jueves, 28 de noviembre de 2019

La vida invisible de Eurídice Gusmão (Karim Aïnouz, 2019)


Título original: A vida invisível de Eurídice Gusmão. Dirección: Karim Aïnouz. País: Brasil. Año: 2019. Duración: 139 min. Género: Drama.  
Helène Louvart (Fotografía), Murilo Hauser, Ines Bortagaray, Karim Aïnouz (Guión), Martha Batalha (Guión adaptado), Benedikt Schiefer (Música), Rodrigo Teixeira, Michael Weber, Viola Fügen (Producción), Camilo Cavalcanti, Mariana Coelho, Viviane Mendonça, Cecile Tollu-Polonowski, Andre Novis (Producción ejecutiva), Waldir Xavier (Sonido), Rosemary Paiva (Maquillaje), Marina Franco (Vestuario).
Premio a la Mejor Película en la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes 2019. Premio del Público en el Festival del Mar del Plata 2019. Espiga de Plata en el Festival de Valladolid (Seminci 2019)
Estreno en Sevilla: 22 Noviembre 2019

Reparto:
Carol Duarte (Eurídice), Julia Stockler (Guida), Gregorio Duvivier (Antenor), Barbara Santos (Filomena), Flavia Gusmão (Ana), Maria Manoella (Zélia), Antonio Fonseca (Manuel), Cristina Pereira (Cecilia), Gillray Coutinho (Alfonso).

Sinopsis:
Río de Janeiro, 1950. Dentro de la conservadora casa de la familia portuguesa Gusmão, Eurídice, de 18 años, y Guida, de 20, son dos inseparables hermanas que se procuran un espacio seguro para sus esperanzas y aspiraciones. Mientras Guida tiene en su hermana pequeña una fiel confidente de sus aventuras románticas, Eurídice encuentra en su enérgica hermana mayor el aliento que necesita para perseguir su sueño de convertirse en pianista profesional.

Comentarios:
Las novelas río y el melodrama suelen constituir una conjunción mágica de vehemencia narrativa y visual. Colores y dolores, dramas vitales sin freno, caídas y subidas, emociones desde dentro hacia fuera para colmar al espectador. Un subgénero que, desde los maestros clásicos John M. Stahl y Douglas Sirk, no pocos han intentado reinventar, Rainer Werner Fassbinder, Pedro Almodóvar, Lars Von Trier, a veces con logros absolutos. Y es en ese fascinante lugar de la readaptación del melodrama folletinesco donde también pretende situarse el brasileño Karim Aïnouz, veterano artista visual y director cinematográfico, que con “La vida invisible de Eurídice Gusmão” ha logrado este año el premio a la mejor película de la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes y cuatro galardones en la Seminci de Valladolid.
Basada en una novela de Martha Batalha, Aïnouz ha variado el marco temporal (desde los años treinta hasta los cincuenta) y también el tono del libro, ambicioso aunque algo más desinhibido, para revertirlo en una constante solemnidad que, a veces, no le beneficia. Ya desde la primera secuencia, de corte onírico y metafórico, de gran expresividad artística, rotundos colores y bella puesta en escena, pero que conforme avanza el relato y se revelan sus tramas y subtextos, se antoja de un énfasis y un simbolismo tan subrayados como elementales. Y es en esa excesiva insistencia donde se mueve la (solo en parte) atractiva película de Aïnouz, que se hace cuesta arriba tanto por tiempo de metraje como por el interés de éste, y que culmina con un controvertido y (de nuevo) excesivamente dilatado epílogo.
A su favor, en cambio, juega la fuerza visual del director, sobre todo en la filmación de las secuencias de sexo, de una rotunda perversidad, bellamente turbias, dolorosas hasta el desmayo y desplazándose muy bien entre la explicitud de ciertos momentos y la sutileza del fuera de campo de otros. En la historia de dos hermanas separadas por los hombres, el machismo y la degradación moral y social en el Río de Janeiro que va de la década de los cincuenta hasta la actualidad hay denuncia, cierto esplendor formal y buenas interpretaciones.
Pero, en el empeño de Aïnouz por salirse del carril marcado, y eso es muy bueno, también hay descabalgamientos. Y el principal, pese a la presencia de Fernando Montenegro, es ese incomprensible giro estilístico en el paso final de la película, ya en la contemporaneidad, donde el director cambia sus modos de puesta en escena y las peculiaridades fotográficas, hasta entonces basadas en la iluminación tenue, la textura de grano duro y los colores contrastados, por un carácter visual más naturalista cercano casi al documental, y sin acentuaciones artísticas. (Javier Ocaña)
Recomendada (con reservas).

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