SEFF 2019. 16ª Festival de Cine Europeo de Sevilla.
Sección Oficial.
Título original: Om det oändliga. Dirección: Roy Andersson. País: Suecia. Año: 2019. Duración: 76
min. Género: Drama.
Guion:
Roy Andersson. Fotografía: Gergely
Pálos. Sonido: Robert Hefter bvft. Producción: Pernilla
Sandström, Johan Carlsson. Compañía
Productora: Roy Andersson Filmproduktion AB.
León de Plata al Mejor
Director en el Festival de Venecia 2019.
Estreno en Sevilla: SEFF 2019 (Del 8 al 16
de noviembre de 2019)
Reparto:
Martin Serner, Jessica
Louthander, Tatiana Delaunay Anders Hellström, Jan Eje Ferling, Bengt Bergius,
Thore Flygel.
Sinopsis:
Inspirada en el cuento de
"Las mil y una noches", la celebrada colección de historias de
oriente medio y de historia india, la película busca ser una yuxtaposición de
las distintas etapas que un ser humano atraviesa en la vida. Desde los momentos
más preciosos de la existencia hasta el despertar intelectual que nos lleva a
tratar de guardar la vida como un tesoro y a compartirla con aquellos a los que
amamos.
Comentarios:
El cineasta sueco Roy
Andersson (Gotemburgo, 1943), aunque lleva haciendo cine desde los años
setenta, se ha hecho un nombre ya en el siglo XXI, gracias a títulos como “La
comedia de la vida” (2007) y, sobre todo, “Una paloma se posó en una rama a
reflexionar sobre la existencia” (2014); diremos pronto que, si bien la primera
de ellas nos pareció curiosa, peculiar, distinta, la segunda se nos antojó
pretenciosa, petulante, ampulosa. Como “La paloma...” tuvo un (inexplicable)
éxito en festivales (se llevó nada menos que el León de Oro en Venecia) y
cosechó, en general, criticas muy positivas, Andersson ha optado por seguir por
el mismo (y a nuestro juicio fallido) camino.
Dice la gacetilla de esta
película, Sobre lo infinito, que es una versión libre de Las Mil y Una Noches.
Habrá que decir, en plan borde, aquello de “porque tú lo dices”, porque lo
cierto es que ni hay cuentos, ni hay Sherezade, ni hay sultán al que contar
nada, ni, afortunadamente, son mil las (no) historias que (no) se nos cuentan.
Se trata de una treintena, quizá una cuarentena de cuadros, porque filma
Andersson siempre en plano fijo, con sus actores (o lo que sean) dentro de
plano, o saliendo, o entrando, aunque generalmente con escaso movimiento y
menos diálogo (y el que hay, casi mejor que se lo ahorrara...). Por supuesto,
no hay movimiento de cámara alguno, ni en traveling ni en panorámica, lo cual
no es ni bueno ni malo en sí mismo. Sus personajes miran a cámara pasmados
(seguramente por tener que hacer lo que el director les ha dicho que hagan –o
que no hagan, mejor...---), alguno suelta alguna patochada, y poco más.
Pues, según parece, esto
es una obra de arte. Si es así, parece que el criterio por el que habría que
regirse a la hora de considerar tal cosa no es precisamente el nuestro. Modest
Mussorgsky se hizo famoso por, entre otras composiciones musicales, su obra
“Cuadros para una exposición”. Nos permitirán que digamos aquí, con respecto al
film de Andersson, y parafraseando el título mussorgskyano, que estamos ante
“Cuadros para una deposición”: una cagada, vamos, hablando mal y pronto.
Porque el rey está
desnudo. No hay arte en mostrar supuestas escenas de la vida cotidiana, planas,
en todo caso con una profundidad de campo que, por mucho que se le alabe, es
como si no existiera, porque no aporta nada a lo que vemos. No hay arte por
ejemplo en, para que el lector se sitúe, el último plano, en el que vemos una
carretera, un coche parado, en off se nos dice que el vehículo se ha averiado,
vemos al dueño saliendo del mismo, abriendo el capó y ya está… No hay arte en
que cualquier parida que se le haya venido a las mientes a Andersson nos la
intente hacer pasar por el no va más del pensamiento filosófico.
De los actores, por así
llamarlos, nada que decir, porque no sería justo juzgarlos por lo que (no)
hacen. Es cierto que la factura es impecable (Andersson ya rueda con
presupuestos holgados), que algunos planos, o mejor cuadros, sobrecogen, como
el del ejército derrotado retirándose por la nieve, en un plano larguísimo en
el que han debido contar con miles de figurantes (y que es solo eso, sin más).
Alguna escena (perdón, algún cuadro), con un mínimo diálogo, tiene su gracia,
como el del clérigo angustiado por haber perdido la fe, echado casi a patadas
(algo menos: son escandinavos, tan civilizados) por el médico y la enfermera a
cuya consulta acude, por haber llegado ya tarde a la misma. Pero poco más,
siempre con la sensación en el espectador de estar tan pasmado como los
no-actores de la película.
Y es que, efectivamente,
el rey está desnudo… (Enrique Colmena)
No
Recomendada.
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