Título original: Triumph des Willens. Dirección: Leni Riefenstahl. País: Alemania. Año: 1935. Duración: 110
min. Género: Documental.
Leni Riefenstahl, Walter
Ruttmann (Guión), Herbert Windt,
Richard Wagner (Música), Sepp
Allgeier (Fotografía), Leni
Riefenstahl Produktion (Producción).
Estreno mundial: 28 de marzo de 1935, en Alemania.
Sinopsis:
Alemania, año 1934. Adolf
Hitler acababa de llegar al poder un año antes. En Nuremberg, el partido
nacionalsocialista celebra un triunfalista y patriótico congreso en el que se
exaltan los valores del pueblo alemán y la raza aria.
Sin la controvertida
actriz y cineasta alemana Leni Riefenstahl el documental no sería lo que es hoy
en día. Gran precursora de técnicas ya clásicas y con un inigualable sentido de
la estética, fue una artista revolucionaria como pocas que a lo largo de su
vida dedicada con fervor a la grabación nunca dejó de innovar. Aún
propagandísticos muchos de ellos, como los de tantos otros, sus documentales
destilan una belleza sin par y un rigor social/costumbrista meticuloso y lleno
de respeto y fascinación por las culturas que retrata (ya sea la nazi o la de
una tribu africana). Leni Riefenstahl se inició en el cine como actriz y
destacó dirigiendo la grandiosa y comentada “El triunfo de la voluntad”,
encargada por el propio Adolf Hitler, al que la directora ofreció su
colaboración. Fue una de las películas emblemáticas del Tercer Reich y una de
las obras maestras definitivas del documental mundial. Le siguió otra
igualmente maravillosa: “Olympia”, sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en
1936. Gran simpatizante de Hitler, fue ensalzada por éste en toda Alemania y su
popularidad y reconocimiento llegó a lo más alto. Por supuesto, tras la caída
del dictador ella también se hundió. Admitió haber confiado en él y en sus
promesas de levantar Alemania, aunque también afirmó no haber estado nunca de
acuerdo con sus ideas racistas y machistas y no saber nada de los holocaustos
que perpetró. También negó haber sido su amante, de lo que la acusaron. Tras
ser puesta en libertad, se marchó a Francia, en donde permaneció un tiempo en
el manicomio y después fue juzgada de nuevo. Fue declarada inocente,
simpatizante del partido pero no perteneciente a él. Respecto a sus obras,
declaró que eran encargos comerciales como otros cualesquiera, y denunció que,
antes de la caía del Reich, habían sido hipócritamente alabadas en todo el
mundo. ¿Qué hubo y hay de verdad en todo esto? Nunca lo sabremos. El caso es
que Leni Riefenstahl es una de las más grandes directoras de la historia del
cine. En Alemania dirigió los documentales de propaganda “Sieg des Glaubens”,
“El triunfo de la fe”, “El triunfo de la voluntad” y “Olympia”, además de
coordinar los noticiarios “Reichsparteitag” y dejar inacabada la ópera
“Tiefland”. Al caer el Tercer Reich y dejar Francia, pasó una temporada en los
Estados Unidos, en donde al parecer tuvo un breve romance con Walt Disney,
simpatizante de los nazis que la acogió. Pasó el resto de su vida viajando y
dedicada a la fotografía, arte al que también aportó grandes obras, y a los
documentales. Intentó constantemente sacar su carrera adelante, pero le
cerraron casi todas las puertas a causa de su pasado y esto la acabó
transformando en una artista underground ahora revalorizada. Con sesenta años,
se marchó a vivir a Sudán con la tribu Nuba, en la que se integró a la
perfección aprendiendo su lengua y sus costumbres y de la que grabó sus ritos,
sus luchas, sus fiestas. Después, a los setenta años, recorrió los fondos
marinos tomando espléndidas fotografías y grabando vídeos. Murió a los 101 años
todavía despreciada por muchos.
Alabado primero por
unanimidad en todo el mundo y despreciado después, “El triunfo de la voluntad”
es para muchos el mejor documental propagandístico de la historia. Con un
título que hace referencia a Nietzche y con banda sonora de Wagner, retrata los
hechos acontecidos en el congreso del Partido Nazi en Nuremberg en el año
anterior a su publicación, 1934. Es uno de los documentos audiovisuales más
importantes de este siglo y el primero en el que aparece Adolf Hitler captado
tan de cerca. Está compuesto para resaltar el culto a su personalidad, que
simboliza al partido y a Alemania. Para ello, está estructurado alternando las
imágenes de grandes masas en movimiento, emocionadas o enfervorizadas, con las
del líder y sus hombres cercanos lanzando sus discursos. Hay, además, otra
corriente de imágenes alternadas: las de estas mencionadas grandes masas y las
de la intimidad más delicada de estas propias masas o de sus líderes. Adolf
Hitler simboliza al mesías que ha sacado a Alemania de la miseria y de la
humillación sufrida tras la Primera Guerra Mundial y que va a hacer de ella un
imperio destinado a perdurar miles de años. El filme, con todo lo horrible que
oculta, maquilla y camufla y con todo lo que manipula, puede ser calificado
como épico y, ciertamente, logra su propósito si no es examinado con detenimiento
y ojo crítico: exaltar y conmover. No en vano, fue toda una revolución antes de
que se conocieran todas las caras oscuras de los nazis. Leni Riefenstahl usa la
cámara lenta, los teleobjetivos, las cámaras múltiples, realiza unas
esplendorosas tomas aéreas de toda la ciudad y lo monta todo con gran
imaginación, pulso y agilidad. “El triunfo de la voluntad” fue multipremiada en
Francia, en Suecia y hasta en USA, y elogiada por cineastas e intelectuales (el
propio Charles Chaplin entre ellos) mientras que se le auguró a su autora, que
fue comparada con Eisenstein o con Capra, un futuro fulgurante. Más tarde, esta
cinta y ella misma fueron despreciadas y vilipendiadas sin piedad. Reacción
lógica tras lo ocurrido en Europa en la Segunda Guerra Mundial, por supuesto.
Sin embargo, no por ello deja de ser una obra maestra; hay que dejar de lado el
mensaje político que contiene. Técnicamente, el cine no sería nada sin ella. Lo
mismo ocurre con otros filmes maniqueos, de ideologías despreciables o
propagandísticos como “El nacimiento de una nación” o “El Acorazado Potemkin”…
Como con “El triunfo de la voluntad”, no hay que dejar de verlos.
Recomendada.
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