Fue
un enorme fabulador. En el cine, en los libros, incluso a la hora de recordar
su vida. Y también un creador adelantado a su tiempo y a la vez muy del siglo
XX. En Anger convivió el cineasta experimental apasionado del cine ocultista,
que abrió camino a nuevas generaciones de directores queer, como John
Waters, o apasionados por lo onírico en la pantalla, como David Lynch, o de las
imágenes turbadoras, como Gaspar Noé, con el escritor que hizo negocio de
desvelar y hacer ficción de los secretos más turbios y, si eran depravados,
mejor, de las estrellas de la época dorada del cine estadounidense en los dos
volúmenes de Hollywood Babilonia, libros que se vendieron por todo el
mundo y de los que no llegó a hacer una tercera parte “por miedo a las demandas
de quienes sigan vivos”, tal como él mismo contaba.
Hoy,
el eco de esos libros se pierde ante las redes sociales, que desvelan los
secretos al segundo. Un ruido que deviene en negocio con la web TMZ. Pero antes
de TMZ existió Kenneth Anger. Supo inventarse y reinventarse: nunca fue actor
infantil, aunque así lo contaba en las entrevistas. Pero sí fue de los primeros
directores de cine psicodélico y queer. Apasionado del ocultismo, por su
pasión por Aleister Crowley y la música rock, piezas como Invocation of My
Demon Brother (1969), Lucifer Rising (1972) y The Man We Want to
Hang (2002), han influido, especialmente las dos primeras y Scorpion
Rising (1963), en generaciones posteriores tanto de realizadores de vídeos
musicales y artistas arietes del cine guerrilla.
Anger
nació como Kenneth Wilbur Anglemyer en Santa Mónica (California) en 1927. El
cine alimentó su vida. Nieto de una reputada diseñadora de vestuario del cine
mudo, contaba que a los cinco años había hecho de príncipe en Sueño de una
noche de verano (1935), de Max Reinhardt, mentira que se vino abajo con las
nuevas restauraciones del filme. Su instituto estaba pared con pared con los
estudios de la 20th Century Fox, y desde sus ventanas espiaba los rodajes. Ya
entonces Anger dirigía películas caseras, como Ferdinand the Bull (1937)
o Who Has Been Rocking My Dreamboat (1941), que él definió como su
primer trabajo decente. En un pase de películas experimentales conoció a Curtis
Harrington, uno de los pioneros del Queer Cinema estadounidense. Con él,
Anger dio dos pasos que cambiaron su vida: juntos fundaron una productora para
sus películas, Creative Film Associates, y Harrington le descubrió la figura
del británico Aleister Crowley y su teoría filosófica Thelema.
Crowley
fue uno de los primeros pensadores occidentales en importar filosofías orientales,
en un cóctel de mística budista, yoga y alucinógenos, al que, felices, se
apuntaron años después los rockeros (Crowley sale en la portada del Sgt.
Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles). Sin embargo, debido a que
Crowley invocaba demonios que requerían sacrificios de sangre, a pesar de que
se burlaba de la magia negra, sus sucesivas generaciones de seguidores
alteraron sus textos y enseñanzas tras su muerte, en 1947, convirtiéndole en el
gran satanista. Toda la obra fílmica de Anger quedó marcada por Thelema y su
pasión por la imaginería cosmogónica egipcia.
Durante
sus años en la universidad de Southern California descubrió su homosexualidad y
la plasmó en Fireworks (1948), filme con momentos eróticos por el que
fue detenido, ya que en aquellos años en EE.UU. la homosexualidad era un
delito. Anger se mudó a París y allí se hizo amigo de Jean Cocteau y trabajó en
la Cinemateca francesa. Siguió filmando (él recuerda esa temporada, que incluyó
una estancia en Roma, como de las más felices de su vida). En 1954 filmó Inauguration
of the Pleasure Dome, otro mediometraje thelemita y se mudó con el sexólogo
Alfred Kinsey, la figura paternal que siempre echó en falta. Tras la muerte de
Kinsey se asentó en París. Deprimido y sin dinero, reunió y coloreó los rumores
y las historias contadas en voz baja que había escuchado durante décadas y en
1959 publicó en Francia Hollywood Babilonia, un compendio de carnaza,
sexo, asesinatos, ídolos caídos y regodeo en el barrizal de las cloacas de lo
que él mismo llamaba el bulevar de los sueños truncados.
Hay
que reconocer que el libro, que no se editó en EE.UU. hasta 1974, fascina tanto
por su material como por su estilo ampuloso y su habilidad para subrayar el
detalle escabroso. Durante las siguientes décadas, Anger vivió de las rentas
del libro, de becas de fundaciones para realizar cine experimental y de amigos
como Mick Jagger, Jimmy Page o Keith Richards. De 1982 a 1999, Anger se retiró
del cine, que no del cotorreo: en 1984 publicó Hollywood Babilonia II.
Recuperó
la cámara en este siglo para filmar The Man We Want to Hang, en la que
sencillamente rueda pinturas de Aleister Crowley expuestas en una galería en
Londres, como despedida de su guía vital. Y se despidió del arte con Elliott’s
Suicide (2007), tributo al músico Elliott Smith, y con Mouse Heaven
(2005), 11 minutos de imágenes de Mickey Mouse y de su memorabilia, que Anger adoraba.
En total, su filmografía suma 36 cortometrajes y ocho horas de duración.
En
un cajón decía que guardaba Hollywood Babilonia III: “Hay un apartado
entero dedicado a Frank Sinatra y sus problemas con las drogas. No pude
publicarlo en la segunda parte porque Sinatra estaba vivo y era violento y
vengativo. Si todavía no ha salido el libro es porque un capítulo está dedicado
a la Iglesia de la Cienciología, un culto que considero peligroso”, contaba durante
una entrevista que le hicieron en 1999, en el marco del festival de Gijón,
donde le homenajearon. Aunque también analizaba el cambio de moralidad: “Antes,
quienes cometían esos pecados jamás volvían a trabajar, y ahora los ejecutivos
parecen perdonar los delitos, quizá porque ellos también los cometen”. Y
contaba, disfrutando, historias como esta: “Los estudios Warner casaron en 1925
a la estrella que les salvó de la bancarrota, el pastor alemán Rin tin tin, en
una espectacular ceremonia envuelta en los fastos más increíbles de la época,
que incluía trajes de novios y cama matrimonial, con una perra que resultó ser
hermana suya, de la misma camada”. Por todo su pasado, Anger se definía como
“un poeta del cine y detective de archivos”.
El
pasado 11 de mayo de 2023 moría a los 96 años, según anunció la galería de arte
Sprüeth Magers (con sedes en EE.UU. y Europa), donde había expuesto sus últimos
trabajos, y sin dar más datos de su muerte.
Kenneth Anger |
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