virtudes se encuentran entre sus personajes principales y
la singularidad de su historia. Incluso otros aspectos, como la bonita banda
sonora, en esta ocasión de Randy Newman, aunque bien ejecutados, no resultan
especialmente convincentes o atractivos.
Quizás de haberse
centrado más en la relación entre médico y paciente, en el descubrimiento del
mundo que ha avanzado sin él, sin ceder tanto terreno a tramas que acaban por
hacerse pesarosas, estaríamos ante una película más redonda. “Despertares”
tiene la virtud de ser sutil en muchos de sus aspectos, de ofrecernos momentos
realmente bellos y de sorprendernos con una realidad que nos resulta tan ajena,
y ese es un gran logro que no debemos despreciar. Si os gustan esta clase de
historias, que nos acercan a hechos reales y médicos, con momentos
esperanzadores, dramáticos y bellos, no os la perdáis. (Luis J. del Castillo)
Recomendada.
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