Título
original: Cow. Dirección: Andrea
Arnold. País: Reino Unido. Año: 2021. Duración: 94 min. Género:
Documental.
Fotografía: Magda Kowalczyk. Montaje:
Rebeca Lloyd, Jacob Schulsinger, Nicolás Chaudeurge. Producción: Kat Mansoor (BBC
Films, Doc Society, Halcyon Pictures).
Premio al Mejor Montaje
en el Festival de Cine de Sevilla (SEFF 2021). Nominada a Mejor Película
Documental en los Premios BAFTA 2021.
Fecha del estreno: 8 Abril 2022
(España)
Sinopsis:
Nos sumerge en la
trayectoria vital y la rutina de trabajo de una vaca en una explotación
ganadera.
Comentarios:
El premio Nobel
sudafricano J. M. Coetzee, célebre animalista, asegura que toleramos el
sacrificio animal solo porque no lo sufrimos. Ni lo vemos, ni lo escuchamos, ni
lo olemos. Hace apenas dos años, la película Gunda, producida por otro
famoso animalista, el actor Joaquin Phoenix, y dirigida por el ruso Viktor
Kossakovsky, se detenía en la vida en una granja de una cerda y sus lechones.
Pese a su estilizado blanco y negro y el protagonismo de una sola camada, Gunda
guardaba ciertas similitudes con Vaca, el documental de Andrea Arnold
que ahora nos sumerge en la experiencia del ganado bovino en una granja
lechera. Ambas películas arrancan con un parto y en las dos la cámara funciona
como el empático espía de una vida animal cuyo papel en la explotación
alimentaria resulta demasiado lejana y ajena a la mayor parte de los
consumidores.
La cámara de Arnold
(premio del jurado en Cannes en 2010 con su segunda película, Fish Tank,
y seis años después con American Honey) funciona como una esponja. No
carga las tintas, solo expone de qué se compone —también durante los días
luminosos y las noches pastando en el campo— una vida en la que las vacas,
inseminadas artificialmente al menos una vez al año, solo viven para parir y
producir leche. Los terneros, separados casi al instante de sus madres,
seguirán la misma suerte si son hembras: partos sin descanso, ubres a reventar
monitorizadas y la separación forzosa de unos terneros que casi ni olerán.
La película de la
directora británica apela a un realismo agrario en el que los hombres son voces
fuera de campo que organizan, muchas veces con buenas palabras y tono amable,
una tediosa rutina en la que el espectador sentirá el dolor físico de ser vaca
lechera en una fábrica. Hay momentos horribles, como el de la separación de los
terneros de las vacas, el de la cauterización de sus cuernos o el uso crispante
del hilo musical mientras las máquinas ordeñan a los automatizados animales.
También hay instantes extrañamente hermosos, como los de las vacas de noche a
la intemperie y bajo la luna. Algunos tacharán de propaganda vegana a Vaca,
aunque Arnold tan solo se limite a plasmar lo que ocurre sin voces ni
adoctrinamientos. Si es propaganda, al menos es de la inteligente. Sea como
sea, la película transpira desolación y, volviendo a Coetzee y a su alter ego,
Elisabeth Costello, hoy a esos animales sin poder “solo les queda su silencio
para hacernos frente”. (Elsa Fernández-Santos)
Recomendada.
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