Título
original: Khers Nist (No Bears). Dirección: Jafar
Panahi. País: Irán. Año: 2022. Duración: 107 min. Género:
Drama.
Guión: Jafar Panahi. Fotografía: Amin Jaferi. Producción:
Jafar Panahi.
Premio Especial del
Jurado del Festival de Cine de Venecia 2022. Sección Oficial del Festival de
Cine de Valladolid (SEMINCI 2022).
Fecha del estreno: 2 Junio 2023 (España).
Reparto:
Jafar Panahi (Jafar Panahi), Mina Kavani, Naser
Hashemi (El jefe del pueblo), Vahid Mobasheri (Ghanbar), Bakhtiyar Panjeei
(Bakhtiar), Mina Khosrovani, Bülent Keser, Sinan Yusufoglu (Sinan), Reza
Heydari (Reza), Narges Delaram (La madre de Ghanbar), Javad Siyahi (Jacob) Yousef
Soleymani (El tio de Jacob), Amir Davari (Solduz), Darya Alei (Gozal).
Sinopsis:
Dos historias de amor
paralelas en las que los deseos de las parejas se ven frustrados por obstáculos
ocultos e inevitables, la fuerza de la superstición y la mecánica del poder.
Comentarios:
De todas las artes, el
cine quizá sea la que mejor engaña. Tan cerca está de los mecanismos con los
que la conciencia se acerca a la realidad que se diría una copia de ella, un
burdo truco de magia cuyo mayor o único mérito no sea otro que el de imaginar
vidas ajenas para escapar ilusoriamente de la propia. Pero también quizá, y por
la misma razón, el cine es el más logrado y depurado de los artefactos con el
que construir alternativas, espacios de liberación y, sobre todo, de
resistencia. El cine configura desde la más evidente e impúdica evidencia la
propia conciencia. Somos lo que vemos y, más radical aún, lo que desde la
pantalla nos ve a nosotros.
Jafar Panahi, director de
cine iraní, lleva años dándole vueltas al asunto un poco por la exigencia misma
de su profesión y el resto por simple necesidad. En 2010 se le prohibió
trabajar, es decir, rodar, y hace poco entró en prisión. Después de ser
defenestrado por participar en una manifestación contra el gobierno de su país,
ha completado cuatro películas desde la clandestinidad y a riesgo de casi todo.
Todas ellas discuten el criterio mismo de lo real. Todas fabulan la posibilidad
de un cine entendido como un lugar problemático, político en su sentido más
noble y, sobre todo, libre. 'Esto no es una película' (2011), 'Closed Curtain'
(2013), 'Taxi Teherán' (2015) y 'Tres caras' (2018) se mueven entre el
documental y la ficción, y desde esa frontera tenue y vibrante a la vez, se
antojan sencillamente revolucionarias. Son auténticos cataclismos que nos miran
directamente a los ojos.
'No bears', la película presentada
en la competición oficial de la Mostra de Venecia, sigue moviéndose en este
mismo campo magnético, digámoslo así, pero su textura es más carnal,
existencial, menos intelectualizada si se quiere. También, y para completar la
descripción, se trata de una obra maestra tan triste, tan bella y tan clara que
asusta. Se cuentan dos historias de amor, las dos imposibles. La primera de
ellas discurre en la película documental que un director de cine encarnado por
el propio Panahi rueda desde la distancia. Éste se encuentra en un pueblo de la
frontera entre Irán y Turquía y vía internet da las órdenes a su equipo de
Estambul sobre cuestiones tales como el ritmo, la forma y hasta el sentido del
argumento. Recuérdese se trata de un documento, que no ficción, de una pareja que
pretende desde Turquía escapar hacia la Europa. El otro relato se sitúa en el
mismo pueblo en el que el personaje de Panahi se ve recluido. La ruptura de una
boda pactada enfrenta a los enamorados con las tradiciones de la comunidad. Y
una posible foto accidental del director es el centro de todas las disputas.
El único punto de
contacto de las dos historias es el propio cineasta a la vez testigo de lo que
ocurre muy lejos y de lo que sucede muy cerca. Él reconfigura con sus órdenes
la película que se rueda al otro lado de la frontera y él puede sellar el destino
de dos amantes si enseña la foto que demuestra su amor. Toda 'No bears' (No hay
osos, sería la traducción como referencia de los miedos inventados que surgen
en la oscuridad) discurre a la vez en la pantalla y fuera de ella. La película,
como en sus trabajos anteriores, está ahí para discutir el sentido y
profundidad de la imagen, del cine, de la propia conciencia transformada por lo
que ve. Pero esta vez, la tragedia aparece como algo más que una posibilidad.
Ahora todo es más oscuro, más duro, infinitamente más triste.
El resultado es, por una
parte, la culminación de todo el cine que Panahi lleva a cabo desde que fue
condenado a, precisamente, no hacer cine. Pero, por la otra parte (la más
importante), toda la reflexión digamos metatextual es depositada en la
superficie de la misma carne, en el dolor de unas vidas condenadas una y otra
vez a estrellarse contra la arrogancia de las reglas impuestas, contra la
brutalidad de lo dado, contra la irreflexión tozuda de un mundo tozudo. E
irreflexivo. Lo que queda es una película como poco tremenda, por lo épico,
pero también desconsoladamente triste. Admirable. Y libre. Sobre todo, empeñada
hasta la angustia en ser libre.
La película se completó
poco antes de que Jafar Panahi fuera encarcelado con una condena de seis años.
Es premonición y es, ya se ha dicho, obra maestra. (Luis Martínez)
Recomendada.
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