jueves, 8 de junio de 2023

Los osos no existen (Jafar Panahi, 2022)


 

Título original: Khers Nist (No Bears). Dirección: Jafar Panahi. País: Irán. Año: 2022. Duración: 107 min. Género: Drama.

Guión: Jafar Panahi. Fotografía: Amin Jaferi. Producción: Jafar Panahi.

Premio Especial del Jurado del Festival de Cine de Venecia 2022. Sección Oficial del Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI 2022).

Fecha del estreno: 2 Junio 2023 (España).

 

Reparto: Jafar Panahi (Jafar Panahi), Mina Kavani, Naser Hashemi (El jefe del pueblo), Vahid Mobasheri (Ghanbar), Bakhtiyar Panjeei (Bakhtiar), Mina Khosrovani, Bülent Keser, Sinan Yusufoglu (Sinan), Reza Heydari (Reza), Narges Delaram (La madre de Ghanbar), Javad Siyahi (Jacob) Yousef Soleymani (El tio de Jacob), Amir Davari (Solduz), Darya Alei (Gozal).

 

Sinopsis:

Dos historias de amor paralelas en las que los deseos de las parejas se ven frustrados por obstáculos ocultos e inevitables, la fuerza de la superstición y la mecánica del poder.

 

Comentarios: 

De todas las artes, el cine quizá sea la que mejor engaña. Tan cerca está de los mecanismos con los que la conciencia se acerca a la realidad que se diría una copia de ella, un burdo truco de magia cuyo mayor o único mérito no sea otro que el de imaginar vidas ajenas para escapar ilusoriamente de la propia. Pero también quizá, y por la misma razón, el cine es el más logrado y depurado de los artefactos con el que construir alternativas, espacios de liberación y, sobre todo, de resistencia. El cine configura desde la más evidente e impúdica evidencia la propia conciencia. Somos lo que vemos y, más radical aún, lo que desde la pantalla nos ve a nosotros.

Jafar Panahi, director de cine iraní, lleva años dándole vueltas al asunto un poco por la exigencia misma de su profesión y el resto por simple necesidad. En 2010 se le prohibió trabajar, es decir, rodar, y hace poco entró en prisión. Después de ser defenestrado por participar en una manifestación contra el gobierno de su país, ha completado cuatro películas desde la clandestinidad y a riesgo de casi todo. Todas ellas discuten el criterio mismo de lo real. Todas fabulan la posibilidad de un cine entendido como un lugar problemático, político en su sentido más noble y, sobre todo, libre. 'Esto no es una película' (2011), 'Closed Curtain' (2013), 'Taxi Teherán' (2015) y 'Tres caras' (2018) se mueven entre el documental y la ficción, y desde esa frontera tenue y vibrante a la vez, se antojan sencillamente revolucionarias. Son auténticos cataclismos que nos miran directamente a los ojos.

'No bears', la película presentada en la competición oficial de la Mostra de Venecia, sigue moviéndose en este mismo campo magnético, digámoslo así, pero su textura es más carnal, existencial, menos intelectualizada si se quiere. También, y para completar la descripción, se trata de una obra maestra tan triste, tan bella y tan clara que asusta. Se cuentan dos historias de amor, las dos imposibles. La primera de ellas discurre en la película documental que un director de cine encarnado por el propio Panahi rueda desde la distancia. Éste se encuentra en un pueblo de la frontera entre Irán y Turquía y vía internet da las órdenes a su equipo de Estambul sobre cuestiones tales como el ritmo, la forma y hasta el sentido del argumento. Recuérdese se trata de un documento, que no ficción, de una pareja que pretende desde Turquía escapar hacia la Europa. El otro relato se sitúa en el mismo pueblo en el que el personaje de Panahi se ve recluido. La ruptura de una boda pactada enfrenta a los enamorados con las tradiciones de la comunidad. Y una posible foto accidental del director es el centro de todas las disputas.

El único punto de contacto de las dos historias es el propio cineasta a la vez testigo de lo que ocurre muy lejos y de lo que sucede muy cerca. Él reconfigura con sus órdenes la película que se rueda al otro lado de la frontera y él puede sellar el destino de dos amantes si enseña la foto que demuestra su amor. Toda 'No bears' (No hay osos, sería la traducción como referencia de los miedos inventados que surgen en la oscuridad) discurre a la vez en la pantalla y fuera de ella. La película, como en sus trabajos anteriores, está ahí para discutir el sentido y profundidad de la imagen, del cine, de la propia conciencia transformada por lo que ve. Pero esta vez, la tragedia aparece como algo más que una posibilidad. Ahora todo es más oscuro, más duro, infinitamente más triste.

El resultado es, por una parte, la culminación de todo el cine que Panahi lleva a cabo desde que fue condenado a, precisamente, no hacer cine. Pero, por la otra parte (la más importante), toda la reflexión digamos metatextual es depositada en la superficie de la misma carne, en el dolor de unas vidas condenadas una y otra vez a estrellarse contra la arrogancia de las reglas impuestas, contra la brutalidad de lo dado, contra la irreflexión tozuda de un mundo tozudo. E irreflexivo. Lo que queda es una película como poco tremenda, por lo épico, pero también desconsoladamente triste. Admirable. Y libre. Sobre todo, empeñada hasta la angustia en ser libre.

La película se completó poco antes de que Jafar Panahi fuera encarcelado con una condena de seis años. Es premonición y es, ya se ha dicho, obra maestra. (Luis Martínez)

Recomendada.



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